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El ayudante (Cap. 8): Yeri sobre la mesa
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Tiempo de lectura: 10 minutos

“¡Ah!” La rubia cerró sus ojos por el susto al ser cargada tan abruptamente, afirmando sus manos sobre los anchos hombros de su Ayudante mientras sus piernas se abrazaban a las caderas de ese hombre, colgándose de él. “¿Ayudante?”

Pero en vez de responderle, la boca del contrario fue a entretenerse con el delgado cuello de la Idol, atrapando bocados de su nívea piel entre sus labios, marcándola con su saliva. La sujetó firme de los muslos a la vez que comenzaba a caminar hacia la mesa de la sala.

“¡Hmm! ¡A-Ayudante, ah!” El cuerpito de la rubia se aferró más al del contrario como si se tratara de un koala, mientras esa caliente boca le comía el cuello a besos y chupones. “Nnh,” Podía sentir a ese enorme miembro se afirmándose contra sus nalgas aún cubiertas por su pantalón de tela, y un gruñido se escapó de entre sus carnosos labios cuando sintió un par de manos prácticamente hundir sus dedos en la abundante carne de su retaguardia. Esas mismas manos que luego comenzaron a magrear su culo con lujuria.

El Ayudante caminó como pudo hasta la mesa, sujetando y manoseando a las apetitosas nalgas de la rubia mientras ella se abrazaba a él con brazos y piernas como si su vida dependiera de ello. Al llegar al mueble tiró todo lo que tenía encima de un violento manotazo, yendo a caer al suelo carpetas, hojas, un bolso y hasta un vaso de vidrio que afortunadamente no se rompió gracias a la alfombra. Incluso un celular fue a volar por los aires, pero nada de eso le importó. Con más delicadeza dejó a la rubia sentada en la mesa, continuando con los besos por su cuello, avanzando en un húmedo recorrido por su mentón hasta llegar a su oreja, atrapando su lóbulo entre sus labios y dientes. Mientras tanto, sus expertas manos tomaron del borde al pantalón abotonado de la rubia y de un tirón lo abrió, botones saliendo disparados y haciendo que un gritito se escape de entre tanto gemido y queja por parte de la rubia.

“¡A-Ayudante!” Respirando agitadamente, la pequeña maknae de Red velvet lo miró con algo de nerviosismo pero aún más excitación, notando como la levantaban un poco para poder sacarle el dichoso pantalón con deseoso apuro, el cual fue a parar sin delicadeza al suelo. “¿Qu-qué hará? Hmm,” La rubia lo miró haciendo un ligero puchero con sus labios y evocando todo el poder de niña inocente que pudiera, tal vez para calmar un poco a la bestia de sexo que ella misma había despertado con su atrevimiento. “¿Qué va a hacerme, mi Ayudante?”

Pero ya era tarde. Su Ayudante simplemente le devolvió la mirada como un depredador que estaba por hacerse un festín con su pequeña presa. Ojos completamente nublados en lujuria y deseo y que le prometieron silenciosamente que iban a devorarla de pies a cabeza. La rubia, que estaba por decir algo, se quedó con las palabras en la boca ante esa mirada, mientras dejaba que le quitaban sus braguitas rosas de, igualmente, un salvaje tirón. El hombre gruñó al tener la pequeña y mojada prenda en su mano, llevándola a su rostro para darle una buena aspiración con su nariz. Estaba empapada en los ricos fluidos de su dueña, lo cual lo hicieron soltar un gruñido que dejo entrever la lujuria que ahora lo dominaba. Irene había logrado escapar, sí, pero al hacerlo había dejado indefensa a la miembro más joven de su grupo. Y ahora la pobre Yeri estaba servida en bandeja de plata, literalmente sobre la mesa, sólo para él.

A ella la acomodaron mejor sobre la mesa, esas grandes manos tomándola de sus blancos muslos para abrirla de piernas, sus rosados y húmedos labios quedando a la vista de ese imponente ejemplo de hombre que se agachó quedando con su rostro entre sus piernas. “¿A-Ayuda AANHMMM-” Lo que sea que iba a decir fue interrumpido por un gutural gemido que vino directamente de su vientre, todo al sentir la lasciva boca de ese dominante hombre contra su mojada y caliente vagina. Rápidamente la sala, no; La casa entera fue inundada con ricos gemidos y gritos de placer, además de un sucio y húmedo sonido de labios y lengua comiéndose algo muy sabroso. “¡Ahh!” La cara de la pequeña rubia se deformó en primitivos gestos de goce puro y sus brazos se afirmaron como pudieron contra la mesa en la que ahora estaba medio recostada. Sus piernas y cadera se removían luchando por retomar el control, pero las firmes manos de su Ayudante aún la sostenían y no dejaban escapar, quedando a su completa merced.

