Esa noche al llegar al hotel descubrí en el hall, sentado, al muchacho que nos trajo el desayuno. No llevaba el uniforme, lo que significaba que estaba esperando nuestra llegada. Ya era medianoche. En recepción estaba el conserje con una sonrisa de parte a parte apenas nos vio entrar. Le pregunté si sería penoso hacernos llegar una botella de agua con gas a la habitación.
— Tienen agua, refrescos y botellines de licor en la nevera de su habitación…
— Sí, ya me consta, pero no hay ninguna con gas; si es molestia o ya no es posible…, no hay problema, no se preocupe.
— Gracias, disculpe usted, está cerrada la cocina, —dijo el conserje.
— Disculpe, señor, si lo desea puedo salir a comprarle su botella a un bar cercano y se la subo a su habitación, —dijo el muchacho acercándose a nosotros.
— Toma dinero, —le dije.
— Deje, señor, ya me lo dará, voy en una carrera antes de que cierre, —y se salió corriendo.
Aun no nos habíamos desnudado del todo, estaba Anselmo lavándose la boca, y sonó el timbre de la puerta. Llegó el chico muy pronto. Había ido corriendo y había venido pausado para no llegar jadeando. Le hice pasar. Cerró la puerta y le di un beso a sus labios, mordiéndole suavemente su labio inferior. Me abrió la boca y le dejé mi lengua para que jugara con ella, luego transportamos ambas lenguas a mi boca y así jugábamos hasta que salió Anselmo. El chico, mirándome, se acercó a saludar a Anselmo y lo besó en la boca. Anselmo llevaba su pantalón puesto, iba descalzo y sin camisa y se sentó en el sillón que había frente a la cama. Se sacó su libro y se puso a leer para desentenderse. Ya estaba en primera fila para contemplar lo que iba a venir.
— ¿Cómo te llamas?, —pregunté al muchacho,
— Loren, Lorenzo, pero es Loren, —me respondió.
Lo invité a que se desnudara y dejara su ropa en una de las banquetas y yo acabé de desnudarme y lo dejé con el resto de mi ropa que estaba en la otra banqueta.
— Anselmo, ahora venimos, vamos a la ducha, —dije.
— Ya iré yo luego, —respondió y siguió leyendo.
Cuando estábamos en la ducha, mientras nos lavábamos uno al otro, me pregunta:
— ¿Quién es este Anselmo?
— Anselmo es mi novio, —respondí.
— ¿Tu n…, su noviooo…?
Asentí con mi cabeza y con una mueca en la cara dando a entender que nada había de extraño.
— Debe tener 60 años o qué se yo…
— Tiene 73
— ¿Queee…? ¿Y folla aún?
— Totalmente en forma, aunque hoy estamos muy cansados y lo voy a dejar tranquilo, pero gusta ver cuando follo con otro, —le contesté.
— Ah, se ha sentado para mirar lo que hacemos…, —dijo.
— Sí, para mirar.
— Y ¿no…?, ¿nada…?, ¿quieto…?
— Si le apetece lo hará conmigo, a ti te dejará tranquilo…
— ¿Sí?, ¿por qué?
— Porque tendría que pedirte permiso y no te lo pedirá teniéndome a mí, —le contesté.
— ¿Le podría dar permiso antes?, o rogárselo; nunca he follado con un mayor, siempre con amigos, me gustaría probar…
— Anselmo es delicioso en el sexo, muy delicado, silencioso y muy activo, se lo puedes decir cuando salgamos, pero primero quiere verme disfrutar con otro…; usaremos condón, sobre la mesita los hay; si vas a penetrarme avisa para ponerte o que te ponga un condón, lo mismo haré yo.
— Yo soy más pasivo, me gusta que me la metan.
— Yo también, pero no hay problema, haremos lo que nos apetezca, porque el sexo es libertad con respeto.
Nos acabamos de lavar y le indiqué que se limpiara el culo. Como se extrañó lo hice yo y le indiqué que hiciera lo mismo, que el sexo es más agradable sin malos olores y sin accidentes. Le pareció bien y lo hizo. Fue una suerte porque sacó más mierda que un caballo. Cuando ya estaba limpio y seco, le pasé un frasco de DIOR Sauvage EAU DE PARFUM para untarse el cuerpo. Le pedí que me perfumara mi cuerpo, lo hizo, y luego lo perfumé yo. Me pareció en ese momento con el pelo alborotado y medio mojado un chico muy guapo. Le dije que no se olvidara de la crema lubricante que es a la vez dilatadora, porque el sexo no ha de ser un martirio sino un placer.
