Hola, mi nombre es Felipe, tengo 22 años y voy a contaros mi primera experiencia cuckold. Aviso que será muy largo, ya que lo escribo a modo de catarsis para contar algo que nunca pude compartir con nadie, pero que el anonimato de Internet sí me lo permite. Me disculpo de antemano si la lectura resulta tediosa, pero quiero contar con lujo de detalles todo lo que hice, vi y sentí en todo momento. Espero que mi sueño frustrado de escritor al menos me sirva para esto.
Siempre he sido alguien atraído por lo romántico, por aquel amor que veía de pequeño en las pelis, nunca por la promiscuidad y relaciones vacías que el resto de la juventud comparte. Por suerte, encontré justo lo que buscaba. Mi novia se llama Andrea, tiene 24 años. Físicamente es bajita, delgada, cabello moreno largo y lacio, ojos oscuros que atrapan y una sonrisa encantadora en su ya bonito y suave rostro. Es blanquita de piel con tonos rosados y algún que otro tatuaje discreto, pechos medianos, abdomen plano y caderas estrechas pronunciando un culo redondito y respingón.
Siempre aparenta tener menos años de los que tiene. Es una chica tierna, pero determinada, de naturaleza tímida y simpática, pero con carácter cuando toma confianza. Con un corazón enorme siempre dispuesta a ayudar a los demás lo merezcan o no. Muy inteligente, optimista y con fe en las personas. Apasionada de la lectura y el aprendizaje. Es muy poco fiestera aunque no por eso menos sociable. Al igual que yo, prefiere una noche tranquila con su pareja antes que una discoteca con alcohol y descontrol. Llevamos 5 años de bonita relación desde el bachillerato. Nos entendemos muy bien y sabemos complementarnos.
En todo este tiempo habremos discutido solo un par de veces y en todas ellas lo hemos resuelto bien pensando en los dos a pesar de estar viviendo juntos desde hace 1 año y viéndonos cada día. Conmigo siempre ha sido muy detallista y cariñosa, jamás he dudado de su amor y ella tampoco del mío al igual que jamás le he sido infiel y ella tampoco. Obviamente yo siempre le he correspondido. Soy rubio de ojos azules, delgado y de altura 1,76 m. Sexualmente siempre hemos estado muy bien y nos hemos complacido mutuamente a pesar de que ambos tuvimos otras parejas antes de conocernos.
Hace unos meses, descubrí el concepto “cuckold” viendo pornografía en Internet. Maridos que disfrutaban ver a su esposa teniendo sexo con otros hombres. ¿Cómo era posible algo así? Me parecía patético e inmoral, pero a la vez me dio curiosidad seguir investigando sobre el tema. Indagando en la web, descubrí un chat hispano, un chat anónimo en el que había un canal llamado “cornudos”.
Yo pensaba que el cuckold era una invención del porno porque no sabían qué más vender, pero me sorprendió mucho ver la cantidad de personas que lo practicaban incluso gente de mi zona o provincias cercanas. Les pregunté por qué hacían eso a algunos de los que hablaban por ahí cuando de repente me llega un mensaje privado de un tal “MachoDom40” preguntándome: —Tu tienes pareja?—. Yo respondí que sí y él me dijo: —Mi amigo y yo queremos hacerte unas preguntas—.
Intrigado, entré a la sala privada que me invitaron y ambos empezaron a hacerme mil preguntas sobre mi chica, sobre mí y nuestra relación. Comenzaron con preguntas típicas de nombre, edad, de dónde somos, cómo somos físicamente, a qué nos dedicamos, cuánto tiempo llevamos juntos, etc. Continuaron con preguntas más personales y centradas en mi novia; su personalidad, sus defectos y virtudes, qué me gustaba de ella, qué ha estudiado, cómo nos conocimos, etc.
Terminaron preguntándome cosas muy íntimas desde cuánto sexo solemos tener, qué posturas le gustan a ella, qué hemos experimentado a cosas como la forma de su vagina, sus tetas o culo. Querían saberlo todo sobre nosotros. Aunque me extrañaba mucho eso, yo respondí a todo con sinceridad porque pues era un chat anónimo y no tenía peligro. Además, ¿a quién no le gusta hablar de su vida?
Finalmente, me pidieron una foto de mi novia, decían que sentían mucha curiosidad por verla. Dudé al principio, pero pensé que si es una donde no es reconocible, no pasaba nada. Así que les envié una foto donde Andrea salía de espaldas con un unos pantalones cortos y un top en una excursión que hicimos a la montaña. Los dos se sorprendieron al ver cómo era y no paraban de hablar sobre sus curvas y lo buena que está, a lo que yo me sentí bastante halagado.