Poco a poco sus abundantes jugos comenzaron a gotear y caer por la madera donde Red Velvet solía reunirse para compartir sus comidas. “¡Hmmhhaa!” Y ese sólo y fugaz pensamiento fue suficiente para llevarla un paso más cerca del delirio. “A-Ayudante, nno, mme, ¡Hmm!” Me vengo, me vengo, que rico, siga, siga, no pare, que ricoo. “¡Nngh!” Su naricita y sudada frente se arrugaron y apretó su mandíbula intentando contener lo que sea que estaba sintiendo, lo que sea que estaba llegando. Pero las oleadas de placer cual electricidad que recorrían todo su cuerpo eran demasiado fuertes. Y esa boca y esa lengua y esos labios eran implacables, expertos, probando, recorriendo y consumiendo sin descanso cada maldito centímetro de su caliente y mojado sexo como si agua en el desierto se tratara. Se la comieron entera allí mismo, en la mesa donde ella comía y compartía con sus amigas, su familia. Se la comieron hasta llevarla al filo del más rico orgasmo que sintiera en toda su vida. “¡Ahh, ahhh! ¡HMM!”

Su cabeza se echó hacia atrás y sus manos se afirmaron con fuerza a la cabeza de su Ayudante para que no se atreviera a separar, atrapando mechones de su cabello entre sus dedos, mientras su garganta llegaba a escocer de los gritos de puro placer que salían de su boca, sus ojos derramando un trayecto de finas lágrimas. Su cadera y piernas erráticas en espasmódicos movimientos mientras los músculos de su vagina se contraían y su orgasmo explotaba bajo su vientre, sus abundantes jugos bañando tanto la cara de su Ayudante como la mesa y la alfombra debajo de ellos, mientras ella no pudo hacer más que acompañar esa inigualable sensación con un último y gutural grito.

Tuvieron que pasar varios minutos antes de que el cuerpito de la rubia dejara de temblar incontrolable, la sensibilidad luego de su orgasmo atendiendo cada centímetro de su piel. Y pasaron un par de minutos más antes de que ella volviera a la realidad, respirando agitadamente, sudada y mojada, con su cuerpo ardiendo en fiebre de satisfacción sexual. Quitó con una mano un flequillo rubio que se había pegado a su frente y rostro, y tragó saliva mientras recuperaba el aliento y volvía a enfocar su mirada. Sus cansados ojos primero buscaron ubicar donde se encontraba, y reconoció la decoración y amoblado de la sala comedor en la residencia donde vivía. Luego se desviaron a esa imponente presencia que sentía frente a ella, y reconoció a su Ayudante, con su definido y espectacular cuerpo desnudo y a la vista. Allí, parado entre sus piernas abiertas, ella desparramada en la mesa y él allí, como si nada. Alzó una mano para acariciar uno de esos bien trabajados pectorales que tenía ese monumento de hombre, bajando con la caricia hasta sus marcados abdominales. No entendía nada, pero si era un sueño iba a aprovechar. Sin embargo, cuando su mano llegó hasta la erguida, enorme y gorda verga que ese hombre tenía entre sus piernas, fue que finalmente cayó en que nada de esto era un sueño. Y fue entonces que comprendió qué era lo que le esperaba.

