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Economista y prosti: Conociendo el trabajo en el prostíbulo
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Encantada de relatarles ahora una de mis salidas bien recientes. Producida como puta callejera, que la verdad ya casi no hay, era la solicitud de un segundo cliente que me pedía lo mismo, al igual que otro anteriormente y que fue quien me lo presentó.

Por razones de comodidad del cliente, tuvimos que cambiar de zona, y tenía que confiar en su elección de lugar de levante y en el telo elegido. Todo estaba arreglado para hacerlo en una esquina muy cercana a un shopping, en el quiebre de nuestro gran bulevar Artigas. Con un telo (hotel por horas) muy muy cercano.

Planificamos todo para las 8.30 pm del viernes 30 de agosto, pero, allí se interpuso el pronóstico meteorológico con anuncio de lluvias y probablemente vientos fuertes.

Mi cliente ya había planificado su venida desde Piriápolis, por trabajo (pretexto) todo el viernes y hasta el sábado de mañana. Yo no quería perder el cliente, que era la primera vez conmigo, y tampoco estaba dispuesta a arriesgar mi cuerpito bajo lluvia y viento de noche con aviso de temporal.

Ya el jueves, estaba el pronóstico, lo hablé con Tommy, que rápido y eficaz consultó el tema con su padre (conocedor de ciertos temas). En media hora teníamos una solución alternativa, gestionada por el papá de Tommy.

“Ya que la quiere como puta callejera, y no puede ser por el clima, que le haga de puta de quilombo” (quilombo, queko, putero, en realidad es una casa de chicas, de no mucho nivel). Eso fue lo que propuso mi suegro.

Pasé a la acción, el jueves, en horario que el cliente me mencionó como seguro, lo llamé ya en mi papel.

-Hola Fernando, ¿viste el pronóstico para mañana de noche? Me voy a congelar toda esperándote amor y no te voy a poder atender bien. ¿Por qué no venís a una casa donde trabajo a veces? (Obviamente nunca jamás pisaría un lugar así con mi nivel, pero fingía para disfrute de Fernando).

-¿De verdad un lugar donde has trabajado? Dijo él entendiendo bien el juego.

-Sí obvio, trabajo a veces allí.

-Sensacional. Me gusta, para que no sufras viento y lluvia en la esquina.

-Claro amor. ¿Y vas a querer preguntar por mí? ¿O entras y te desfilamos como a un cliente cualquiera?

-¡Mmm prefiero desfile! ¡Hasta puede ser que encuentre una putita mejor!

-¡Me voy a poner un precio bien alto, para que no me vaya a seleccionar algún otro que esté también por elegir! ¡Pero quedate tranquilo, lo tuyo está pago!

-¡Sí, que no te lleve cualquiera!

-¡Ayyy que vigilante!

Le envié la dirección del lugar, y quedamos que allí lo esperaría.

Tommy y Fernando aún no se conocían, por lo cual Tom se deleitaría viendo todo como si fuera un cliente más, que esperara a una chica ocupada. Desfile y elección de un cliente como si yo fuera una cualquiera realmente.

El lugar como corresponde a esos antros, es más bien lúgubre. En una calle poco transitada de Montevideo, nada lejos de la zona de Tres Cruces. Casa vieja, se entra por un pasillo techado con puerta a la calle y reja, por seguridad. Un pequeño jardín al lado del pasillo techado que lleva de la puerta reja a la casa propiamente dicha.

Se entra a una sala de espera, de cero privacidad. En esos lugares la privacidad no cuenta. Allí desfilan las chicas disponibles cuando se juntan dos o tres clientes y ellos eligen. A veces hay suerte y el desfile es para un solo hombre. Los hombres hacen ronda esperando sentados en algunas sillas.

Tarifas, asómbrense frente a mi arancel, alrededor de 80 a 100 dólares por una hora, unos 3200 a 4000 pesos según el cambio del día.

Las habitaciones, espartanas, son cuatro, tres con lavatorio dentro y otra con un baño completo en suite. Mi suegro acordó con la encargada una generosa retribución para ella, y también, por las molestias, para cada una de las chicas.

Las chicas no perdían nada, en realidad, y ganaron cada una como si atendieran dos clientes. Y la encargada tuvo lo suyo por la buena voluntad y además un extra por cederme la habitación con baño. Yo me ocupé, era imprescindible ja ja, de llevar sábanas nuevas. La verdad, todas contentas en la casa, y además iban a divertirse con el desfile, falso en realidad.

Llegué con Tom, arreglamos la habitación con sábanas y toallas nuevas y esperamos unos minutos a que Fernando llamara a la puerta de calle.

Salieron un par de clientes que habían estado con chicas y me miraron, obviamente.

Llegaron dos clientes, malhumorados por la llovizna intensa. Me vieron y preguntaron a la madama si era nueva incorporación. La respuesta de ella, para jugar aún más, fue que había venido a probarme, que las tarifas serían cinco o seis veces lo usual (ni sabía que en realidad era todavía muchísimo más), pero que si querían me verían desfilar en cuanto viniera otro cliente.