Razón para enviar dos más del mismo estilo ante las insistentes peticiones de esos dos desconocidos. Uno de ellos me preguntó: —La amas de verdad?—.
Contesté que por supuesto, que me siento muy enamorado de ella y que es la mujer de mi vida con la que quiero formar una familia. Me felicitaron por la respuesta con un —Perfecto, es justo lo que buscábamos.—. El otro comenzó a presentarse y a contarme por qué me habían llamado a esa sala: —Me llamo Antonio y él es mi compañero Ramón. Ambos tenemos 40 años. Somos corneadores expertos en parejas jóvenes desde hace muchos años. Nos conocimos en la mili, pero nunca hemos corneado juntos y por eso estamos aquí. Nos ha encantado tu novia y nos la queremos follar. ¿Estás de acuerdo con eso?—.
Me quedé estupefacto, no me esperaba algo así y menos tan directo. Ahora comprendía el por qué de ese interrogatorio tan extenso y que no solo preguntaban por aburrimiento. Mi respuesta natural, evidentemente, era un NO, pero la verdad que había disfrutado de la charla y sabía que decir la verdad significaba que se fueran. Al fin y al cabo era un chat anónimo de Internet en el que bastaba con cerrar la página para que nada de eso hubiera pasado. Así que mentí y les dije la frase de la que me arrepentiré siempre: —Sí, estoy de acuerdo—.
Los corneadores celebraron con entusiasmo mi decisión diciéndome cosas como “eres muy valiente chaval”, “has elegido lo correcto”, “pocos se atreven” y “esto os unirá como pareja”. Yo aún algo intrigado por todo esto pregunté: —Pero, ¿por qué os la queréis follar?— Antonio me contestó: —¿En serio preguntas eso? Somos machos maduros y ella una joven veinteañera. Tu novia es un bomboncito para nosotros—. Ramón escribió: —Tu novia es justo el tipo de chica que nos da morbo; blanquita y hermosa con cara de tímida, joven e inexperta, pero con un cuerpazo. Qué bien nos lo vamos a pasar inseminándola.— Yo estaba atónito con sus respuestas y descripciones.
Descubrí algo que nunca había sentido antes y eso me descolocaba. ¿Acaso me gustaba que mi novia guste a otros?
Me dijeron de seguir en contacto por otro sitio y me enviaron un enlace de WhatsApp. Al entrar, vi que era un grupo de casi 20 personas. Pregunté por el grupo qué era eso y me respondieron: —Este es nuestro grupo privado y exclusivo de corneadores. La mayoría somos de España aunque también hay algunos de Latinoamérica. Aquí todos nos conocemos y nos tenemos confianza y si te hemos invitado es porque confiamos en ti. Todo lo que hablemos a partir de ahora será por aquí—. Me presentaron al grupo como “este es el chaval que nos va a entregar a su novia”.
Muchos me saludaron alegremente felicitándome por mi “decisión”. Los saludé de vuelta y los del grupo comenzaron su también respectivo interrogatorio sobre mi pareja y yo, incluso más extenso que el anterior debido a que eran más personas preguntando al mismo tiempo. Tanto, que hasta me costaba responder rápido a todo. Me abrumaba tanto interés, pero a la vez me hacía sentirme de alguna manera especial y popular sobre todo siendo un grupo tan “selecto” como me lo habían descrito.
Claramente me pidieron ver a Andrea y pronto las fotos de la montaña ya no eran suficientes. Y ahí estaba yo a las tantas de la mañana enviando fotos de mi novia a un grupo de desconocidos y sin saber muy bien por qué. Si ya antes sentía que me gustaba que mi novia guste a otros solo con los dos corneadores, ahora tenía a casi 10 pervertidos a la vez comentando cada foto. Se sorprendían, la analizaban, describían con detalles qué les gustaba de ella (cada uno con sus fetiches) y la morboseaban al máximo.
Hasta me hacían ver detalles sexys de Andrea en los que nunca me fijé. Me sentía afortunado y mi ego estaba por las nubes viendo cómo tipos experimentados que han estado con tantas mujeres, se volvían locos con mi novia. Me hacían sentirme muy hombre por tenerla.
Así pasaron unas dos semanas en las que, cada dos días mínimo, los corneadores me mencionaban en el grupo preguntándome sobre mi chica, pidiendo más fotos y morboseándola. Acabé pasando fotos de ella en bikini o en la playa y lo peor es que esperaba con ansias sus reacciones sin entender muy bien por qué. Lo raro, además, es que siempre Antonio y Ramón estaban activos y dispuestos para darme conversación junto a varios participantes del grupo.
