La pasión, teñida de celos y el deseo a flor de piel, le hicieron sentir el rigor del encuentro: –Te gusta como tu macho te hace tronar el culo con la pija!
Ella es la hija de una pareja amiga, había tenido algunos escarceos con chicos de su edad, y de pronto se encendió la llama del deseo y el mejor amigo de la familia comenzó una apasionada y delirante relación con su hija. Ella aprendió a ser mujer en mis brazos, una relación de varios años, luego la vida hizo que se rompiera el contacto de la carne, pero el afecto permaneció vivo sin manifestarse, hasta que hace poco más de un mes me llamó y se vino a mi encuentro, fue como si el tiempo nunca hubiera transcurrido, la llama del deseo y la pasión estaba tan viva como siempre.
Sin muchas explicaciones tuvimos sexo como en los mejores tiempos, hasta con más pasión podría decirse, luego ella debió de hacer un viaje y en ese viaje, en un momento de tragos y descontrol hubo sexo, dice que no fue algo como de sorpresa que la tomaron y cuando quiso recordar ya se habían venido dentro de ella, luego lo volvió a hacer un par de veces más por la calentura y el exceso de licor. Ella no usa protección, el hombre tampoco le consultó, pero como estaba casi en la fecha de llegada de la regla no se preocupó, está acostumbrada a jugar con ese delicado equilibrio de dejarse acabar dentro cuando considera que no está en las fechas de mayor fertilidad, pero… esta vez no se cumplió, la regla no asistió en la fecha prevista, el test dijo que estaba embarazada.
Pasó unos días bien agitados, soltera y preñada, no sabía de qué modo poder contarlo, me buscó, llamo por teléfono y me dio la novedad, la cercanía de la noticia con esta primera vez en el reencuentro me hacía ilusionar que fuera mío, me aseguró que no lo era, aun así le pedí de que viniera a visitarme, que necesitaba sentirla entre mis brazos.
Esto fue lo que sucedió, ahora estamos en el inicio del tercer encuentro de este reencuentro, lo hablamos, revivimos el momento del encuentro previo, hicimos el amor, nos tomamos unas cervezas y así como jugando surgió la idea de relatarlo, pero esta vez no sería el Lobo Feroz, ella quiso hacerlo en primera persona, por eso mismo el relato es obra y sentimiento de Mo puesto en esta historia…
De pronto todo lo que llevaba pensado para decir se borró de la mente, cada paso que me acerca al encuentro es un impulso para los latidos del corazón, sentirme temblar como una hoja, sudar sin humectar la piel, perder el sentido del peso corporal, apurarme para llegar y demorarme para permanecer, el contrasentido de las cosas se torna una realidad con sensibilidad propia, la textura de imaginarme en sus brazos altera el equilibrio emocional, altera los sentidos y hasta la percepción de los colores y los aromas.
El momento del encuentro se esfumó de mi mente, no puedo recordar casi nada, los sentidos alterados, aturdida por mis propios latidos solo podía adivinar el sentido de sus palabras al recibirme. Me había perdido en el marasmo de su influjo, sumergida en el aroma de su cuerpo, tócame con sus manos fue sentir la caricia de una puesta del sol a la vera del mar, ahogada en el tumulto de palabras incapaz de pronunciarlas.
Era el momento de la verdad, el segundo encuentro de la segunda etapa, la idealización hecha hombre, el deseo hecho nervio y músculo, un sueño hecho hombre, macho dominador al acecho de su presa, la finura de su trato, la gentileza de sus gestos lo agrandan ante los ojos de esta mujer rendida ante su caballero, fuerte, viril pero al mismo tiempo dócil y afectuoso. No puedo hacer otra cosa que sonreír, solo pensar en tenerlo dentro de mí, horadando mi sexo, recorriendo mis entrañas con su sexo, atravesando mis sentidos con sus besos.
Estoy entregada, más que siempre, confiada a sus deseos, contenida entre sus brazos, protegida en el calor de su cuerpo, cuidada y dominada, vulnerada en todos mis sentidos, buscando la forma de entregarme a sus deseos.
El hombre poderoso ante mis ojos, se exhibe con la mansedumbre de la ternura, buscando la protección de su mujer, el cobijo de la hembra que se deja encender por sus deseos. El abrazo tierno y contenedor fue la calma que precede al huracán, la pausa para mirarnos, para vernos de modo distinto, en la profundidad de los sentidos, entregados a nuestros propios miedos e inseguridades. La fuerza ejercida por los brazos de mi hombre me daban paz, asegurar la confianza de haber tocado tierra firme luego de atravesar el embravecido mar de las incertidumbres y perdido la orientación, sus brazos y sus besos era el remanso, la calma.