Yeri estaba completamente entregada y a su merced. “Hmm, mi Ayudante,” Ronroneó como una gatita mientras la tomaban de la cintura y acercaban más hacia el filo de la mesa, acomodándola de piernas abiertas mientras el glande de ese enorme pene se afirmaba contra la caliente y mojada entrada de su vagina. El abundante líquido preseminal que brotaba de su glande mezclándose con los transparentes jugos vaginales que aún fluían por su caliente sexo. Su corazón comenzó a latir con fuerza, sintiendo como la gran cabeza de esa verga comenzaba a abrirse paso entre sus labios. “Ah, hah,” Lentamente, centímetro tras centímetro de carne comenzó a invadirla por su caliente entrada, deslizándose dentro de ella mientras sus paredes engullían al invasor en un firme abrazo. “Ahh, nggh,” Y ella sólo podía gemir a la vez que sus manos se afirmaban de los bordes de la mesa, una a cada lado, sus nudillos en blanco ante la presión que ejercía su agarre. Apretó con fuerza la madera y su nariz se arrugó en un gesto mezcla de lucha y placer. Una vena se dibujó en su sudada frente, sintiendo como su vagina tragaba más y más carne hasta que finalmente la llenaron hasta el tope de verga. Y fue entonces que un gutural gruñido de puro placer se le escapó, sonando más a un animal salvaje que a la señorita celebridad que se suponía que era.

El Ayudante dejó que se acostumbrara a su tamaño, apenas conteniendo las ganas de dejarse llevar por ese primitivo deseo de sólo cogérsela sin más esperas. Volvió a recorrer su cuello y oreja con húmedos besos mientras le susurraba al oído. “Hmm, hermosa, rica, quitate esto.” Continuó besándola antes de empezar a quitarle el pequeño top mojado en sudor que aún cubría el torso de la chica. La rubia sólo gemía despacio, agradeciendo la atención, y se dejó quitar la molesta prenda. Luego siguió su sostén de color blanco el cual le desabrocharon sin dificultad. Fue entonces que la boca de su ayudante pasó de comerse su cuello a devorar sus pechos. “¡Ahhn!” Y nuevos gemidos comenzaron a escapar de entre sus labios ante la nueva atención. Sus ojos entrecerrados miraron alucinados como se comían primero uno, luego su otro seno, antes de ver como juntaba al par de pechos con sus manos y comenzar a comerse a ambos por igual. Si bien era la más joven del grupo, Yeri ciertamente era la más dotada en lo que a delantera se refería. Y ahora mismo podía ver como su Ayudante disfrutaba bastante de ese hecho. La pequeña rubia que estaba empalada hasta el tope por la verga de ese enorme hombre sobre ella, tuvo que morder su labio inferior mientras apreciaba con enternecida mirada como la juguetona boca de su Ayudante se abría a más no poder para tragar lo que más podía de sus pechos. Su nívea piel quedando completamente bañada en la lasciva saliva de ese hombre. “Sí que, ¡Hmm! Le gustan los pechos, Ayudante, hmm.” Y sonrió encantadoramente.

Mordiendo un erecto y carnoso pezón, el atractivo hombre simplemente le ofreció una sonrisa antes de darle una larga lamida a una de esas voluminosas mamarias. “Son perfectos, Yeri. Me encantas, nena. Que rica estás.” Y gruñó, pasando un brazo por debajo de la delgada cintura ajena, acomodándola mejor para lo que se venía. “Voy a empezar a moverme, hermosa.” Le habló al oído, atrapando a la rubia entre la mesa y su cuerpo de oso. “Nngh, que apretadita estás, Yeri. Jodidamente apretada.” Arrugó la nariz mientras empezaba a moverse lentamente, con precisión, su cadera haciendo hábiles movimientos circulares a la vez que la penetraba con controlada pasión.

Apenas sintió el primer movimiento, la despeinada rubia se abrazó con brazos y piernas al cuerpo de ese enorme hombre, dejando que él llevara el ritmo. Acompañó los lentos y ricos movimientos de su Ayudante con amorosos y calientes gemidos, el dolor de su entrepierna terminando por desaparecer para ser reemplazado por las ricas oleadas de placer que comenzaban a recorrer todo su cuerpo cual circuitos de electricidad. Podía sentirlo todo con tanta claridad; la gorda y caliente verga que su húmeda cavidad tan rápidamente había engullido y aceptado, con cada uno de sus contornos, curvas y venas que se deslizan acompañando esos lentos y expertos movimientos, obligando a su estrecho sexo a que se acomodara a ese nuevo tamaño. Esa enorme cabeza que cada vez que llegaba a tope y la besaba en lo más profundo de su vientre, la hacía apretar su mandíbula y hundir sus uñas en la espalda de su ayudante por lo rico que se sentía. Sus sudorosos y fervientes cuerpos pegados uno al otro, sus erectos pezones frotándose contra los duros pectorales de su Ayudante. La mesa debajo de ellos que rechinaba exigida por el esfuerzo que le estaban imponiendo. Incluso podía sentir el calor del tórrido ambiente a sexo casi asfixiante que inundaba toda la sala. “¡HMM! Unhm, un poquito, más, más, ¡hmm! Más rápidoo.” Sí, a pesar de su joven edad e inocencia podía afirmar que aquel era el mejor sexo que tendría en su vida.

