Hoy es 20 de diciembre y la cena de Navidad avanzaba con el bullicio propio de una oficina festejando y libre de ataduras. Las risas, las copas que se llenaban una tras otra, y la música de fondo creaban una atmósfera cálida. Iván, sentado al fondo de la mesa, apenas prestaba atención a las conversaciones, rodeado de compañeros de trabajo. Su mirada encontraba a Raúl cada tanto, cruzando la distancia que los separaba en un juego que llevaba meses desarrollándose: una palabra al oído, un roce de manos al entregar un informe, mensajes que parecían inocentes en el móvil… pero que siempre escondían algo más grande.
Raúl levantó la vista un instante de su copa y sus ojos se encontraron con los de Iván. Fue solo un instante, pero bastó. Era una invitación silenciosa, una que Iván no podía ignorar. La excusa llegó minutos después, cuando Raúl se levantó de la mesa con un gesto casual, dirigiéndose hacia los pasillos del restaurante.
Iván esperó a que Raúl desapareciera de su vista. Contó hasta diez, veinte… Aunque el alcohol ya hacía de las suyas. Después se levantó también, algo mareado, asegurándose de que nadie notara su ausencia. Todos estaban casi borrachos ya, recién comidos, y las copas ocupaban un lugar especial ahora para desinhibirse al completo. Caminó hacia los aseos con una calma aparente, aunque sentía que su corazón latía tan fuerte como aquellas veces inesperadas, pensando bajo los efectos de las bebidas que cualquiera podría oír cómo retumbaba esos latidos con fuerza en su pecho.
Al abrir la puerta, el ruido del restaurante quedó atrás con un pequeño zumbido, y lo primero que vio fue la figura de Raúl, apoyado contra la pared, soportando un poco el mareo de tanto beber, meando en el urinario. La penumbra del lugar parecía envolverlo, y sus ojos, brillando con intensidad, lo miraron de reojo cuando se puso a su lado, a mear como lo hacía él, con una sonrisa pícara, imposible disimular la ilusión que le hacía verlo ahí, a su lado.
—Pensé… que no ibas a venir —susurró Raúl, con una voz baja, apenas audible, pero cargada de todo lo que no habían dicho en meses.
Iván no respondió. No hacía falta. Se sacudió las últimas gotas del rabo, se lo metió como pudo dentro de los pantalones ajustados de nuevo y se giró hacia él hasta que la distancia entre ellos desapareció totalmente. La cercanía trajo consigo el calor de sus cuerpos, un calor que había estado acumulándose en cada mirada, en cada palabra no dicha. El aroma de sus alientos por el alcohol liberaba mucho más las tensiones que mantenían e Iván llevó su mano hacia el paquete de Raúl, llenándose la mano entera de los grandes huevos que tenía.
—No recordaba esto tan grande… —comentó Iván, meciendo su mano por el peso de esos grandes testículos.
—Hay cosas que no sabemos del otro. Es más, están cargados desde la última vez… con el móvil, ¿recuerdas…?
Raúl, cuando acabó de hablar, levantó una mano y la colocó suavemente sobre la nuca de Iván, atrayéndolo hacia él. Sus labios se encontraron en un beso que comenzó lento, donde las lenguas jugaban dentro de la boca del otro, pero que pronto se convirtió en algo más. El roce de sus manos al recorrer la espalda de Iván, la forma en que este apretó ligeramente los grandes huevos de Raúl, hablaban de una pasión contenida que finalmente encontraba su escape de una manera más fuerte gracias a la borrachera de la cena de empresa.
Cuando finalmente se separaron, ambos respiraban con dificultad, pero sus miradas seguían conectadas, llenas de una mezcla de deseo y complicidad. La polla de Raúl estaba dura como la piedra encima de esos grandes testículos, e Iván no podía disimular su gran erección dentro de su pantalón.
—Espero que no te arrepientas mañana… —murmuró Iván, con una sonrisa que Raúl respondió al instante.
—Nunca —contestó Raúl, antes de volver a acercarse—. Nunca me he arrepentido de nada desde que empecé esto contigo, Iván.
Iván se sonrojó y notó cómo el rabo de Raúl latía con fuerza ante lo que dijo. Miró hacia abajo y vio cómo unas gotas transparentes salían de su gran y gordo rabo encima de su mano. La excitación que tenía encima era tan fuerte que unas simples palabras y unos simples besos podían hacer que estuviese así, deseoso de más.
—Te la voy a chupar, Raúl —dijo mientras se lamía la mano manchada de preseminal.
—No aquí… —respondió, apartándole las manos—. Métete en el aseo… Quiero hacer otras cosas.
Raúl, aun sujetando las manos de Iván, lo arrastró a uno de los cubículos de ahí dentro y lo sentó con agresividad en el aseo. Raúl empezó a desvestirse, desabotonando los botones de su camisa, dejando ver su cuerpo cubierto de pelo. Se quitó el cinturón seguidamente, y los pantalones cayeron solos al suelo. No llevaba ropa interior, y frente a Iván, Raúl estaba completamente desnudo, con una gran erección goteante de placer y unos buenos huevos llenos, como bien dijo antes.
