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El amigo de mi padre (2)
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Hola a todos de nuevo. Me han mandado mensajes preguntándome si ya no ha pasado nada entre Enrique, amigo de mi padre, y yo. Claro que si ha habido otros momentos más con él, y aquí les contaré otra experiencia con él, más ardiente y apasionada que la primera.

Después del primer momento que pasamos juntos, hubo pocas oportunidades de volver a estar solos, pues en su casa siempre había alguien y en la mía también; sin contar que tuvo que salir de viaje a una ciudad del centro del país por cuestión de su trabajo, así que era difícil verlo como quería. Además, por mi padre supe que él tenía problemas con su esposa desde hace meses, mucho antes de la primera vez que nos coqueteamos y estuvimos juntos.

Casi todos los días le hablaba desde mi celular, por las noches desde mi cuarto. Así platicábamos de cosas picantes, fantaseábamos, me preguntaba cosas como "¿Qué traes puesto?", "cuéntame alguna fantasía que tengas", etc. Yo también le preguntaba y así continuábamos nuestras llamadas algo calientes. A veces durante la plática me acariciaba mi cuerpo, imaginando que mis manos eran las suyas, y hacia lo que él me pedía. Hacíamos el amor por teléfono, y aunque no era lo mismo que hacerlo en vivo, no puedo negar que él lo hacía muy interesante.

Así pasamos la semana que duro fuera de la ciudad, hasta que por medio de mi padre, todos supimos que ya había llegado de su viaje. El día que llegó fuimos mis padres y yo a su casa, menos mis hermanos ya que ellos no les gusta mucho esas reuniones y prefieren salir con sus novias o con los amigos. Al llegar nuestros padres saludaron a Enrique y a su esposa con abrazos. Yo me acerque y le di un beso en la mejilla mientras le susurraba al oído "cuanto te extrañe amor". Él solo me sonrió y me dijo "gracias por venir". Por cierto ese día me arregle lo más coqueta que pude, claro, sin caer en lo vulgar: unos jeans muy ajustados y una blusa azul cielo de tirantitos pero ahora sin con sostén – pues iban mis padres y a ellos no les gusta que salga así sin nada abajo-, y mi cabello suelto, sin coletas.

Durante la plática en la sala y la comida en su patio le sonreía y le cerraba el ojo sin que nadie se diera cuenta. Enrique solo me veía y sonreía levemente para que su esposa ni mis padres se dieran cuenta. Sus hijas se encontraban en casa de unas primas así que solo éramos 5 los que estábamos ahí. En una de las pláticas Enrique se paró diciendo que iba a la cocina por una cerveza, volteándome a ver; mi padre le dijo que lo acompañaba pero Enrique le contesto que no era necesario, que iba rápido y que mejor siguiera platicando con mi madre y su esposa, a lo cual accedió sin ningún problema.

Enrique: ¿Quieres algo más de tomar Larissa? -me pregunto sonriéndome.

Yo: Un vaso de refresco, pero espérame, te acompaño a servirme -le conteste contenta, pues aunque fuera unos segundos estaríamos solos.

Lo acompañe y entramos a la cocina. La ventana de ahí tenía persianas y se podía ver entre ellas hacia una parte del patio; no se podía ver donde estaban los demás, pero si se podía ver si alguien se acercaba. Al entra a la cocina rápidamente me avente sobre él, besándolo con gran deseo en los labios, los cuales deseaba sentir de nuevo en los míos y en mi cuerpo desde hacía tiempo. Enrique me correspondía de igual forma, abrazándome y acariciándome con sus manos la espalda hasta bajar a mis nalgas, las cuales agarro y me las acariciaba fuertemente sobre los jeans, lo que me gustaba como lo hacía.

Yo: Ay Enrique no sabes cuánto te extrañe, te he necesitado como no tienes idea -.Le decía entre besos.

Enrique: Yo también muñequita, necesitaba sentir este cuerpo tan deseable entre mis brazos, vienes muy atractiva Larissa, pero no como yo hubiera querido.

Me separe de él y lo vi un poco triste sin soltarse de mi trasero.

Yo: ¿No?

Enrique: Larissa, vienes hermosa pero me hubiera gustado verte con una minifalda para verte tus fabulosas piernas, deseaba tanto vértelas.

Yo: Ay Enrique, no puedo venir tan coqueta, sino ¿Qué pensarían mis padres? Te prometo que un día de estos cuando estemos solos me vestiré como quieras.

Enrique sonrió y de nuevo nos fundimos en un beso apasionado, entregándose nuestras lenguas en un gran deseo de volverse a sentir, de saciarse una de la otra. Luego Enrique baja su boca por mi cuello, lamiéndolo y besándomelo varias veces. Dejo caer mi cabeza hacia tras, disfrutando como me demostraba tanta pasión. Me arranco unos leves gemidos con sus besos. Una mano suya me tomo un pecho, el cual acaricio mientras me lamía el cuello.

Enrique: Mmm, traes sostén… ¿también por tus padres?

