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El caballito del diablo
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Este es la primera vez que publico un relato. Espero que les agrade mi forma de escribir y que les interese seguir la historia de Lili. Una cosa muy morbosa que le encanta jugar. Me gustaría saber sus comentarios. Espero que les guste.

Estaba en el café a la hora citada, con mucha ansiedad y un vacío en el estómago que no tenía desde hacía mucho. Era una tontería, llevamos meses chateando en una página de internet y prácticamente habíamos hablado de todo lo que podía ser. Aun así me sentía nervioso. No tanto por agradarle físicamente ni por dar una buena impresión, más bien era un miedo tremendo de ver a los ojos a la mujer que había estado calentando mis ideas por meses y que conocía prácticamente todos mis secretos más morbosos.

Ella era una mujer casada y siempre fue muy educada y respetuosa, pero con una imaginación abrumadora que me hacía sentir como en casa con cada una de sus frases. Solía escribir con ella en el chat solo para hacernos compañía durante horas y terminar exhaustos de placer.

Nunca supe su nombre, pero yo le llamaba Lili. Era ama de casa felizmente casada y que hasta ese momento no había visto jamás.

Recuerdo claramente el sabor del café en mis labios cuando la vi por primera vez. El amargo y dulce sabor del grano se tornó suave y diluido al ver a esa mujer de 40 y tantos se acercaba directamente a mi. Mi boca se llenó de saliva al notar como se iba contorneando al caminar y llegar hasta mi. Se sentó tímidamente en mi mesa sin decir una sola palabra.

El momento fue muy incómodo y sentía que el corazón había subido a mi garganta. Ella parecía sentirse igual a juzgar por sus gestos de timidez e incomodidad. Aun así me dijo:

-eres tu verdad? Tratando de ser discreta en un lugar donde nadie nos conoce.

-espero serlo! Eres Lili? Pregunte con optimismo y pude notar una sonrisa cómplice que me respondía sin dudar

-si, soy Lili! Extendió la mano y me acepto en un primer contacto físico.

La salude y estuvimos hablando un buen rato de cosas triviales como si no supiéramos nada de los oscuros secretos del otro. Como si no tuviéramos un pasado sexual, pero sí, una buena amistad.

Es una mujer segura y buena conversadora, lo que hizo pasar el tiempo muy agradable.

Poco a poco fui ganando confianza y me relajé un poco con ella. Su porte de señora me resultaba muy atractivo. Su forma de hablar tan natural y corriente me hacía recordar anécdotas muy bizarras entre ambos que me hacían perder la quietud.

Hasta que no me pude contener las ganas y le dije:

-eres más hermosa de lo que esperaba… debí tener una monumental cara de tonto porque ella solo se rio de mi comentario. Después cayó y me dijo.

-tampoco estás tan mal… fue entonces cuando me di cuenta que ella también se sentía nerviosa porque su voz se quebró un poco y voltea a ver si alguien la estaba viendo. Como escondida y fugada!

Era la primera vez que la veía preocupada y asumí que sus temores no venían por estar ahí conmigo sino por lo que pasaría después y que ya no podría negarse.

-Sabes muy bien que no pasara nada que no quieras… le dije amablemente. -ya sabes lo que quiero y aun así has venido. Me halagas. Completo mientras sorbo el último poco de café, pero con un tono suave con ánimos de apoyarla.

Ella respondió con la cabeza y sonrió.

Al verla aceptar mis términos de aquella manera no pude contener mis ansias mucho más y dejé salir lo que había estado esperando desde el momento que la vi llegar.

Ella llevaba puesto un vestido veraniego algo suelto y sandalias que parecían muy cómodas, el cabello suelto y poco maquillaje, justo como le había pedido semanas atrás que me gustaría que estuviera el día que nos conociéramos. Claramente utilizó todo lo que estuvo a su alcance para agasajar mis deseos de aquella manera y que me habían hecho la espera eterna para poder decirle la siguiente frase.

