16 de septiembre, 9 de la mañana, llamada al putifono. Me aparece el número grabado como “Hotel”.
-Buenos días, ¿es la señora Sofía?
-Sí, soy yo, lo reconocí por la voz, lo recuerdo.
-¡Qué bueno! Temía que no me reconociera.
-También recuerdo sus miradas y el tocarme en el ascensor.
-Siempre se lo agradeceré. Le pido que me disculpe por molestarla, pero el señor Tiburón (ja ja, debo ponerle un nombre) me dijo que si surgía algo muy importante podía llamarla.
-Ayer un colega de otro hotel me pidió ayuda.
-¡Cuanto misterio! ¿De qué se trata?
-A veces los empleados en ciertos cargos y con ciertos conocimientos nos ayudamos, aunque seamos de diferentes hoteles. Un colega me ha pedido ayuda pues está totalmente perdido ante un requerimiento que le han hecho.
-¿Concretamente que le han pedido?
-¿Puedo ser claro y directo?
-Sí, claro que sí, ¡no siga dando vueltas!
-Dos huéspedes han llegado al hotel donde él trabaja, y le han pedido lo mejor de lo mejor para atender a los dos. Les mostró el book de sus chicas y nada los convenció. Recurre a mí y yo pensé en usted. Después de verla no tengo dudas, pero no sé si atender a dos personas será de su interés.
-¿Lo pienso unos minutos y lo llamo?
-Espero su llamada. Yo también me juego una pequeña parte en esto.
Cortamos, llamé a Tommy que por suerte pudo atenderme y convinimos hacerlo con condiciones especiales.
-¡Hola!
-¿Señora Sofía?
-Dime Sofía simplemente, y vamos a tutearnos. Anotá mis condiciones.
-¡Adelante! ¡Qué bueno!
-Son desconocidos sin referencias, mi marido estará presente. 3k cada uno. Y se hace sobre fin de semana. Tienen tiempo de hacerse análisis, es mucho más disfrutable. Lo que yo diga que no, será no. Previamente, deberemos conocernos para café o cena. Transferencia o efectivo al comenzar. Cero alcohol o drogas, y ningún tipo de violencia ni cosas desagradables. Me avisan, tú o tu colega.
Y aceptaron la reunión previa, aunque algo preocupados por el arancel. La respuesta fue clara: “Es eso o nada”. Lejos estaba yo de saber en ese momento que éste contacto me abriría la puerta a un nuevo universo, el de los diplomáticos.
Sería solamente una reunión cordial, para conocernos, (más bien para ver si les gustaba), y como estaban alojados en uno de los al menos cuatro hoteles de la Rambla de Pocitos, la discreción estaba garantida, simplemente parecería una reunión de trabajo, de tantas, de ellos con Tommy y conmigo. Llegamos sobre las 18.30, nos identificamos a nuestro contacto y nos llevó a la reunión.
Yo, previsora, pensé junto a Tommy un plan de acción y llevé en un bolso deportivo la ropa para ejecutarlo. Llegamos a una de las habitaciones (cada uno tenía la suya), y al instante supe que yo quería, ¡más bien debía! coger allí. La cama, king size, está a más o menos un metro o metro y medio de la ventana, la ventana es de techo a piso, y permite ver íntegramente la Rambla de Pocitos. No tuve dudas, quería estar en cuatro, penetrada, y mirando ese panorama hermoso.
Llegó el otro señor nos presentamos todos, ahí nos enteramos que son diplomáticos, y por suerte Tom y yo, dominamos tanto el inglés como el idioma nacional de ellos (que no es el inglés).
Ciertamente les agradó que tenemos nuestras profesiones (Ingeniero y Economista). Hablamos de su país y del nuestro, de nuestras profesiones, de nuestra casa en el campo (les encantó ver fotos y les dijimos que, en el futuro, podrían ser nuestros invitados), ellos dijeron que hacen giras de inspección a su embajada cada 6 meses, a veces separados, pero casi siempre juntos.
En cierto momento, yo, que estaba vestida muy normal y seria (pantalón negro, camisa y sweater, ya me había quitado el abrigo) dije que quisiera que me disculparan un momento. Me fui al baño y llevé mi bolso.
Regresé de vestido solero muy amplio y corto, diciendo que por fin estaba a gusto, pues la calefacción del hotel era excesiva.