Yo: Aja -conteste sintiendo su lengua en mi cuello.

Enrique: Mmm me gusta más sentírtelos sin sostén, se sienten tan suaves y tan rico.

Separándome de él, tomo con las manos mi blusita y me la levanto, enseñándole mi sostén. Era color vino de tela delgada y transparente.

Yo: ¿No te gusta mis sostén? -le pregunte con una sonrisa.

Enrique: Wow Larissa, que lindo sostén, se te ven preciosos tus senos así, pero más me gustan sin sostén.

Yo: Ahh… ¿así? -le pregunto mientras tomo ahora mi sostén y me lo levanto, dejando mis senos al aire.

Enrique: ¡Que bárbara Larissa!, que preciosos, ya extrañaba verlos.

Yo: ¿No les quieres dar un besito de bienvenida?-

Enrique: ¡Por supuesto que si!

Enrique dirige sus labios a mis pechos y comienza a besarlos y lamerlos, sobretodo el pezón, Primero uno y luego el otro, sin soltarse aun de mis nalgas, las cuales seguía acariciando. Aprieto mi cuerpo contra su rostro y dejo caer de nuevo mi cabeza hacia atrás, suspirando y gimiendo al sentir su lengua deleitarse con mis pezones y sintiendo leves mordiditas en ellos.

Yo: Ay que rico… ahh ahh, extrañaba como me… los chupas… me encanta… –le decía gimiendo.

Enrique no se saciaba, parecía un bebe tomando pecho, con hambre, disfrutando de probar mis pezones los cuales sabía como chupar y hacerme estremecer.

Luego de unos ricos segundos así, me separo y me hinco frente a él, aun con mi blusita y sostén levantados.

Yo: Ahora es mi turno de demostrarte cuanto deseaba estar contigo de nuevo, tú solo vigila que no venga nadie -.Le dije guiñándole.

Enrique: Ah princesita como te extrañe.

Bajándole el cierre de su pantalón, meto mi mano ahí y saco su pene de entre su bóxer, el cual ya estaba muy duro y parado, y me lo llevo a mi boca. Se lo chupo con deseo, con movimientos rápidos con la mitad dentro de mi boca, para también lamérselo y acariciarle el tronco con mi mano. Se lo masturbo con fuerza mientras sigo chapándoselo, haciendo que él se recargue con sus manos en el mueble que está detrás. Comienza a gemir pero no tan fuerte para que no lo escuchen, y tras varios segundos siento como se empieza a querer venirse. Mientras mi mano derecha lo masturba mi otra mano se entretiene acariciándole los testículos, haciéndolo gemir aún más. Varios segundos pasaron para que Enrique comenzara a gemir ya fuerte y que su cuerpo comenzara a estremecerse.

Enrique: Larissa… ahh… me vengo…

Al escuchar esto me meto todo el pene dentro de mi boca y siento como un chorro sale hasta mi garganta, tragándomelo, mientras el lanza un largo y suave gemido. Chupo y succiono su pene hasta asegurarme que no haya quedado una gota mientras se estremece su cuerpo por tener su pene muy sensible. Enrique solo me mira, mientras me da las gracias; yo solo le digo que no fue nada y sigo limpiándole su pene con mi lengua. En eso mira hacia la ventana y me dice que ahí viene mi padre. Rápidamente me paro y me bajo mi blusa y mi sostén, pero mis pezones están tan duros y parados, que no los logra a cubrir mi ropa, tomo una servilleta de la mesa y me limpio de la boca el semen que me quedo, y me cruzo de brazos, para cubrir mis pezones que se marcaban muy bien debajo de mi ropa. En eso entra mi padre.

Padre: ¿Qué pasa, por qué tardan? -pregunta inquieto.

Yo: Perdón papi, lo que pasa es que nos quedamos platicando y se nos fue el tiempo.

Padre: ¿Pues de que platicarían para que no se dieran cuenta de que han estado aquí varios minutos?

Yo: Ay papá, es que se me salió decirle a Enrique que ya sé que tiene problemas con su esposa, y que ojala y todo salga bien.

Enrique un poco sorprendido me voltea a ver.

Padre: Pero Larissa, no tienes por que decir lo que comentamos tu madre y yo -me lo dijo en tono de regaño.

Enrique: No te preocupes -dijo reaccionando- no tiene nada de malo que tu hija lo sepa, es algo que tarde o temprano iba a saber.

Yo: Perdón papi, no lo vuelo hacer -dije poniendo cara triste.

Padre: Esta bien Larissa, pero ya no comentes esto a nadie, ¿lo prometes?

Yo: Si papi.

Salimos de la cocina los 3, mi padre primero, detrás yo y Enrique al último. Mientras salíamos Enrique puso una mano en mi trasero y me lo aprieta, lo que me gustó y no la quito de ahí, hasta que él la quita cuando llegamos al patio, donde estuvimos comiendo y platicando una hora más. Si veía que entre Enrique y su esposa había poca plática y a veces ni se volteaban a ver, pero igual era su problema y solo ellos lo sabían. Ya luego nos despedimos para regresar a casa. Al despedirme de Enrique ahora él fue quien me susurró al odio "gracias por alegrarme el día en la cocina". Yo solo le conteste "de nada" y ya salí con mis padres.

