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Dos corneadores maduros se follaron a mi novia delante de mí (2)
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Tiempo de lectura: 12 minutos

Al entrar al salón, mi novia se quedó totalmente sorprendida al verlos. Lo primero porque no se esperaba que vinieran, de hecho, ni siquiera preparó platos para dos personas más. Y lo segundo por el gran físico y apariencia imponente tan distinto a cómo creíamos que serían. No tuve otra que hacerles la presentación: —Antonio y Ramón, ella es mi novia Andrea y Andrea, ellos son Antonio y Ramón—. Ambos la saludaron formalmente con dos besos en la mejilla mientras no paraban de mirarla y sonreír.

Nos sentamos en la mesa a comer y los corneadores empezaron a darle conversación a mi novia ya casi olvidándose de mí. Le hablaban y bromeaban de cosas normales y Andrea era simpática y respetuosa con ellos igual que lo es con todo el mundo. Quiero dejar claro que hasta ese momento yo no había sentido ningún tipo de morbo o algo que influyera en mis acciones. Hasta que vi cómo los corneadores se quedaban embobados mirando a mi novia cuando se levantaba para ir a la cocina o a hacer algo. Volvió en mí el “me gusta que mi novia guste a otros” y si me molaba cómo ellos morboseaban sus fotos, ahora la tenían justo delante viéndola.

Y eso que Andrea tampoco iba vestida muy sexy que digamos. Habíamos recién llegado de correr y no nos dio ni tiempo de ducharnos, ella iba con camiseta blanca normal, leggings negros largos, unas zapatillas blancas de deporte y el pelo recogido en coleta. Aunque es verdad que toda ropa le queda bien. Pero a pesar del morbo reitero que si en ese momento me preguntas si quiero que se follen a mi novia te digo claramente que no. No era un loco, solo estaba en medio de una situación embarazosa.

En medio de la charla veo que Andrea se levanta, se sienta en el sofá y enciende el televisor. Me di cuenta al instante de lo que estaba haciendo; habíamos terminado todos de comer hace rato y ya era hora de que los dos tipos se fueran a sus casas por eso empezó a darle más atención a la tele mientras le hablaban para que se sintieran incómodos y se fueran. Era ahora o nunca para darles la noticia de que no habrá nada y deben irse. Así que me levanté también y me senté al lado de ella para decírselo los dos. Por fin podría poner punto y final a este incómodo malentendido. Y mientras ordenaba en mi cabeza cómo decirlo veo que los corneadores se levantan, vienen hacia nosotros y me miran fijamente.

—Levántate. —me dijo Antonio.

Me levanté confuso sin entender nada de lo que estaba pasando y Antonio se sentó en mi lugar al lado de mi novia pegado a ella. Ramón hizo lo mismo y se sentó a su izquierda quedando Andrea entre los dos corneadores. El mismo Ramón me señaló que me sentara cerca de él en el sofá, que al ser en forma de L, estaba muy cerca de ellos pero sin tocarlos, a la izquierda. ¡¿Qué demonios había pasado?! Andrea me miraba con una cara de “¿Pero qué cojones?” sin saber cómo reaccionar y yo tampoco. Ellos como si nada, siguieron conversándole con el tema que tenían en la mesa, pero esta vez Antonio se interponía entre la tele y ella así que ya no podía ignorarlos.

Se limitaba a seguir la charla disimulando su evidente incomodidad. Yo, sin embargo, me empecé a resentir mucho. ¿Cómo se atrevían a darme órdenes a mí en mi casa? ¿Quiénes se creen que son para sentarse al lado de mi novia? Me sentía tonto por levantarme fruto de la confusión cuando me lo dijeron y mi orgullo masculino estaba herido. Así que empecé a entrar forzosamente en la conversación a modo de “marcar presencia”.

