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El collar de mi sumisa (parte III)
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Desde ese día, el collar marcaba nuestra relación. Había días en que no se lo ponía. Teníamos sexo, pero no era lo mismo. Lo disfrutábamos igual, pero no era la hembra caliente y hambrienta de sexo que cuando tenía el collar. Jamás cuestioné su derecho a elegir ponérselo o no. Me daba muchos días de sumisa como para quejarme y creo que a ella le permitía saber y reafirmar que era un juego.

Y cuando aceptaba ser mi sumisa, se entregaba entera. Me aceptaba todos los juegos, látigos, juguetes anales, vaginales, broches para los pezones, todo. Se abría al placer sin retaceos. Yo iba tirando delicadamente de sus límites para que se asuma totalmente como hembra. Un día, teniendo sexo anal con ella arriba mío, le dije

– “¿Te gusta tener mi pija dentro de tu cola?.

– “Si papi, ya lo sabes”

– “Decímelo”

– “¿Qué querés que te diga?

– “Que te gusta tener mi pija en tu culito”

– “Me gusta papi”.

– “No, decilo todo”.

– “Me gusta tener tu pija en mi culito”, dijo entre susurros y avergonzada.

– “Repetilo fuerte”. Le dije y me obedeció

– “¿Sos tan putita que te gusta que te hagan el orto?”

– “ Si papi”

– “Decímelo, todo”

– “Soy tan putita de mi dueño, que me gusta tener su pija en mi cola. ¿Así te gusta?

– “Si, así me gusta. Que te asumas como mi putita, sin pudor. ¿Te gusta hacerlo”

– “Si, te juro que si. Pero me cuesta. Es como si estuviera trasgrediendo lo permitido”

– “Pero ahora, me estás mirando mientras te estoy cogiendo la colita. Y no se te nota molesta ni descontenta”

– “Ya lo sé. Pero me cuesta. Jugar de esta manera me permite hacerlo más fácil”

– “Y los chirlos te ayudan”

– “Si, me ayudan a soltarme”.

– “Entonces ponete de espaldas a mi y mientras te hago la cola te doy chirlitos”

– “Ay, ay, ay, ¿quién me manda a hablar”, dijo, pero cumplió sin demora mi orden y hasta acomodó la cola para que le pueda pegar en las nalgas.

Y así, de a poco, se fue soltando, fue disfrutando del sexo, mientras nuestra vida en pareja trascurría cada vez más gratamente. Nadie de los que nos conocía hubiera podido sospechar que esa pareja de tan buen trato mutuo, de tanto cariño demostrado en público, al llegar a la intimidad se transformaran en un amo y una sumisa.

– “¿Qué fantasía tenés ganas de realizar? O con la que fantaseas, pero no te animás”.

– “Vos me cumpliste varias, tengo que reconocer. Ser la putita de alguien, los chirlos en la cola, que me ates, todo era parte de una fantasía que no pensaba realizar jamás”

– “Bien, me alegro. Pero ¿cuál te falta concretar?

– “No sé, es una fantasía, pero no sé si quiero llevarla a la realidad”

– “¿Cuál es putita?

– “Un trío. Dos hombres conmigo. Pero no que me penetren los dos. Eso no. Por ejemplo estar con vos y que otro hombre, que me guste, mire y, a lo sumo, me acaricie”

– “¿Y por qué no querés llevarlo a la realidad?”

– “¡¡No!!”, dijo con cara de susto, “puedo ser putita para vos, pero no podría para nadie más. Me moriría de vergüenza”.

– “Y si te tapás la cara y nadie sabe quién sos. Es más, nos tapamos los dos”

– “¿Y cómo se podría hacer?

Esa pregunta ya había abierto el camino. Implicaba el deseo de hacerlo, pero sin saber como.

– “Yo me encargo. Tengo un amigo swinger y puedo lograr que lo arregle. Nadie sabría nuestras identidades y las reglas las establecemos con claridad antes de hacerlo”

– “No sé, me da miedo”

– “De qué? Sólo vas a coger conmigo y el otro va a mirar, a lo sumo masturbarse y, como mucho, acariciarte hasta donde vos permitas y quieras”.