Llegamos a casa y ya en la noche cuando me iba a mi cuarto mi padre me llamo, quien estaba en la sala, para decirme que no estaba molesto conmigo pero que ya no vuelva a meterme en cosas de adultos, que lo de Enrique y su esposa es cosa de ellos, de nadie más. Me tranquiliza saber que mi padre no estaba molesto conmigo, así que lo abrazo y le dije "gracias, te prometo no volverlo hacer". Mi padre también me da un abrazo fuerte, diciéndome que me quiere y que ya me vaya a dormir. Me voy a mi cuarto, me cambio de ropa para ya dormirme, pensando lo bien que la había pasado con Enrique en la cocina y saber que yo era un motivo de alegría para él en esos momentos difíciles que pasaba. Justo cuando iba a apagar el celular suena, y sorprendida, conteste, era el número de la casa de Enrique.

Yo: ¿Bueno?

Enrique: Larissa, que bueno que aun te encontré despierta.

Yo: Si, ya me iba a acostar y a apagar mi celular.

Enrique: Ah ok entonces seré breve para que ya te duermas.

Yo: No. No hay problema.

Enrique: Ok. Oye, me sorprendió que supieras lo de mi esposa, supongo que escuchaste a tus padres hablar de eso.

Yo: Si los escuche… oye, por cierto, una pregunta y quiero que seas sincero… ¿yo tuve algo que ver con eso?

Enrique: No princesita, para nada, ya teníamos problemas desde antes y no, tú no tienes nada que ver, te lo juro.

Yo: Ah ok, es un alivio para mi saberlo (la verdad si lo era, saber que yo no fui la causa)

Enrique: Si princesita, tú no tienes nada que ver, tu solo me das alegría. Por eso te llamaba, para ver si mañana paso por ti después de clases, quiero llevarte a un lindo lugar.

Yo: ¿Ah sí? ¿A dónde? -pregunte de lo más contenta.

Enrique: Es una sorpresa corazón, pero te quería pedir otro favor-

Yo: El que quieras.

Enrique: Hoy en la tarde, en la cocina, me dijiste que a la próxima te vestirías como yo quisiera, ¿recuerdas?

Yo: Aja

Enrique: Ok, pues mira, quiero que mañana que pase por ti te vistas mas sexy, más de cómo te vi hoy… ¿entiendes?

Yo: Mmm si, ya sea como te gusta que me vista. No te diré como me vestiré, pero te prometo que te va a encantar como estaré vestida mañana. ¿ok?

Enrique: Ok Larissa, pues te dejo para que te duermas. Mañana paso por ti.

Yo: Pasa por mí a las 4 (pm), solo tengo un examen y salgo a esa hora. Mañana le invento algo a mi madre para poder llegar más tarde.

Enrique: Perfecto muñequita, mañana pasó por ti a esa hora.

Yo: Ok, está bien.

Enrique: Hasta mañana princesita.

Yo: Hasta mañana Enrique.

Rápidamente me paro de la cama y me dirijo a mi guardarropa. Ahí tenía varia ropa nueva que había comprado unos días antes y buscaba algo que le pudiera gustar a Enrique, y lo encontré. Era una minifalda negra poco ajustada, más arriba de medio muslo y leves aberturas a los lados, y una blusa blanca, ajustada, sin tirantes y con escote coqueto, y zapatos de tacón negros.

Al día siguiente me puse una blusa de botones al frente y debajo la blusita que había escogido para Enrique –claro que sin sostén-, pues no quería que mi madre me viera así vestida, tan provocativa, y me puse un perfume que se les encanta a varios hombres. Antes de salir a la uni le dije a mi madre que de ahí iría a casa de una amiga a estudiar para un examen que nos pondrían en 3 días más. Me dijo que estaba bien y nos despedimos. Subí al carro y ya ahí me quité esa blusa grande, quedando con la blusita blanca. En el camino a la uni ya no me podía concentrar en el examen, pues la emoción de saber que estaría toda la tarde con Enrique era muy grande. Llegue a la uni y escuche muchos chiflidos hacia a mi y varias piropos, algunos bonitos, otros algo vulgares, pero no les di importancia. Ya después de terminar el examen y de aguantar las miradas de mis compañeros hacia mí, incluso las de mi profesor, salí al baño para maquillarme levemente, y después me dirigí la entrada a esperar a Enrique, dentro de mi carro.

Pasaron unos minutos cuando exactamente a las 4 llego, al verlo salí del auto y espere a que llegara. Una vez hecho eso, me abrió la puerta de su carro y entre. En cuanto me senté su mirada de asombro y alegría se clavaron de en mi ropa y en mi cuerpo.