“¿Más rápido?”

“Sí, sí, sí, hmm,” Apretó sus labios para intentar acallar los acelerados gemidos que volvían a sonar por toda la residencia, pero fue en vano. Su dulce voz comenzó a cantar más y más acompañando el ritmo de las deliciosas embestidas que comenzaban a sacudir su cuerpito contra la mesa. “¡Aah, sí, sí, mmi Ayudante!” Las grandes manos del hombre atraparon sus nalgas en un caliente manoseo, para guiarla mejor en ese vaivén de sexo que llevaban, los lentos movimientos siendo reemplazados por unas firmes y sonoras sacudidas que hacían saltar su cuerpito abrazado al de su querido Ayudante. Los lascivos y húmedos sonidos de piel chocando contra piel y la firme mesa resistiendo como podía el embate de sus cuerpos comenzaron a acompañar los sonoros gemidos de la rubia. “¡HNGH! ¡AH, AHH!” Y la rubia volvió a sentirse al filo de una nueva explosión orgásmica. Oleada tras oleada de puro placer comenzaron a invadir todo su cuerpo, sus piernas y brazos afirmándose más si eso era posible del cuerpo de su Ayudante mientras los músculos y paredes de su cavidad apretaban en un fiero agarre la rica verga que la estaba taladrando, llegando finalmente a un brutal orgasmo que la hicieron gritar como loca por segunda vez ese día.

“¡Ngh!” Y con la misma fuerza se corrieron dentro de ella. Sin aviso previo. El hombre simplemente se hundió en ella hasta el fondo de su vientre y allí mismo comenzó a bombear carga tras carga de su espesa y caliente semilla. La rubia se quedó sin voz por tanto grito y con ojos desorbitados, en blanco, simplemente dejándose llenar por completo. Una, dos, tres, hasta cuatro cargas de caliente y abundante semen alimentaron y llenaron su fértil vientre hasta el borde, llevándola a la bendición de un tercer orgasmo. Lágrimas cayeron por sus mejillas mientras hilillos de saliva se deslizaban por su mentón, con su boca abierta de par en par y la lengua afuera, su caliente aliento entrecortado acompañando sus ahogados gemidos.

El hombre aún la sujetaba firmemente con sus dedos hundidos en esas ricas nalgas, y ambos permanecieron así por varios minutos aún luego de terminar de correrse. Sus cuerpos sudorosos y bañados en toda variedad de fluidos, unidos y abrazados como si fueran uno, hasta que finalmente el Ayudante soltó un gran suspiro antes de apoyar sus manos en la asediada mesa que se mantenía firme a pesar de todo. Intentó calmar su respiración, y a pesar de que la rubia lo tenía abrazado con fuerza logró zafarse lo suficiente como para pararse recto.

Y desde esa posición dejó que sus ojos se deleitaran con el desastre catatónico en el que había dejado a la pequeña Idol. Apenas una niña de 21 añitos, la famosa Kim Ye-rim. Y él se la había comido de pies a cabeza, como toda una mujer. La había llenado hasta rebalsar con su caliente leche. Sí, ahora era suya. Sonrió de lado, limpiando el sudor de su frente, antes de empezar a salir de ella. Tomó esos entrenados muslos que poseía la rubia, abriéndola de piernas para disfrutar mejor de la vista. Sólo entonces retiró lentamente su verga hasta que finalmente una abundante cantidad de fluidos mezcla de su semen y los orgasmos de la chica comenzaron a brotar y caer como una cascada de su caliente e hinchada vulva, manchando todavía más la mesa y la alfombra a sus pies. “Uff.” Ladeó un poco la cabeza disfrutando de la imagen. El cuerpo reluciente de sudor de Yeri desparramado sobre la mesa, sus fluidos combinados brotando de entre los labios de su vagina y cayendo en un espeso hilillo por la mesa, goteando hasta el suelo. Su verga semi-erecta bañada igualmente en sus fluidos y conectada por hilillos transparentes al caliente sexo de la chica. La cabellera de la rubia hecha un desastre, despeinada y desparramada por la mesa, con mechones de cabello pegados a su frente y cara por el sudor. Su rostro relajado, ido, con mirada desenfocada y perdida, con marcas de lágrimas secas bajando por sus mejillas y saliva fresca aun colgando de su mentón. Ni siquiera había despertado aún de su letargo inducido por el orgasmo.

