¡Javi, Javi despierta! Oí que me llamaba mi amigo. ¡Vas a llegar tarde al trabajo!
-¿Qué hora es? pregunté desorientado.
-Son las siete y media.
-¿Y tú no vas a trabajar?
-Yo tengo turno con el dentista aquí cerca y pedí el día, me quedé dormido también.
Andaba como le gustaba; desnudo y parado enfrente a mí con esa pose que me volvía loco. Yo me había vuelto totalmente obsesivo con su desnudez, y todavía después de tantos años es lo que más me da morbo cuando estamos juntos. Salió disparado y regresó con café. Desde que vivíamos juntos me gustaban sus detalles y ese era especial el café por la mañana en la cama todos los días. ¿Ya te despertaste?, me preguntó nuevamente; ¡Que llegas tarde!
-Bueno si voy a llegar tarde, de todas maneras, ¿qué más dan unos minutos más?
Por fin me senté de golpe al borde de la cama. Mejor llamo al jefe y le dejo saber le dije bostezando. Lo tomé por la cintura hacia mí y sentí el aroma que brotaba de su cuerpo recién salido de la ducha. Pegué mi nariz a su ombligo y le dije acariciándolo con la lengua: No tengo deseos de ir a trabajar; el día está para singarte ese culito hasta que me canse y para tomar ron. Pues tienes que ir porque el jefe va a sospechar de nosotros, me dijo zafándose de mí. Eduardo es buena gente, pero no abuses de la confianza porque vas a tener que comprometerte tú también y se fue a su cuarto a vestirse. No tenía muchos deseos de veras, de lidiar con trabajo ni con conducir, la noche anterior habían avisado tormenta y por el cristal de mi habitación se veía un horrible día gris y lluvioso. Para los que no sepan el tráfico en Miami de por si siempre está malo así que por razones obvias yo sabía que ese día estaría de película. Total que agarré el teléfono y le marqué a mi jefe.
-Me quedé dormido.
-Me encanta tu sinceridad, de veras, es mejor que me digas la verdad.
-Gracias Eduardo, en un minuto me visto y salgo.
-Espera, si quieres te puedes quedar, de todas maneras, yo necesito a alguien que trabaje el sábado pero no puedo pagar muchas horas extra esta quincena. Si te tomas el día libre, recuperas las horas el sábado y no perdemos ninguno de los dos.
¡Trato hecho! le grité con alegría y colgué para espiar a mi rubio vistiéndose en su cuarto que se encontraba de espaldas, sin camisa y buscando, al parecer un cinto en el closet para ajustar aquellos jeans que no le podían quedar mejor; La costura caía delicadamente en el mismo centro de sus dos redondas nalgas, pero sin apretarlas mucho. El elástico blanco de sus calzoncillos se veía apenas, sobresalía levemente por la faja del pantalón y le daba un toque sexual al asunto. Sobre todo cuando se dobló a recoger algo que se cayó al piso y los jeans cedieron dejando al descubierto parte de sus nalgas presas dentro de tan sensual prenda. Me acerqué sin decir palabra alguna y le pegué todo mi cuerpo a su espalda buscando sus tetillas y acariciando su abdomen. Seguí hasta más abajo encontrándome con su vello púbico. Luego, metí delicadamente la mano. Sabía que me mirabas, contestó. Puta, le susurre al oído, mientras le pegaba mi pinga casi al estallar en su apretado culo. No puedo creer que me excites tanto.
Puta tu madre, dijo al incorporarse para luego buscar mis labios y morderlos ligeramente. A eso le prosiguió un húmedo, dulce y delicioso beso con sabor a café cubano. Lo apreté fuertemente hacia mí y acaricié sus nalgas una y otra vez. Por favor me suplicó, se me va a hacer tarde para ir al dentista. Voy contigo, le dije sin pensar.