Enrique: Wow Larissa, sabes realmente como me gusta que te vestiste.

Yo: Si lo sé -le conteste mientras me dirigí hacia él para besarlo en los labios.

Enrique: Me sorprendes, que bella te ves, que hermosa.

Yo: Gracias -le conteste para de nuevo besarlo en los labios- pero ya mejor vámonos antes de que me vea alguien ¿sí?

Enrique: Ok ¿y tu auto?

Yo: Aquí lo dejo, le dije a mi madre que iría a casa de una amiga, así que si alguien de mi casa lo ve aquí va a pensar que me fui con mi amiga y que deje el carro aquí para que este más seguro.

Enrique: Ok.

Enrique arranco el carro y nos fuimos al lugar que me había dicho. Durante el camino me veía y me sonreía; a veces miraba mis piernas, que se veían casi en su totalidad pues la minifalda se me había subido demasiado, cubriendo muy poco de mis muslos, sin contar que las aberturas dejaban ver bastante. Tomé su mano derecha y la puse en mis muslos y la movía ahí, para que me los acariciara.

Yo: No solo me las vea Enrique, acaríciamelas, me gusta que me acaricies las piernas, me gusta como lo haces.

Enrique: Lo se Larissa, su belleza me inspira a hacerlo.

Ya Enrique me acariciaba los muslos, mientras yo me agarraba con las manos de la parte alta del respaldo donde iba y cerraba los ojos, disfrutando de sus caricias tan suaves y delicadas en mis piernas. A veces las abría un poco para que acariciara la parte interna del muslo, lugar que me fascina que me acaricien, y el lo hacía. En ocasiones en los altos del semáforo se acercaba a mi y me besaba, yo lo correspondía con besos de lengua, ya que sé que le gustan mucho a él.

Así estuvimos todo el camino, unos 15 minutos más o menos, hasta que llegamos a un edificio alto, de unos 10 pisos, y que hace poco acababan de terminar su construcción, por lo que realmente yo no sabía que había ese en ese edificio. Llegamos al estacionamiento y bajamos del carro

Yo: ¿Qué es aquí, un hotel?- pregunté.

Enrique: Jaja no princesita no es hotel, pero espera. Ya verás que hay aquí -me dijo tomándome de la mano.

Nos dirigimos hacia los elevadores y solo esperamos unos 15 segundos cuando bajo uno, de donde salieron una pareja y unos niños de unos 7 años. Al entrar y al cerrarse la puerta Enrique me tomo de la cintura y nos dimos un beso apasionado, recargándome contra la pared, quedando yo entre ella y él. Su mano se metía debajo de mi blusita y se dedicaba a masajearme mis pechos, pellizcándome mis pezones suavemente. Mis gemiditos se ahogaban en nuestros besos que se escuchaban claramente, junto con nuestra fuerte respiración. No nos dimos cuenta que habíamos llegado al piso que había marcado Enrique hasta que unas risas se escuchaban que se acercaba al elevador, por lo que rápidamente nos acomodamos y salimos. Vimos unos jóvenes acercarse corriendo al elevador para alcanzarlo, y por fortuna no nos habían visto.

Caminamos por el pasillo y llegamos a una habitación, muy grande para ser un cuarto de hotel, amueblado con un toque muy moderno y elegante.

Yo: ¿Qué es aquí?- volví a preguntar.

Enrique: Mira Larissa, este es un departamento que compre, me lo acaban de dar hoy en la mañana y quise que tú fueras la primera en conocerlo. ¿Qué te parece, te gusta?

Yo: Claro que si, es muy bonito tu departamento.

No quise preguntar por qué lo había comprado, supuse que por si el problema con su esposa ya no tuviera solución, el viviría aquí, pero ya no quise meterme mas en eso. Me dirigí hacia el ventanal y había una preciosa vista de la ciudad. Él se acerco a mí y me abrazo de la cintura, besándome la oreja.

Enrique: ¿Qué tal la vista, te gusta? -me pregunta.

Yo: Si mucho, que lindo

Enrique: Ven, te tengo una sorpresa.

Tomándome de la mano me lleva al comedor. Ahí había velas encendidas, varias charolas y comida. No entrare en detalles que platillos eran pero si eran deliciosos. Me jalo una silla como todo un caballero y al sentarme, puso música romántica y luego se sentó junto a mí, para comer y platicar en un agradable ambiente, aunque mientras comíamos su mano no dejaba de acariciarme las piernas, lo que me ponía candente.