Los señores (que llamaré simplemente A y B, pues no sé si volveré a verlos) y Tommy seguían conversando de todo un poco. Al volver yo con tacos altos y mi solero, abrieron los ojos, me miraron fijamente y no dijeron nada. Me senté casi de perfil a ellos, mostrando generosamente los muslos. Lentamente la conversación giró a como nosotros fuimos a su encuentro, dijeron que ya todo estaba solucionado con los intermediarios amigos entre sí. Conversamos acerca de la hermosa vista desde el gran ventanal, a esa hora ya era noche y brillaban las luces de la Rambla.
Nuevamente me excusé y me ausenté. Menos de cinco minutos y estaba de retorno.
Esta vez, mi querido vestido largo, negro, de cuello romano, sin soutien, obvio, y con escote bajísimo a la espalda dejando ver un buen trozo de culo. Lógicos stilettos negros. Rodeando la cintura, por debajo del vestido adelante una delgada cadena de oro, genuina, de la cual, a la altura de la raya entre las nalgas, colgaba otra cadenita de uno 10 cm de largo, rematada en un pequeño corazón. ¡Me había mirado el culo al espejo, y la verdad lucía maravilloso!
Me acerqué a ellos, que ya me miraban desde que entré de nuevo a la habitación, quizás no muy impresionados por el panorama de frente. Pero frente a ellos giré y les di la espalda.
¡No les miento, oí “Wonderful”! Y les di tiempo de apreciarme. El tema de conversación viró hacia el tema de si habían recibido mis condiciones. Obviamente sí, y las aceptaban a pleno. Aun así quisieron asegurarse de que en la hipótesis de contratarme, obtendrían sexo al natural, en caso de hacerse los análisis completos. Les aseguré que sí y que me encanta (la pura verdad). Preguntaron también por la presencia de Tommy, y les aseguramos que no intervendría, incluso podría estar en otro ambiente, y que solamente estaría para darme apoyo moral por ser mi primera vez con dos hombres.
Tocaba ponerme algo aún más osado. Cuando me preparé a irme, uno de ellos extendió su mano y acarició lentamente mi espalda (no el culo). En su idioma esta vez me dijo que realmente era una piel muy suave. A lo cual decidí subir la apuesta y siempre en su idioma, les dije que ambos podían tocar sin exagerar, y les ofrecí mi espalda. Tocaron suavemente, debo reconocerlo, y fui a cambiarme.
Supe después por Tommy que le habían expresado su conformidad casi total “a falta de lo que queda por ver”.
Cuando volví, ya se notaba que ahora esperaban ansiosos, y creo que no los defraudé.
Lencería negra, con culotte semi transparente y soutien media copa, transparente. Desfilé, ni siquiera me senté. Pasé bien cerca de ellos, las tetas saltando, apenas contenidas por el media copa. Obviamente estaban complacidos, y percibí la partida casi ganada, sumando a eso un guiño de mi amor.
Y fui a buscar el golpe final. Es muy difícil nombrar o describir lo que yo misma había preparado, inspirada en páginas porno. Todo hecho con hilo grueso de terciopelo negro, más o menos de un centímetro de grosor. Partamos, por así decirlo, del punto superior de mi vulva. Dos hilos suben desde allí, dirigidos a que cada uno “cubra” ja ja, un seno, y se unen en la nuca.
Desde ese punto en la parte superior de mi conchita, parte hacia abajo un solo hilo que supuestamente la cubre, pasa entre las piernas y por mi culo, y emerge entre los cachetes, para subir por la espalda hasta anudarse a los otros en la nuca debajo del cabello. Estaba segura de que esa desnudez cubierta de un hilo, los excitaría grandemente.
Y así fue. Llegué caminando lentamente, un pie por delante del otro, como las modelos haute couture. Ambos se pararon, también Tom. Me miraron, se miraron entre ellos y uno, el que lleva la voz cantante, dijo: “Que belleza, estamos decididos”.
No esperé, miré a Tommy que hizo una señal de asentimiento con la cabeza y tomé una mano de cada uno llevándolas a mis tetas. Los dejé tocarme unos segundos y luego retrocedí. Volví a avanzar y los besé de a uno. “Verán que vale la pena” les dije.
Los anfitriones habían acordado con el intermediario que trajera una cena fría en cuanto se la pidieran, debía tener todo listo. Uno de ellos, A, lo llamó y a tres minutos tocaban el timbre de la suite. Miré por el visor, adelantándome a ellos, era quien nos había recibido. Y me decidí a gratificarlo. Yo misma abrí la puerta y lo hice pasar.
