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Dos corneadores maduros se follaron a mi novia delante de mí (3)
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Tiempo de lectura: 12 minutos

Llegados a ese punto, ya estaba todo totalmente descontrolado. Yo no podía hacer otra cosa que ver a mi novia, a la mujer que amo, en el sofá con las tetas al aire y llenas de saliva, sudada, descalza, solo con sus leggings puestos, abierta de piernas entre esos dos corneadores enormes que hacían lo que querían con ella.

Se la pasaban de boca en boca mientras la sobaban por todas partes y lo peor, ella les correspondía los besos. Ramón, habiendo ubicado su clítoris por encima del pantalón, aumentó el ritmo. Estaba claro que acertó porque le sacó un fuerte gemido. Andrea, automáticamente, intentó apartarlo, pero las pequeñas y femeninas manos de mi novia no podían mover de entre sus piernas la enorme y venosa mano de Ramón.

Y en vez de apartarla él, le agarró la mano izquierda a mi novia para que no molestara y se la puso encima de su enorme bulto. Andrea soltó un largo “hmmm…” al sentirle la polla al corneador y empezó a tocársela por encima del pantalón. Ramón me miró riéndose con una cara de victoria mientras le seguía frotando el clítoris. Unos celos ya conocidos me atravesaron.

Entiendo que para ella fuese algo fuerte porque ya le había visto la polla en foto a Ramón aquel día y que fue él quien la obligó a tocársela, pero me jodía que le gustara lo que estaba sintiendo. De repente, veo como ella misma, con su otra mano empieza a buscar el bulto del otro corneador. Era la primera vez que mi novia tomaba una iniciativa sexual hacia ellos, no podía creerlo, me jodía mucho ver en ella deseo sexual hacia otro hombre que no fuese yo. Pero, joder, yo tenía la culpa de todo esto…

Antonio al sentir la mano de mi novia sobre su enorme bulto, se volvió totalmente loco. Se levantó y se quitó la camiseta. Cogió brutamente a Andrea por los aires y la tiró bocarriba en el sofá, en la L donde yo estaba sentado por tanto la tenía más cerca. Le quitó los leggings y los lanzó lejos. Por un momento, ambos corneadores se quedaron de pie contemplando en silencio la blanca y cálida desnudez de mi novia.

Ella estaba tumbada, solo con sus braguitas rosas puestas, el cabello recogido en una coleta, sus tatuajes y las uñas pintadas de rojo conjuntando con el rojo de sus labios y pezones. Se tocaba el cuerpo y pataleaba tímidamente entre risas nerviosas sintiendo la pesadez de esas miradas sobre ella como en una mezcla de miedo, curiosidad e incertidumbre. Antonio le quitó las bragas a mi novia dejándola completamente desnuda en el sofá ante ellos. Entonces, noto cómo él me mira y, de repente pum, me lanza fuertemente las bragas a la cara tomándome totalmente por sorpresa.

—Esto es lo único que tendrás de tu novia esta noche. —sentenció el corneador en tono serio y autoritario. Ramón soltó su típica y repugnante carcajada tras el comentario de su compañero.

«Qué maldito hijo de puta…», fue lo único que pude pensar en ese momento. Me sentía humillado delante de mi chica y odiaba a ese cabrón con todas mis fuerzas, pero odiaba más aún no poder decirle nada. Para el colmo, las bragas de mi novia están mojadísimas. Sé de sobra cómo se moja Andrea y aquello era exagerado, estaban empapadas. Por una parte me dolía la situación, pero por otra el rico aroma a su coño que desprendían me estaba excitando. ¿Cómo era posible sentirse humillado y excitado al mismo tiempo?

A Andrea, le pareció muy extraño ese comportamiento, no entendía por qué me trataban así. Se notaba en su lenguaje corporal porque estaba cerrada de piernas, con su brazo se tapaba los pechos y con su otra mano la ingle mientras miraba con desconfianza y timidez lo que ocurría. Antonio pareció percatarse de esto y se acercó a ella. Se puso por encima, le cogió las manos con las que cubría sus pechos y las separó pegándolas al sofá e inmovilizándola prácticamente.

