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Donde todo comenzó
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Era una hermosa tarde primaveral, la brisa corría suave y el sol nos alegraba con sus últimos rayos de luz, era un día para no olvidar. Caminaba por el parque disfrutando del gorjeo de los pajaritos, cuando a lo lejos, vi que una hermosa mujer venía hacia mí, caminaba con un andar muy sensual, elegantemente vestida, aunque informal.

Al acercarse, escuché el taconear de sus zapatos, con un ritmo que me llamó la atención, luego nuestras miradas se cruzaron y sentí que mi cuerpo recibía una descarga eléctrica que me hizo murmurar unas palabras que ella escuchó, era realmente hermosa. Ante eso, detuvo algo su andar, lo que me permitió decirle algunos piropos que ella agradeció con una sonrisa y dejando de lado mi timidez, me le acerqué y le pregunté su nombre, se llamaba Ximena. Luego, la invité a sentarnos en una de las bancas del parque, para platicar y disfrutar de esa hermosa tarde, lo que aceptó con gusto y nos presentamos.

Ella no era de la ciudad, había venido a visitar a unos familiares, y como el día lo invitaba, decidió también salir a pasear por los alrededores, no era muy alta, de tez blanca, tenía alrededor de 30 años, de cabello oscuro no muy largo, su piel se veía tersa y suave, tenía unas bubis grandes y hermosas y se podía ver sus inicios en su blusa escotada, También su ajustado pantalón delineaba unas nalgas redondas, paraditas y sugestivas, era una mujer realmente muy interesante, con una plática muy amena. Platicamos de muchas cosas, al principio intrascendentes y con el pasar del tiempo, llegamos a platicar de cosas más íntimas, lo que hizo que el tiempo transcurriera sin darnos cuenta hasta que se hizo la noche.

Llegó un momento en que sentía que la conocía desde tiempo atrás, hubo mucha química entre los dos, así que me ofrecí para acompañarla, para que no se fuera sola, ya que no conocía mucho la ciudad y así lo hicimos. En ese momento surgieron en mi mente algunas visiones de lo que sería disfrutar de ese cuerpo, de sentirlo junto a mí y al pasar frente a un motel, le insinué entrar para que la noche no terminara aún. Ante mi sorpresa, aceptó sin rogarle, lo que hizo que mi corazón brincara de emoción, ya que como dije anteriormente, soy bastante tímido pero en ese instante, me olvidé de mi timidez, aunque no niego que me puse algo nervioso.

Al cerrar la puerta de la habitación, nos abrazamos y nos fundimos en un apasionado beso, en el que nuestras lenguas se entrelazaron y recorrí su boca con ansiedad, al tiempo que ella me respondía de igual manera. No sé cuánto tiempo estuvimos así hasta que mis manos comenzaron a desabrocharle su blusa, a soltarle su brassier y a palparle y a jugar con esas bubis tan deliciosas; de inmediato, sus pezones respondieron al llamado y emergieron en todo su esplendor, duros, paraditos. Ya para ese instante, estaba muy excitado y ella no lo disimulaba tampoco, entonces le besé su cuello con pasión y fui bajando hasta saborear sus bubis, pasándole mi lengua por sus pezones y comenzando a escuchar sus gemidos, suaves pero profundos.

Cuando quise continuar hacia abajo, ella me detuvo, mencionándome que no quería que me desilusionara, ya que si seguía, podría encontrar una sorpresita. Sorprendido, le pregunté qué sucedía y si no se sentía a gusto con lo que estábamos haciendo, me respondió que ella estaba encantada, que estaba fascinada pero que lo que podía encontrar allí, no sería de mi agrado; con mucha delicadeza, me dijo que era una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre. Confieso que hasta ese momento, nunca me había imaginado estar en una situación similar pero mi excitación y mi calentura eran tales que hice caso omiso a la advertencia y continué adelante.

Ya que le quité el pantalón, apareció una hermosa tanga de hilo de color rojo, que dejaban libres a tan deliciosas nalgas, fue ahí que pude ver lo que ocultaba, su pene, aun descansando, era la primera vez que tenía un pene frente a mí y no sabía bien cómo actuar pero no deseaba detenerme. Luego, ella también fue quitándome la ropa hasta liberarme mi verga, que no es muy grande pero tampoco es como para despreciar. Después, me recostó en la cama, enseguida me la tomó entre sus manos y me la recorrió en toda su longitud, masajeándomela suavemente, comenzando a recorrerme la punta con su lengua hasta que se la fue introduciendo despacio en su boca y me la chupaba con mucho placer; obvio, a mí me tenía en el paraíso.

