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Dos maduras muy ardientes
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Este relato ocurrió durante una convención a la que estaba invitado como ponente, no era en principio de mucho atractivo, pero el lugar donde se celebraba era un hotel a las afueras de la ciudad de muchas estrellas y los tres días que duraba me animó. El ambiente no estaba del todo mal aunque la mayoría de la gente era madura, pero interesante. La mañana del primer día fue más que nada de presentaciones y de “reconocimiento” me llamaron la atención dos señoras ya maduras, una alta con el pelo completamente blanco y le acompañaba otra más bajita pelirroja, me las presentaron de una forma protocolaria como a mucha otra gente y ahí quedó la cosa.

Por la tarde ya comenzó propiamente dicha la convención. Di mi conferencia seguida de un coloquio con los participantes que resultó ameno, y entre los participantes estaban estas dos señoras, la de pelo blanco en especial estuvo sugerente al formular sus preguntas por lo que le presté más atención que a las demás.

Terminada la conferencia enseguida vinieron a saludarme y felicitarme y ya de paso se presentaron, la del pelo blanco se llamaba Carla y tenía 62 años y la pelirroja Marisa de 58. Ya relajados tomando unas cervezas que habían preparado la conversación fue más distendida, y pude comprobar que eran un par de hembras, Carla con un vestido ajustado marcando tetas y culo, y Marisa con unos ojos y unos labios que eran como un imán, de tetas redonditas en su justa medida y de la conversación pasamos a las risas y a las indirectas por parte de Carla.

-No te estaremos aburriendo estas dos viejas

-Ni mucho menos lo estoy pasando muy bien y ya les gustaría a muchas jóvenes tener semejantes cuerpos.

Se echaron a reír.

-Eso se lo dirás a todas -contestó Marisa.

-Lo digo muy en serio yo con estas cosas no bromeo, están pero que muy bien.

-Se va a quedar toda la Convención? -preguntó Carla.

-Teniendo esta compañía por supuesto que si.

-No te preocupes que estas viejas se encargaran de que no te aburras.

Y mirándose la una a la otra se volvieron a reír, Carla me da un beso en los labios y me susurra al oído.

-Esta noche te vas a enterar.

Por la noche había una cena para todos los asistentes, así que quedamos en sentarnos juntos. Cuando llegué al salón allí estaban en una de las mesas más retiradas, me hicieron un seña para que fuera con ellas, que cosa más linda, llevan dos vestidos a cual más ceñido que remarcaban todo el cuerpo, con unos escotes que hacían que sus tetas estuvieran a puntos de salir, Carla con la espalda al aire y Marisa con sus pezones casi atravesando el vestido.

La cena transcurría entre risas, mis ojos no sabían dónde acudir, pues estaba sentado en medio de las dos, con indirectas siempre relacionadas con el sexo, cuando de repente siento unas manos acariciando mi paquete, por debajo de la mesa, las muy putas me estaban metiendo mano en plena cena, que agilidad tenían para en unos instantes tener mi pija fuera del pantalón, menos mal que el mantel tapaba lo que estaban haciendo, comenzaron a pajearme de una forma suave mientras que Carla sacaba su lengua y se la pasaba por su labios de una forma bien sensual, y cada vez más caliente, así que era el momento de corresponder, con una mano me puse acariciar los muslo de Marina y con la otra los de Carla, se abrieron de piernas para que profundizara, hasta que llegue a sus coñitos, el de Marisa era como ella pequeñito, pero tenía un clítoris que enseguida lo encontré, la sorpresa vino cuando le fui a meter mis dedos al de Carla, no llevaba bragas y note un cordoncito y algo duro, me la quede mirando y me dijo:

-Estas bolitas siempre van conmigo.

Llevaba metidas en su chocho unas bolas chinas, así que estuve jugando con ellas un ratito, cuando siento la boca de Marisa que debajo de la mesa me estaba dando una mamada, ya no sabía cómo ponerme, las ganas de follármelas allí mismo eran inmensas. Como pude me repuse y pudimos terminar la cena, pero ya los tres a cual más encendidos. Ya terminada la cena les propuse ir a tomar unas copas, por supuesto que aceptaron y Carla dice:

-Si pero en nuestra habitación.