Tras mirarla a los ojos, comenzó a besarla suavemente y continuó bajando comiéndole el cuello, los hombros y el pecho hasta detenerse en sus tetas. Mi novia estaba con los ojos cerrados y la boca entreabierta, sin resistirse. El corneador siguió bajando besándola por la barriga y ella se contraía a cada tacto. Al llegar al pubis, se detuvo en seco y hubo un segundo de suspense en el que ella permaneció encogida y en tensión pensando que la boca del corneador iría a por el centro de su cuerpo… pero no. Él siguió bajando por su pierna, besándola por la ingle, el muslo y la pantorrilla hasta el pie.

Subió por su otra pierna y al llegar por la ingle, volvió a hacer el amague acercándose a su coño haciendo que Andrea vuelva a ponerse en tensión pero no. Cuando parecía que lo iba a hacer, le dio de repente la vuelta a mi novia poniéndola bocabajo y empezó a devorarle las nalgas como loco. Andrea reía y pataleaba por las cosquillas que le provocaba. Se la comió entera, le besó toda la espalda, le agarraba el culo y en unos de los movimientos, pasó su lengua lentamente desde sus nalgas cruzando la espalda y el cuello hasta llegar a su oreja, donde Andrea se sobresaltó en risas por las cosquillas que sentía. Joder, yo estaba flipando viendo todo eso.

Finalmente, la volvió a poner bocarriba y la abrió de piernas. Ambos corneadores se quedaron embobados contemplando el coño desnudo de mi novia. Yo, desde mi ángulo también lo veía y, joder, aunque lo conozco muy bien parecía que estaba más precioso que nunca: depilado, cerrado, sudado, con labios rosados poco pronunciados y muy simétricos dando forma de empanada. El clítoris notablemente hinchado y todo brillaba de lo mojado que estaba. Ella, avergonzada se tapaba la cara y miraba hacia otro lado donde, desafortunadamente, hizo contacto visual conmigo. Su mirada me transmitió vergüenza, se avergonzaba de estar desnuda con otros hombres frente a su novio.

Aunque se le escapaba una media sonrisa que me dejaba claro su excitación y curiosidad. Antonio no esperó nada. Me miró riendo y acto seguido, metió la cabeza entre sus piernas y empezó a comerle el coño a mi novia. El contacto visual entre nosotros se interrumpió por cómo Andrea se estremeció arqueando la espalda al sentir la boca del corneador sobre su vulva.

Para que os hagáis una idea, a Andrea que le hagan sexo oral nunca le ha gustado tanto como a las demás chicas. A mí me encanta y siempre he intentado hacérselo, pero pocas veces me ha dejado. Según ella, no tiene mucha sensibilidad así y la boca tiene muchos gérmenes. Pero yo nunca me rendí porque mi fantasía siempre ha sido sacarle un orgasmo por cunnilingus a mi novia, algo que nunca tuvo y yo quería ser el primero, incluso buscaba tutoriales en Internet de cómo lograrlo. Por eso me jodía tanto lo que estaba pasando: Antonio le estaba comiendo el coño a mi novia con unas ganas demenciales, lo gozaba como si fuese un caramelo y sonaba como un perro bebiendo agua.

Andrea gemía y se encogía de placer, agarraba la cabeza del corneador con los ojos entrecerrados mientras apretaba y aruñaba con fuerza la tela del sofá.

—¿Qué chaval? ¿Se te ha levantado la pollita viendo cómo lo hacen los profesionales? Jajaja —rio Ramón señalando mi erección bajo el pantalón mientras le giraba la cabeza a Andrea hacia mí para que lo viera. Vi en ella una mirada de curiosidad acompañada de una sonrisa antes de volver a perderse entre gemidos. Yo estaba avergonzado y me tapaba. Ramón empezó a besarla y comerle las tetas mientras Antonio seguía comiéndole el coño como si de un dulce se tratara.