La calma transitoria me libera, escondida en la calidez de su pecho puedo expresarme, de a poco voy recuperando los sentidos, poniendo en palabras las vivencias que han tenido tan enredada en mis propios demonios. Explicarle del modo más sencillo y sin detalles que había quedado embarazada, complicado hacerle entender que no había sido su semilla la que está germinando dentro de mí. Entender no es comprender, de ese modo creía convencerlo de la verdad, pero sé bien que dentro de él pervive una verdad que se ha creado, a pesar de toda la explicación dentro suyo queda latiendo el deseo de que fue su semen el que crece dentro de mi vientre, las explicaciones siempre tropiezan con esa barrera interior de creer que su amor es quien me ha fecundado, en verdad no está tan equivocado, es muy cierto que aunque no fue su esperma, sí estoy fecundada por su amor, no lo dije en palabras, pero mis gestos y mis caricias se lo estaban gritando.
Siento a mi hombre dominante y contenedor, siendo el sostén de todo mi ser, avalando mi decisión de ser madre, siente y disfruta el placer de ser autor de que su amor se desarrolle dentro del vientre de su mujer, nada más acertado que aceptarlo como dueño de mi preñez, padre de mi maternidad, es un hombre con sentido de macho protector de su hembra, cuidando de la prolongación de su amor.
No encuentro palabras para agradecer al señor Lobo haberme obligado a dar el primer paso, forzarme a vencer los miedos y prejuicios, atravesar el tiempo y el espacio para entregarme a los brazos de este hombre, mi hombre, mi macho, mi pervertido y necesitado dominador, recordar el haberle permitido pervertir las necesidades de esta joven haciéndose mujer mientras él me cubría con su cuerpo, recorriendo mis entrañas con su sexo, haciéndome crecer como mujer, como su mujer.
Este hombre es la seguridad, tomando este concepto en todos los sentidos, tanto en la oferta material como en el sentido fraternal de la protección, saber que tengo un refugio para mis emociones y esparcimiento para mis sentidos eróticos, él y sólo él puede ocupar ese espacio en el placer del sexo masculino.
Haber saciado, al menos de momento, la necesidad de contenernos el uno al otro, hablarnos, contarnos las intimidades, las necesidades emocionales y físicas. La pausa se diluye en caricias el calor del encuentro nos invade, nos contagia, despacio me dejo llevar a la cama, nos deshojamos de ropas, desnudos de pudores es tiempo de soltar amarras, dejar fluir la llama que nos está quemando, nos consumimos en la hambruna del deseo contenido, siento arder mis carnes, su boca húmeda no puede acallar las llamas que brotan de mis pezones, los gemidos no pueden calmar la ansiedad por sentirlo atravesar mi sexo.
Solo fue sentir como sus labios devoran mis pezones para que un brutal orgasmo estallara en mis entrañas, un alarido interior se eleva al cielo cuando la onda del orgasmo alcanza la cúspide de la parábola erótica, la profusión de mordidas y lamidas no permiten bajar la tensión del orgasmo, lo sostiene con cada mamada y estrujada de teta. Se compadece por no dejarme caer, obligarme a permanecer en el vuelo del orgasmo, solo por un momento, para volver al acoso de los pechos y sin solución de continuidad cambiar el destino de sus labios, de los pezones a la vulva, sin paradas intermedias, abrirlos e introducir su lengua tan dentro como le es posible, nuevamente el monocorde y angustioso gemido denota la secuencia de los orgasmos, uno tras otro van minando mis energías.
Liberó mi sexo, parecía que tendría un momento de calma para poder disfrutar la secuencia de orgasmos, nada más lejos de sus intenciones, tan pronto liberó la vagina del acoso de sus labios, separa unos centímetros, de rodillas entre mis piernas, eleva mis piernas y sumerge su poderosa pija en mi sexo, me la entierra de un solo golpe, su cuerpo cubre el mío, sus brazos me rodean y oprimen en el deseo del macho posesivo, está desconocido la ternura y suavidad de un momento antes se perdió en la fuerza de sus brazos las tenazas de sus manos contienen y someten a su hembra, la dulzura de sus caricias ahora convertida en la feroz dentellada de su penetración, siento arder su sexo, abrir mis carnes, forzarme hasta sentir el dolor de ser deliciosamente violada, con la urgencia y prisa del deseo contenido.
El bombeo continuado, meciendo sus caderas entre mis piernas, verlo sumergir su delicioso y brutal miembro en la concha, el mar de jugos no atenúa la fricción y rudeza de su empuje, me eleva con las manos bajo mis nalgas, para dejarnos caer, ensartada en la inercia de la caída, entrando su verga más allá de lo posible. Siento su respiración en mi cuello, los bramidos por el esfuerzo lo transforman, se me hace que es mi lobo que está bufando mientras me atraviesa con su vergota.