-puedo pedírtelo ya? Le digo viéndola a los ojos a los que ella no dejaba de ver fijamente con afán de encontrar la verdad en mi!

Ella asintió sin dejar de verme a los ojos y de la misma manera le respondí.

-entonces dame lo que quieras ofrecerme y después nos vamos de aquí. Le dije muy calmado.

Días atrás habíamos acordado algo; a ella le gustan mucho los juegos sexuales y habíamos hecho muchas cosas en aquel chat. Pero entre nostalgia, fantasía y morbo pactamos que cuando llegara el momento ella me dejaría saber si estaría dispuesta a tener relaciones sexuales conmigo dándome un objeto en la mano. Así no habría peligro de que nadie se entere de lo que significa.

Además, para mi serían como trofeos de una batalla donde nadie pierde y para ella una innegable declaración morbosa.

Acordamos que si me daba su anillo de matrimonio en la mano me dejaría tratarla con la acostumbrada dominación de nuestros relatos, entonces sabría que desea que la trate como a una puta y me dejaría hacer con ella lo que quisiera. Y si me entregaba la tanga que llevará puesta ese día significaría que las cosas se harían con calma y todo bajo sus órdenes, cediendo ante sus necesidades y a su manera. Aunque a esto último había podido negociar con ella que si me entregaba su ropa interior la haría mía en su propia casa.

Mi corazón se aceleró y sin poder evitar me puse muy duro al verla decidida.

Ella se tomó de las manos, y con algo de esfuerzo logró deslizar la alianza de matrimonio por su dedo. Para mi fue tan sublime ver como ella aceptaba de aquella forma lo que habíamos acordado.

Las miradas no se cortaron y podía ver en sus ojos el deseo de ser lo que yo quisiera.

Mi boca no dejaba de salivar como si se tratara de un manjar lo que tenía delante. Mi mente trazó miles de planes a la vez los latidos del corazón me retumbaban en los oídos de lo excitado que me sentía.

Justo cuando saco su anillo lo sostuvo en su mano cerrada.

Está dudando demasiado, pensé! No me lo ha dado. Repetía en mi cabeza sin hacer caso a nada más.

Fue entonces cuando perdí la cordura al ver que metió la mano en su cartera con delicadeza y soltura, sacando una pieza de lencería blanca que después la usa para atravesar la alianza con ella. Y sin titubeos entregármela en la mano.

Tenía una gran sonrisa de victoria y satisfacción al ver mi rostro totalmente desencajado y absorto en la composición que anulaba todas mis teorías y planes en esos instantes.

Claramente había planeado aquello y sabía que me había dejado sin armas por la sorpresa.

Poco duro mi estado mental y volví a verla a los ojos con un vicio tremendo. Ya no podía esconder lo emocionado que suponía la gran carga sexual por lo que había hecho.

Nos reímos como enamorados tonteando y le digo:

-qué significa esto Lili? mientras tomaba la ofrenda y me recostaba para verla entre mis manos.

-trátame bien y podré hacer lo que tú quieras donde tú quieras. Eso significa! Respondió segura y como si lo hubiese practicado.

Yo olí la prenda para asegurarme de que la había llevado y en efecto olía a hebra en celo aquel pedazo té tela con encajes.

Ella volteaba para ver si alguien se daba cuenta de algo, pero parecía emocionada.

Yo separé los objetos. La tela fue directo a mi bolsillo y el anillo se quedó en mi mano izquierda. Tome mi cartera y deje unos cuantos euros sobre la mesa.

Me puse de pie y le tendido la mano como si fuéramos a bailar a lo que responde tomándola y se levantó.

Esa fue la primera vez que puse mi mano es su cintura. Pude comprobar sobre el vestido que no llevaba, efectivamente, nada que le cubría entre las piernas. Ella sonreían como niña traviesa y comenta -puedes sentir? Me dijo. A lo que yo respondí con un susurro al oído.