– “No sé si me animo”

– “No te vas a animar, me vas a obedecer. Vas a ir con el collar y vas a seguir mis órdenes. Y yo me encargo de cuidar a mi putita y que todo le sea placentero. ¿o no lo hago siempre?

– “Si, siempre. Pero no sé si me animo”

– “Vos vas ir donde te diga y vas a hacer lo que te diga. Y si algo no te gusta, ya sabes = chocolate”

– “¿Estás seguro?”

– “Totalmente”

Esa tarde, llamé a Nestor y le conté la situación, la fantasía, los detalles, las exigencias. Me dijo que iba a averiguar. Dos semanas después, me dijo que tenía un “voyeur” que estaba encantado con la propuesta, joven, elegante, buen físico. Lo único que pedía era usar máscara él también. Arreglamos las formas, el lugar, el día y la hora.

Le dije a Julia que íbamos a cenar en un lugar exclusivo y sofisticado, pero era necesario que vaya con el collar puesto. No sé si se imaginó algo, pero no preguntó. Cuando llegamos a la casona, nos dieron una máscara a cada uno y nos guiaron a una habitación con una mesa. Cuando terminamos de comer, la llevé al sofá y empecé a besarla y acariciarla, mientras la iba desnudando. Cuando solo le quedaba la tanguita, golpearon a la puerta. Abrí y dejé entrar al muchacho mientras Julia lo miraba con asombro y bastante temor.

– “Te presento a Perseo”, le dije y dirigiéndome a él, le presenté a Venus (Julia) y a Zeus (yo). “Tenés que obedecer a Venus”, le aclaré. “Esta es su fantasía”

Volví al sofá y seguí acariciándola, pero estaba tensa.

– “Putita, esto es para vos, todo para vos. Ahora, arrodillate frente a mi y dame una buena mamada para que Perseo te vea”

Se bajó y empezó a mamarla, pero no se soltaba. La levanté de un brazo, la hice reclinar sobre el sofá y empecé a darle chirlos.

– “No levantés la cabeza”, le ordené, mientras seguía con los chirlos y los intercalaba con masajes y lamidas en su culo y su vagina.

– “¿Qué sos vos?

– “Tu putita”, dijo bajito

– “No te escucho”, le dije mientras le daba un chirlo

– “Tu putita”, dijo más fuerte.

– “Perseo no te escucha”, le dije, con otro chirlo

– “Tu putita”, dijo en voz alta

La levanté y la puse frente a mi mirándola a los ojos.

– “Ahora Perseo sabe que sos una putita. Mostrale como chupa la pija mi putita” y la empuje para que se arrodille.

La mamada empezó lento y titubeante, pero de a poco se fue soltando y lo hizo con ganas. Le fue entrando la calentura y cuando levantó la vista, sus ojos mostraban deseo y la excitación de saberse vista por otro. Lo estaba empezando a gozar.

– “Querés que Perseo te dé un chirlo”

– “Uno”, dijo suave

Perseo se acercó y le dio una palmada en la nalga. Ella siguió chupándome. Le hice una seña y el muchacho le dio otra y otra más mientras la mamada se iba tornando caliente y más vigorosa. Mediante mis señas, el muchacho siguió dándole suaves chirlos hasta que le indiqué que pare. La levanté a Julia y la puse arrodillada en el sofá y apoyada en el respaldo.

– “¿Querés que te penetre?

– “Sí”, contestó rápidamente.

– “¿Y querés que Perseo mire?

– “Si”, dijo más bajo y lentamente. Ante ello le di un chirlo.

– “Perseo no te escucha, Pedile perdón y decile que puede mirar cuando te penetro. Decile todo”.

– “Perdón Perseo. Mi amo me va a penetrar y me gustaría que miraras como lo hace” y dándose vuelta preguntó “¿Está bien así, papi?

