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Dominando a la sumisa Mariel (Parte 2)
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Pasó el fin de semana sin que contactara a Mariel. El lunes, por la tarde le mandé un mensaje. “Te espero a las 18 h.”. Elegí ese horario porque ya Carla se había retirado, no era tiempo todavía.

Puntualmente, llamó a la puerta. Cuando entró trató de disimular una sonrisa, mirando firmemente hacia abajo mientras saludaba.

-Buenas tardes Señor -dijo tímidamente

-Pasa puta, sígueme -dije recalcando la segunda palabra.

Sin más me dirigí a mi dormitorio, me quité la ropa y me recosté en la cama apoyando mi espalda en el espaldar. Ella quedó parada a los pies de la cama, mirando hacia el suelo.

-Quítate la ropa

Lentamente fue desvistiéndose. Aproveche para observar su cuerpo detenidamente, analíticamente. Sus pechos eran de un tamaño mediano grande, su cintura estrecha. Su pubis estaba totalmente depilado.

-Gira

Seguí con mi observación y pude comprobar una espalda hermosa que finalizaba en unos glúteos proporcionales a su cuerpo y firmes.

-Gira, le dije nuevamente.

-Cuéntame, como te has portado. Has hecho algo que merezca castigo?

-No señor, solamente recordar la última vez, y me he mojado, pero no me masturbé y llegué al orgasmo.

-Algo más? Pregunté con tono inquisidor

De pronto se puso colorada, clavó la mirada aún más fuerte en el piso y me dijo

-Lo extrañé, lo desee.

Me quedé callado un par de minutos, ella seguía con la mirada fija en el suelo.

-Ves ese cajón que está allí? Ahí están casi todos lo “juguetes”. Quiero que vayas, elijas cuatro y los pongas sobre la cama.

Sin mediar palabra se acercó, se agacho dejando expuesto su trasero y su vagina y comenzó a buscar. Cuando pareció terminar se incorporó, y colocó sobre la cama: el látigo, el plug anal, y un consolador. Al ver que eran solo tres le recriminé:

-Te dije cuatro

-No encuentro o no está la máquina.

-Búscala detrás de esa puerta.

Fue a lo que es mi estudio privado, la trajo y la enchufó.

-Ahora quiero que hagas… Lo que desees. Quiero ver que tan morbosa eres.

Insegura, comenzó tocando sus pechos con las dos manos, bajó una de sus manos al clítoris y comenzó a frotarlo. Me miraba como buscando aprobación en mi mirada, y para ver si mi pija se emocionaba. Como no vio comenzó a pellizcarse los pezones sin quitar la mano del pubis. Los pellizcaba cada vez más.

-Escucha, no hagas lo que piensas que yo quiero ver, haz lo que tu morbo y placer quiera hacer.

-Entiendo, dijo

Tomó entonces el látigo y comenzó a azotarse con fuerza en las piernas, pechos, la espalda, su culo.

Lentamente empezó a gemir, más de placer que de dolor. Su cuerpo iba tomando nota del castigo y comenzaron a enrojecerse sus pechos y cada zona que golpeaba.

Mientras se azotaba, introdujo dos dedos en su vagina y los empezó a mover, sacando y metiendo, cada vez con más rapidez. Su cuerpo ya temblaba las piernas casi no podían sostener su cuerpo. Cuando pareció que iba a llegar al orgasmo, retiró los dedos tomo el plug anal y sin siquiera lubricarlo lo introdujo de un golpe en su ano. Una vez que lo introdujo, tomo el consolador y lo empezó a chupar mientras seguía castigándose.

Ya hacía rato que no me miraba, su vista estaba perdida. Dejó el consolador en la cama un momento, se puso de rodillas delante de la máquina y la encendió. El gran consolador de la maquina entro directamente a su vagina haciéndola arquear. Dejó el látigo a un lado y sacó violentamente el plug. En su lugar puso el mango del látigo, que no era muy grueso pero si largo, hasta el fondo, de un solo golpe y empezó a menear el culo, aún con la maquina en su vagina. Puso el consolador delante de ella y comenzó a chuparlo nuevamente. De pronto lo dejó, giró su cabeza hacia mí y me dijo:

-Soy una zorra, con cola y todo.

No pude más que reírme por la ocurrencia. Aceleró el ritmo de la máquina y el pistón entraba y salida a toda velocidad, seguramente golpeando el fondo de su vagina.

Mi pija ya estaba a mil, la lujuria que había desatado su mente me sorprendía.

-Señor necesito acabar, no doy más

-Hazlo, dije secamente.

Empezó mover el látigo en su culo mientras chupaba el consolador con desesperación. De pronto, con espasmos en todos los músculos del cuerpo, soltó el consolador, cayó apoyando su cara en el suelo sin moverse, con el látigo y la máquina dentro de ella aún funcionando.

