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Dime que me quieres
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Tiempo de lectura: 21 minutos

Rebeca se siente como una mierda mientras se mira al espejo.  Como siempre que acaba de follar con Bilal. Recién duchada se seca el pelo como puede con el secador del hotelucho en el que están. Uno de esos hoteles para follar donde no hay recepción y subes a la habitación directo desde el aparcamiento. Un sitio discreto donde los jefes se acuestan con las secretarias y cosas así. Para traer a tu putilla. Así se siente siempre que acaban. Como una putilla barata.

Sale del baño ya vestida y se queda mirando a Bilal. Está tirado en la cama mirando cualquier cosa en el móvil. En pelotas. Es hermoso, escultural, guapo. Le encanta su piel morena, su rostro de Emir árabe dueño de un harem, su pelo negro carbón, su juventud. Su polla, aunque flácida, se sigue viendo enorme. Le entran ganas de metérsela en la boca otra vez. Eso la hace sentirse aún peor de lo que ya se siente.

– Tengo que irme ya. Se hace tarde.

Le da un tierno beso en la mejilla y agarra su bolsa del gimnasio. Llena de ropa limpia que no ha usado. Baja directa al aparcamiento y se mete en el coche. Antes de arrancarlo rompe a llorar. Como le pasa cada vez. Soy una mierda. Piensa para si misma. Se siente como una mierda. Es una adultera. Una golfa.

Ama a su marido. De verdad le quiere. Le gusta su vida, sus hijos, su casa con jardín en las afueras, sacar a pasear a su Border Collie por las mañanas, hacer galletas los domingos, rozar a su esposo con los pies helados en las noches de invierno. No entiende por que hace esto. En estos momentos se da asco de si misma. No entiende porque se está follando a un árabe doce años más joven que ella. Esta es la última vez. Se acabó. No puede seguir así. Durante todo el camino de vuelta a casa no para de llorar.

Ya está serena y recompuesta cuando entra por la puerta de casa. Va directa a la lavadora del sótano y mete toda la ropa del gimnasio aunque esté limpia. Hábitos de adultera, piensa para si.

Sube a la cocina. Su marido está recogiendo, ya cenaron todos, solo queda su plato en la mesa. Salmón al horno y unos vegetales.

– ¿Qué tal en el gym? ¿Qué has hecho? – Pregunta su marido Roberto

– Bien. Hice una clase de spinning. Estoy agotada. Y hambrienta.

El la besa y le agarra el culo con las manos.

– Gracias a esas clases este culo sigue firme, no te quejes.

– Shhh quieto, los niños… – Le aparta las manos sonriendo.

La noche avanza como una noche más. Ella cena sola revisando emails de trabajo en el móvil. Mientras su marido saca a dar una vuelta al perro. Él lo saca por las noches, ella en las mañanas. Antes de acostarse pone la secadora. Los niños están cada uno en su habitación, les dice que no tarden en acostarse. Se mete en la cama. Lee un poco. Llega su marido y le da las buenas noches. Como siempre ahora se irá a hacer sus cosas. Siempre se queda levantado hasta tarde. Antes de que salga por la puerta Rebeca le llama.

– Eh una cosa.

– ¿Si?

– Dime que me quieres.

– Ya sabes que te quiero.

Se va y ella intenta dormir, pero le cuesta. Necesita descansar. No duerme bien. Lleva 6 semanas así. Con nervios en el estómago. Sintiéndose una mierda. Dándose asco. Se acabó, se vuelve a decir a si misma. No voy a volver a verle.

Una semana después Bilal le está rompiendo el culo en el mismo hotel.

Al principio Rebeca pensaba que era imposible que eso le entrara por detrás. Pero si que entra, costó la primera vez pero ahora le folla el culo cada vez que se ven. La tiene a cuatro patas en la cama. Le da duro mientras le tira del pelo con fuerza hacia atrás. Su enorme verga entra y sale de su ano dilatado. Los muelles de la cama chirrían escandalosamente. A ella le encanta, ha descubierto con él el placer de ser sodomizada. Le hace sentir muy puta. Muy vulgar. Los orgasmos más tremendos y largos los tiene cuando le revienta por detrás, sin miramientos, diciéndole todo tipo de guarradas. No para de llamarla puta. No para de decirle que hay que ser muy guarra para dejarse dar por culo de esa manera. Le pregunta si su marido se lo hace por detrás. Ella le dice que no. Qué puta eres, insiste.

Los primeros polvos con Bilal no fueron así, él fue llevándola poco a poco a eso, cada día subiendo un poco el tono, cada polvo haciendo algo un poco más guarro. Y a Rebecca le encanta. Le encanta que le rompa el culo. Que le diga lo zorra que es. No viene a este hotelucho de mierda a hacer el amor. Viene a que la revienten a pollazos.