—No me vas a chupar el rabo, Iván… Te voy a follar la boca, que es diferente.
Raúl cogió la cabeza de Iván y le introdujo lentamente todo su rabo hasta el fondo, hasta que sus grandes pelotas chocaron contra su cara. Iván soltó una arcada, pero Raúl metió su gran rabo hasta algo más al fondo, empujando sus caderas contra su cabeza repetidas veces.
—¡¡Arf…!! Cabrón, me vas a hacer vomitar… —advirtió Iván, con una sonrisa grande en su boca—. Sigue… me gusta.
Raúl empezó a follarse la cara de Iván como si fuese su culo, golpeando sus grandes pelotas cargadas de leche en su barbilla. Sin parar ni un instante, Iván comenzaba a desvestirse para seguir con el juego que tenían entre manos. Sin que Raúl dejase de meter y sacar su polla, sujetándole la cabeza para que no pudiese escapar de eso, Iván se iba descamisando y quitando los pantalones hasta quedarse completamente desnudo.
Aunque Raúl estaba algo más borracho que Iván, pudo observar cómo empezaba a pajearse con rabia mientras estaba siendo follado por la boca, viendo cómo, al igual que le pasó a él, gotas transparentes bañaban todo el rabo de Iván.
—I… Iván, qué pedazo de rabo tienes, joder… —dijo mientras gemía por la mamada que estaba recibiendo—. Vamos a cambiar las tornas, quiero probar cosas nuevas…
Raúl le sacó la polla de la boca, le dio un beso intenso y se puso de cuclillas mientras Iván se ponía de pie, frente a él, viendo cómo ese gran rabo goteaba cerca de su cara y de su boca.
—Tú tampoco vas falto de buenas pelotas, ¿eh? —dijo cogiéndole los huevos con la mano y pesándolos—. Me gusta todo de ti, Iván… Me pones muchísimo y lo sabes…
—Calla y cómeme el rabo. Ahora yo mando. ¿Quieres jugar? ¡Vamos a jugar bien!
Raúl se sorprendió, pero se alegró de encontrar esa parte oculta que parecía no tener Iván a pesar de su aspecto más inocente. Raúl comenzó a pajearse en cuclillas mientras Iván lo hacía delante de él, manchándole la cara con su preseminal.
Sin aviso alguno, le cogió la cabeza por detrás y, de una asestada fuerte, le metió el rabo en la boca, pero no hasta el fondo. A Iván le gustaba sentir cómo su rabo no daba en la campanilla si el otro no quería. Sus movimientos de caderas eran más controlados que los de Raúl, pero sabía moverse bien, pues de vez en cuando veía cómo su compañero volteaba los ojos en blanco por lo que estaba sintiendo.
Raúl, sin previo aviso, se echó hacia adelante, introduciéndose hasta la garganta su rabo. Iván soltó un fuerte gemido y, a garganta profunda, Raúl continuó mamándole el rabo un buen tiempo.
—Para… que me corro —comunicó Iván.
—¿No quieres eso…?
Y sin decir nada, Iván cogió del cuello a Raúl y lo levantó del suelo, dándole un beso como el que recibió antes. Lo giró con fuerza y lo puso de espaldas a él. Raúl colocó sus manos contra la puerta y se abrió ligeramente de piernas, mirando hacia atrás para saber qué iba a suceder.
—De… déjate llevar…
Iván se agachó esta vez y empezó a comerle el culo a Raúl sin que este pudiera hacer nada, sorprendiéndolo.
Raúl comenzó a gemir casi sin control. No sabía que tal cosa podía despertar en él ese placer, mientras Iván comenzaba a pasar su lengua por el ano de Raúl, lamiéndolo con ganas. Pasaba su lengua por el perineo, chupando algo sus grandes pelotas que colgaban y recorriendo todo su cuerpo, intentando abrir con su lengua su culo.
—Iván… Esto es demasiado —dijo Raúl, gimiendo—. Métemela, quiero que me revientes. Quiero sentirla dentro como me abre el culo… Quiero que me hagas lo miso que el primer día te hice a ti.
Iván se levantó, con la polla chorreando de líquido preseminal y se la apoyó en el culo. Raúl mientras se masturbaba con fuerza, excitado al máximo por lo que estaba pasando y por lo que estaba a punto de suceder. Sin que diese tiempo a que Iván comenzara, Raúl hizo el primer movimiento.
Iván, quieto aún, vio cómo Raúl se echaba lentamente hacia atrás, introduciéndose poco a poco su glande. Apretó el culo, intentando relajar la musculatura, cosa que a Iván le encantó, sintiendo la presión en su polla. Iván se movió un poco, lo justo para que entrase por completo su capullo. Un alarido salió de sus bocas, de ambos a la vez, por lo que estaba sucediendo. Y sin detenerse, con calma y lentitud, Raúl se echaba del todo hacia atrás hasta introducir por completo el rabo de Iván, hasta que su cadera tocó su culo.