Hasta que un día, Ramón me etiquetó diciendo que ya es hora de decírselo a Andrea. Me comentó que no le podía decir que ellos son corneadores porque eso la espantaría. Así que le tendría que decir que son una especie de “voyeurs” que les gusta ver a parejas teniendo relaciones y nada más. Y para corroborarlo, me hizo fingir una conversación con ellos donde todos aparentan serlo y los comentarios eran mucho más suaves. Me explicó que cuando estuviera a solas con Andrea, empezara a tocarla y masturbarla. Y estando en su punto más caliente, soltarle el tema.
Ver ese mensaje me entristeció porque obviamente yo a mi novia no le iba a decir nada de esto y al ver que no hay avance, ellos iban a dejar de hablarme o me expulsarían del grupo. Di por hecho que esa extraña diversión ya se había acabado. Pasaban los días y los corneadores no dejaban de preguntarme si ya lo había hecho.
Yo les daba largas intentando mantenerlo un poco más, sin embargo, en mis momentos más personales, no dejaba de resonar una pregunta en mi cabeza: «¿Y si lo hiciera?». Volvía en mí y me convencía de que algo así nada bueno podría traer. Pero, ¿y cómo sería juntar mi mayor morbo sexual (mi novia) con el segundo mayor (los corneadores)? ¿Qué pasaría si ella viera el chat? Tenía ese duende constantemente, pero no, no debo hacer eso.
Hasta que un día en el que se ve que no dormí mucho, se me fue totalmente la cabeza y lo hice. Seguí las instrucciones de Ramón: Estando con ella en la cama, le di mimos hasta que se calentó y luego la empecé a masturbar. Cuando noté que estaba muy excitada, me detuve diciéndole:
—Mira lo que encontré el otro día en Internet— y le enseñé la conversación con los supuestos “voyeurs”. Al segundo después de hacerlo, me arrepentí totalmente. Sentía un nudo en el estómago esperando una mala reacción por su parte. «Mierda Felipe, ¿qué has hecho?», pensaba. Pero, para mi sorpresa, Andrea que lo había leído todo me devolvió el móvil con un simple —qué cosas tan raras haces a veces— sin darle mayor importancia.
Le interesaba mucho más que la siguiera tocando. Mi alivio fue notorio y, extrañamente, también lo fue el entusiasmo con el que al día siguiente les relaté lo ocurrido a los corneadores. Éstos se motivaron como nunca felicitándome por mi buen trabajo y pidiéndome fotos e información de ella más que de costumbre.
Desde ese día, el que yo hablara por el grupo de WhatsApp se convirtió en una especie de morbo para nosotros como pareja. Muchas veces, ella veía lo que conversaba con ellos, yo disimuladamente me calentaba y acabábamos teniendo sexo. Incluso con el tiempo, me dio permiso para enviar alguna que otra foto normalita (las mismas que ya pasé yo hace tiempo). Los corneadores hacían lo suyo morboseando las imágenes y hablando de ella.
Le pregunté una vez si se sentía incómoda con eso y me dijo que no le molestaba tener un pequeño “grupo de admiradores virtuales”. Yo la verdad, que no sentía celos con todo eso y era raro porque suelo ser muy celoso por naturaleza aunque lo disimulo muy bien.
Hasta un día en el que yo me encontraba en la cama hablando con los corneadores y Andrea estaba en la ducha. Uno de ellos me preguntó: —¿Tu novia usa más tangas o bragas?—. «Qué pregunta tan rara» pensé. Cuando salió de la ducha le pregunté y me dijo que depende de la prenda que se ponga, pero normalmente con las bragas está más cómoda. Lo puse en el grupo y de repente Antonio me suelta: —Queremos que tu novia nos mande una foto en tanga—.
—Pfff, pero qué flipaos lo que piden. —murmuré solo.
A eso que veo como Andrea viene a mí, mira el mensaje, se queda pensando y me quita el móvil sin decir nada. Se va al cajón, escoge varios tangas, se hace varias fotos en el espejo y viene con una elegida para que la envíe al grupo. … ¿Pero qué cojones fue eso? Es verdad que no se le veía el rostro y se tapaba las tetas, pero, joder, ¡mi novia le está mandando una foto en tanga a otros hombres! Aunque no dije nada, sentí celos por su repentina y extraña iniciativa tan poco común en ella. Aunque por otra parte, veía la imagen y pensaba: «Joder, si por una foto vestida la morbosean a full, con esta se volverán locos». La analicé unos segundos: Mi novia de pie frente al espejo, solo con un tanga negro mientras su blanca desnudez brillaba. Con la mano derecha sostenía el móvil mientras con el otro brazo tapaba lo que podía de sus pechos. La pierna izquierda adelantada y casi suspendida en el aire dando total protagonismo al ave fénix que tiene tatuado en la cadera al cual el hilo del tanga separa en dos mitades mientras de fondo resalta la forma de su nalga, muslo y pierna.