Mi hombre se resiste, quiere demorar el placer de atravesar a su hembra, pero el deseo reprimido puede más que su voluntad de prolongar el metisaca, un rugido venido de las profundidades de su deseo llena de ardiente humedad mi cuello, aprieta sus manos en mi carne, tensa sus nalgas y se arroja para dejarse morir en el abismo de mi sexo. El primer rugido anticipa la primera descarga de semen, los siguiente acompañan el resto del semen hasta vaciarse por completo, dentro, bien en el fondo de mi sexo.
La quietud y el silencio suceden al último rugido del lobo feroz, ha vaciado su vida dentro mío, me siento atrapada por su cuerpo, invadida por su leche caliente, permanece, inmóvil, callado, respirando con la agitación propia de quien ha hecho el esfuerzo supremo, entregarme su vida latiendo dentro de mi sexo. Puedo sentir como su energía viva regando mi sexo se mueve, activando mi cuerpo, disfrutando verlo totalmente perdido en el esfuerzo, obnubilado por el milagro de vaciarse dentro de la madre de su amor.
Salirse despacio de entre mis piernas, dejarse caer a mi vera, tendido de espaldas viendo en el cielorraso el mejor de los amaneceres, es el reposo del guerrero acompañando el éxtasis de su mujer de regreso de un viaje al mundo de los orgasmos.
De regreso de la excursión a la emoción y reponernos del agotador viaje a las delicias del sexo, es tiempo lúdico, juegos de manualidades y delicias bucales que volvieron a poner nuevas estrellas en el derrotero de los orgasmos, viajar en el juego de sus dedos mágicos y ahogar mis gemidos en las caricias de su boca.
El reloj exige retomar el sentido de la realidad, debo dejarlo, pero no alejarme, solo poner espacio físico y temporal entre su carne y la mía, pero la distancia es como el viento solo aviva los fuegos que dejamos encendidos para volver a encender la hoguera de la pasión. Pero lejos de mí estaba creer que ese cansancio feroz, no por el tiempo del acto, sino por todo lo que implica, entendemos que la descarga emocional, el énfasis puesto en la ejecución son capaces de consumir las energías que una sesión de sexo habitual, pero esta era una ocasión especial, donde los fuegos consumen la carne con la fuerza arrolladora de la erupción del volcán dormido.
Me dejó totalmente satisfecha, física y emocionalmente, había terminado de vestirme, el señor solo se había puesto el bóxer y me acompaña hasta la puerta, celular en mano para llamar al Uber, desde atrás, me sorprende, arrebata el teléfono, lo arroja sobre la cama, quita la cartera, aprieta contra la puerta, aun cerrada, me levanta la falda y acaricia las nalgas con poca delicadeza. Conocía sus reacciones, pero esta vez no me la esperaba, rodeada con su brazo, me gira, caminamos enredados, pegado a mis nalgas con su cuerpo y su mano entre las piernas, me tumba sobre la cama, las piernas colgando, sube la falda, de un tirón desgarra la bombacha, siento que se deshace del calzoncillo, percibo la verga agitada en su mano, blandiendo el deseo en la humedad del glande, separa las nalgas y se acomoda para ponerme la verga entre los labios vaginales, la humedad urgente delata mi complacencia, amago resistirme, se cuánto disfruta el juego de la dominación, esta vez es distinto, su cuerpo late distinto.
Se vuelca sobre mí, totalmente cubierta y dominada comienza a penetrarme con vehemencia, intenso y continuado, apretando mis brazos, apoyando sus manazas sobre las mías, su nariz enredada en mis cabellos su aliento calentando mi nuca. El apasionamiento me llena de placer y de miedo, totalmente obnubilado, silencioso, solo los bufidos altisonantes por la emoción del bombeo en mi vagina, entra todo, a fondo, de un golpe, se queda quieto, jugando con la sorpresa de una nueva andanada de golpes de verga, me estremece, me asusta, me agrada, deliro encendida en su pasión desbordada.
Me pregunta si me gusta, ni espera la respuesta, me vuelve a ensartar en su miembro hasta cortarme la posibilidad de responder, es un toro, un bronco que puede volcar toda su energía en su hembra, intensifica la penetración, en velocidad y cantidad de empellones de pelvis. El orgasmo me sorprende en medio de la agitación de su cuerpo, no me da respiro, sin pausa bombea con la vitalidad de casi veinte años menos, cuando me enseñaba a ser su mujer. Un segundo orgasmo o la continuidad del anterior o sería un tercero, no puedo discernir, imposible entender en medio del zarandeo de este hombre aluciado con atravesarme con su poronga en máximo desarrollo. Si hasta me parece sentir que ha crecido en grosor y turgencia desde el polvazo anterior.