Imagínense, el hombre alucinaba, se le escapaban los ojos. Lo dejé mirar, se fue y cenamos, yo ya vestida de calle. Todo quedó acordado, en cualquier anochecer y noche, con los análisis ya hechos, concretaríamos. Nos despedimos y nos fuimos.
Evaluamos todo, entre polvo y polvo, con Tommy. Ambos encantados con mi éxito y lo bien que progreso en mi emputecimiento. Los días pasaron y en un cierto momento el jueves, mi putifono recibió las fotos de dos certificados de análisis. Hablé con los dos empleados de hotel ,y estaban ya contentos y conformes habiendo recibido lo que les habían prometido. Luz verde para el viernes a la noche.
Llegó el viernes de noche, día señalado. Luego del trabajo, en casa, hice mi preparación integral y elegí que ropa vestiría. Por comodidad, habíamos tomado una habitación en el hotel, como huéspedes cualesquiera. Llegamos con Tommy, nos registramos y, ¡sorpresa! Nos ubican en el mismo piso que nuestros diplomáticos. Supongo que allí intervino nuestro “representante” empleado del hotel.
Habíamos llevado bolsos y ropa, como para irnos al campo el sábado a la mañana. Y varios outfits para mi lado putifina. Me vestí para ir con ellos. Arriba, corsé negro opaco con las clásicas cintas a la espalda, pero cerrado al frente con 12 cierres de enganchar. Las tetas casi casi desbordaban.
Abajo, sin tanga, obvio, una mini blanca, tableada amplia, medias color natural y stilettos negros. Al cuello, fina cadenita de oro con colgante en forma de corazón que llegaba, ya lo imaginan, al canal entre mis tetas.
Con gusto y hasta diría luciéndome (no nos cruzamos con nadie, pero estoy convencida de que hay cámaras de seguridad), hice con Tommy más de 15 metros de pasillo, hasta la habitación de ellos. Estaba como para matar. ¡Pero al llamar a la habitación, nos abren y nos invitan a ir a cenar! Yo estaba para matar en privado, pero sin tanga y con las tetas a punto de escapar, no debía ir así al comedor.
Entré a la habitación, les expliqué lo del corsé, fuimos a nuestro cuarto, me aflojé un poco el corsé, tomé un blazer para cubrirme un poco, olvidé ponerme tanga. Y nos fuimos. Restaurante casi lleno, mi radar captaba todo tipo de miradas. Desde señoras que debían pensar “que putona” hasta señores que debían pensar “¡que mujer!” (supongo), fuimos a nuestra mesa, a un lado, mesa con dos matrimonios, al otro lado mesa con un señor solo cenamos liviano, previendo acción.
Nos levantamos para irnos, pero en ese momento, un jerarca del hotel (desconocía su cargo) pasó un momento a saludar a los diplomáticos, ¡en su idioma! Debía ser importante empleado del hotel. Los diplomáticos nos lo presentaron por su nombre, pero lo llamaré, digamos, Fred.
Yo tenía toda la mala intención de provocar, y luego del saludo, propuse subir un piso por la escalera, lateral al restaurante, y bien visible. Por lógica los caballeros me dejaron subir adelante (protocolo, los caballeros suben detrás y bajan adelante de las damas). Escalera y minifalda, combinación que no falla.
Fuimos al ascensor y directo a la habitación de “A”. Por suerte, en mi bolsa Chanel tenía cepillo dental, ida al baño, higiene, cepillado y regreso a la habitación. ¡Recibí de “A” un sobre cuyo contenido miré rápidamente, 6 fajos de billetes! Lo di por bueno.
Nada que decir, todos ellos pasaron por el baño y era momento de acción. Eran dos, no sabía que querrían, decidí ser yo misma, y confiar en Tommy para que me entregara, si ellos no tomaban iniciativa. Me arrojé a la cama, cara hacia la ventana, mirando el panorama de la Rambla; y mi culo hacia ellos, seguro me veían a pleno, dado el escaso poder de cobertura de la mini. Uno aplaudió. El otro se sentó en la cama, a mi lado que seguía en cuatro alabando el paisaje ja ja, y me pasó la mano por una nalga. El primero se desvistió, el otro me rozó la concha con un dedo y lo chupó. No debía esperar.