«¿En qué momento se me puso dura y por qué? Ni lo había notado, ¿cómo es esto posible?», las preguntas empezaron a rondar por mi cabeza. «Estos abusones de mierda se van a follar a mi novia en mi cara y encima burlándose de mí tratándome como a un tonto. Los odio y les tengo mucho rencor, pero, ¿por qué mierda me siento tan excitado? Esto no es normal, es patético por mi parte. ¿Qué pensaría mi padre si me viera así?», pensaba. «Bueno, aún no ha sucedido lo más grave, todavía estoy a tiempo de evitarlo y demostrar que soy un hombre. A ver piensa Felipe, ¿cómo podrí…»

—Ooooh…

Me sacó totalmente de mis pensamientos el grito de mi novia corriéndose en la boca del corneador.

No podía creer lo que estaba viendo. Esto era imposible que ocurriera. Andrea, se retorcía de placer moviendo enérgicamente las caderas, con la boca abierta y la mirada perdida gozando de su primer orgasmo oral. La envidia, los celos y la impotencia latían en mi interior como nunca. Ahora mi novia ya no me recordará a mí como el primero que se lo hizo. Maldito cabrón. Sentía que me habían arrebatado algo muy especial para mí. Aunque no hubo mucho tiempo de lamentarse, ya que los corneadores se pusieron de pie y se bajaron los pantalones y los bóxers.

«¡Su puta madre! Qué pedazo de pollas tienen», pensé para mí mismo aterrorizado. Eran enormes, largas y gruesas, llenas de venas y babeaban por mi novia. Joder qué envidia, ojalá tenerla así. Al girarme, vi en Andrea una mirada de lujuria observándoles las pollas que no le había visto en mi vida; de rodillas en el sofá, con la mirada perdida, mordiéndose el labio y con una mano sobre sus pechos y otra entre sus piernas. Joder, qué sexy estaba así pero… pero no por mí. Vi que Antonio volvió a mirarme y «Oh mierda, otra vez no», pensé. Pero en vez de lanzarme algo, vino hacia mí con una sonrisa burlona.

—Toma chaval, sé útil y sujétanos los calzoncillos mientras nos follamos a tu novia —me dijo mientras me entregaba su apestosa y sudada prenda. Ramón hizo lo mismo, pero ofreciéndomelos muy cerca de él para que su enorme y asquerosa polla me estuviera apuntando de cerca mientras los tomaba.

En fin, que acabé con los repugnantes calzoncillos de los corneadores en una mano y las bragas mojadas de mi novia en la otra. Sin poder hacer otra cosa que verlo todo sin poder decir nada. Antonio se sentó en el sofá, agarró a mi novia y la puso sobre él, estando ambos cara a cara. Y ahí empezaron a liarse como locos: Andrea estaba totalmente descontrolada, lo besaba y le tocaba el pecho y los brazos mientras se restregaba el coño como loca sobre la polla del corneador y gemía deseosa.

Él la besaba y le comía las tetas mientras le palpaba las nalgas y le recorría todo el cuerpo con las manos. Joder ver esa escena se me hacía super sensual, pero, a la vez, me dolía en el alma verla así con otro hombre y más con ese hijo de puta. Ya no se resistía ni le afectaba cómo ellos me hablaban de mal. Estaba excitada y totalmente entregada a los deseos de dos tíos que acababa de conocer y encima en frente de su novio. Antonio me miró y me sonrió con cara de superioridad, casi malvada, como disfrutando de mi impotente reacción. De repente, cambió su expresión a una actitud de agresiva.

—¿Y tú qué haces con los pantalones aún puestos? Sácate tu pollita levantada para que la veamos jajaja. —ordenó con firmeza.

Yo no sabía qué hacer. Intentaba desinflar mi erección por todos los medios, no quería que mi novia viera que me estaba gustando verla desnuda sobre otro hombre, era algo patético. Pero no logré bajarla del máximo y no me quedó otra que sacármela así.

—Jajaja pero qué pequeña y adorable. —soltó Antonio entre risas.

—¿Y de esto te enorgullecías, niña? Jajaja. —rio Ramón.