Ellos me ignoraban, pero Andrea trataba de incluirme para que la presión no fuera toda para ella. No recuerdo qué dije cuando, de repente, Ramón (que estaba más cerca de mí) me clava una mirada muy penetrante con los ojos abiertos casi como saliendo de sus cuencas, la nariz más abierta y la mandíbula apretada mientras levantaba su dedo en señal de “Silencio”.

No sabía cómo reaccionar a eso, nunca he permitido que nadie me faltara el respeto, pero ese hombre me daba muy mal rollo. Su forma tan agresiva de mirarme, sus gestos, sus pintas, su presencia y encima su compañero al lado. No me atreví a abrir más la boca. Por desgracia, Andrea no vio eso, ya que en ese momento estaba girada a la derecha hablando con Antonio.

Lo extraño es que los corneadores no mostraban ninguna intención sexual. Hablaban con ella de cosas muy normales y divertidas como puedes hablar con cualquiera. Tampoco la tocaban más allá de la rodilla o la espalda un poco entre broma y broma, pero nada impertinente. Tanto, que llegué a notarla bastante cómoda y a gusto charlando entre esos dos desconocidos. También es verdad que Andrea es una cotorra, si le das tema de conversación puedes estar hasta mañana hablando con ella. Más aún cuando ellos metieron el tema de los tatuajes que justo es algo que a mi novia le fascina. Tiene varios por el cuerpo, aunque la mayoría discretos y ocultos.

Para ella, todos tienen un significado especial representando una etapa de su vida o un recuerdo. Los corneadores le pedían que les enseñe alguno y ella ilusionada les mostró uno de la muñeca y su interpretación. Describió otro que tenía en el pie, pero no se veía a lo que Ramón, de repente, en tono caballeresco le dice: —Ah no tranquila, faltaría más—.

Entonces se estira y, sin pedir permiso alguno, le quita las zapatillas y los calcetines a mi novia dejándola descalza con la excusa de verle el tatuaje, casi a modo de cortesía, como si le hiciera un favor. Andrea, sorprendida, me miró con cara de preocupación esperando que yo dijera algo, pero yo… yo no sabía qué hacer. No dije nada y ella tampoco se atrevió.

—Qué chulo te combina el tatoo con las uñas pintadas de rojo, niña. —dijo Ramón en modo pícaro mientras se lo tocaba ocasionándole ciertas cosquillas.

Mi novia le agradeció el cumplido con una risa nerviosa antes de volver a mirarme esperando respuestas por mi parte. Al ver que yo no reaccionaba, decidió tomar ella la iniciativa.

—Ya es de noche, ¿no se les va a hacer tarde? —preguntó esperando a que captaran la indirecta.

—Jajaja no podemos irnos sin antes ver tus tatuajes, Andreíta. Nos tienes muy intrigados. —respondió Antonio sonriendo con una descarada labia y sin ningún atisbo de incomodidad.

—Seré rápida entonces jaja, solo tengo dos más y tampoco quiero quitarles mucho tiempo. —respondió mi novia con una risa simpática. Prosiguió a enseñarles uno que tiene en la espalda cerca del cuello que era ya el penúltimo visible. Parece ser que su pregunta para incomodarlos surtió el efecto contrario, ya que los corneadores se volvieron más atrevidos aún. Aprovechaban para acariciarle el tatuaje y pegarse más a ella, tan cerca que hasta respiraba sus alientos.

Cuando Andrea les dijo con orgullo que el corazón rojo atravesado por una flecha que tiene tatuado en el abdomen es por su novio, los corneadores me miraron y soltaron una carcajada al unísono. «¿De qué mierda se ríen?», pensé. No me estaba gustando nada esta actitud burlona de ellos como si yo fuese menos. Mi novia tampoco entendía qué había dicho gracioso y miraba confusa. Rieron, pero no dijeron nada y se enfocaron en el tatuaje. Vi cómo al ponerle Ramón la mano encima para tocarlo, a mi novia se le encogía involuntariamente la barriga. Aunque todo eso era muy raro, seguían sin demostrar ninguna intención sexual que hiciese sonar las alarmas. Hasta que de repente…