Casi como si la pose hablara diciendo: “Esta soy yo”. No me lo pensé ni un momento y le di a “Enviar”. Esperaba unas reacciones fuertes, pero el grupo se quedó totalmente en silencio viéndola. Hasta que, de repente, Ramón envía una foto.
—¡Qué asco! ¡Ha mandado su polla empalmada! —reaccioné para mí mismo por la repulsión de ver esa imagen.
Y Andrea, que estaba al otro lado de la habitación exclama: —¡¿A ver?!— y viene a vérsela al tío ese… Sentí una punzada de celos y más cuando al ver la imagen escucho cómo se le escapa en voz baja un “Ostias qué pedazo de polla…” Debió darse cuenta del error por la forma en la que la miré porque añadió —Pero seguramente no es suya y la descargó de Internet— mientras se alejaba para no darle más importancia al asunto.
Me quedé con un mal sabor de boca y pensativo, nunca la había visto reaccionar así. Así que me distraje con las reacciones de los corneadores que estaban totalmente locos tras ver a mi novia en tanga. El chat estaba ardiendo y más cuando Ramón me preguntó cómo reaccionó Andrea al verle la polla. Conté lo sucedido ocasionando así la risa de todos.
Desde entonces, el grupo se volvió más activo, pero yo me lo pasaba cada vez peor. A mí lo que me gustaba era que mi novia guste a otros, nada más que eso, pero desde la foto en tanga, las conversaciones pasaron de ser “qué buena está tu novia” a “cómo me voy a follar a tu novia” llegando incluso a darme asco ciertos comentarios.
El día del encuentro.
Era un sábado y yo estaba en el salón viendo la tele cuando vino Andrea a traerme el teléfono porque me había llegado una notificación del grupo. Al desbloquearlo, lo miramos los dos y era Antonio diciendo: —Chaval, queremos ver hoy a tu novia. ¿Dónde os encontramos?— … ¿Pero qué? ¿Qué fue eso? Andrea y yo nos quedamos mirándonos el uno al otro incrédulos. ¿En serio esos tíos querían venir a vernos? Nuestra conclusión fue que no.
O sea, ¿quién en su sano juicio va a ir a una ciudad lejana que no conoce para ver a una pareja que no conoce y solo ha visto fotos? Jamás habíamos hablado por voz o audio y ella nunca escribió nada al grupo. Además de lo directo del mensaje, si fuese real habría dicho algo más suave tipo “podemos conocernos en persona” o “vamos a ir a tomar algo por ahí”, no sé. Por responder algo, les envié una ubicación, pero no de mi casa, sino de varias calles más allá para ver lo que decían.
Un “salimos en 10 minutos” o “en 2 horas estamos allí” habrían confirmado su intención, pero vieron todos el mensaje y nadie dijo nada. Obviamente dimos por hecho que no era verdad y que tal vez se trataba de alguna forma de avivar la fantasía virtual en la que últimamente yo participaba menos. No le dimos importancia y esa tarde salimos a correr juntos, ya que era un reto que llevábamos cumpliendo varias semanas. Ya de vuelta en casa cuando estábamos mirando en mi móvil los kilómetros hechos, apareció arriba el mensaje que nos jodería todo: “Estamos por San Juan” (A 20 minutos en coche de nosotros).
Nos quedamos totalmente atónitos. Para nosotros, esto siempre había sido una tontería virtual que mirábamos de vez en cuando y que nunca debía salir de ahí. Pero en ese momento, nos dio el golpe de realidad de que esos tipos iban a venir en serio. Andrea se puso histérica y empezó a regañarme diciendo que para qué hago cosas raras en Internet, que esto era culpa mía y yo lo debía de resolver. Me dijo que fuera y les dijera a los dos que lo sentimos, pero al final hemos decidido no hacerlo. Alguno podría pensar que yo sentía algún tipo de morbo con eso, pero nada que ver.
