Esperaron a que el mercedes clase S azul abandonara la casa, sobre las siete de la mañana, para saltar la valla e introducirse en el jardín. Con mucho cuidado se acercaron hacia la gran cristalera y sacaron las herramientas necesarias para cortar el cristal y acceder a la vivienda. Una vez dentro se relajaron un poco.
Comenzaron a inspeccionar todo el salón y el despacho en busca de objetos de valor. Se afanaron en el despacho del abogado y obtuvieron un par de portátiles y unas plumas estilográficas Mont Blanc. Pero no encontraron la caja fuerte. Uno de ellos hizo señas para subir al dormitorio a buscar joyas. Al llegar a la puerta del dormitorio se llevaron una sorpresa. Un pequeño detalle se les había pasado.
Al ver salir el coche no se percataron de que solo iba el abogado. Su mujer estaba en la casa.
Se encontraban con un imprevisto por no haber interpretado bien la información recibida por aquel camarero del club de golf. Su informador les dijo que harían un viaje y la casa quedaría sola. Ellos dieron por hecho que el viaje lo realizarían los dos al mismo tiempo, pero no era así.
La dueña de la casa estaba en la ducha. Ellos, delante de la puerta del baño, podían oír el agua correr. De repente del más bajo se apoderó un ataque de nervios que le impedía pensar con claridad. El más alto, en cambio, decidió que había que actuar con sangre fría. El primero se escondió en el dormitorio esperando una señal de su compañero. Mientras el jefe se apostó junto a la puerta del baño esperando a su víctima.
Mayte salió de la ducha y envolvió su precioso cuerpo de modelo en un albornoz color melocotón. Luego, inclinando su cuerpo hacia delante, dejó que su melena rubia cayese para poderla envolver en una toalla. Salió del baño hacia el dormitorio. En ese momento, el más alto se abalanzó sobre ella. Con la mano derecha tapó su boca y con el brazo izquierdo rodeó su cuerpo evitando cualquier resistencia. Mayte sentía tanto terror que era incapaz de moverse:
– No te vamos a hacer daño solo tienes que colaborar.
Esa era la señal que esperaba su compañero. La sentaron en una silla. Le metieron un tanga en la boca a modo de mordaza y le ataron las manos por detrás del respaldo de la silla. Ahora el más alto miraba fijamente los impresionantes ojos azules de la dueña de la casa:
– Solo queremos que colabores. Te quitamos la mordaza y nos dices donde están las joyas.
Ella, que miraba también los grandes ojos verdes de su raptor tras el pasamontañas, asintió con la cabeza. Aquella mirada le resultaba muy familiar, pero no podía situarla. Tras revelar la ubicación y la clave de la caja fuerte, los ladrones se hicieron con un botín de varias piezas de brillantes, rubíes, pulseras y una colección de relojes de lujo que pertenecían al abogado. Después de media hora de registros el bajito se acercó a ella:
– Bueno ahora quiero divertirme un poco.
– No por favor, ya lo tenéis todo. Dejadme en paz. -Suplicó la mujer del abogado.
-Tranquila. Colabora y lo pasaremos bien.
– Ahora te vamos a desatar y solo tienes que colaborar. –Le dijo en tono tranquilizador el jefe.
La pusieron de pie y le quitaron el albornoz delicadamente, deleitándose con el maravilloso desnudo de aquella top model espectacular. Ni un gramo de grasa, una cara preciosa. Unos pechos firmes talla 95. Una vulva perfecta con una estrecha franja de vello púbico rubio. Unas piernas largas y bien torneadas en el gimnasio y un culo redondito y duro. Sin saber muy bien por qué toda esta situación comenzó a excitarla, aquellos dos delincuentes encapuchados, que por sus voces debían ser muy jóvenes, los ojazos del alto le seguían resultando familiares.
Antes de ordenarle que se arrodillara estuvieron acariciando su cuerpo. Ella cerró los ojos y se mordió el labio inferior. No quería que sus pezones delataran su excitación, aunque deseaba ser poseída por aquellos tíos. El alto se sentó en la cama delante de ella y se bajó los pantalones. Ante ella se erguía un falo de más de veinte centímetros y un grosor considerable. Su excitación se disparó. Se hubiera abalanzado a devorar ese trozo de carne. Tenía un olor penetrante a sexo. Volvió a cerrar los ojos:
– Abre los ojos, –le ordenó– es grande ¿eh? Cómetela.
Ella se inclinó sobre él y abriendo todo lo que pudo la boca fue engulléndola. La notaba dura y ardiendo. Generó saliva para que la fricción fuera menor y comenzó un sube-baja de cabeza que provocaba gemidos de su raptor. El más bajo, que ya se había quitado los pantalones, se arrodilló tras ella y pasó los dedos por los labios de su vagina. Los tenía mojados:
– Mira como le gusta. Está caliente la puta.
