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El aprendiz (Parte 4)
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Un escalofrío pasó por mi cuerpo al escuchar sus palabras.

¿Cómo reaccionará mi madre al saber que las demás mujeres estaban solo en bragas, con las tetas aire y con el aspecto de zorras, oliendo a vodka y con el coño mojado?

Desvié mi mirada hacia Jorge, que de seguro también escuchó las palabras de mi madre. Pero tenía el rostro despreocupado, ni siquiera se inmutó. Las demás mujeres estaban como idas, bailando, más bien restregando sus traseros entre ellas, al son del ritmo del perreo. Solo mi tía reaccionó, y giró la cabeza hacia la dirección de mi madre, para luego soltar una sonrisa.

—Por fin despiertas, bebiste demasiado y te perdiste la diversión —dijo mi tía mientras se acercaba a mi madre, a la vez que no paraba de sonreír.

Observé que mi madre seguía con la borrachera, tenía los ojos entreabiertos, ni siquiera se percataba de que sus amigas, incluida mi tía estaban casi desnudas. Solté un suspiro de alivio.

—Vamos Verónica únete a la fiesta — sugirió mi tía, a la vez que hacía esfuerzos para levantarla del sofá en la que se encontraba recostada.

Mientras esto sucedía, me di cuenta de que Jorge y Lucía no estaban en la sala. Quería preguntar a Silvia, dónde se habían metido, pero no obtuve respuesta, estaba muy ebria, entre las pocas palabras que llegué a entenderla, solo me decía que tenía problemas con su marido, que cometió un error al meterse con él, que no hizo caso a las advertencias de su madre. La verdad ni la estaba escuchando, mi vista se desviaba hacia sus tremendas tetas y voluptuoso trasero. Estuve a punto de acariciar sus senos y jalar sus pezones, pero me detuve al percatarme que mi tía fijó su mirada hacia donde nos encontrábamos, así que fingí que la sostenía y la llevé con ellas.

Fui a buscar a Jorge por la casa, hasta que llegué a escuchar algunos ruidos cerca al baño del segundo piso. Me acerqué rápidamente y quedé atónito con lo que presencié.

La amiga de mi tía sentada en el inodoro haciéndole una felación a Jorge.

—¡Eso Lucía!, te castigaré por ponerte remilgona —decía Jorge a la vez que introducía su pene en la boca de la amiga de mi tía, que por cierto tenía novio.

—¡Oh!… ¡Mmm! —respondía Lucía sin poder hablar, por obvias razones.

Este maldito viejo, no pierde el tiempo y encima tiene una verga más grande y gruesa que la mía, pensé al observar cómo Lucía tenía dificultades al intentar tragarse el pene del anciano.

Jorge como leyendo mis pensamientos se percató de que lo observaba y sonrió, mientras cogía del cabello a Lucía, para iniciar una especie de follada a la boca de la amiga de mi tía.

Lucía chupaba la verga del viejo a la vez que llevaba una mano a su vagina para masturbarse.

—¡No te dije que te toques!, ¡Putita, esto tendrá consecuencias! —ordenó Jorge, a la vez que introducía su miembro hasta la garganta de Lucía, causándole arcadas.

Me quedé absorto, al ver como Lucía dejó de tocarse siguiendo las órdenes de Jorge.

¡El viejo la tenía completamente dominada!

Y lo peor, ella hacía gestos de felicidad y agradecimiento hacia Jorge. Se le veía contenta, mientras chupaba casi con ansiedad el pene de Jorge.

Recordé cómo antes, se hacía la remolona conmigo al esquivarme y rechazarme cuando pretendía bailar más pegado a ella, como aduciendo que solo bailaba así con su novio. Y ahora ¿Acaso se olvidó de él? ¡Vaya cuernos que llevaría el pobre hombre!

Estaba absorto en la puerta del baño viendo aquella excitante escena, casi como si estaría viendo una película porno en vivo. Es más, era la primera vez que veía una felación de este tipo. Me sacó de mi aturdimiento la voz de mi tía.