Andrea, sorprendida y con cara de interés me miraba la polla y luego a los ojos, después miraba la polla de Ramón y volvía a mirar la mía. Todo eso sin parar de restregarse con la polla del otro corneador que ya la tenía empapada. Joder, no podía sentirme más avergonzado y humillado. Sentía mi pene pequeño e inservible a pesar de que estaba al máximo. Un momento, ¿cómo es que esos sentimientos no me la bajaban? Mierda, no me digas que también me estaba gustando sentirme humillado… «¡¿Pero qué cojones me está pasando?!»

Antonio se agarró el pollón y lo puso punteando la entrada de la vagina de mi novia. —Hmm déjeme a mí, es demasiado grande —le dijo ella en un tono muy sensual mientras lo besaba. «No puede hacerlo, no le va a caber, esa polla es demasiado para Andrea. Si ya con la mía decía que era grande, esta la va a matar», pensaba en mis adentros observando con detalle la impactante escena, con la última esperanza de que no se pudiera hacer.

Pero Andrea le agarró la polla y se la empezó a introducir en la vagina lentamente. Con la respiración fuerte, gemidos y muecas de dolor, pero no se detuvo. Antonio lo estaba disfrutando también mientras no paraba de repetirle a su compañero lo apretado que lo tenía. «Joder, se la está metiendo de verdad. No puedo creerlo, se va a follar a mi novia enfrente mía y no puedo hacer nada para evitarlo.», me lamentaba para mis adentros. Un momento, ¿y el condón? No, no podían ser tan sinvergüenzas de hacérselo a pelo. Andrea no toma pastillas ni métodos anticonceptivos, el riesgo es muy grande.

Además, ella es muy cautelosa con estas cosas, a mí me hizo ponerme condón hasta el segundo año de relación, ¿por qué a ese cabrón no le decía nada? Lejos de eso, ella ya había bajado hasta la mitad de ese pollón y, al subir, me saltó a la vista el rastro de líquido vaginal que quedaba de la mitad hacia arriba en la polla del corneador. Joder, qué morboso me pareció ese detalle a pesar de que me dolía en el alma tal escena. Pero debía ayudar a mi novia, no podía permitir que se la follaran a pelo. No hice nada cuando debí hacerlo pero al menos ahora tenía que tener los huevos para eso así que me armé de valor.

—Te… tenemos preservativos en el dormitorio. —dije sin poder evitar el balbuceo. Ambos corneadores me miraron sorprendidos por mi atrevimiento.

—El preservativo es para pringaos como tú. Nosotros disfrutaremos de tu novia sin condón y si pasa algo, es tu responsabilidad por cornudo. —me respondió con agresividad Antonio. —Esta es la última vez que nos molestas. Que no te vuelva a escuchar abrir la boca. —sentenció autoritariamente.

Dios mío, me quedé petrificado con esa respuesta. Me sentía tan pequeño, inseguro, asustado e incapaz que no me atreví a decir nada más. Nunca en mi vida me había sentido tan rebajado y humillado. Esos dos hacían lo que querían con ella y encima me trataban de cornudo. Eso me recordó a los vídeos porno de cuckold. Ahora yo era ese patético marido que tanta vergüenza ajena me daba porque veía a su mujer follando con otro. ¿Cómo habíamos llegado a esto? Lo que sí esperaba era una reacción fuerte por parte de Andrea, ella nunca permitiría que me hablen así.

Para mi desgracia, ella ni le dio importancia, casi como si le gustara escuchar eso. Por lo visto, estaba muy ocupada metiéndose la polla del hombre que me estaba hablando mal. Cuando pensé que iba a decir algo, solo fue un sensual —Uhhhm me toca fondo…— entre gemidos mientras se dejaba caer en el pecho del corneador. Antonio la agarró del culo con las dos manos y, mirándome con rabia, le dio el último empujón para acabar de metérsela entera. Mi novia pegó un —¡Diooos!— al aire. A partir de ahí, dejó que ella tuviera el control.

