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El capataz y la criada
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Hoy día de la festividad de San Jorge y como todos los primeros de mes toca limpieza en el establo y recoger la siembra de los maizales en los campos que hay junto al molino pegado al río.

La dueña de la mansión me ha ordenado que haga una selección de personas; hombres y mujeres para hacer dos grupos y así poder mandar a un grupo al molino y el otro grupo a los maizales y más o menos ya los tengo bien organizados.

El grupo de los hombres irán a los maizales y el de las mujeres me las llevaré conmigo al molino y así se ocuparán de la limpieza dentro y fuera de dicho molino, en este grupo de mujeres se encuentra una señora que lleva muchos años con la dueña de la hacienda en la cual está la mansión.

Su nombre es: Giuliana Asanrri, ella es de procedencia italiana, es la más veterana de la hacienda, su experiencia como trabajadora es única y muy servicial, ya veréis a que me refiero.

Yo como capataz de los trabajadores de la hacienda me subiré conmigo al torreón a Giuliana, ella me ayudará a limpiar las ruedas y el engranaje de dicho molino para que las aspas del molino no se oxiden y así no dejen de funcionar.

Nos dirigimos a subir los agotadores escalones que nos llevan a lo más alto del molino, según vamos subiendo me voy dando cuenta que la veterana va muy suelta en el tema de ropa de trabajo, ella va delante de mí y yo unos dos metros por debajo de ella puedo divisar que no utiliza ropa interior o por lo menos puedo ver.

Minutos después y ya por fin llegados al torreón veo que la señora se sienta en una butaca que allí había y al saber desde cuando estará aquí arriba, yo terminando de subir los últimos escalones me doy cuenta que lo primero que me alcanza la vista es que no lleva braga debajo de su uniforme de trabajo, la parte de arriba de su vestimenta también dice mucho, me doy cuenta que se notan sus pezones bien señalados tras esa camiseta de hombreras que lleva y que a mí me están dando ganas de poder pellizcar sus botoncitos que son como del tamaño de las uñas del dedo meñique.

Solamente estamos ella y yo solos en lo alto del molino y no creo que a nadie le dé por subir hasta donde nosotros estamos, yo no dejo de pensar en cómo será el tamaño de sus pechos al haber visto sus pezones y me están dando ganas de levantarla la camiseta ahí mismo y así deleitarme viendo esa belleza de mujer.

La cosa sé empieza a poner bien aquí arriba en el torreón, Giuliana se ha dado cuenta que él bulto de mi bragueta a aumentado de tamaño y el tema se puede poner aún mucho mejor, se levanta la señora de dicha butaca y sé acerca hasta donde yo estoy, me mira fijamente y comienza a acariciarme mi abultado paquete que ya va en aumento casi a punto de estallar la cremallera de mi pantalón.

Ella sigilosamente desabrocha el botón y después baja la cremallera hasta abajo, mete su mano por dentro del calzoncillo y comienza a toquetear mi duro y empinado pene que estaba pidiendo libertad a través de dicha ropa interior, Giuliana me agita y soba mi polla hasta ponerla más dura aún.

Se pone de rodillas en el suelo y comienza a chupar y masturbarme, yo no dejo de mirar como me hace ese trabajito que a todo hombre le gustaría que le hicieran en un momento como este que yo estaba viviendo en primera persona.

Giuliana se pone en pie y se pone a cuatro patas apoyando sus manos sobre la banqueta que allí había dejado entre ver su coñito peludo y su abultado trasero, me acerqué hasta ella y la introduje mi polla por su orificio anal, al principio la dolió un poco porque nunca la habían penetrado analmente pero con el paso del mete y saca constante ya apenas la dolía, después ya todo era; más sigue, sigue, no pares.

Minutos después ya habiendo cambiado de postura me tocaba a mí comerla su conejera peluda, la verdad es que tenía muchas ganas de saborear esa concha que Giuliana tenía bien abierta y que parecía bien jugosa, ella tumbada en el suelo boca arriba y yo entre sus piernas con mi lengua dentro de esos labios empapados en flujo conejil, no quería separar mi cabeza en un buen rato hasta que dejase bien relamido su coño y con mis manos agarrando sus enormes tetas.

Ella no dejaba de gritar de placer, y yo cada vez repasaba y jugueteaba con sus carnosos labios vaginales, mientras me comía su coño podía ver cómo la señora sé retorcía de placer en el suelo y yo con mis dedos sobando y jugando con sus pezones.

Ya para ir terminando me puse de rodillas entre sus piernas y la penetré el conejo hasta sentir que me iba a correr en cuestión de minutos, aceleré la penetración y saqué rápido mi polla de su interior para echarlo por encima de sus tetas y boca y así que se lo pudiese tragar que era una de las cosas que más la gustaba del sexo.

Fin

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