Tommy veía y oía, divertido como otro cliente en espera, y a la hora combinada sonó el timbre, y yo me fui detrás de una cortina que da a la cocina. Allí preparé la sorpresa que solamente Tom conocía previamente.

Me quedé en tacos, tanga y uno de mis corpiños-marco, los que dejan salir las tetas al aire, solamente las rodean. El resto de las chicas me miraban incrédulas (esperaban en la cocina para salir de a una y desfilar).

-¡Pasen chicas! Los señores esperan dijo la encargada.

Fueron pasando de a una, cada una decía su nombre, jean y camiseta (las estufas mantenían temperatura agradable), short y soutien, y la última de vestido mini, escotado. Chicas digamos comunes, aptas para un amor al paso. Todas de zapatillas.

Y entonces aparecí yo, y desfilé, la verdad con más clase y mucho mejor porte.

Tacazos, mini tanga hilo y tetas con soutien, pero al aire, super firmes y los pezones erguidos. Lo noté al instante, se les caía la baba, como se suele decir. Para más diversión di dos pasadas, y desaparecí tras la cortina.

Se oía claramente que preguntaron por mi precio, y cuando les respondió una suma escandalosa, pero mucho menos que la realidad, Fernando dijo:

-Me la llevo.

-Yo pago más, acotó Tommy, para aumentar la expectativa.

-El caballero la pidió antes, dijo la encargada, y me envió con Fernando.

Según me dijo Tom después, los otros, resignados por falta de recursos se llevaron a las otras chicas.

Fuimos con Fernando a la habitación, y según mi convicción de dar siempre el mejor servicio a mis excelentes clientes, le puse los brazos al cuello y arranqué a besarlo. Pasaron momentos y le dije: “¿te parece que el ambiente y la actuación fueron bien de puta?”

-¡Me encantó! ¡Mejor que levantarte en la calle! ¡Aquí hiciste bien de puta! Rodeada de putas y de clientes envidiosos.

Y de ahí, a la acción. ¡No había más que hablar! Se desnudó, yo me saqué la tanga, porque me pidió que me dejara puesto el soutien-marco con las tetas al aire. Y él se desvistió rápido, justo como si estuviera con una puta.

¡Nunca vi pija así! Bueno, sí había visto en fotos y pelis porno. La cabeza totalmente tapada de piel, pese a estar semi parada. Un poco gruesa, no muy larga. Ideal para coger ja ja.

Se le paró totalmente en cuanto nos acariciamos un poco, y fue una delicia destaparle la cabeza, la piel se arrolló detrás del glande, y me puse a chuparla. Lo cierto es que Fernando comenzó a excitarse cada vez más y a chuparme y besarme. Yo acompañaba con gemidos fuertes para que, si había alguno afuera esperando, me oyeran.

Aún estábamos parados, yo le había hecho oral y él arrodillado, me estaba chupando la concha y acariciando las tetas.

-¡Ahora te voy a clavar de parados, putita!

-Me encantaría que te calientes y me hagas acabar parados.

Me puse de frente a una pared, apoyé las manos en ella y eché el culo hacia atrás abriendo un poco las piernas. Sentía la concha mojada, de mi propia calentura y de la chupada de concha que me había hecho.

¡Vino por detrás, se ensalivó la pija y me la clavó toda de un solo envión!

Me encantó y grité, (y no fue preparado), “ayyy que divino”, seguro se oyó desde afuera

Nos golpearon la puerta, la encargada, y dijo: “no armen escándalo”. Pero eso era justamente lo que yo quería para excitar a todos los de la sala de espera, por broma, ¡nada más!

Me dio fuerte, empujando a fondo en cada envión, y como era de prever se vino rápido. Mi primer polvo de parada con un extraño (obvio que lo habíamos hecho con Tommy).

Sentí claramente los chorros de licor masculino, y no previmos como iba a chorrear al piso cuando me la sacó. Un enchastre que limpiamos al irnos.

Pasamos a la cama yo fascinada de coger parada, me falta que me hagan el koala, pero lo quiero con un pijudo musculoso.

En la cama, es de orden, le limpié la verga con la lengua, le volví a destapar la cabeza para sacar los restos de leche. Besos de lengua, chupada de culo de él a mí, ¡nunca me salvo ja ja!

Fuimos conversando de que le parecía la experiencia, improvisada de venir a prostíbulo, ¡y le encantó! según me dijo.

Mientras tanto lo masturbaba y el me chupaba las tetas, ¡ufff me encanta!

Nuevamente pija dura y esta vez quiso culo, recordatorio de que no me gusta que me acaben dentro de la cola, procedió a preparar el agujero. Mas lamida y chupada, seguidas de pose en cuatro con cola bien levantada y cabeza bien baja. Saliva y pulgar haciéndome círculos en el esfínter, luego pulgar adentro, gel y más trabajo de dedo pulgar.