Ya en la consulta, mientras le esperaba en el lobby, me distraía con una Hermosa y gigantesca pecera que se encontraba ahí a propósito en frente de todos los asientos. La pequeña sala estaba decorada con muy buen gusto y sobresalían unos cuadros con temas marinos y botes. Mi mente voló rápidamente a mi pueblo natal. Se abrió la puerta de la consulta y apareció un sujeto en sus 30 aproximadamente, con sonrisa Hermosa y varonil ojos grises y bata Blanca. Me di cuenta de su presencia solo cuando se dirigió a mí en una forma bien correcta y profesional.
-Joven ¿está usted esperando a que lo atiendan?
No, espero por mi amigo, respondí mientras volteaba a verlo. Se acercó y extendió su mano, se presentó como el Dr. Morales, odontólogo y dueño parcial de la clínica, junto con su padre. No dudé en mirarle su mano izquierda disimuladamente para saber si era casado y preguntarle al mismo tiempo a quien le gustaban los temas marinos en la familia. Noté entonces un aro de oro amarillo en su dedo anular mientras me confesaba su adoración por el mar, los peces y los botes dejándome saber que tenía un yate de los mejores. Su aspecto varonil y su sonrisa, su mirada gris y su voz me hicieron reaccionar rápido. Yo me dedico a limpiar y hacer reparaciones menores de Yates, le dije. Y yo me dedico a limpiar y hacer reparaciones de todo tipo en los dientes, me respondió y soltó una sana carcajada. Se despidió muy cortésmente ofreciéndome una tarjeta y disculpándose porque tenía que prepararse para su rutina diaria.
Me gusta ese tipo, pensé; Pero es casado me dije. Pasé cerca de 1 hora sentado en la salita, mirando los peces y leyendo cuanta revista encontré por mi camino. Por fin llegó mi amigo con unos papeles en la mano, no podía ni hablar. Le habían hecho 3 empastes y todavía no salía de la anestesia. Antes de despedirse, me extendió una tarjeta del susodicho doctor y note que por detrás decía escrito con bolígrafo 50% descuento primera consulta gratis y la firma del tal doctorcito (cincuenta por ciento de descuento y primera consulta gratis). Me palpitó el corazón, pero después que reaccioné analicé que las posibilidades de empatarme con aquel ejemplar de bata Blanca eran mucho menos de 50% y de ser yo el machito de la película, si se daba, eran de 0. Me arriesgué, si de todas maneras yo necesitaba hacerme alguito en mi boca y esa oportunidad no se daba todos los días. La clínica al parecer debido a la tormenta, estaba desierta aquel día, solo esperaba una señora rubia y era obvio que era ser atendida por el viejo. Consulté con Yovany, que solo me miró con expresión de: ¿Que te traes entre manos? y asintió con la cabeza. Me dirigí a la recepcionista que al parecer era multioficios, me recibió con una blanquísima sonrisa; me abrió la puerta y me indicó, me sentara en uno de los sillones. Me dio un vasito con desinfectante de menta y me dijo lo que tenía que hacer.
Minutos más tarde apareció él con una sonrisa también blanquísima y unos labios gruesos deliciosísimos para ser besados, mordidos, chupados. Su bata abierta me dejaba ver su portañuela que no mostraba nada protuberante y entonces se me acercó. Sentí un aroma agradable, mezcla de desinfectante, bata limpia y un suave colonia que logré oler porque se sentó bien cerca para comenzar el papeleo de rutina. Comencé a sudar, temblar y hasta tartamudear, se me apretó la garganta. No era el calificativo Doctor o Dentista el que me ponía así, era el calificativo de macho el que me tenía temblando. Me ofreció algo para secarme el sudor de la frente y llamó a la chica por alcohol. Luego entabló una conversación amistosa, como para relajarme y cayó en el tema de Yovany primero, y luego en mi novia, tema que para dar alguna razón, solo respondí, no tengo. Por fin le pedí un trago en tono de broma y notó mi cambio. Se puso unos guantes y comenzó a examinar mi boca. De seguro en su conversación, notó algo en mí, algo que le inspiró más confianza porque me soltó frases como… Que boca más húmeda… o… abre más, que tienes la boca bien estrecha y reía. Eso me dio el morbo más sabroso que había sentido en buen tiempo y terminó la consulta haciendo cita para la semana próxima a las 6:00 pm.