-se siente muy bien, pero me gusta más lo que significa y sé que tú también. Ahora llévame a tu casa. Ya no puedo esperar más

La sostuve de la cadera hasta que llegamos a una parada de taxis. Una mujer de unos 45 años aferrada a las caderas de un chico de 33 en medio de la calle como amantes me resultaba muy morboso y aunque solo fueron unos minutos que permanecimos así me cargué de morbo y mi cabeza se empezó a nublar con ideas lujuriosas con aquella mujer madura!

Su porte fue firme aunque después me confesó que estaba asustada por quien pudiera vernos, aun así, me brindó la satisfacción de sentirme el dueño de sus caderas en el medio de la calle.

Tomamos un taxi rápidamente y ella le dio la dirección al conductor. Él puso música suave y partimos sin nada especial.

Lili estaba sentada a mi derecha, con total intención para poder usar mi mano más hábil.

No demore demasiado en empezar a acariciar sus muslos con disimulo a lo que ella se sobresaltó un poco y se puso algo tensa.

Fue entonces cuando abrí mi mano izquierda donde llevaba su alianza de matrimonio y se la dejé ver en señal de recordatorio

Ella titubeaba y dudaba con su mano en mi muñeca para atajar mis intenciones.

Mi mano derecha se movió hasta donde estaba el anillo y lo tomé despacio. Ella me soltó.

Puse mi boca en su oído y susurré muy suave; (el conductor no pudo haber oído en medio de la música y el tráfico que había)

-Piensa que es tu esposo quien te acaricia. Lleva su nombre gravado ahí!

No hizo falta decir más nada para que aquella mujer cerrara los ojos y yo aprovechara en acariciarle los muslos con el anillo. Des pues ella solo miraba el camino

Yo estaba alucinando con la reacción de aquella mujer casada. No podía creer que finalmente estaba con esa mujer, con la que había dejado expuestos todos mis vició y deseos más oscuros y ella parecía no importarle.

No estaba seguro de si ella lo estaba disfrutando, pero no decía nada.

Acariciaba los muslos por arriba y poco a poco me adentré en su parte interna, donde la piel es más suave y caliente

El vestido se corrió convenientemente cuando ella abrió sus piernas cuanto podía. Y me vio con ojos de juego!

El chofer no prestaba demasiada atención a lo que hacíamos ya que de la cintura para arriba parecía que estábamos discutiendo y no queríamos saber nada el uno del otro.

Pero de la cintura para abajo nos conteníamos, yo con un pantalón a punto de explotar y ella con movimientos voluntarios que hacían muy despacio y promovía que el anillo le acariciara cada vez más profundo.

Lógicamente mis manos alcanzaron rozar sus pieles que ardían al tacto, pero ella parecía que solo podía sentir la punta de mis dedos que sostenían el anillo, que un hombre le puso años atrás y que llevaba en su mano hacia algunos minutos.

Sabía perfectamente que el letal rozaba el pubis y los labios vaginales de aquella mujer se tragaban al anillo sujeto en mi mano. El coño se le brotó en aquel taxi y dejaba que usara mis manos y el regalo de bodas de su pareja como un consolador enorme.

Estuve algún tiempo hincando mis dedos en su vagina con calma y disimulo en aquel taxi hasta que empezó a oler un poco a sexo.

Ella indicó al conductor donde podía aparcarse y me tomo por sorpresa. No me di cuenta del tiempo y del lugar. Sin saber me encontraba en la mimas calle donde vivía la ama de casa.

Repuse mis manos y guardé de nuevo el anillo en la otra mano y para mi sorpresa se había humedecido de ella por completo y goteaba. Sin pensar cerré la mano y me baje del taxi por mi lado y estando fuera olí disimuladamente a aquella mujer atrevida y morbosa.

Le fui a pagar al taxista, pero ella se adelantó y camino hasta un portal sin decir nada más.

Yo mira a todos lados de la calle y no vi a nadie. Así que cruce la calle y la alcance en el portal.

Continuará…

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