Andrea estaba cachondísima, lo cabalgaba lentamente mientras lo besaba y lo tocaba con ganas por todas partes. Gemía entre “ah”, “uf”, “dios”, “qué grande es”. El corneador la morreaba y besaba por donde alcanzaba. Yo estaba atónito contemplando esa inimaginable locura. Por si fuera poco, Ramón la tomó conmigo por lo de antes.

—Jajaja chaval, solo los machos follamos a pelo y tú no lo eres. Para que veas cómo huele un verdadero macho, huele nuestros calzoncillos. Sí venga, llévatelos a la nariz y olfatéalos como un perrito. Que no tenga que repetírtelo. —me ordenó el sinvergüenza.

Yo me quedé de piedra. ¿Cómo iba a aceptar algo así? La mirada de ese hijo de puta de Ramón me pesaba y me di cuenta de que era en vano resistirme, cada vez que lo intentábamos, acababa peor. Decidí aceptarlo y acatar su orden y, por nuestro bien, procurar no volver a enfadarlos. Sus calzones olían mal, a sudor y encima toqué sin querer una mancha de lubricación seca, qué asco me daba.

—Ahora huele las braguitas de tu preciosa novia. —volvió a ordenarme Ramón mientras de fondo se escuchaban los gemidos de Andrea. —¿Ves? Ese es el olor de un macho de verdad y el de una hembra fecundable y tú como no eres lo primero, no te mereces lo segundo. Ahora mantén la puta boca cerrada y observa la follada que le vamos a pegar a tu amorcito jajaja. —Acto seguido, se dio la vuelta y se incorporó: empezó a comerle la boca y mi novia no tardó ni un segundo en cogerle la polla a Ramón mientras cabalgaba la de Antonio.

Yo estaba totalmente en shock, no podía creerme lo que estaba sucediendo y cómo ese hijo de puta me hablaba. Estaba angustiado, asqueado y dolido pero con la polla durísima.

—¿Qué coño haces que no te estás pajeando aún? —me soltó Antonio al rato. —Venga, queremos ver cómo te meneas la pollita viendo a tu Andreíta en acción jajaja.

No lo hice esperar, me cogí la polla y empecé a pajearme. Andrea estaba irreconocible, me miraba entre gemidos y muecas con una sonrisa pícara como si fuese totalmente cómplice de ellos. Incluso, aumentó el ritmo de sus caderas mientras observaba cómo me pajeaba viendo su coño engullir ese enorme trozo de carne. Por lo visto eso le gustó a Antonio, ya que, de repente, agarró fuerte a mi novia por el cuello (causando en ella una sorpresa con cara de miedo) y con la otra mano le pegó una nalgada tan fuerte que retumbó en todo el salón.

Acto seguido, la agarró con esa mano por la espalda baja mientras la tenía cogida por el cuello y empezó a embestirla con una fuerza y unas ganas descomunales. Andrea gritaba como loca soportando esas embestidas tan duras a las que no estaba acostumbrada.

—Diooos… no… nooo… dios… noooh…

Mi novia se corrió loca de placer, pero el cabrón de Antonio no paraba y seguía taladrándola con fuerza. En el salón se sentía un brutal olor a sexo. Nunca la había visto correrse tan rápido, mi Andrea estaba siendo follada por otro hombre delante de mí. No podía creer que de verdad estaba pasando lo que los corneadores me prometieron. Maldita sea, yo solo quería disfrutar del morbo virtual, no que sucediera. Todo esto era mi culpa y ahora era demasiado tarde, no podía hacer nada para impedirlo, ya la habían tomado y ahora mi novia era de ellos.

Así que decidí dejar de lamentarme y aceptarlo. Esos cabrones no se irían de ahí hasta no saciar sus ganas y a mí no me quedaba otra que quedarme viéndolo y obedecerlos. Estaba sucediendo inevitablemente así que, ya que estoy en esa situación, pues al menos lo disfruto. Liberé de mi interior a esa parte lujuriosa de mí que disfrutaba de todo esto, que le gustaba ver a la mujer que amo a merced de esos abusones que me intimidaban y humillaban. La tuve encerrada todo ese tiempo porque rechazaba que algo así me gustara, pero es que no lo podía evitar, me gustaba ser cornudo.