—Pues a mí me gusta mucho el que tienes aquí. —dijo Antonio y acto seguido, estira su mano hacia la cadera izquierda de mi novia y le aparta fuerte el leggings para verle el ave fénix que tiene ahí tatuado. Sin ninguna vergüenza ni pudor alguno. Como si tuvieran permiso para hacer lo que quisieran…

¿Pero qué hace ese hijo de puta? ¿Cómo se atreve a apartarle el pantalón a mi novia sin permiso? Que se le ven las bragas. Pero, ¿de dónde conocía Antonio ese tatuaje si no se veía? Ah mierda es verdad, la foto en tanga… Andrea estaba impactada ante esa repentina demostración de fuerza. Permanecía quieta esperando a que los corneadores terminaran de tocarle ese tatuaje de zonas sensibles, con las mejillas rojas y la mirada nerviosa con sus ojos mirando a todas partes. Me miraba como pidiéndome que haga algo. Yo sentía lo mismo, debía hacer algo.

No podía permitir que le falten el respeto así a mi novia, pero luego me venía a la mente la cara agresiva de Ramón y por alguna razón, no hice nada. Pero Antonio le puso otra vez el pantalón en su sitio y ya está, actuaban como si nada hubiera pasado, como si fuese parte normal de una conversación. Siguieron hablándole normal, pero a partir de ahí, mi novia cambió. Ya no era la chica cómoda que les hablaba con entusiasmo ahora estaba algo más callada, tensa, pensativa y tropezada al hablar.

Ya no era como antes que sabía qué decir en todo momento. Se notaba que se sentía intimidada por la presencia de los corneadores porque reía nerviosa a cada comentario de ellos sin atreverse a decirles nada negativo mientras ellos seguían. Se estaba empezando a sentir una tremenda tensión sexual en el ambiente.

Entre risa y risa, veo de repente como Ramón le coge la pierna a mi novia y se la pone sobre la suya, sobre su muslo. Andrea no dijo nada y siguió normal, pero a la primera que pudo, bajó su pierna de ahí. A lo que Ramón le vuelve a coger la pierna y la pone sobre la suya, pero esta vez más estirada y con la mano sobre su rodilla para que no la pueda bajar. Al ver esa acción de su compañero, Antonio hizo lo mismo agarrando su otra pierna y poniéndola sobre la suya quedando así mi novia abierta de piernas entre los dos corneadores. Andrea tragó saliva sin decir nada. Disimulaba lo que podía, pero saltaba a la vista que estaba asustada y sentía no tener ningún tipo de control sobre esos dos individuos.

Yo no me podía creer lo que estaba viendo. Me costaba entender que algo así estuviese sucediendo de verdad. Mi novia me pedía ayuda con la mirada para salir de esa situación, buscaba socorro en su hombre. Y yo sabía que debía hacerlo, no podía permitir que esos cabrones siguieran haciendo con ella lo que les daba la gana, pero… pero a la vez la veía ahí… tan indefensa, sexy, tímida y vulnerable a merced de esos dos macarras pervertidos que llevaban semanas deseándola. Esa maldita imagen que tenía delante se me hacía muy erótica y no entendía por qué… ¿Qué demonios me estaba pasando?

A partir de ahí, cambiaron la conversación a un tema mucho más sexual. Los corneadores empezaron a hacerle todo tipo de preguntas picantes como cuánto se masturba, qué posiciones le gustan, con cuántos ha estado, si es multiorgásmica, etc. Mi novia estaba roja de vergüenza y el sudor se notaba en su frente, les contestaba a todo, pero sin dar detalles para no avivar más el fuego. La verdad que era admirable cómo Andrea mantenía la compostura a pesar de que estaba descalza, y abierta de piernas entre esos dos hombres enormes que la tenían intimidada con su presencia y sus actos.

