María siempre me pareció algo feíta. Muy morena para mi gusto, me parecía poco agraciada, aunque siempre ha sido la más alegre y jovial de toda la familia y, por cierto, la más culona y piernona de todas las primas.
Siendo primos, jamás tuve una intención más allá de la familiar con ella. Cuando éramos jóvenes y nos encontrábamos, salíamos a comer, a tomar algo, conversábamos mucho, nos reíamos. Me contaba sus desventuras amorosas (siempre fue fatal su suerte con los hombres) y luego cada uno a casa.
Unos años después que me casé, María llegó a vivir a Lima una temporada, por un trabajo temporal. Se alquiló un cuarto cerca mi departamento y casi interdiario iba a visitarnos. Se hizo muy amiga de mi esposa. Cenábamos juntos, veíamos algo de tv. Alguna vez tomábamos algo y luego ella se iba a su cuarto. Algunas veces la acompañábamos mi esposa, mi hija y yo, otras yo sólo y unas pocas veces se iba sola. Eran pocas cuadras, así que todo tranquilo, de ida y vuelta.
Una noche. Hacia las 7 pm, llegó como de costumbre. Mi esposa no estaba. Había salido con mi hija a visitar a unas primas suyas que habían llegado de Cuzco. Nos sentamos en el sofá y comenzó a contarme sobre su nueva decepción amorosa. Cuando estábamos con mi esposa nunca hablaba de su vida amorosa. Así que supuse que, siendo primos, se sentía más cómoda a solas.
Como siempre el novio de turno la había abandonado. Ya conocía muchas razones para que ello sucediera. Así que esperé la repetición de alguna de ellas. Pero esta vez fue más allá. Comenzó a contarme sobre su vida sexual, algo que nunca había hecho, al menos no tan abiertamente y finalmente dijo que su último novio le había pedido tener relaciones anales. Que ella se había negado, pero que, tras mucha insistencia de él, aceptó.
Me dijo que cuando eso sucedió (no me dio detalles), ella estaba “muy caliente” y que no le había dolido y que había tenido un orgasmo muy rápido. Le dije que eso era usualmente muy raro, pues suele doler y ser algo difícil la primera vez. Ella, ya con el despecho encima, me dijo que el pene de su último novio “era muy pequeñito” y que no tuvo problemas con eso. Y que, cuando hicieron el anal, supone por eso fue tan fácil para ella.
Al final, luego que ella gozó entregando su culo. El novio comenzó a reclamarle que le había mentido. Que tenía el culo abierto y usado. Que era una perra y terminó con ella esa misma noche.
María no estaba desconsolada. Hombres más, hombres menos, ya estaba curtida. Sólo molesta por haberse entregado analmente, ya cerca a los 30 años, a un hombre que no la valoró en nada.
Yo me había excitado con la conversación y mi verga se había erectado. Pero no le decía nada pues no esperaba nada. Sólo le daba valor para seguir adelante y le decía que por el culo es muy sabroso y que ya iniciada lo debería aprovechar.
Me dijo que nunca había tenido un orgasmo tan rápido como esa vez con su ya ex – novio. Y le dije que ya tendría una forma nueva de disfrutar su cuerpo y el sexo. Mientras se lo decía ella me miró a los ojos y me dijo “primo, se te ha parado” y comenzó a reírse. Yo me avergoncé un poco y le dije que lo que me contaba había sido muy excitante.
Ella siguió riéndose y me dijo que tenía que irse. Y se fue. Mucho antes de cenar y de la vuelta de mi esposa. Se desapareció unos días. Cómo a la semana volvió a la hora de la cena. Con jamón y pan. Cenamos como de costumbre y desde allí la normalidad volvió. No volvió a hablarme de mi erección.
Unos dos meses después de nuestra conversación. Llegó al departamento de improviso. Mi esposa había ido a un cumpleaños con mi hija. Como era devota del Facebook, estaba posteando sus fotos desde allí. Unos 15 minutos después de la primera foto posteada, mi prima apareció.
La hice pasar, nos sentamos en el sofá. Ella vestía una minifalda muy corta. Se sentó a mi lado y se cruzó de piernas. Lo que hizo que se recoja y me permitía ver sus muy bien formadas piernas. Prendí la tv y comenzamos a divagar en la charla.
De pronto ella me dijo “primo, lo volví a hacer”. Pecando de cojudo le pregunte ¿Qué cosa prima? Se río y me dijo, por atrás pues tonto. Me sonrojé y ella se río. Me contó. Había conocido a un chico en una fiesta, habían ligado y ella le había dado el culo a la primera. Me dijo que disfrutó maravillosamente. Pero que al día siguiente se enteró que el chico era casado y lo bloqueó.
Le dije “espero no me bloquees prima, también soy casado”. Le tocó reír y comenzamos a reírnos ambos. Y entre risas, comenzamos a tocarnos y muy pronto a besarnos. Nunca nos había pasado, ni habíamos tenido deseos de hacerlo ni cuando yo estaba soltero. Simplemente se dio.
Sentí que su respiración se aceleraba. Me paré. La acomodé en cuatro patas sobre el sofá. La minifalda era tan corta que no fue necesario sacarla. La tanga la baje a la mitad de los muslos. Sin preguntarle nada, se la metí directo a su coño ya húmedo.
La sentí gemir y moverse aceleradamente. Sin que yo se lo pida, ella me dijo “primo, hazme la cola”. No sé de dónde sacó esa frase. De la tv o un vídeo porno o una conversa con sus amigas. Pero me puso a mil. Unté saliva en su culo y sin que me repita la pregunta o se desanime, se la empuje toda. Vaya si se la tragaba. Para ser una mujer con sólo dos culeadas previas, le entraba demasiado fácil.
Y fue cierto. En pocos segundos, menos de un minuto, llegó por su culo. Y yo seguí dándole en perrito ella gemía casi salvajemente y tuvo un segundo orgasmo. Le dije “prima ahora tú montas sobre mi”. Se la saqué. Me senté en el sofá y ella se sentó de espaldas a mí. Con mis manos conduje mi verga a su culo y ella empezó a cabalgar. Tuvo un tercer orgasmo. Antes y después gemía como poseída.
Yo estaba loco. Comerme a mi prima me ponía a mil. En mi casa lo multiplicaba por mil más. Y sentirla tan puta por mil más. Le pedí que se acueste en el sofá. Eso hizo. Puse sus piernas casi sobre sus propios hombros y la penetré analmente. En esa pose entra toda la verga. Hasta el último centímetro de ella. Comenzó a gemir y tuvo un cuarto orgasmo. La bese y me beso. Le llené el culo de leche. Me quedé tirado sobre ella unos minutos.
Ella jugaba con mi cabello y sólo me decía “primo, primo, primo”.