Acerqué las bragas de Andrea y empecé a olerlas mientras me pajeaba como un mono viendo todo. Antonio disfrutaba de mi novia como si no hubiera un mañana, se la follaba como si fuese la última mujer que tuviera, la embestía fuerte, la cogía del cuello, le daba nalgadas, le comía las tetas y la boca… era todo un espectáculo. Ella estaba cachondísima, gritaba como loca y flipaba con la energía de ese hombre que parecía no tener límite. Esperaba a cada bajada de ritmo para agarrarle la polla a Ramón y besarse con él. De repente, empecé a ver su polla con un rastro blanco y antes siquiera de darme cuenta escucho el largo y grave gemido de Antonio corriéndose dentro de mi novia.

«No puede ser, qué hijo de puta…», pensé. Ni siquiera se esforzó por evitarlo, como si de verdad quisiera preñarla. Pero lo peor de todo fue la nula reacción negativa por parte de Andrea. A mí me hizo ponerme condón mucho tiempo y jamás me permitió acabar dentro porque no quería ser madre antes de tiempo. Pero con ese cabrón, era irreconocible, como si le gustara. Tras correrse dentro de ella, bajó a mi novia y se quedaron ambos en el sofá tomando un suspiro, aún besándose.

Entonces el muy cabrón me mira riéndose y sin decir una palabra, la abre de piernas y la adelanta hacia mí para que yo viera cómo le salía el semen de la vagina, incluso tocándola para que soltara más. Joder, parecía como si ese cabrón no hubiera follado en años, la había inundado de un semen muy blanco y espeso que salía a borbotones de su coño y bajaba hacia su ano. Mientras el corneador me lo mostraba, Andrea me miraba risueña, sin ningún atisbo de preocupación, hasta como con cierto orgullo. Antonio se levantó y se fue a la cocina a coger lo que teníamos en la nevera.

Pero Andrea no pudo tener un descanso, Ramón estaba esperando ansioso su turno con la polla durísima. La agarró bruscamente y la puso a cuatro patas en el sofá con la cabeza hacia el respaldo del asiento, la espalda arqueada y las nalgas hacia arriba entregando su coño mientras él estaba de pie. Le empezó a hundir su enorme polla lentamente y mi novia gemía de nuevo excitada. Joder, primero me intimida, después me humilla y ahora se está follando a mi novia también, me jodía más que él se saliera con la suya, lo odiaba a muerte.

Pero me tocaba ver lo inevitable y, la verdad, estaba siendo impresionante. Ramón empezó con embestidas fuertes e intensas, pero lentas mientras le tocaba la espalda y le palpaba las nalgas.

—No te imaginas las ganas que te tenía, zorrilla tatuada… —dijo mientras le soltaba una nalgada fuerte.

—¿Sí? Pues fóllame —respondió Andrea sacudiendo el culo y mirándolo de reojo con una sonrisa atrevida.

—¿Ah sí? ¿Delante del pringao de tu novio?

—Hmmm sí delante del pringao de mi novio —respondió Andrea sensualmente dejándome totalmente boquiabierto.

¿Qué os ha parecido el relato de momento? ¿Qué situación o partes os han resultado más morbosas? Me lo podéis decir en comentarios, respondo al momento. Me vendrían bien vuestras opiniones ya que dudé mucho de si empezar a contar o no mi experiencia.

La parte 4 ya está en camino.

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Comentarios

3 COMENTARIOS

  1. Demonios!!!!!!! 😮 Me he quedado atónito, anonadado… Tremendo, loco. Esas secuencias están muy bien representadas. La escena de la primera empotrada, de 10. Aunque algunos pensamientos internos del novio se me hacen que sobran. Me entra un bajón, sabes?, no sé cómo decirlo. Ya quedó establecido que se siente humillado, pero se REhumilla solito. Bueno, por ahí es como que mi impresión. Por lo demás, la tensión inicial de Andrea vs. la lujuria desenfrenada del cierre me ha encantado. Muy bien!!! Con ganas de leer el tomo 4. Un saludo.

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