Los miraba siempre a la cara para no mostrar debilidad lo que ocasionaba que girara constantemente la cabeza de izquierda a derecha para poder responderles a los dos. Ellos por su parte, reprimían sus ganas cada vez menos; Antonio había pasado su brazo izquierdo por detrás de ella mientras con su mano derecha le acariciaba suavemente la pierna. Ramón cuando no le tocaba su otra pierna, estaba frotándose el enorme bulto que le sobresalía por debajo del pantalón y le creaba molestias. Y todo eso mientras le hablaban continuamente sin dejar ningún espacio a un silencio incómodo.

—¿Y este te llega a hacer algo? —preguntó Ramón en tono burlón refiriéndose a mí.

—Sí, mi novio lo hace muy bien, estoy muy contenta con él. —respondió Andrea halagándome con una gran sonrisa. Lo cual me creó una sensación de orgullo por ver cómo me reivindicaba aún en un momento tan difícil.

—Jajaja eso es porque aún no conoces lo bueno. —le soltó Ramón. —Vas a tener que ampliar el tatuaje que tienes por él jajaja —añadió mientras le metía descaradamente la mano por debajo de la camiseta y le acariciaba la barriga a mi novia ocasionando así la risa de su compañero por el comentario y la ya risa nerviosa de Andrea que no sabía qué hacer ante tal invasión de su espacio personal.

Yo llevaba demasiado rato inmóvil y atónito, con una parte de mí que rechazaba creer lo que estaba viendo, otra mitad consciente del peligro que clamaba por intervenir, una parte afirmando que no estaríamos a salvo si enfado a esos dos hombres y una pequeñísima parte que se moría de curiosidad por ver qué pasaría a continuación. Sin embargo, ese trato por parte de los corneadores que no paraban de posicionarme como alguien inferior a ellos junto a la evidente incomodidad y faltas de respeto que mi novia estaba sufriendo, me devolvieron a la realidad.

«Mierda debo actuar ya de una vez por todas. A ver, ¿qué puedo hacer? Ellos son dos y yo uno. Además, golpearon a uno igual que yo justo antes de venir aquí, ¿qué posibilidades tengo? ¿Qué solución podría haber? Piensa Felipe joder». Pero por lo visto, mi novia había perdido la fe en que yo hiciera algo así que decidió intervenir ella misma.

—Estoy sedienta de tanto hablar con ustedes. Voy a ir a por agua. —dijo Andrea con una falsa sonrisa intentando así escapar de esa peligrosa situación.

—Ah no tranquila, no te molestes. —respondió Antonio en tono amable. —Oye chaval, tráele agua a tu novia y a nosotros unas cervezas que tengas frías. —continuó mientras fijaba sus terroríficos ojos en los míos.

De repente, todo el salón de mi casa quedó en silencio y, por primera vez, yo era el centro de atención. «No joder, ni muerto haré eso. ¿Quiénes se creen que son para exigirme algo así?», pensé. Antonio me miraba intimidantemente. Ramón me volvía a observar de esa manera tan animal y Andrea me miraba con cierto interés, como sin entender la situación, pero curiosa de ver qué pasaba. Yo me sentía pequeño y con mucha presión sobre mí. Casi sin pensarlo y sin entender por qué, me levanté y fui a la cocina. Esos cabrones de mierda venían a follarse a mi Andrea y sin que mi opinión les importe lo más mínimo.

Y yo… yo debía impedirlo, pero ahí estaba en la cocina cogiendo agua para mi novia y cerveza fría para ellos como un maldito sirviente. Me sentía patético a la vez que asustado. ¿Cuándo acabaría este maldito infierno? Me inundó el miedo de que aprovecharan para meterle mano a mi novia mientras no estaba presente así que traje todo lo más rápido posible. Por lo visto, eso lo confundieron con obediencia.

—Vaaaya Andreíta, no sabía que tu novio era tan servicial jajaja —rio Ramón mientras abría su cerveza y me señalaba que me sentara de nuevo en el mismo sitio.