—¿Carlos?,¿Dónde estás? —me llamaba, a la vez que subía las gradas que conducían al segundo piso, aproximándose a mi ubicación. Reaccioné rápido, y le respondí diciéndole que ya iba.

—¿Dónde te metiste?, tu madre pregunta por ti.

—Fui al baño —le respondí, alzando la voz. Con la esperanza de que me oyera Jorge y no le descubriesen en aquella tórrida escena. Pensaba cobrarme más adelante ese favor.

Enseguida apareció Jorge con la amiga de mi tía, ambos agarrados por la cintura, él se excusó con mi tía, diciéndole que ayudó a Lucía llevándola al baño porque tenía náuseas y no quería que ensuciara el piso con el vómito. Mi tía le calificó como todo un caballero que siempre está dispuesto a ayudar a las mujeres.

Nos dirigimos hacia la sala, mientras me percaté que en el camino, el viejo no dejaba de magrear las nalgas de Lucía, a lo cual ella respondía con una sonrisa de aprobación.

En la sala se encontraba mi madre, abrazada a Silvia que estaba llorando. Al parecer la estaba consolando, mientras Silvia le contaba los problemas que tenía con su marido. Mi madre al percatarse que llegué a la sala me dijo.

—¿Tu amigo te contó que clase de persona es su padre? —me preguntó con un tono de indignación.

Le iba a responder que David, que así se llamaba el hijo de Silvia, era un presuntuoso. Obviamente no éramos tan amigos porque era demasiado egoísta y arrogante. Además me estuvo molestando desde el día que le vi el trasero a su madre, y eso que lo hice disimuladamente y por un corto tiempo. Aquel día su madre se puso unos leggins ajustados, realzando su gran culo ¡Ni siquiera un homosexual dejaría pasar por alto ese monumento! ¡Qué tipo tan celoso!

—Solo me habló de lo buena que es su madre. Una opinión que también comparto. Silvia es una mujer correcta, que siempre se dedicó a su familia. Y respecto al papá de David, creo que no sabe lo que se pierde teniendo una esposa tan hermosa e inteligente —le contesté, ocultando mis verdaderos pensamientos.

Silvia al escuchar esto soltó a mi madre y me dio un beso en la mejilla y un fuerte abrazo. Me excité al sentir sus tetas presionado mi pecho y no desaproveché el momento cuando le respondí también abrazándola y atrayéndola hacia mí, pegando aún más su cuerpo al mío, casi restregándola. Sentir su espalda desnuda y sus pezones hizo que mi pene se endurezca aún más.

—¿Por cierto dónde te metiste? —Me hizo otra pregunta mi madre. Con la voz de mujer borracha.

Al parecer siguió tomando con Silvia mientras me fui. Estaba a punto de responder su duda, pero mi tía me cortó y se encargó de explicarle que Jorge y yo ayudamos a Lucía.

—Todo un verdadero hombre y muy caballeroso—estimó mi madre.

—Si. Además de tener un buen carácter y una gran inteligencia —siguió alagando a Jorge mi tía.

—Cierto. Pero no es lo único que lo tiene grande —recalcó Lucía. Mientras las demás mujeres empezaron a reírse.

—Déjame verlo de nuevo. La tienes más grande que el atorrante de mi novio —continuó Lucía.

¡Se acordó de su novio! ¿Pero por qué con ese calificativo? Es que acaso todas hoy se acuerdan de los defectos de sus parejas. Y enserio le pide eso a Jorge. No sabe acaso que aquí hay mujeres casadas. Me cuestioné pensando en especial en mi madre y en mi tía.

—Sí, muéstranos. Seguro que la tienes más larga que la de Eduardo —apoyó mi tía.

Esto me contrarió. ¿Qué culpa tiene mi tío de tenerla más pequeña? Seguro que es promedio. Lo anormal es la de Jorge. Acaso su curiosidad está por encima de sus votos matrimoniales. Estuve a punto de replicar pero el viejo me cortó.