El portentoso hombre se inclinó y atrapó uno de esos considerables pechos con su caliente boca, usando su lengua para jugar con la piel y el erecto y rosado pezón. Luego bajó con lascivas lamidas y besos hasta su abdomen, acariciando con su boca sobre su tersa piel. “Mmh,” Repartió dulces besos por ese vientre que tan amablemente había aceptado su fértil semilla. Luego la tomó de sus anchas caderas y la volteó lento sobre la mesa, la rubia murmurando palabras incoherentes sin poder hacer nada para resistirse. La acomodó para que quedara con ese rico culito levantado al filo de la mesa.

“¿Hmnh~?” Con su mejilla afirmada a la fría y húmeda mesa, la respiración cansada de la rubia comenzó a recuperar su ritmo normal, su mirada enfocándose poco a poco. Levantó una mano para limpiar la baba de su mentón, mientras apoyaba la otra en la mesa para intentar levantarse. Por alguna razón se sentía pesada, con su vientre caliente, casi hirviendo, lleno. “¡Ngh!” Pero no la dejaron moverse. Una mano tomó un puñado de su cabellera rubia y jaló firme para hacerla levantar la cabeza, haciendo que gruña por la dominante acción. “¿A-ayudante?” Apenas un susurro medio asustado, pero no le contestaron. Lo único que recibió de respuesta fue esa implacable verga comenzando a invadir su caliente cavidad una vez más. Abrió grande los ojos, “Aahh,” y un delicioso gemido se escapó de su boca abierta por la sorpresa cuando más y más verga comenzó a entrar, su estrecha vagina ahora más acostumbra recibiendo centímetro tras centímetro de carne hasta que volvieron a dejarla llena hasta la base de ese rico instrumento de carne. “NNGH.” Besos y lamidas comenzaron a mojar toda su espalda desnuda, mientras empezaban a sacudir su cuerpito con firmes y expertas embestidas, haciendo vibrar la mesa debajo de ella. Por Dios, sus pies ni siquiera llegaban a tocar el suelo, estaba literalmente siendo montada como una perra, empalada por esa caliente verga. “Ayuudmmmh,” Sus ojos desesperados, desenfocados, buscaron la puerta de su líder. El cuarto donde estaba Irene. Buscó ayuda pues no se creía capaz de aguantar otra sesión de caliente sexo con ese hombre. Era imposible. Sentía que iba a morir. Pero nada, no pudo llamar a nadie. Sus palabras se ahogaron en un nuevo mar de balbuceos, gruñidos y gemidos. “¿Mgmh? ¡Hmn-” No, no, Dios, alguien, ayuda, no, diooos. Su cuerpo siendo sacudido junto a la pobre mesa sin piedad, sus ojos derramando más lágrimas mientras su boca volvía a cantar como loca siendo escuchada por toda la residencia. Sus manos se afirmaron como pudieron de los bordes de la mesa, el húmedo sonido de las embestidas, de las caderas de ese hombre chocando contra sus nalgas resonando por toda la residencia, acompañando los gritos de su cansada voz mientras sus ojos volvían a ponerse en blanco llegando al filo de un nuevo orgasmo.

¡Mngh!, no, no, que rico, que rico, noo. Estaba pagando, sí. Creyó que podría manejar ese hombre y a su monumental verga. Creyó que podría superar la tentación en la que su propia líder había caído. Que arrogante había sido y por eso ahora estaba siendo castigada como la niña que en realidad era.

Que rico.

*********************

Notas finales:

Terminamos con Yeri en este capítulo. Si te ha gustado esta lectura y no has leído capítulos anteriores te recomiendo que les des un vistazo.

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