Mi novia, como siempre, fingió una risa para acompañar a la de ellos mientras me miraba con incredulidad. Yo me sentía avergonzado, no sabía qué carajos hacer ni cómo salir de esto. Nuestro contacto visual fue interrumpido por los corneadores que, ya habiéndose mojado la garganta, siguieron con su pesado interrogatorio sexual hacia ella. Y bueno… de repente, lo hicieron. No sé qué le habían preguntado, pero recuerdo que mi novia se estaba explayando y gesticulaba con las manos como buscando las palabras correctas cuando de pronto veo como Antonio la agarra suavemente por detrás de la cabeza y se lanza a besarla.

A Andrea la tomó totalmente por sorpresa, se quedó de piedra y con las manos tensas sin saber cómo reaccionar. No se apartó, aunque tampoco podía y su cara de asco evidenciaba su estado mientras Antonio comenzaba besándola muy suavemente, saboreando lentamente sus labios.

«¡¿Pero qué?! Esto es imperdonable. ¿Pero quién se cree este hijo de puta para venir a mi propia casa y plantarle un beso a mi novia delante de mí?», pensaba mientras estaba totalmente estupefacto viendo tan imposible escena. Mi respiración y ritmo aumentaron por la rabia y los celos que se apoderaban totalmente de mi ser. «Hasta aquí. Esta tontería se acaba ahora mismo. A tomar por culo estos malnacidos impertinentes», hablaba en mi interior cuando, decidido a acabar con esta locura, me levanté y di un paso hacia ellos.

Nada más acercarme, Ramón se levanta y se planta enfrente de mí clavándome desde arriba una mirada tan penetrante y agresiva, casi psicópata que me caló totalmente hasta la médula. De repente me sentí pequeño ante él, vulnerable e incapaz. Su presencia me imponía superioridad y su agresividad corporal me provocaba miedo. Automáticamente mi cuerpo volvió hacia atrás y me senté de vuelta donde estaba. Tragué saliva y aparté la mirada. ¿Por qué demonios ese hombre provocaba tal efecto en mí? No me quedó otra que quedarme ahí. No estaba seguro ni si quería verlo.

Y por desgracia, de nuevo Andrea no vio nada de esto debido a que el otro corneador la tenía ocupada. Antonio estaba prendido, la morreaba apasionadamente mientras con su mano derecha recorría con intensidad todo el cuerpo de mi novia de arriba hacia abajo. Ramón, por su parte, una vez que me senté, cambió de una actitud agresiva a una burlona vengativa, como si quisiera hacerme pagar por levantarme. Se sentó de vuelta y le cogió la pierna izquierda a Andrea poniéndola de nuevo sobre la suya. Levantó su enorme mano para mostrármela y la llevó al pie de ella. De ahí comenzó a subir muy lentamente mientras me miraba con su cara burlona sin perder detalle de mi reacción.

El hijo de puta quería que viera cómo su mano empezaba por los dedos de los pies, subía por su pantorrilla, rodilla, muslo y siguiendo hacia arriba iba a acabar inevitablemente entre las piernas de mi novia. La rabia que ese cabrón me provocaba era demasiado. Mientras tanto, el intercambio de saliva entre Antonio y Andrea era demencial, ella no hacía nada, pero se dejaba hacer. La palpaba con su mano por encima de la ropa por todo el cuerpo, desde los pies a la cabeza; sus piernas, sus caderas, y sobre todo sus pechos, lugar en el que se decidió quedar.

No sé si de manera instintiva o consciente, pero ella intentó poner sus manos tapando sus pechos para evitar el manoseo, pero, lejos de funcionar, hizo que el cabrón de Antonio le metiera la mano por debajo de la camiseta y empezara a tocarle las tetas en contacto piel con piel.