—Muévete como quieras… ¡Fóllame duro, Iván!
Raúl, con las manos apoyadas en la puerta y con la cara girada hacia Iván, se mordía el labio inferior mientras este comenzaba a sacar y meter su rabo de su culo. Iván iba poco a poco; quería que el culo de Raúl continuase prieto lo máximo posible, pero Raúl arqueaba algo su espalda para que los movimientos fueran más rápidos, más fuertes.
Iván aceleró el ritmo, sacando casi de forma entera su rabo de dentro e introduciéndolo a golpes fuertes, sonando húmedo por la excitación que había en el lugar. Iván lo cogía con fuerza de la cadera; no quería que hubiese escape alguno. Raúl, por el contrario, mantenía su postura sumisa, sin tocarse, notando cómo dilataba y encogía su ano con cada embestida que le daba Iván con su buen rabo.
Raúl empezó a notar que Iván estaba a punto de alcanzar el límite, ya que su cuerpo comenzaba a jadear de forma muy entrecortada y a temblar ligeramente por lo que le estaba haciendo. Raúl se adelantó a lo que iba a pasar a escasos segundos y apretó con ganas su ano, atrapando casi al completo el rabo de Iván dentro de él, haciendo presión fuerte en su polla.
—… ¡Ah…! Sigue así, joder… —gemía de placer Iván por lo que hacía Raúl en su rabo—. ¡Me voy a correr como sigas así…!
—¡Co… córrete dentro, como yo hice contigo! —dijo jadeante y temblando también—. ¡Suelta tu leche dentro de mí!
Iván aceleró el ritmo, apretando con fuerza las caderas de Raúl hasta que, en un gemido casi sincronizado, su cuerpo tembló por completo, dejándose llevar por el momento.
Su polla empezó a correrse dentro de él, soltando fuertes chorros que le costaba salir por la presión que hacía Raúl en su rabo. Sin previo aviso, el ano de Raúl comenzó a realizar espasmos de gran potencia, apretando más y más a la vez que relajaba casi por completo, haciendo que Iván soltase aún más chorros dentro de él y sintiese un placer incontrolable y totalmente nuevo.
—¡Aah, aah…! —dijo Raúl casi a la vez que Iván—. ¡Me… me estoy corriendo, Iván!
Se estaba corriendo sin manos, por eso las contracciones en su ano. Iván, al ver eso y al notarlo, continuó follándolo con fuerza, haciendo que el placer entre ambos fuese más y más intenso. Con cada arremetida que le daba, Raúl soltaba nuevos chorros de su gran polla, chocando contra la puerta que tenía enfrente, dejando una cascada de semen brutal. Iván, con cada espasmo de Raúl, también soltaba nuevas lechadas en su interior, haciendo que el momento fuese increíble.
Tras largos minutos de eyaculaciones y placer incontrolable, Iván se dejó caer sobre la espalda de Raúl, exhausto de la follada tan tremenda. La polla de Raúl goteaba aún leche, dejando un pequeño charco frente a él y la puerta. Iván, al sacar el pene aún duro del culo de su compañero, lo acompañó de un pequeño gemido por estar casi a presión en su interior y comenzó vio como empezaba a caer del ano bastante semen de la espectacular eyaculación suya.
—Me… me tiemblan las piernas aún, Iván… —decía agitado aún Raúl—. Nunca antes me había corrido así…
—¡Puff, Raúl…! —continuaba diciendo Iván—. ¡Ni yo! ¡Joder, esto… esto ha sido increíble!
Un silencio se formó entre ellos, estando uno frente al otro, aún erectos, mostrando todavía la excitación de verse tal cual son.
Raúl cogió el rabo de Iván, que todavía bombeaba de la pasión, viendo que sus buenos huevos estaban algo más pequeños. Iván hizo lo mismo, un gesto que parecía calculado, pero en verdad era improvisado en los dos. Y notó lo mismo: que los grandes testículos de Raúl habían encogido algo, pero muy poco, estando aún muy empalmado y duro, cayendo gotas blancas de su glande.
—Me gustas, Iván… Me gustas mucho —soltó por su boca con fuerza, como soltó por su rabo semen.
—Raúl… —pensó en un instante todo lo que llevaba soportando desde que lo vio por primera vez en la oficina—. Me pasa lo mismo. Creo que me gustas más de lo que imaginas.
Un silencio continuó a su sinceridad, roto por la respiración agitada y los latidos venosos de sus rabos recién eyaculados en sus manos aún.
—Iván, creo que me tengo que sincerar contigo por lo que siento —dijo de una forma diferente—. Quiero que sepas algo antes de nada. María, de contabilidad… es mi mujer.
Iván no podía creer que estaba ocurriendo ahora, y más después de lo que había sucedido entre ellos, con la sinceridad expuesta de esa manera. Parecía que Raúl escondía una vida que no mostraba a todos por igual o al nos a Iván no le había mostrado en absoluto.