El acento de éste le resultó un poco raro además de delatar un bajo nivel cultural. De repente sintió vergüenza de sí misma. ¿Cómo podía estar excitada y disfrutando si la estaban violando? Pero el tío seguía acariciándole el clítoris y empezaba a entregarse. Solo quería tragarse todo el semen de aquél miembro mientras el otro la hacía llegar al orgasmo.
El bajito paró y tras darle un cachetazo comenzó a lamerle el ano y a introducirle los dedos. Ella aceleró el ritmo de la felación. El jefe le ordenó parar. Se miraban fijamente. La cara de ella estaba toda roja, al igual que sus labios debido a la excitación. Su melena alborotada le daba un punto de leona a su carita angelical:
– Para. Quiero verte la cara mientras te sodomiza.
Dicho esto el más bajito se incorporó y separando los glúteos apuntó el glande a la entrada de su ano, Comenzó a empujar hasta penetrarla. Ella soltó un pequeño grito de dolor:
– Tío a esta tía le dan por culo. Que bien le entra, joder.
Mayte seguía fija en los ojos del jefe mientras el bajito había empezado un mete-saca anal agarrado a su cadera que la estaba destrozando. Ella trinchó los dientes para evitar llorar/gemir por el daño/placer producido. Pero en ningún momento le retiró la mirada al alto. Lo desafiaba a que la poseyera con su tremenda verga. Tras un grito su raptor este le tiró del pelo y se vino dentro de su recto. La mujer notó como al sacársela también salía semen, que corría por el interior de sus muslos. Se sintió humillada y sucia. Pero aguantó el tirón sin una sola lágrima. El más alto se puso de pie. La levantó y la tumbó en la cama:
– Ahora vas a saber lo que es un polvo.
Le abrió las piernas y se puso sobre ella. Se volvían a mirar fijamente:
– Cabrón- le soltó con desprecio la mujer a la cara.
Él sonrió y de un golpe de cadera le incrustó la verga hasta el fondo. La mujer dio un grito a mitad entre el dolor y el placer. Durante un rato él solo le daba golpes secos que le llegaban a lo más hondo de sus entrañas. Mayte volvía a estar totalmente excitada y su respiración entrecortada la delataba. El hombre empezó a aumentar el ritmo de sus embestidas sintiendo como su impresionante pene se abría paso a base de desgarros en aquella vagina. Él se mantenía sobre sus brazos y podía ver como los pechos de ella se movían a cada empujón coronados por unos pezones erectos de la excitación… Mayte gemía, resoplaba, gritaba y se agarraba al culo de aquel amante forzoso hasta que se corrió abundantemente en su interior llevándola a un explosivo orgasmo.
A las doce del mediodía y tras cuatro llamadas sin contestación al móvil y al fijo, el abogado se puso en contacto con la seguridad privada de la urbanización. Éstos, tras encontrar la cristalera del jardín forzada llamaron a la policía. Quince minutos después dos agentes de la Policía Nacional encontraron a Mayte amordazada con un tanga y atada de manos a una silla en su dormitorio. Estaba desnuda y llorando. Su albornoz tirado y la cama revuelta. A las seis de la tarde, un poco más tranquila y avergonzada por lo ocurrido estaba sentada ante una agente:
– Señora Puy, en su declaración nos dijo que habían sido dos hombres. Pero en el estudio que le hemos practicado tenemos muestras de semen de tres hombres distintos.
– Bueno. Uno debe ser de mi marido. Esta mañana antes de que saliera mantuvimos relaciones.
– Perdone que le pregunte esto. Tenemos dos muestras vaginales y dos anales. Tan solo una muestra de semen está en los dos…
– Por favor, esto es humillante. Sí, con mi marido mantuve relaciones vaginales y anales.
– Lo siento, pero necesitábamos la información para descartar y seguir con la investigación.
Hasta un mes y medio después Mayte fue incapaz de salir de casa. Estuvo de baja y se perdió los desfiles de Milán y París. Aceptó la invitación del médico amigo personal y vecino de la urbanización. Llegaron paseando a casa de éste. Su marido le tenía el brazo sobre sus hombros y ella se sentía protegida. Estaban frente a la puerta de entrada al jardín de la casa cuando se abrió. Era Sito, el hijo de su amigo que salía a la calle en ese momento. Les saludó apresuradamente y se fue hacia un Opel Astra gris, tuneado, que le esperaba. Pero durante dos segundos cruzó se mirada con Mayte quién se quedó petrificada. Aquellos ojos. Era él. Fue Sito quién la violó. Volvió la cabeza y pudo ver como el coche salía rápido conducido por otro individuo…