Un pequeño resuello distractivo, me hacer perder la noción de sus movimientos, cuando quise reaccionar ya tenía la cabeza de su grueso miembro metido en el hoyo, el marrón que le dicen, sus manos fuertes sostienen mis caderas para evitar el menor atisbo de zafar de la penetración total. Tuvo la delicadeza, entre comillas claro, de hacerlo despacio, pero mandármela toda dentro sin prisa pero sin pausa, hasta el fondo como era su costumbre, enterrado todo en mi ano, se tumba sobre mí, sus manos vuelven a apretar las mías, su boca rozarla piel debajo del nacimiento del cabello, vieja costumbre de poder morder a su yegua dejando las marcas bajo el cabello.
Conozco su modo de hacerme el sexo anal, sabe que no se lo niego, pero que tampoco quiero que lo haga seguido, el rigor de la penetración y la desarmonía de su miembro con la abertura de mi hoyo me hacen sentirlo bien rudo, su forma de cogerme consigue transformar la intensidad del dolor por romperme el culo en disfrute, necesariamente aprende a construir el placer del sexo anal desde el dolor de disfrutar a mi hombre. El disfrute con el dolor de aguantar al ser amado es algo que no encuentro palabras para describir, solo quien lo haya transitado de este modo puede entenderme, hace más de doce años que fui su mujer, que aproveché sus enseñanzas del disfrute del sexo, también aprender a disfrutar el gusto de mi hombre por el sexo anal, y me gusta cuando dice “ahora voy a romperte el culo”, en su boca y del modo que lo hace es una caricia para mi ego, sentirme su mujer es doble placer.
Pero volvamos al momento que me está penetrando, bufando y moviéndose, esta vez no tiene la urgencia del encuentro, puede demorarse y lo disfruta, goza de mis gemidos y quejidos por la cogida impiadosa.
Bufando sobre mi nuca, me dice –Te gusta yegua, como tu macho te hace sentir la pija! Dice que te han preñado, no lo me creo del todo lo que me dices, desde tanto tiempo hace pocas semanas tuvimos sexo pero tú dices que te “cargaron” en una reunión, en una orgía con amigos… no sé si creerte del todo, pero no me importa, sé y tú lo sabes que lo que lleves dentro es mío, me pertenece. – Sí, señor será como digas, soy tuya haré todo lo que digas, pero afloja un poco, de verdad me estás rompiendo el culo.
De verdad me lo rompía, esta vez todo era distinto, su fuerza, su potencia, su ánimo, podía entender que esta vez no solo era sexo, también era la bronca hecha pasión por haberme dejado cargar por otro hombre, era el daño al ego del macho que le llenaron la hembra. Vuelve a apretarme más fuerte: – Toma, toma! aguanta putita te voy a romper el culo, te lo voy a llenar de leche de tu macho, de tu hombre, de tu dueño.
Sentí sus manos como tenazas apretándome, sus dientes mordiendo mi nuca, su aliento ahogando mis sentidos, la verga empujando bien a fondo y el chorro de calientes esperma alcanzando el fondo de mi recto, varios movimiento casi imperceptibles bastaron para terminar la descarga. No tuvo la delicadeza de antes, no lo hizo esperando que afloje la tensión, fue de golpe, para sentir cuando retira la cabezota del pene de mi ano, como el descorchar de una botella de espumante.
Salió de mí, limpió la pija con los restos de mi bombacha, se sentó en el borde de la cama, en silencio, esperando mi respuesta y enfado, pues no la hubo, ese momento que permanecí tendida sobre el lecho me permitió entenderlo, que ese momento de penetración anal, era la ira puesta en valor de su deseo, en parte por los celos de que su mujer se hubiera dejado cargar por otro hombre.
Para cuando me incorporé, estaba sereno, mirando con dulzura, casi pidiendo las disculpas, lo entendí, puse mi dedo sobre sus labios: – No digas nada, todo está bien, entendí todo, nos amamos.
Ahora es tiempo de volver a mi realidad, tiempo de partir, el Uber que solicité ha llegado, un beso con mi hombre y una promesa: Nos veremos…
El maestro lobo sabía lo que había dentro de mí, pudo ver lo que era invisible a mis ojos, yo quise escribir el relato, hacerlo en primera persona, con sensaciones de primera mano, echarlo al viento, esta forma es la mejor manera.
Lobo Feroz y Mo