Estando ya en todo su esplendor, agarró un lubricante y se untó la entrada de su hoyito, luego me puso un condón y se acomodó como perrita, levantando el culito y se la fui introduciendo con cuidado, no costó mucho hasta que toda estuvo adentro y comencé con un movimiento de vaivén, cada vez más intenso, ¡qué imagen tenía delante de mí!, no creo poder olvidarla. Al mismo tiempo, escuchaba sus gemidos, ahora intensos y con sus movimientos circulatorios, en un rato hicieron que explotara dentro de ella y sentí un inmenso placer, además ella tuvo un orgasmo que la hizo gritar. Luego estuvimos recostados uno junto al otro, abrazados hasta recuperar fuerza y seguimos platicando de experiencias anteriores vividas.

Al rato, con mucho disimulo, ella tomó mi mano y la colocó encima de su pene, mi primera reacción fue de sorpresa e intenté retirarla; sin embargo, ella la sostuvo con firmeza e hizo que me acostumbrara a su textura despacio, incluso dirigía mi mano hacia arriba y hacia abajo hasta que perdí el temor y lo tomé yo mismo, sintiendo como iba aumentando de tamaño, aunque aún no estaba muy duro. Ella me susurraba al oído lo feliz que la haría si le pasaba mi lengua y se lo recorría, eso para nada entraba en mis planes iniciales pero al pasar el tiempo y sentir cómo respondía, por mi mente surgían pensamientos que me llevaron a satisfacer su fantasía, pensando que si ella me había dado tanto placer, debía corresponderle de la misma manera y no debía ser egoísta, después de todo, me atraía muchísimo.

A continuación, la senté al borde de la cama, luego me arrodillé en el piso y con cierto temor, me acerqué a su verga, no tenía idea de qué sentiría y tímidamente le pasé mi lengua por su cabeza y no me desagradó su sabor del todo, un sabor salado que con el tiempo, finalmente uno se acostumbra y por qué no reconocerlo, lo desea. Luego de los primeros recorridos, cada vez más amplios y más profundos, me animé a introducírmela en mi boca, entonces ella tomó mi cabeza con sus manos y me la fue introduciendo con mucho cuidado. Al sentir cómo se fue poniendo cada vez más grande y más dura, además de escuchar sus gemidos y sus suspiros, hicieron que mi calentura fuera creciendo, lo mismo que mi verga y sentí un enorme poder sobre ella, lo que me imagino también ellas sienten sobre nosotros, quería que ella disfrutara plenamente y me esmeré en hacerlo lo mejor posible, temía lastimarla y en ocasiones, la sentí llegar hasta mi garganta.

Llegó el momento en que ella me pidió que me recostara boca abajo en la cama y ahí, de inmediato, pasó por mi mente lo que pronto iba a ocurrir, ya que me tomó mis nalgas, me las abrió y puso lubricante en mi hoyito, por suerte bastante y al sentir sus dedos recorrérmelo, me estremecí, fue una sensación que nunca había tenido. Primero me introdujo un dedo, luego dos y los movía en círculos hasta que sentí cómo su verga me rozaba sobre mis nalgas, habiendo instantes que deseaba que me penetrara hasta que finalmente, la presionó un poco y la introdujo dentro de mí. En ese momento, sentí un profundo dolor, como que me partían en dos pero al correr de los primeros vaivenes, el dolor se fue transformando en una sensación de enorme placer.

Sin pensarlo, comencé a moverme a su ritmo, ya no me importaba nada, sólo quería sentirla y al notarlo, Ximena comenzó a decir cosas que nunca imaginé que me las dijeran, como “disfruta, puta, ¿ves qué rico es?, eres una perra” y agregaba “yo sabía que eras muy puta, eres como todas nosotras, te gusta que te cojan”. Luego añadía cosas como “vas a ver que a partir de ahorita, sólo vas a pensar en cómo tener una verga dentro de ti, eres toda una mujer gracias a mí, sólo te falta vestirte con faldita, salir a la calle y volver locos a los hombres”. Lo increíble fue que cuanto más me decía esas cosas, me excitaba cada vez más y le pedía que me cogiera más fuerte, ya no me importaba nada, ya no sentía dolor y le pedía que me partiera el culo, que no me la sacara, estaba en un frenesí.

Cuando explotó y derramó su lechita dentro de mí, sentí su calor reconfortante y yo también tuve un orgasmo como hacía tiempo que no me sucedía, entonces la besé intensamente y me vino un sentimiento de profundo agradecimiento por el enorme placer que me dio. Como dije al inicio de este relato, fue un día único, inolvidable, viví una experiencia que siempre trato de repetir y que si no fuera por Ximena, nunca hubiera imaginado vivirla.

Al día siguiente, mi hoyito aún me dolía bastante, en especial al sentarme pero siempre tenía presente lo vivido el día anterior y nada más de recordarlo, volvía a excitarme, me sentía contento y orgulloso de haber aceptado la propuesta de Ximena. Nunca la volví a ver otra vez pero donde ella se encuentre, reciba mi sincero agradecimiento, me hizo ser una nueva persona y no me arrepiento. Creo que quien nunca ha vivido este tipo de experiencias, no podrá decir que conoce todo, que ha experimentado todo tipo de sensaciones, aún tenemos muchos prejuicios que no nos permiten vivir la vida a plenitud.

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