-Ahora, guarda los juguetes y acuéstate en la cama, le dije.

Cuando se tiró a mi lado, no intento tocarme, su respiración era aún entrecortada. Me levanté, fui a un frigo bar oculto en mi oficina, volví con dos latas de cerveza y tomé las esposas del cajón. Ella seguía con los ojos cerrados y no las vio.

Separé sus piernas suavemente y apoyé la lata helada de la entrada de su vagina. Del salto que dio casi se entierra la lata, y su grito fue tremendo, y abrió los ojos casi a punto que salgan de sus órbitas.

-Toma, refréscate un poco? Le dije, acercando la lata.

-Nunca he tomado alcohol Señor.

-Pues es hora que empieces.

Me recosté junto a ella, tomé su mano y la hice agarrar mi pija, que aún estaba dura.

-Pero Señor, usted todavía no gozó.

-Ya estoy gozando Mariel, dije sin darme cuenta que la había llamado por su nombre.

-Terminemos la cerveza y seguimos.

Su mano me masturbaba lentamente, para que no pierda vigor. Acostumbrado a tomar, obviamente terminé la lata antes que ella, por lo que me dedique a acariciar su cuerpo de pies a cabeza, notando que su vagina todavía seguía humedeciéndose. Cuando dejo la lata a un lado, la hice poner de rodillas en la cama, comencé a besar sus pechos, acariciar su vagina y ano. Ella seguía con mi pija en su mano, metí dos dedos en su vagina, y comencé a buscar su punto G. Cuando su cuerpo me indicó que lo había encontrado jugué con él un buen rato. Tomé las esposas y cruzando sus brazos en la espalda, se las coloque. Cuando llegó a un nuevo orgasmo saque los dedos, y se los di a chupar, lo hizo con gusto.

De repente, y sin dar aviso, la tome de los cabellos y hundí su cara en la cama. Toscamente separe sus glúteos y metí los dedos en su ano. Comencé nuevamente a buscar su punto G, pero ahora atreves de las paredes que separan la vagina. Cuando lo volví a encontrar, lo froté ferozmente y otro nuevo orgasmo, esta ver mucho más fuerte que los anteriores.

Sin medir palabra, saque los dedos y comencé a sodomizarla con violencia, mientras le daba golpes con la palma de mi mano en el culo y tiraba para atrás su cabeza agarrándola de los pelos.

Luego de unos minutos, la di vuelta, puse sus piernas en mis hombros y nuevamente la penetré, esta vez por la vagina. Castigaba sus pechos, los pellizcaba y cuando estaba llegando yo al orgasmo, puse mi mano en su garganta y la apreté con la suficiente fuerza como para no quitarle todo el aire.

Llegamos los dos juntos, con dos gritos casi desgarradores. Sin sacarla, baje sus piernas y me recosté sobre ella, aún con las manos en la espalda.

La liberé, fui a buscar otra cerveza y me recosté a su lado. Ella estaba quiera, con los ojos abiertos, sin decir palabra.

Extendí mi mano, la toma del hombro y la acerque a mí. Ella puso su cabeza en mi pecho y a acariciarlo suavemente.

Sin mediar palabra la tomé violentamente de los pelos de la nuca, puse su cara frente a la mía y le da un profundo beso, soltando los pelos pero con mi mano ahora apoyada en su cabeza. Era la primera vez que la besaba. Increíblemente, de la nada, sentí mi miembro nuevamente erecto, y su cuerpo estremecerse por el beso.

Ella se percató de mi erección y bajó a mi pija para darle una maravillosa mamada mientras yo disfrutaba verla tomando mi cerveza.

Cuando acabé, se sentó a mi lado, mirándome sin hablar.

-Tienes permiso para hablar, le dije.

-Le puedo preguntar algo Señor?

-Si, por que está solo? Simplemente con el sexo que Ud. tiene muchas mujeres estarían a su lado.

-Por elección mía, le contesté.

-Y a vos, te gusta como lo hacemos? Es parecido a lo que vez en porno?

-Me encanta, me hace sentir muchas cosas: deseada, puta, mujer, am…

-Como?

-No, nada, y es mejor que el porno, porque en las pelis, muchas mujeres no llegan a gozar y yo gozo como una loca, una puta.

-Es tarde, quieres comer algo?

-Bueno, dijo tímidamente.

-Ven

Y fuimos los dos a la cocina, desnudos, saque una pizza del frezzer, que comimos en la mesa de la cocina, no quiso tomar otra cerveza, solo jugo.

Cuando terminamos, le llamé un auto, indicándole que pasen a cobrar por mi casa al terminar. Mientras venía, ella se cambió, y al salir, nuevamente me dice:

-Gracias

Subió al auto y partió.

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