En ese momento, la verdad que me sentía como una mala persona. Los corneadores me dijeron desde principio alto y claro quiénes eran y qué buscaban. Pude haberles dicho desde el inicio que no y nada de esto habría ocurrido. Pero por mi egoísmo de tener su atención un tiempo más y seguir siendo popular, les mentí diciendo que estaba de acuerdo para hacerlos creer que pasaría cuando realmente no quería eso ni iba a aceptar jamás tal locura. Ni yo, ni ella.
Con todo esto en la cabeza, pequé de bondadoso y le dije a mi chica lo que ahora sé que fue lo más estúpido que he dicho en mi vida: —Si se lo toman mal, que lógicamente lo harán, que se vayan y ya está. Pero si se lo toman bien y entienden que no pasará nada, ¿y si los invitamos a comer al menos? Si resultan ser buena gente, me sentiré mal conmigo mismo por hacerles esto—. Andrea lo entendió y dijo que si ellos verdaderamente comprenden y aceptan que no pasará nada sexual pues sí, ella no tiene problema.
Con esto establecido, fui al encuentro de los corneadores que ya estaban por llegar. En el fondo tenía la esperanza de que fuese todo una broma y realmente no estuvieran aquí. Llegué al aparcamiento y vi a dos hombres bajarse de un coche grande.
—Ellos no pueden ser. —pensé.
—¡Qué pasa chaval! –decía uno de ellos alegremente saludándome a mí.
Era imposible que fuesen ellos. Andrea y yo nos los imaginábamos como los típicos viejitos verdes con cuerpo escombro porque si buscas sexo por Internet es que muy desesperado debes de estar, a veces hasta nos reíamos de ellos bromeando entre nosotros. Pero de repente, tenía frente a mí a dos hombres enormes, me sacaban una cabeza de altura cada uno y eso que yo no soy bajito. Ambos con sus barrigas cerveceras y poco pelo en la cabeza, pero de espalda ancha, fuertes y robustos.
Daban la sensación de trabajar con cosas pesadas y saltaba a la vista su pasado militar con sus brazos grandes y llenos de venas adornados con tatuajes típicos. Me miraban fijamente a los ojos casi sin pestañear, su presencia era notable e imponían mucho respeto. A pesar de sus apariencias, ambos me saludaron simpáticamente, aunque con un apretón de manos que casi me dejan la mano dormida.
Joder, ¿cómo decirles ahora a estos tipos que en realidad fue mentira y deben volverse por donde han venido? Y más cuando en el “¿y vosotros qué tal?” me cuentan que tardaron un poco porque se toparon con un chaval, así como de mi edad que se les puso chulo en el tráfico y tuvieron que inflarlo a ostias. Yo no sabía cómo reaccionar a eso e instantáneamente me preguntaron: —¿Por dónde es?—.
—Ehh por aquí… —tartamudeé casi sin pensarlo y comenzamos a ir en esa dirección mientras pensaba en cómo darles la noticia.
Pero no lo conseguía y eso me tenía muy nervioso y estresado. A lo largo del trayecto los corneadores no paraban de hablar de cosas normales y cotidianas. O sea, siempre desde que los conocí, el tema de conversación principal era “mi novia” y “sexo” pero en persona no mencionaban nada de eso como para yo poder soltar un “hablando de eso, al final hemos decidido no hacerlo”. Eran simpáticos conmigo y bromeaban, pero a penas me dejaban hablar.
Una vez intenté meter el asunto, pero me cambiaron de tema no sé si conscientemente o sin darse cuenta por hablar tanto y no me atreví insistir porque me inquietaban sus posibles malas reacciones. Estábamos casi llegando a casa cuando, para calmarme un poco, pensé: «Bueno, mejor se lo digo junto con mi novia para que así tenga más efecto». Total, que llegamos a casa y yo estaba muy tenso porque es que imagínate la mala situación que había creado: Para Andrea, si yo llegaba solo era porque los dos tíos del grupo se lo tomaron mal y se fueron. Y si venía acompañado, ellos entendían que no iba a haber nada sexual ni voyeur y solo venían a comer y se irían tras eso. Pero para los corneadores, venían a follarse a mi novia delante de mí y con mi previo consentimiento. Sentía que debía resolver esa situación cuanto antes.
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¿Qué os ha parecido el relato de momento? ¿qué situación o partes os han resultado más morbosas? Me lo podéis decir en la caja de comentarios, respondo al momento. Me vendrían bien vuestras opiniones ya que dudé mucho de si empezar a contar o no mi experiencia.
En la parte 2 ella cuento lo que sucedió cuando entré en casa con los corneadores y ellos vieron a mi novia.
Muy buen relato cuando subes la segunda parte me muero por leerla
Muy buena serie bro, muero por terminar de leerla, mi fantasia relatada, acabala pronto jaja