Luego de unos minutos de comer y disfrutar de una amena y estupenda platica, como un par de locos enamorados, me toma de la mano y me besa tiernamente, para llevarme al cuarto principal de su departamento. Al entrar mi sorpresa fue mayor. En un pequeño mueble que estaba al lado de la cama había una cubeta con hielos y un vino que se veía fino, pero mas que nada, me sorprendió que en el piso hubiera pétalos de rosas rojas, mis favoritas, que formaban la palabra "LARISSA". Solo pude decirle gracias con mucha sorpresa y en ese momento me decidí a pasarme una tarde llena de puro placer. Me avente sobre él y nos besamos; esta vez con mas pasión y deseo, ahí parados en medio del cuarto. Ya la pasión estaba encendida para mí con sus detalles y con mi ropa para él, así que dimos rienda suelta a nuestros impulsos y sentimientos. Sus manos recorrían mi espalda, mis nalgas, levantando mi minifalda, haciendo que se viera muy apenas el hilo dental que se perdía entre mi trasero, mientras mi manos desabotonaban su camisa y luego tras quitársela le acaricio y beso su torso desnudo.

Después de acariciarnos nuestros cuerpos, Enrique me quita mi blusita y luego hincándose frente a mi me quita mi minifalda y mi tanga, solo me deja con mis zapatos de tacón negros para después pararse y quedar frente a mí, y verme de pies a cabeza con los ojos bien abiertos, completamente desnuda, poniendo yo mis manos detrás para que me viera mejor.

Enrique: ¡Por dios Larissa!, eres una diosa, que belleza de cuerpo.

Yo. ¿Te gusta?- pregunte coquetamente mientras me giraba para que me viera totalmente.

Enrique: Si, no sabes cómo tu cuerpo me hace delirar, ¡me vuelve loco!

Yo: Pues toma mi cuerpo, es tuyo, haz lo que quieras con él… es lo que deseo.

Sin más palabras Enrique se fue sobre mi y me abraza, besándome con mucha pasión y haciéndome recostar sobre la cama boca arriba, y el sobre mi, continuando con nuestros besos. Sus manos acariciaban los costados de mi cuerpo, fundiéndonos en uno solo con nuestras muestras de deseo. Luego baja su lengua a mi barbilla, a mi cuello, el cual lama algunas veces mientras con sus manos toma las mías y las sube, poniéndolas sobre la cama. Lame, chupa y muerde todo mi cuello, para después bajar mas, llegando a mi pecho; igual lo besa y lame hasta llegar a mis senos. Me los lame suavemente, con movimientos circulares, primero el izquierdo, llegando a lamerme el costado externo de seno, lo que me causa placer esa zona. Me lo lame para luego regresar y concentrarse en mi pezón, el cual lame , chupa y muerde, varias veces, jalándomelo a los lados, haciéndome retorcer y gemir, sin soltarme con sus manos las mías.

Yo: Uff ahh sii… ay no pares… ahh ayy… mmm -le decía entre gemiditos.

Enrique ahora lleva su lengua a mi otro pezón y le hace lo mismo, el cual ya lo siento tan duro como una piedra y es abatido por sus lamidas y mordidas. Lo succionaba fuerte y me soltaba, para lamerlo suavemente y después lo mordía suave con sus dientes, jalándomelo, para volverlo a lamer. Gemía y mi cuerpo se retorcía debajo de él. A veces me dolía un poco sus mordidas en mis pezones y en la aureolas, pero no niego que al tenerme sometida así me daba morbo y el placer era más grande que el dolor.

Después de saciarse con mis pezones, Enrique continúo su marcha hacia abajo, con su lengua lamiendo mi cuerpo, lentamente, llegando a mi ombligo, al que también lamió varias veces. Con mis brazos aun arriba sobre la cama me estiro y retuerzo un poco al sentir sus lamidas ahí, dándome placer y rosquillitas.

Sigue bajando con su lengua sobre mi cuerpo, donde lo espero con mis piernas abiertas, deseosa de volver a sentir como devora mi sexo con su boca. Enrique no tarda en atacar, en cuanto ve mi sexo húmedo y tan cerca de su boca se dirige a lamer mi vulva, mi clítoris y mis labios vaginales, abrazándose de mis muslos. Siento como me lo lame y besa ansiosamente, como si él también lo deseara desde hace tiempo. Su lengua sube por mis labios vaginales hasta llegar a mi clítoris, al que chupa y lame rápidamente. Mi cuerpo empieza a moverse, poniendo mis brazos a los costados de mi cabeza, gimiendo fuerte y apasionadamente, al sentir de nuevo su lengua lamer mi sexo, tan bien como él sabe hacerlo. Sus movimientos de lengua en mi vulva y clítoris se hacen suaves, combinándolas con chupetones y succiones, lo que me mata, haciendo arquear mi cuerpo, y gemir más intenso.

Yo: Ayy si así Enrique… como extrañaba… esto… ahhhh siiii… ahhhh

Enrique se aferra de mis muslos con sus brazos y aprieta sus labios sobre mi vulva, para chupar y lamerme mi clítoris aún más rápido y fuerte, haciendo convulsionar mi cuerpo y gemir más fuerte. Unos minutos después Enrique, abrazado de mis piernas, se da gira hacia su lado derecho quedando boca arriba, haciéndome girar a mí también hasta quedar hincada sobre su rostro. Ahora me dejo caer con mis brazos estirados hacia atrás, recargándome sobre la cama por los costados de su cuerpo. Ahora poniendo sus manos en mi vientre continua lamiendo y chupando ahora mis labios vaginales, abriéndolas y metiendo su lengua, haciéndome gemir aún más y que mi respiración sea más fuerte, agitándose mi cuerpo y moviendo mis caderas rápidamente hacia atrás y adelante, dejando caer mi cabeza hacia atrás, disfrutando y sintiendo así su lengua recorrer toda la parte interna de mi vagina, mientras un dedo pulgar logra alcanzar mi clítoris, flotándolo rápidamente…

Yo: Ahh así así… rico… ahhh así… ahhh si… ahh… que… rico… ajhhh -lograba decirle.