– “Muy bien. Tenes que saber que ahora sos mi putita y la putita de Perseo, aunque él tenga límites que yo no tengo. ¿Entendés’”

– Si papi”

– “Ahora sé una buena putita, ponete como te dije y hacenos disfrutar a los dos”

Se acomodó en la posición que le había indicado, me ofreció su conchita mientras lo miraba con deseo y lujuria a Perseo. Yo la penetré desde atrás y le dije a Perseo que se acerque ella, para que lo mire.

– “ ¿Querés que se masturbe para vos?

– “No sé”, dijo despacio. Nuevo chirlo

– “Sé una buena putita para Perseo. Pedile perdón y decile fuerte que querés que haga”

– “Perdón Perseo. Quiero ver como te masturbas mientras mi amo me coge”

Yo la cogía despacio, penetrándola lentamente hasta el fondo, pero ella estaba abstraída mirando al muchacho masturbarse y se iba calentando.

– “Perseo merece un mejor trato. Decile que se acerque y masturbalo vos”.

– “No sé papi”

Le di un chirlo y otro más.

– “Te acabo de dar una orden putita. ¿No pensas obedecerme”, le dije mientras le hacía señas al muchacho que se acercara.

– “Estirá la mano y acaricialo”

Con temor, estiró una mano y tomó el miembro de Perseo.

– “Pajealo, como la buena putita que sos“, le dije, mientras le daba un chirlo.

-”Si papi”, dijo, mientras lo empezaba a masturbar.

Volví a penetrarla fuerte y sentí como se iba calentando. Lo masturbaba a Perseo y estaba absorta, gozando de ser cogida a la par que sentía como se calentaba el pibe y lo veía llegar. Cuando lo vio acabar me pidió

. “Fuerte papi, haceme fuerte”. A la tercera embestida acabó, abrazándose al respaldo.

– “¿Te gustó ser putita para los dos?”

– “Mucho”

– “Queres que Perseo vea como te hago la colita?

– “Si”

– “Pedíselo”

Se lo pidió, ya sin vergüenza, claramente. Mientras le iba penetrando el culito, su mirada estaba fija en el muchacho, el cual, a la vez, la comía con los ojos. Y así estuvo hasta que acabó con un largo gemido.

– “Sentate y masturbame. Haceme acabar y tragate mi leche, para que Perseo te disfrute. Es más, invitalo a que te mire”

– “Perseo, mirame como le chupo la pija a mi amo y me como toda la lechita” y agregó por su cuenta “ y dame chirlitos suaves mientras lo hago”

– “¿Y le vas a dejar que te toque las tetas y te bese la espalda?”

– “Si papi”, dijo, ya pasada de calentura. Me masturbó y, cuando acabé, hizo entrar todo mi semen en su boca. Lo saboreo y, mirando a Perseo, lo tragó entero.

– “Ahora acostate, dale las gracias a Perseo y, cerrando los ojos, dejalo que te acaricie toda”

Así lo hizo y Perseo empezó por acariciarla toda, le metió mano en todos lados y suavecito, se bajó a lamerla. Ella reaccionó en seguida, pero yo la abracé y la besé mientras le decía al oído “Disfrutá putita, ¿no te gusta? No contestó, pero no se movió. Le acaricié las tetas mientras el muchacho le comía la conchita y ella se quedaba quietita, mientras lo hacía, hasta que empezó a contorsionarse, a jadear y terminó acabando con un gemido…

-” Ahora, acaricialo vos, todo. Y después, dale un beso de despedida”.

– “¿Qué tipo de beso?

– “El que vos quieras”

Cumplió mis ordenes, le acarició todo el cuerpo sin que ella mostrara desagrado alguno sino placer y disfrute. Al terminar, Perseo le dio un beso de lengua que ella correspondió y lo saludó al irse. Después vino a sentarse a mi lado en el sillón.

– “¿Lo disfrutaste?”

– “Mucho más de lo que me imaginaba. Gracias papi”

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