Otro poquito de gel y me apoyó la verga, gruesa y con ese reborde de piel arrollada.

-Toda por favor, le dije.

-Voy, dijo y empujó.

-¡Ayyy mi culo! Grité, para que me oyeran afuera, ja ja.

En realidad, estaba dilatado en su punto justo. Costó trabajo, pero entró super bien, un placer.

Me dio como si fuera una máquina, entraba y salía rápido y a placer, y hasta llegar al mete saca, que me encanta. La sacaba, escupía al esfínter y entraba.

Cuando iba a acabar, ni me lo dijo, ¡la sacó y zás! Directo a la concha, de una.

Un placer sentirla entrar de improviso y que me volviera a llenar de leche. Siempre me estuvo masajeando las tetas, que le encantan, y según me dijo, le gusta mucho eso del soutien sin copa, que es elegante y las deja totalmente accesibles al manoseo.

La sacó, ensuciamos las sábanas nuevas con leche flujo y saliva ja ja, y nos pusimos a conversar sobre “ese cliente que tenés esperando afuera”, ja ja. Le confesé que es mi marido, y que se hizo pasar por interesado para aumentar el clima. Fernando se rio, encantado.

Le pregunté, mimosa y besándolo, si podría contar con él para repetir éste u otro juego en el futuro, si no le parecí muy cara, y me dijo que nos veremos sin falta cada mes para seguir jugando, que soy muy muy linda y que interpreto bien los juegos.

A todo esto, ya estaba yo acostada sobre él refregándole la concha en el miembro que se iba endureciendo.

Le propuse sacarle otra acabada, pero con la boca, igual si quería ponérmela podía hacerlo.

La respuesta fue un sí rotundo y me dediqué a chupársela en 69 ofreciéndole mi concha y culo para que jugara. Que delicia. Me encantó chupar sin apuro aquella verga gruesa y dejar que la cabeza se le tapara y destapara con su piel. ¡Le apliqué todos mis conocimientos orales ja ja! Chupe, lamer, garganta profunda, lengüetazos, pellizcos, todo.

Y el me retribuía con una gloriosa chupada de culo y concha, metiéndome dedos en mi trasero y la lengua en la concha.

Y al final, acabó sin avisarme, ja ja. Recibí sin tragar, saqué la poronga de mi boca, le mostré la leche en la lengua y tragué como buena chica.

Él no podía más, y dimos por terminado el encuentro, previos mimos y besos. Se duchó rápidamente, única habitación del prostíbulo en donde es posible, y se preparó para irse.

Yo simplemente me puse la tanga, dispuesta a excitar a otros concurrentes para beneficio de madame y de las chicas.

Fernando se despidió en la puerta de la habitación y se fue, reiterando que estaba encantado de mi servicio.

Yo decidí provocar a los clientes normales, y mostrar el juego con mi marido, al fin y al cabo, casi todas las chicas del prostíbulo tienen marido o novio o lo que sea.

Salí, en tanga y con mi corpiño marco, las tetas orgullosas, firmes, bañadas y brillantes de saliva y algo de leche escurrida de mis labios. Le dije a Tommy:

-Querido, me ducho, me visto y nos vamos, voy a buscar mi ropa

-Sí, amor.

Atravesé la sala de espera para ir a buscar mi ropa detrás de la cortina.

Cruzar la sala delante de dos o tres machos que esperaban el desfile siguiente para elegir chica, fue algo fenomenal y bien morboso. Ya sabían que mi marido estaba allí; y yo paso de ida y vuelta, básicamente desnuda, el cuerpo con zonas brillantes de revolcarme en fluidos, tacos super altos, las tetas erguidas, la tanga manchada de leche que escurría de mi concha.

Volví a la habitación, madame demoró el desfile, me duché rápidamente y me vestí.

Al salir, un beso de saludo a las chicas, agradecimiento a madame, y un “quizás vuelva”.

Ella me dijo que económicamente le sirvió a ella y a las chicas, y que si lo necesitaba para otra fantasía, podría repetir; “aunque visto lo que cobrás, quizás nos dejes un poquito más”.

Obviamente le dije que sí. Salí al salón nuevamente, dije “buenas noches a todos” y nos fuimos.

Había terminado una experiencia que 24 horas antes era impensada, gracias a la lluvia y al viento conocí un mundo totalmente nuevo, más pie a tierra, menos glamoroso, pero con buena gente.

Al día siguiente sábado, nos fuimos a la casa de campo con mi suegro y mi papá, y obvio, nosotros dos. Quise que me hicieran una triple penetración, contaré más adelante. Quise prepararme para futuras aventuras que ya han comenzado a proponerme ja ja.

Pero antes les contaré como en dos días “pesqué un tiburón blanco”, no un escualo, sino un altísimo director de un laboratorio multinacional.

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