Tomamos las llaves de nuestras habitaciones y para el ascensor, en las primera planta como había gente solo puso el culo bien pegado Marisa, pero cuando se vació el ascensor, íbamos al último piso, Carla me metió la lengua hasta la garganta mientras apretaba sus tetas contra mi pecho y yo le estrujaba sus nalgas y Marisa sin ningún tipo de pudor por encima del vestido se acariciaba su coño.

Nada más cerrar la puerta de la habitación se tiraron como lobas y en cuestión de segundos estaba completamente desnudo, le quité los tirantes del vestido de Carla y apareció todo un cuerpazo, tetas grandes y duras, el coño depilado y unas piernas largas y torneadas, nos volvimos a besar nuestras lenguas luchaban mientras con mis manos intentaba abarcar tus tetas, Marisa no perdía el tiempo y me pajeaba con sus manos y me masajeaba los huevos.

Pasados los primeros instantes paramos un momento a respirar, Marisa se fue desnudando lentamente delante de Carla y de mí que no dejamos de meternos mano sentados en la cama, sus tetas eran más pequeñas que las de Carla y su coñito bien abultado, desnuda fue a buscar una botella de vino fresco, los tres desnudos en la cama tomando una copita de vino brindamos por el encuentro. Ya repuesto del primer sofocón, Carla tomó el mando, con su lengua fue recorriendo mi pecho mordisqueando mis pezones hasta que llegó a mi pija tiesa como un palo mientras yo me comía los pezones de Marisa, cuanto más los chupaba más duros se ponían. Carla seguía tragándose mi pija y mis huevos. Marisa me ofreció su coño que gustosamente me comí y pude comprobar el clítoris tan grande que tenía, y que suavecito que estaba, todo un manjar.

Después de un rato cambiamos, ahora me comía la cuca de Carla, era más grande, pero igual de deliciosa y mis dedos pellizcaban su pezones mientras Marisa lamia mis muslos, la ingle y por supuesto mi polla que ya estaba a punto de explotar, después de tomar un sorbo de vino, enfilé mi polla hacia el coño de Carla que lo recibió de un solo golpe, mientras Marisa le comía las tetas. Ver la escena aun me excitó más y más duro que le daba hasta que le solté un chorro de leche, Marisa enseguida se puso a limpiar mi polla y el chocho de Carla.

Los tres tumbados en la cama, tomando un poco de aire, un poco de vino y un cigarro cuando Carla me dice:

-Relájate cariño que ahora nos toca a nosotras.

En un instante las dos hembras se estaban haciendo un 69 majestuoso como se lamían y yo sin perder detalle, eran unas auténticas maestras, después del 69 le tocó el turno a sus tetas y después a sus culos, no se dejaron ni una sola parte de su cuerpo de lamer y yo de espectador privilegiado ya tenía de nuevo la verga preparada, cosa que aprovechó Marisa para clavársela despacito, para que sintiera como entraba por ese chochico, entraba como un guante, yo mientras jugaba con las tetas y coño de Carla.

Después de un rato de cabalgarme las dos se pusieron a lo perrito y esta vez fue Marisa quien susurró:

-Queremos que nos culees bien rico a las dos.

Allí estaban dos culos a mi disposición, así que no perdí ni un instante, al principio con un poco de cuidado, pero enseguida pude comprobar que entraban con facilidad en los dos, fui alternando culos y chochos hasta que estuve a punto de venirme, las dos se dieron la vuelta y con su boca me provocaron un eyaculación como nunca la había tenido, no sé de donde saqué tanta leche, la dos se la bebían y se besaban para no dejar escapar una gota agotados nos tumbamos una de mis manos en el chocho de Carla y la otra en la tetas de Marisa y así nos quedamos dormidos.

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