Me paré, “B” ya en bóxer, le dije a “A” “ahora tu” y mientras se desnudaba, me acerque de espaldas a Tommy que comprendió perfectamente mi deseo de ser entregada.
-¡Señores! En instantes mi tesoro será vuestro… que disfruten como merecen. Yo me iré al bar, no me cabe duda de que podemos, ella y yo, confiar en ustedes.
Desde atrás, comenzó a soltar, desde abajo hacia arriba, los doce pares de ganchos que cerraban el corsé.
Llegó el momento que el corsé se abrió y mi amor lo dejó caer al suelo, mis tetas al aire, orgullosas ellas y yo de ellas, ja ja.
Los diplomáticos estaban muy excitados, se notaba. Tom acarició un poco las tetas y bajó el zipper trasero de la minifalda. Esperó un momento y dejó caer también la falda.
-¿Ahhh… sin nada? ¿Estuviste así en el restaurante?
-¡Sí, claro!
-¡Con razón veíamos tan bien tu trasero en la escalera!
-¡Bien, los dejo solos, diviértanse! ya volveré!
-Llévate la llave de la habitación y entras cuando quieras. Desde adentro siempre la podemos abrir.
-Gracias amor! Toma un rico cocktail al menos.
Se bajaron los boxers, no tenían pudor entre ellos, seguro ya habían hecho cosas así anteriormente. Uno de ellos, pija normal el otro, más que normal pero no grande, agradables ambas, pelos bien recortados.
Me rodearon, parados, recordé mis momentos con papá, suegrito y Tom para no impresionarme. Cuatro manos tocaban y acariciaban, mas bien manoseaban todo lo mío, ¡piernas, concha, culo, nalgas y tetas, como les gustan mis tetas! Me besaban, me babeaban, las tetas eran una cascada de saliva (bueno exagero un poquito). Comenzaron a buscarme para besarme, alternadamente, ¡y vaya si me encontraron! ¡Con lo que me gusta!
Me escapé de ellos a la cama, quería cumplir mi deseo de que me cogieran mirando al Río de la Plata. Caí boca abajo en la cama, levanté el culo para quedar en cuatro. En segundos una lengua se abría camino en mi concha y me la llenaba de saliva. Lengua y más lengua, hasta que sentí la cabeza de una verga buscando abrir mi concha. Abrí un poquito más las piernas, y una de las vergas entró en mí. ¡No tenía descanso, uno me cogía y el otro se dedicaba a mis tetas, gozaba como desesperada… cumplía mi deseo! Las luces de la Rambla semejaban un caleidoscopio y mi cuerpo era un fuego.
Liberé un grito cuando me acabó adentro, mi mente lo sintió como un golpe, mi cuerpo como un chorro hirviendo, las imágenes son imprecisas.
¡Yo estaba muy caliente, y más aún cuando lo sentí salirse, correr leche en mis muslos y al momento… zás… la otra verga adentro! Y una pija, cubierta de leche y flujo se presentó a mi boca, y al momento le hice los honores. El segundo se tomaba su tiempo, me bombeaba parsimoniosamente, a veces la sacaba y la clavaba nuevamente, y eso me enloquece. El otro me amasaba las tetas, me besaba la espalda, y de a poco me fue ensalivando el culo y jugaba con mi chiquito mientras el otro entraba y salía de mi concha. ¡Me sabía condenada ja ja… me iba a encular! ¡Y no crean que me molestaba!
La eyaculación del otro, “B” fue más prolongada, sentí los chorros de semen, los disfruté, ¡cómo me gusta la leche!
Salió de mí y también me arrimó la verga a la boca. No lo dudé, le pasé mi celular para que me sacara una foto mientras le limpiaba el miembro. Mi concha rezumaba fluidos, que yo recogía con los dedos y untaba en mis tetas que ellos masajeaban. “A” seguía y seguía acariciando mi esfínter.
Sabía que me iban a sodomizar, pero los invité a una ducha rápida para darme un pequeño descanso. Aceptaron, aunque solamente pudimos ducharnos de a dos, yo me duché con ambos. Nos acariciamos mutuamente, y todos quedamos renovados. Envié mi foto a Tommy para informarlo.
Ahora, en el próximo relato, les contaré como siguió la noche, con Tommy conversando con Fred en el bar, con ellos sodomizándome, ¡y más!