— Pero siempre duele algo, —dijo sonriendo.
— Sí, pero sin desgarros, sin imposibilitar el disfrute, que sexo sin placer no tiene sentido, no vamos a violarnos sino a pasar un rato bueno, —contesté.
Todo esto se lo decía porque a veces lo notaba como nervioso, otras receloso y otras animado. Conseguí que nos animáramos. Él lo necesitaba porque iba a tener un voyeur, cosa a la que no estaba dado, y yo para superar mi cansancio.
— Loren, yo soy Juan Pablo, no me hables de usted, eso lo dejas para Anselmo, —le dije.
— Gracias, Juan Pablo, esto queda en mi secreto, como el secreto profesional, —respondió.
Salimos los dos, él me tomó por la cintura y yo lo cogí por los hombros. Nos pusimos de pie delante de Anselmo y dije:
— ¡Anselmo! —levantó la vista cara a nosotros, nos miró— ¿podemos comenzar?
— Estáis muy guapos así…, la cama es vuestra.
— Señor —dijo el muchacho—, si usted desea intervenir de alguna manera, no me preocupa, ni me pida permiso, todo lo tiene concedido.
– Vosotros a lo vuestro, yo acabaré el capítulo y todavía me he de duchar…
Decidimos —mejor decir que lo decidí yo—, meternos sobre la cama y comenzar por lo más fácil, un 69 con una mamada mutua y que se nos ocurriera algo. Como el muchacho tenía ganas, mamó de mi pene para ponérmelo duro y lo consiguió. Yo le iba comiendo el culo y él reaccionaba positivamente a los estímulos y elevando su rostro y cercando mi polla con sus dientes me dio a entender que deseaba que yo iniciara en serio una penetración anal en toda regla. Lo agarré con mis manos, le di media vuelta, lo posé en cono con el culo en lo alto, con dos cachetadas entendió que tenía que abrir las piernas y mostrarme su culo.
Ya estaba abandonado a mi voluntad, porque estas cosas no han de hacerse con remilgos, a no ser que sea por amor; cuanto se juega por pasión una de las piezas del juego es la violencia y luego el aparente despreció rebajando la dignidad del otro. Por eso, violentamente le traspasé el culo con la sola preparación previa. Gritó, gritó de dolor, no me asusté, hice como quise para este efecto, ver el dolor y la humillación en el otro.
Esto puso a cien a mi querido Ansel. Se levantó, se fue al baño y, mientras yo follaba al muchacho violentamente para que gritara más y más Anselmo se animó en la ducha, se secó y salió. Se me acercó y fui sacando mi polla de aquel culo dolorido para que Anselmo lo follara. Le puse el condón, lo besé y le ayudé a penetrar al chico. Fácilmente Anselmo llegó al final y el chico dio un grito y un amago de escapar. Me había puesto delante para meterle mi polla en su boca. Se deleitó lamiendo y Anselmo inició su mete y saca lentamente para luego ir acelerando. El chico estaba siendo follado por los dos grandes agujeros de su cuerpo.
Anselmo está llegando a su orgasmo. Yo le veía la cara de felicidad y el muchacho se sentía feliz agarrándose de mis nalgas, que apretaba con sus manos incluso daba la sensación de que me había clavado alguna de sus uñas. Anselmo llegó al final y comenzó a eyacular. Por mi parte empujé fuertemente mi polla hasta el fondo de su boca para descargar mi leche profundamente en la garganta del chico. Lo hice sin avisar y descargué toda mi leche en su boca. No pudo con todo y se le iba escapando por la comisura de sus labios.
El chico se quedó toda la noche con nosotros, a las 6:00 se fue a la ducha, se lavó, vino a la cama a darnos un beso y se fue a su trabajo. Anselmo y yo decidimos dormir, me levanté y vi que el aviso “DO NOT DISTURB” había sido colocado en la parte de afuera por nuestro amiguito Loren.