Enrique lleva su lengua a mi clítoris, le da varias lamidas, haciéndome estremecer, para después enderezarse un poco, tomándome de mi cintura me levanta un poco, haciendo que saque mis pantorrillas debajo de sus brazos y haciéndome recargar con mi espalda sobre sus muslos, pues tenía sus piernas flexionadas. Ahora con mis piernas estiradas, quedo sentada sobre su pecho, y luego, con sus manos, me toma de mis corvas y levanta mis piernas lo más que puede, juntándomelas, quedando mi trasero sobre su torso y mi vagina y mi ano exactamente sobre su rostro. Enrique ahora levanta muy poco su cabeza y lleva esta vez su lengua a mi ano, que está a su entera disposición, a escasos 5 centímetros de su boca. Su lengua me lo lame suavemente, en círculos, sin soltarme las corvas. Comienzo a sentir que un fuerte placer va invadiendo mi cuerpo y llevándome mis manos hacia atrás, me agarro de sus pantorrillas, apretándolos. Dejo caer de nuevo mi cabeza hacia atrás y disfruto su lengua en mi ano, siento como cada vez lo hace más fuerte, sobre todo en el mero centro, penetrándomelo poco a poco con su lengua. Mi cuerpo comienza a sacudirse y mis gemidos se cortan con mi respiración fuerte y agitada.

Yo: Ah aahhh si así…

Ahora con su antebrazo izquierdo sostiene mis piernas de mis corvas, manteniéndomelas levantadas, y lleva su mano derecha a mi sexo, penetrándome con 2 dedos mi vagina, sin dejar de lamer tan bien mi ano. Ahora siento como sus dedos me comienzan a penetrar, llegando a rozar mi pinto g, el cual al sentirlo Enrique, comienza a estimulármelo más y aumenta la intensidad de sus lamidas y ahora chupadas, en mi ano.

Yo: Ahhh ahh Enrique… ahí me gusta… mucho… ahh… que rico… que rico… ahhhhh… Oohh…

Enrique comienza a penetrarme más fuerte mi vagina y su lengua logra meterse un poco en mi ano, moviéndola ahí rápidamente. Sus dedos comienzan a estimularme muy bien y mas rápido mi punto g, haciéndome gemir mas intenso y mi cuerpo convulsionándose, arqueándose y con mi cabeza hacia atrás, comienzo a sentir como me está llegando un fuerte orgasmo. Pasaron unos cuantos minutos para sentir como salió una fuerte cantidad de jugos de mi vagina, sintiendo y escuchando como Enrique los absorbía y bebía, haciendo sonidos en su boca que los disfrutaba y tragaba. Sentí desfallecerme y mi cuerpo se aflojo, mientras el con su antebrazo aun me seguía levantando mis piernas por mis corvas.

Logre recuperarme mientras el limpiaba mis vagina con su lengua, para después enderezarme y acomodarme sobre su cuerpo, para besarlo apasionadamente, mientras me abrazaba con fuerza. A veces sacaba mi lengua de por su boca y lamía mis jugos que tenía en sus mejillas y barbilla.

Yo: ¿Cómo le haces para lograr que me venga así?, eres un amor, ¿lo sabias Enrique? – le dije entre besos tronados.

Enrique: Tú me inspiras muñequita, tú y tu cuerpo son mi fascinación.

Yo: Mm Enrique, déjame devolverte el favor.

Enrique: ¿Ah sí?, ¿Cómo? -me pregunta muy sonriente.

Sin decir más comienzo a bajar por su cuerpo, pasando mi lengua por su torso, por sus tetillas, las lamo y muerdo levemente; el solo suspira sin dejar de verme. Sigo bajando, hasta llegar a su pantalón. Ahí él me pide que espere; se endereza y tomando su pantalón y calzón se los quita, no sin antes sacar un condón de su pantalón, poniéndolo en un mueble que está al lado de la cama. Enrique pone sus manos en su cabeza y ve sonriendo como tomo su pene y me inclino hacia su él, y tomándolo con mi mano derecha, me lo meto a mi boca y comienzo a chupárselo de nuevo, con más deseo que el día anterior en su cocina, mientras con mi otra mano lo acaricio por su vientre. Se lo chupo suavemente, con movimientos rápidos, con mi mano acariciando todo su pene, y a veces al sacar su pene de mi boca lamo su cabecita, lo que hace que gima y se estremezca, para después volver a meterme todo su pene, hasta mi garganta. Ahí se lo succiono varias veces, sintiendo su cuerpo estremecerse.