—Sus deseos son órdenes —respondió el viejo, a la vez que se bajaba el pantalón y exponía su verga que aún no estaba erecta.

—Si la quieren ver en todo su esplendor necesitaré de su ayuda —continuó Jorge con voz imperativa.

Mientras decía esto, Lucía que estaba a su lado, escupió en su mano y empezó a masturbarlo. El pene de Jorge empezó a crecer y ganar dureza, mientras veía el rostro de asombro de las demás mujeres.

Me sorprendió que mi madre y mi tía no dijeran nada al ver a Lucía en plena faena.

—¡Wao! Sí que la tiene grande, más que la de Eduardo —exclamó mi tía, mientras no apartaba la vista del miembro de Jorge.

—Te lo dije. Por mi parte el cretino de mi novio ni se le compara en todos los aspectos. —agregó Lucía mientras seguía pajeando al viejo.

—Jaja… jaja. Chicas, recuerden que el tamaño no importa, pero sí como lo utilizas. —Intervino Jorge con un aire de profesionalidad. Después de todo más sabe el diablo por viejo que por diablo.

—Pues mi marido… el inútil de mi marido, con el pene que tiene no me da placer —agregó Silvia, que aún estaba abrazada conmigo pero en sus ojos vi rastros de lujuria mientras observaba el miembro de Jorge.

—Me pasa lo mismo con Eduardo, tengo que tocarme después porque de lo contrario no llego al orgasmo —intervino mi tía

—Pues tienes razón Jorge, lo importante es como lo utilizas. Por suerte yo no tenía esos problemas con mi esposo, que en paz descanse —dijo esto último recordando a mi padre, que murió cuando era yo tenía 5 años debido al cáncer. Fue muy duro para mi madre en aquel entonces. Mi tía al ver el estado en que se encontraba mi madre nos apoyó siempre que podía, ayudando en los quehaceres de la casa y encargándose de mí ya que era muy pequeño. Es por esto por lo que siempre la consideré una segunda madre para mí.

—Si bien no era grande como el tuyo, pues si sabía moverla. —agregó mi madre con un rubor en las mejillas—. Pero creo que esta conversación no es apropiada estando mi hijo aquí.

Por fin, al parecer mi madre aún mantiene algo de cordura, de lo ebria que está, y se percató que yo estaba presente. ¿Se dará cuenta que las demás mujeres están con las tetas al aire?

—No te preocupes por eso, ya va siendo hora de que Carlos aprenda de educación sexual —intervino Jorge.

—Pero es que aún es joven —respondió mi madre, mirándome con ternura.

—Por dios, Verónica, a su edad yo ya había follado un centenar de veces. Carlos tiene que ver el sexo como algo más normal y no como algo oculto y privado —garantizó el viejo.

—Tal vez tienes razón… No se… La verdad es que hasta ahora llevo procurando mantener el tema del sexo fuera de su vida, siempre creí que el mismo iría descubriendo cosas referentes al sexo como todos los demás.

—Recuerda, que él perdió a su padre a temprana edad. Pienso que lo correcto sería que el padre se encargue de hablarle acerca de esos temas, pero ahora espero que Jorge, tú que eres hombre y conoces de este asunto, nos ayudes con Carlos —aportó mi tía.

—Acepto con gusto ser su tutor. Tienes razón, Alejandra, generalmente es así, en las familias las madres enseñan a sus hijas y los padres a sus hijos.

—¡Ay dios! ¡Jorge ayúdame! Lamentablemente, perdió a su padre cuando aún iba al jardín. Le faltó esa figura paterna, gracias por aceptar ser su tutor. Dejo en tus manos a mi hijo. —Suplicó mi madre.

—¿Qué les parece si empezamos ahora? —pregunto Jorge.

—Cuanto antes mejor, ya perdió mucho tiempo sin saber… de estos temas —respondió mi madre, con cierto recelo en sus palabras.

—Esto va para todas. Les agradecería que no se corten con las palabras. Es necesario para el aprendizaje de Carlos. Por ejemplo usen estos nombres: sexo, pene, follar… Repitan después de mí.