Miércoles siguiente a las 5.45 pm arribaba yo a la clínica bañado y perfumado como si fuera una cita amorosa, si mi amigo me hubiese visto, de seguro haría preguntas.
-Pasa y siéntate. Lucia una camiseta azul oscuro muy casual y jeans apretados que le marcaban mejor bulto que la vez pasada. Bata abierta que con su blancura resaltaba su piel oscura que mi mente no identificaba si era por el sol de Miami y su afición al mar, o porque era mulato claro. Su pelo casi rapado no lucia muy bueno, más bien encaracolado pero era muy difícil de saber.
-Gracias doctor.
-Llámame Pepe o Moralito. Me dicen Moralito porque a papi le dicen Morales.
Asumí que su nombre era José porque a esos son a los que les dicen Pepe.
Bueno, ya sabes abre la boca grande ¡Como me encanta decir eso! Y soltó una carcajada. Tocaron en la puerta. Pepe este es el último paciente, ya Morales se fue, ¿necesitas que me quede? No prima, vete y pon llave por fuera que yo termino solo. Aquí con el amigo no hay mucho que hacer y me guiñó un ojo al mirarme.
Vamos a comenzar, ahora sí, abre grande. Me hizo los arreglos que habíamos acordado en la consulta pasada y no se demoró mucho en hacerlo. Terminó y me dijo: Todavía tengo tiempo de charlar un poco más, me gusta tu carácter a lo que yo respondí a mí me gusta el tuyo eres un dentista muy relajado.
– ¿Te gusta solo mi carácter? vamos a ser sinceros ¿qué más te gusta de mí?
Me quedé en un suspiro, no sabía que hacer o responder. Se me hizo un nudo en la garganta y me puse rojo y temblaba como una hoja.
-No te pongas nervioso, ¿no me decías que soy relajado? Y muy civilizado, primero estudié enfermería y en la escuela el único hetero era yo. Sentí varias veces como tu amiguito me sobaba el paquete con el codo, ¿son pareja verdad?
Ahí sí que me bajó el nudo y le dije bajito pero con rabia: Dios mío por qué todo el mundo asume que somos pareja, ¿a quién se le nota a él o a mí?
-Jajaja estas muy a la defensiva chico, a nadie se le nota nada pero yo con mi experiencia creo que ustedes también de vez en cuando hacen sus cositas, como yo.
Me quedé perplejo con la confesión.
-Tu amigo nunca se pasó conmigo pero si no te decía eso, nunca ibas a reconocer nada.
-Yo no he reconocido nada, tu estas asumiendo.
-Es que no tienes ni que hablar, tienes un bulto ahí que no traías cuando entraste. Esos pantalones deportivos son muy traicioneros. Eso sí, ese muchacho te mira con deseos, es muy obvio que quiere algo contigo si ya no lo tienen. Y tú estabas loquito por estar solo conmigo, no dejas de ponerte nervioso desde el primer día.
Se quitó la bata y la camiseta, se desabrochó el cinto y se bajó el zipper.
– ¿Quieres verla? Yo sé que quieres.
Asentí con la cabeza y me saqué mi camiseta, comencé a tocarme sin pudor. Su pecho ancho y musculoso contrastaba con una barriguita pequeña y sus caderas las rodeaba una moderada cantidad de grasa, típica de no ejercitar mucho esa zona, buena comida y sedentarismo de algunos meses. Su cuerpo lo cubrían esparcidos vellos negros y encaracolados.