Enrique: Ah Larissa… por dios… que experta… que bien… ahhh ahhh… lo haces…

Ahora con mi cabeza hago movimientos circulares con su pene dentro de mi boca, lamiéndoselo poco dentro, mientras que con mi otra mano, ahora le masajeo sus testículos, los cuales tiene muy duros, mientras con la otra lo sigo masturbando. Él con sus manos se aprieta de las sabanas por los costados de su cuerpo, jalándolas, gimiendo cada vez más, mientras sigo succionando y lamiéndole su pene, que ya me moría por hacerlo gozar con mi sexo oral. Toso al sentir la punta de su pene entrar en mi garganta, pero no me impide en seguir mamando y succionando su pene que cada vez lo voy sintiendo más duro en mi boca.

Enrique: Larissa, ven muñequita… también dame… de beber… tus jugos, quiero probarlos otra vez.

Luego de decirme eso, me enderezo y me hinco de nuevo sobre su rostro, pero de espaldas, dejándome caer hacia delante. Ahora nos estamos dando placer en un rico 69; lo tomo más fuerte de su pene con mi mano y ahora solo se lo chupo rápidamente, sacando y metiendo su pene de mi bocas varias veces, mientras él, tomándome de mis nalgas de nuevo, me las aprieta y comienza a chuparme y lamer mi clítoris. Unos segundos después siento como lleva un dedo índice a mi ano y poco a poco lo mete ahí, haciéndome sobresaltar y lanzando un leve gemidito. Ahora aparte de comerse mi clítoris, me penetraba mi anito con un dedo. Me da mucho placer y me desahogo en su pene, el cual ahora chupo con más intensidad y fuerza, metiéndomelo de nuevo hasta mi garganta. Solo escuchamos por varios segundos nuestros gemidos en toda la habitación, dejándonos llevar por nuestro enorme deseo y total pasión.

Después Enrique me pide que lo monte, así que me enderezo y tomo el condón que había dejado en el mueble. Sonriendo él, ve como se lo pongo sin ningún problema. Ya después hincándome frene a él sobre su erecto pene, con ayuda de mis manos, me lo meto lentamente a mi vagina. Ya una vez metida, comienzo a mover mi cuerpo, sintiendo su miembro penetrarme. Sus manos las pone en mis pechos y los acaricia, mientras con las mías acaricio sus brazos. Ahora comienzo a mover mas mis caderas, hacia todos lados, atrás adelante, arriba abajo, mientras que el también levanta varia veces y rápido sus caderas, haciendo una profunda penetración con nuestros movimientos. Mis gemidos van en aumento junto con nuestra penetración, dejo caer mi cabeza hacia atrás y el aprovecha para apretar mis pechos, haciendo que mis pezones sobresalte. Mi cuerpo se estremece y mis gemidos se ahogan con mis respiraciones entrecortadas. –ahh ahhh. Mmm ahhh ahhh. -gemíamos los dos. Sus manos sueltan mis pechos luego de que me los manoseo varios segundos y bajan por los costados de mi cuerpo, llegando a mis muslos, los cuales acaricia mientras ahora me apoyo con mis manos en sus hombros, moviendo mas mis caderas y sintiendo su pene penetrarme hasta lo mas hondo de mi vagina, provocándome escalofríos y sobresaltos, haciéndome gemir intensamente.

Luego de varios minutos más así, nos levantamos y cambiamos de posición. Yo me pongo en posición de perrito, y el detrás de mí, acariciándome los muslos y mis nalgas, suspirando él mientras me acariciaba.

Enrique: Mm ahh Larissa, que rico culito se te ve, mm

Yo: ¿Se te antoja? –le pregunto agitada.

Enrique: Mucho muñequita.

Yo: Mmm, ¿por qué no me das por ahí?, quiero sentir dentro de mi ahí.

Enrique. Si bebé, yo también.

Enrique se inclina hacia delante y lleva su lengua a mi ano, al cual le da varias lamidas mientras con sus manos me abría las nalgas. Siento de nuevo todo mi ano cubierto por su tibia lengua, bañándomelo, y parte de su lengua penetrándome ahí. Lanzo algunos gemidos fuertes y cortos, estremeciéndose mi cuerpo al sentir sus ricas lamidas en mi agujerito trasero. Luego de haberlo lubricado con su lengua por unos segundos, lleva su pene a mi ano, abro mis piernas para bajar un poco más mis caderas para que sea más fácil la penetración, y lo acaricia con su punta suavemente. Esto me enciende, deseando que ya me penetre por ahí, deseando sentirme suya ahí, así que le pido que ya quiero sentirlo dentro de mí. Enrique ríe levemente y comienza a penetrarme lentamente mi ano, metiendo la mitad de su pene ahí. Una vez metido la mitad, de nuevo vuelve a empujar, tratando de meter por completo su pene dentro de mi agujero anal.