Las mujeres empezaron a repetir, como si ellas también estuviesen aprendiendo. No podía creer que esto estaba pasando. Es que acaso me consideran un ignoto. En estos tiempos ¿Qué persona de mi edad no vio porno alguna vez? ¿Acaso no saben que ahora los jóvenes somos más espabilados?

—Bien… bien. Empezaremos desde lo más básico. Para esto necesito su cooperación de todas ustedes —dijo esto mientras miraba con lascivia los pechos de las mujeres— Por lo que veo solo faltas tú, Verónica.

—Estoy dispuesta a ayudar, por el bien de mi hijo.

—Carlos necesita conocer el cuerpo de las mujeres. Tiene que ver la diferencia morfológica que hay entre ambos. Para esto es necesario que le muestres tus senos, cuanta más variedad mejor —afirmó el viejo.

Mi madre como si de un sacrificio se tratara, hizo caso a sus palabras, quitándose su vestido y el brasier. Me sorprendí al ver sus hermosos pechos, eran más grandes que las de las demás mujeres, incluso más grandes que las de mi tía. Y no es que las de mi tía fuesen pequeñas precisamente. Mi madre tiene la piel clara, pero no de las desabridas, sino más bien de color marfil. Además combina con sus hermosos pezones grandes y rosados. Aun siendo su hijo, la lujuria subió a mi mente.

—Pónganse en fila para una mejor comparación. Mira con atención Carlos, como podrás observar los pezones de las mujeres, tienen diferentes colores. Desde tonos rosados como la de tu madre y tu tía, hasta más oscuros como la de Silvia y Lucía —expuso Jorge.

Las cuatro mujeres siguieron sus indicaciones. Poniéndose frente a mí, con sus tetas al aire. No pude ocultar mi excitación y un bulto se formó en mis pantalones, este hecho no pasó desapercibido a los demás.

—Al parecer ya estás grandecito —opinó mi tía.

—¡Oh!, mi bebé ya creció —afirmó mi madre con un rostro que reflejaba añoranza.

—Parece que ya no eres el niño que conocía —confirmó Silvia mientras miraba mi entrepierna.

—Es natural en los chicos de su edad, las hormonas viajan por el torrente sanguíneo y envían a los testículos la señal de que deben empezar a producir testosterona y esperma. La testosterona es la hormona que provoca la mayoría de los cambios en el cuerpo de los chicos. Para que un hombre se pueda reproducir, es necesario que produzca espermatozoides. Pero todo esto es teoría, es mejor un ejemplo práctico. Te explicaré como hacer un bebé. —Explicó el viejo, mientras agarraba del brazo a Lucía y la recostaba en la cama. Lucía aceptó su propuesta mientras abría las piernas.

—Pero… no es esto muy explícito —cuestionó mi madre.

—Es por su bien, así entenderá que el sexo es algo muy normal y necesario para la vida. Le has criado dándole a entender indirectamente que tu vives sin sexo y que él también podría, dejando el sexo como algo prohibido. Piensa en los animales. ¿Crees que el león y la leona se van a esconder de sus crías para echar un polvo? Tu hijo podría convertirse en un reprimido, si algún día consigue novia y quieren tener sexo, el no sabrá como actuar y no podrá satisfacerla. Esto puede traer graves problemas en su relación ¿Quieres que se convierta en alguien parecido al novio de Lucía, o el esposo de Silvia?

—Me doy cuenta de mi error, tienes toda la razón. No debí interrumpirte —dijo mi madre con un tono de arrepentimiento.

¿Qué estaba pasando aquí? Ese maldito viejo se follaría a Lucía delante de nosotros. Consiguió convencer a mi madre haciéndola creer que se tiraría a Lucía por mi bien. ¿Por qué nadie me pregunta si me parecía correcto esta forma de aprendizaje? Sí es que a esto se le pude llamar aprendizaje. Ni siquiera es educación sexual lo que estaba pasando. Quería parar esta tontería, pero el morbo de ver a Lucía follando me ganó.

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