La mano de Ramón ya estaba por el interior del muslo, avanzando lenta e intrusivamente mientras él me miraba con una sonrisa de oreja a oreja sin perder detalle de mi reacción, como disfrutando de mi sufrimiento. Yo hervía de celos, rabia y furia. El muy hijo de puta me presumía en la cara que iba a meterle mano a mi novia en su lugar más íntimo. No quería que llegara ahí aunque tampoco me atrevía a hacer algo para impedirlo, sabía que no podía. Hacía movimientos como para levantarme, pero no llegaba a hacerlo por temor a su reacción. Sentía mucha impotencia y suspense combinado con un horrible sentimiento de culpa.

Andrea tenía pequeños espasmos en la pierna al sentir esa mano acercándose cada vez más donde no debía. Puso su mano en la muñeca de él como para pararlo, pero a Ramón le dio igual y no se detuvo, incluso le hizo gracia por la forma en que me reía. Ella intentó cerrar las piernas, pero le era imposible por lo firme que la tenían agarrada. Su mano ya estaba a punto de llegar cuando se detuvo de repente.

El cabrón me lanzó una mirada como vengativa, pero de burla y acto seguido le metió la mano entre las piernas a mi novia. Andrea soltó un profundo gemido ahogado en la boca del otro corneador retorciéndose al sentir la mano de ese desconocido frotándole el coño con intensidad por encima del leggin.

—¿Por qué muerdes, diablilla? Jajaja —preguntó Antonio mientras paraba de besarla por un momento y yo veía cómo se estiraba un hilo de saliva que unía ambas bocas. Vio la mano de su compañero entre las piernas de mi novia y me miró a mí riéndose.

Andrea, que por primera vez, no tenía a Antonio encima, lo primero que hizo fue mirar a Ramón e intentó apartarle la mano. Al cabrón le importó poco, respondió con una sonrisa y metió su otra mano por debajo de ella para tocarle el culo. Básicamente mi novia estaba sentada en la mano derecha de él con la cual le agarraba las nalgas mientras con su mano izquierda le frotaba intensamente el coño en movimientos lentos y circulares. Acto seguido, se lanzó a comerle la boca muy babosamente. Se veía cómo le metía la lengua hasta el fondo y después bajaba comiéndole el cuello. Aguantándose las cosquillas como podía, Andrea y yo hicimos el primer contacto visual desde que empezaron a besarla. Tenía los labios y la barbilla llena de babas, las mejillas rojas y estaba sudando, su mirada me transmitía una extraña combinación de miedo, vergüenza, impotencia y enfado hacia mí. Ella estaba a punto de decirme algo cuando, de pronto, Antonio la coge de la barbilla y la vuelve a pegar a su boca mientras jugaba con sus senos debajo de la camiseta. Ella intentó cogerle las manos, pero se notaba que no tenía fuerza para apartarlas. El corneador al ver ese intento por detenerlo, directamente le levantó la camiseta a mi novia dejándola totalmente con las tetas al aire.

Los corneadores se quedaron maravillados al ver las tetas desnudas de mi novia. Y para no maravillarse… Son medianas pero redonditas y firmes. Con pezones pequeños y rosados, con un lunar superior en cada una que hace forma de triángulo con el collar de un corazón imperfecto que le regalé en nuestro primer aniversario. —¡Qué tetitas tan ricas!— exclamó Antonio antes de meter su cabeza entre ellas y empezar a comérselas golosamente. Pfff ver todo eso me resultaba muy doloroso, ya que los pechos de mi novia es lo que más me gusta de ella, para mí es como algo “sagrado”, maternal incluso.

Las tetas con las que en un futuro amamantará a nuestros hijos. Veía como ese cabrón se las comía, chupaba y lamía, cómo le succionaba y mordía los pezones y sentía que estaban “profanando algo especial, algo mío”.

¿Qué os ha parecido esta parte? ¿qué situación o partes os han resultado más morbosas? Me lo podéis decir en comentarios, respondo al momento. Me vendrían bien vuestras opiniones ya que dudé mucho de si empezar a contar o no mi experiencia.

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