Yo: Ahh ahhh ahhh siii ahh mmm -gimo mientras siento como va entrando todo en mi.

Una vez que logra meter todo su pene en mi ano, comienza a penetrarme suavemente, apoyando sus manos en mis nalgas, apretándomelas. Mis gemidos son más intensos y agudos, me estaba penetrando completamente e iba aumentando más la fuerza de sus penetraciones, se hacían más rápidos y fuertes. Aprieto con fuerza las sabanas donde me apoyo con las manos y arqueo mi espalda, sintiendo un gran placer invadir y calentar todo mis cuerpo, levantando lo mas que pueda mi cabeza, gimiendo con gran placer. Los gemidos de Enrique también aumentan, sintiendo ambos como su pene penetra con facilidad mi estrecho conducto anal, lo que a mi me hacía estremecer.

Yo: Aahh ahh si Enrique… dale… dale… ahh me matas… que placer…

Mi cuerpo sigue arqueándose, pero ya también tiembla y se estremece a medida que van aumentando la fuerza de su penetración en mi ano. Siento todo su pene salir y entrar de un solo golpe ahí, lo que me saca varios gemidos fuertes y cortos. Sus testículos chocan fuertemente contra mis labios vaginales a la vez que su pene abría todo mi conducto anal, dándome un placer muy intenso.

Luego me toma de la cintura y hace que nos acostemos sobre nuestro lado derecho, sin sacar su pene de mi ano. Ahí acostados de lado continuamos con la penetración. Mientras me penetra, me abraza, y con mano izquierda me acaricia los pechos y me los aprieta suavemente, y con su lengua, lame mi oreja izquierda, dándole leves mordidas.

Enrique: Mmm Larissa… mm cuanto deseaba… hacerte mía… otra… vez… -me decía al oído entre jadeos.

Yo: Yo también… Enrique… sigue… no pares…

La penetración aumenta de fuerza, sintiendo mi ano ya completamente abierto y penetrado en su totalidad por su pene, lo que me da un gran fuerte placer. Mis gemidos ya están a lo que dan, mi cuerpo se sacude y estremece cada vez que Enrique penetra con todo su pene mi ano, mientras sigue con su mano izquierda jugando con mis pechos. Así seguimos un par de minutos más, hasta que Enrique saca su pene de mi ano, y me voltea boca arriba; quitándose el condón comienza a masturbarse por pocos segundos hasta que eyacula buena cantidad de semen, que cae sobre mi pecho y mis senos, sintiéndolo bien caliente, haciéndome gemir levemente.

Enrique gime hasta que sale la última gota de su pene. Ya una vez que salió todo se deja caer a mi lado, mientras con mi mano tomo el semen que cayó en mi cuerpo y me lo llevo a mi boca para comerlo. Enrique me ve y solo sonríe. Una vez que me quite y trague todo el semen, Enrique se acerca y me da un beso tierno, para después voltearme boca abajo, sintiendo que pone el lado derecho de su cabeza en la parte baja de mi espalda, y con su mano izquierda, acaricia suavemente la parte trasera de mis muslos, pero sobre todo mis nalgas, las cuales masajea y les da leves nalgaditas, haciéndome reír y gemir. Así nos quedamos platicando varios minutos, en esa posición; yo con mis manos bajo mis pecho volteando mi cabeza hacia la izquierda, platico y cierro los ojos al sentir tan rico las caricias de Enrique en mis nalgas y las puntas de sus dedos acariciando la zona que divide mis nalgas, tocando mi ano dilatado, para regresar a mis nalgas y apretarlas suavemente.

Enrique: Me gustan mucho tus nalgas Larissa

Yo: ¿Ah sí?

Enrique: Si, bastante, tan suaves, redondas y paradas. Tienes el trasero perfecto

Yo: Gracias Enrique, que bueno que te gusten, así querrás tocarlas mucho.

Enrique: Si, pero me gusta más como se mueven -dijo para luego darme una nalgada en cada glúteo.

Yo. Auch, con cariño corazón, son muy sensibles mis nalgas.

Enrique: Si, lo se muñequita, por eso también me gustan- dice Enrique para enderezarse y darle a mis nalgas algunas lamidas y besos, haciendo estremecer y gemir.

Yo: Mmm, malvado. Sabes que me encanta que me hagas eso.

Ya después de besármelas y lamerlas por varios segundos, de nuevo me voltea boca arriba y nos besamos con pasión, abrazándonos para entregarnos a ese mágico momento que habíamos pasado, e inolvidable para mi.

Ya luego nos bañamos; ahí mientras nos enjabonábamos nos besábamos y acariciábamos con deseo varios minutos. Ya después salimos de bañarnos, nos vestimos y salimos. Él fue a dejarme a la preparatoria, por mi carro; ahí nos despedimos y cada quien para su casa, esperando ambos volver a repetir una tarde mágica como esta

Sus comentarios ya saben a [email protected]. Buena semana, besitos.

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