Usted me reclama nuevos relatos. Yo le ofrezco uno para usted, y si quiere, lo hacemos público.
Pero si no, sepa que no es una fantasía, sino una promesa.
Será el día en que coincidamos, y podamos cerrar la puerta de la habitación.
El mundo afuera, nosotros adentro. Toda su plenitud y su hermosura, toda mi perversión, encerrados en un cuarto.
La miraré a los ojos y le pediré que se arrodille.
Me encontraré con el traje negro, la camisa blanca, sin ropa interior.
Sabrá entonces que es el momento de ofrecerme su boca. Usted mostrará sus mejores artes. Chupará, besará, lamerá.
No logrará que surjan de mi cuerpo sonido alguno. Notará que mi cuerpo responde a sus caricias, su boca quedará llena de mi ser. Se ahogará una vez.
La apartaré, y le empezaré a quitar la ropa.
Desnuda por completa, juntaré sus manos y se las anudaré, como si estuviera rezando las manos atadas, juntas, delante suyo.
Y sin decirle palabra alguna, la acostaré boca abajo en la cama.
No le vendaré los ojos. No esta vez.
Quiero que vea mis ojos, la única debilidad que me permito.
Sentirá que anudo uno de sus tobillos, y lo aseguro en la pata de la cama. Y enseguida, notará que también anudo su otro tobillo que será anudado en la otra pata. Sentirá su cuerpo abierto, expuesto, para que sea yo el que descargue el primer golpe con la mano.
No usaré cinturones ni látigos. Mi primer contacto con su cuerpo será mi mano, bajando una y otra vez sobre sus nalgas. Hasta que queden rojas. Quiero sentir en mi mano las descargas. Quiero ver como su piel blanca empieza a enrojecer. Usted se dejará hacer. Y yo me serviré de su cuerpo hasta que me plazca. Y después de unos cuantos chirlos, sentirá en su espalda que vuelco aceites… y empezaré a recorrerla con mis manos, las mismas que no tuvieron piedad con sus nalgas, desde el cuello hasta el centro de la espalda… descendiendo lentamente, hasta que las vuelva a sentir en sus carnes enrojecidas…
Me detendré en sus piernas, las recorreré en toda su longitud… y rozaré su vagina sin tocarla. Sentiré que sus manos atadas están tocándose, sin entender por qué mis golpes y mis caricias han logrado humedecerla. Hoy se lo permitiré…
Cuando sienta que todo su cuerpo ha despertado, rozaré con mis dedos su clítoris, y se encontrarán con sus dedos. Abriré sus nalgas con mis manos y hundiré mi boca en su culo. Veré con mis ojos, y sentiré con mi boca como se va abriendo para mí, deseando que la penetre.
Haré círculos con mi lengua sobre su culo, mientras un dedo la penetrará. Encontraré sus puntos más sensibles. Su interior está húmedo y caliente… Usted gemirá.
Y allí me detendré.
Me acercaré para que vea como me desabrocho la camisa. Muy lentamente. Sin prisas. Y me desnudaré frente a usted.
Apoyaré mi miembro en su culo abierto, pero no la penetraré.
Será usted la que levantará su pelvis para ser penetrada, y no dejará de masturbarse.
Será apenas el primer orgasmo de la mañana.
(Si por alguna extraña razón, quisieras comunicarte con el autor del texto, se puede a través de [email protected])