Por fin se sacó lo que yo tanto esperaba ver dentro de tan apretadas prendas. Su pinga era casi negra, mucho más oscura que el resto de su cuerpo; Mediana de largo, sobre lo gorda y con disimuladas venas. Tenía el glande limpio de piel y una diferencia ligera de color entre la cabeza y la base debido a una circuncisión obvia. Me la acercó a la cara y noté que una gota de pre seminal resbalaba. Pasé la lengua y se revolvió de placer. Me la fui metiendo poco a poco y saboreando su sabroso miembro mientras me decía: Esto es privado, no comentes nada que me metes en problemas serios. Bajó su pantalón hasta las rodillas y dejó ver sus hermosos testículos recogidos y tan oscuros como el resto de su pinga; Sus musculosos muslos flexionaban mientras yo me daba tremendo gustazo como había imaginado. No duró mucho la faena porque me la sacó de la boca y se masturbó vigorosamente hasta vaciar sus testículos en mi cara y mi pecho.
Me ofreció papel mientras se subía el pantalón, al tiempo que se perdía tras la puerta y me decía desde el otro lado: ven conmigo. Me llevó a un baño cercano y me dijo: Si te vas a venir hazlo aquí que aquella es mi área de trabajo. Igual ya tengo que desinfectarla bien.
Me quitó los pantalones y me acarició las nalgas, que buen culo me dijo y termina como quieras, tócame, haz lo que quieras, yo me vine porque no podía más, ésta es la primera vez en un mes que veo acción de algún tipo. Mi esposa y yo acabamos de tener nuestro segundo hijo, ya sabes cómo es eso. Me acerqué a su boca y rechazó mi beso, le besé el cuello y le pareció mejor porque se acercó a mí y me abrazó, pegó su cuerpo contra el mío y me acarició toscamente las nalgas, pasó su bulto contra el mío una y otra vez. ¿Me la saco? La puedes chupar de nuevo pero te advierto que me sacaste toda la leche ya. Le fui besando lentamente el cuello, pasando insistentemente mi lengua por él hasta llegar a su pecho y chuparle les tetillas. Le volví a bajar el pantalón y saqué su pinga que parecía medio erecta de nuevo, gimió de placer, bajé y pasé mi lengua por sus reducidos huevos que olían a talco de bebé, volvió a gemir. Me di verdadero gusto chupando delicadamente sus testículos depilados que me cabían juntos en la boca, su pinga se puso dura de nuevo, y yo pasaba mi lengua por su tronco mientras él me miraba con lujuria como si nunca le hubieran hecho eso. Su cara seria y su voz ausente; Le besé su pubis y su cintura, le acaricié su pecho y sus tetillas, luego le apreté fuerte sus nalgas como tratando de acariciarlas pero luego de un momento me las sacó de un tirón de ahí. Luego aun arrodillado me masturbé para sacar por fin toda la leche que hasta ahora había aguantado.
Se puso el pantalón bien casual como si nada hubiese pasado; Salió del baño y yo por respeto limpié el piso, me lavé y salí. Él estaba justamente afuera esperando. Me dio la mano y me dijo: aquí no ha pasado nada yo no hacia esto desde que estudiaba enfermería, esto no es lo mío yo tengo mujer.
-Aquel y yo tampoco somos nada él tiene novia y yo ando saliendo con una muchacha.
-Pero mamas muy rico, parece que te gusta.
Se acercó a mí y pegó nuevamente su cuerpo contra el mío. Sus labios quedaron muy cerca de mi cara y su rostro se tornó siniestro a mi percepción, pasó sus dedos por mis labios; Yo no beso a los hombres, por fin me dijo mientras una sonrisa pícara salía de su rostro. Se separó y casualmente comentó; Igual si quieres te llamo pronto para que conozcas mi yate que necesita una limpieza seria. Apenas he tenido tiempo de darle cariño, esta como yo falto de que le pasen la mano de vez en cuando.
-De veras me encantaría conocer tu yate y darle el cariño que se merece.
Nos volvimos a dar un apretón de manos y me despedí.
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Siempre tuyo ThWarlock.