Has tenido una dura semana de trabajo. Tras alcanzar los objetivos laborales tu satisfacción es máxima.
Llegas a casa, te aligeras de ropa y sirves dos copas de vino blanco fresquito antes de entrar en el salón. Penetras bajo la manta del sofá y quedas plácidamente tumbada junto a tu amado.
Él te esperaba con la firme intención de recompensar tu esfuerzo, es el momento de recibir el premio por una dura semana. Ambos probáis el vino, saboreándolo os miráis de forma cómplice y él te abraza, reconforta tu ánimo y se activan tus sensaciones.
Nada es comparable a un dulce beso, al suave roce de unas manos y a la sensación de ir quedando cálidamente desnuda.
Mojas sus braguitas casi de inmediato al sentir los labios ajenos recorriendo tu cuello. Sientes como las manos de tu adversario invaden tu vientre hacia abajo, en un claro intento de conquistar tu entrepierna.
Entre tanto, sus labios viajan hacia tu pecho, y merodean sobre tus tetas en busca de tus deseados pezones para lamerlos y chuparlos, mientras tus jadeos y respiración entrecortada denotan el grado de excitación que alcanzas.
Tus pezones son reiteradamente atenazados y humedecidos por sus labios y lengua. Notas como su juego circular sobre las aureolas de tus senos va multiplicando las sensaciones que recorren tu cuerpo.
Sientes como sus manos se desplazan ahora sobre la cara externa de tus braguitas. Solo rozan y sienten, pero al llegar a la cara interna de tus muslos empiezan a presionar levemente, incrementando el calor en tu zona íntima.
Él aprieta tu culo y te hace sentir mujer, te excitan sus manos apretándote fuertemente las nalgas.
Sus labios viajan ahora sobre los tuyos. Sientes como un beso húmedo se apodera de tu boca y lo correspondes con tu lengua en señal afirmativa.
Sin cesar en su juego, sus manos van deslizando tus bragas, que viajan descendentemente a lo largo de tus piernas. Tu zona púbica queda al descubierto.
Sonriente, te mira y te besa. Sus dedos ahora deslizan sobre tu desnuda rajita que, de forma gelatinosa, agradece la visita e incrementa la facilidad para que esos dedos repartan generosamente placer sobre tu intimidad.
Extiende tu jugo vaginal sobre los labios externos de tu sexo y despliega un acompasado movimiento de besos, tacto y contacto sobre tu piel, sobre tu sexo y labios que hace que te mojes más.
Tumbada sobre el sofá te abandonas, sintiendo como sus manos y boca te dan placer generosamente. Poco a poco abres tus piernas. Ofreces mayor espacio para que sus dedos derrochen toda la imaginación que alberga su mente.
Penetran en ti sus yemas, se embriagan de la mezcla de jugos de tu sexo. La suave frotación incrementa la temperatura de tu rajita y su humedad es máxima. Derramas tu flujo externamente.
Tus jadeos piden ser ahogados por besos. Y ya principalmente reclaman una lengua que te visita repetidamente en forma de lamidas obscenas, las cuales son correspondidas con mordiscos tuyos en sus labios.
Una mano tuya se aproxima a su cabello y, tras acariciar su pelo, lo traes hacia ti con ansia viva de besarlo. Tu otra mano busca su sexo, notas que ya está erecto de forma evidente. Lo aprietas y empiezas a mecer.
Sus labios deslizan sobre tu cara y cuello. Muerde tu hombro.
Sus manos se afanan sobre tu coño, jugosamente excitado. Tu sexo recibe todo el largo de sus dedos en el interior. Tres dedos entran y salen de forma fluida, deliciosa y ardiente de ti.
Seguido a esos movimientos, tu compañero se sienta justo al borde, te tiende una mano y tu quedas a horcajadas encima de él.
Sientes la firmeza de su miembro rozando virilmente tus femeninos labios vaginales. Te va penetrando su falo.
Tus tetas son literalmente devoradas por su boca, que ha quedado a la misma altura.
Te mueves y sientes en todo tu ser el roce de la punta de su polla y de todo su tronco. La sientes entrar y salir, la notas explorándote… muy dura y gruesa, te llena del ansiado placer.
Él agarra con firmeza tu culo. Te come las tetas. Te besa y te lame. Te embiste con deseo. Te clava toda la polla y tú lo gozas bien rico.
Los besos se adornan de pura lujuria y sus manos aprietan y azotan tu culo. Lo palmean fuertemente y su sonido acompaña a las embestidas.
Notas como su sexo entra hasta el fondo de ti y te abrazas fuerte a él. Notas como sus dedos exploran tu zona anal, que está completamente empapada, y con sus círculos milimétricos abre otra dimensión de sensaciones.
Tú quieres más y él también. Cambiáis y pasas sobre el asiento. Te arrodillas y quedas en cuatro.
Desde esa posición le ofreces tu culo y él comienza a lamértelo todo. Empieza a deslizar su lengua sobre tu zona anal y a inundar de cosquillas tu culito y tu coño abierto. Esporádicamente te azota y tú te excitas más. Sus lamidas empapan todo y tú lo miras ansiosa y juguetona.
Él desea penetrarte desde atrás… tú lo miras felinamente. Entornas tus ojos, llevas tu mano atrás y ante su mirada empiezas exhibirte pajeando tu culito con un dedo.
Le pides que te folle el culo.
Al principio lo hace muy lento, entra poco a poco.
Cuando llega hasta el fondo se inclina sobre ti para masajear tu clítoris y ocasionalmente meterte los dedos… y cuando parece que no puede haber mayor placer, se empieza a mover con intensidad.
Se apodera de ti un placer extremo, sientes como sus dedos te frotan y lubricas al máximo. Tu culito y tu coño se contraen de placer. Tu coño se empapa. Sus huevos golpean acariciando tu sexo en cada embestida.
Su peso sobre tu cadera te hace sentirlo más, y él te agarra firmemente de la cintura trayéndote hacia su cuerpo.
Su verga dura entra y sale en una fase que se intuye final.
Notas como convulsiona su sexo dentro de ti. Llegan los chorros de semen caliente. Alcanzan todos los rincones de tu interior.
Su jugoso tacto ardiente la sensación más placentera y relajante. La leche caliente inunda tu cavidad íntima y rebosa de ti, derramándose sobre tus piernas.
Ambos quedáis inmóviles sobre el lecho cómplice de la pasión desatada. Tu cuerpo desnudo yace preciosamente expuesto. Estás preciosa.
Brindemos de nuevo, probemos este vino blanco.