Luego volverá a su casa llorando en el coche. Y se prometerá a sí misma que está ha sido la última vez.

Tres noches después Rebeca se prepara para salir de cena. Han quedado con una pareja de amigos. Quizá sus mejores amigos. Al menos de su marido. Héctor fue compañero de Roberto en la facultad de ingeniería y aún mantienen la amistad.

Recién duchada y aún desnuda se mira en el espejo. Sigue siendo una mujer muy atractiva. Es pequeña pero tiene un buen cuerpo. Sus tetas son algo grandes para su estatura, siempre le han dado complejo, incluso ha pensado operarse para reducirlas en más de una ocasión. Pero su marido siempre le ha sacado la idea de la cabeza. La verdad es que los tíos siempre se quedan hipnotizados con ellas cuando se pone un poco de escote. Tiene un culo prieto y respingón y unas caderas prominentes que sabe mover. Cara de niña buena y el pelo liso y negro cortado en media melena. No aguanta mucho con el pelo muy largo. Tiene suerte de tener un rostro redondo y bonito. El pelo corto le sienta bien. Lo único que desentona ahora mismo en el conjunto son las ojeras. No duerme bien desde hace semanas. El sentimiento de culpa la martiriza y se empieza a notar en su rostro. Pero bueno. Al menos eso se puede cubrir con maquillaje. Cuando todo lo demás se empiece a caer no habrá nada que lo disimule. Pero para eso todavía queda. Aún puede ponerse un vestido ajustado con escote. Elige uno negro de Dior que le regaló Roberto el año pasado. Sexy pero elegante. Más de uno se quedará mirándola esta noche.

Cenan en un restaurante caro en uno de los barrios de moda de la ciudad. Hace una noche agradable y lo pasan bien. Los chicos recuerdan anécdotas de cuando eran estudiantes y ríen entre copa y copa de vino. Ya las han contado millones de veces pero algunas son divertidas. Siguen bebiendo. A la mujer de Héctor le encanta el vestido de Dior y le da envidia lo bien que le sienta a Rebeca, se lo dice abiertamente, hay confianza a estas alturas. Siguen charlando de aquello y lo otro, riendo, lo pasan bien. Las horas vuelan. Ya cansados piden la cuenta que dividen en dos. Se despiden y se van a casa. Hace unos años habrían ido a tomar una copa pero hace tiempo que eso no pasa.

Esa noche Rebeca y Roberto hacen el amor. Lento y tranquilo, como es todo con él. No es algo malo. A ella le gusta. Le gusta como le hace sexo oral, despacio y gentilmente, le gusta devolverle el favor y poco después sentir su peso encima de ella, que se quede dentro quietecito durante unos minutos y llegar al orgasmo juntos y sincronizados. Una de esas veces que tienen sexo unos 15 o 20 minutos cada tres o cuatro semanas. A veces cada más. Pero es agradable. Ama a su marido.

El miércoles siguiente Rebeca está en pelotas de rodillas en el suelo. Tiene las manos atadas a la espalda con una cuerda que trajo Bilal para la ocasión. Lleva dos horas follándose a Rebeca atada de mil y una maneras diferentes. Quiere correrse en su carita de niña buena sin que ella pueda hacer nada. Se pajea a pocos centímetros y empieza a soltar lefazos por toda su cara. Ella no puede moverse. Le restriega la polla chorreante de semen por la cara y le da unos golpecitos de rabo en las mejillas.

Luego la desata y los dos se limpian mientras hablan. Él es caballeroso cuando acaban de follar, dominante y brusco en la cama pero la trata con normalidad cuando han acabado, como si fueran buenos amigos. La hora y media, dos horas que duran las sesiones de sexo Rebeca no piensa en nada, no tiene remordimientos, no tiene culpa, todo lo contrario, se siente plena y femenina, poderosa, ni penas ni dolor mientras Bilal se la folla. Pero cuando acaban aparece el nudo en el estómago.

– Joder, joder, me había olvidado. Tengo que irme cagando ostias Rebeca, tengo algo que hacer y no me di cuenta de lo tarde que es, seré capullo.

– Vete, tranquilo. Yo aún me tengo que duchar. No te preocupes.

Bilal se viste en dos minutos y sale a toda prisa, cagándose en todo. Rebeca ni le pregunta que coño le pasa. La verdad no le importa ni un poco. Ya sola en la habitación se mete en la ducha, se limpia el semen que tiene por todo su cuerpo, el sudor, el olor a sexo del guarro. Pero el nudo en el estómago no se va. Sale del baño con una toalla en el pelo y empieza a recoger su ropa tirada por toda la habitación. Entonces suena el móvil. No es su sonido. Es el de Bilal, se ha dejado el teléfono el muy gilipollas. Lo coge y lo mira. No va a contestar evidentemente. Deja de sonar y llega un mensaje. “Rebeca contesta, soy yo Bilal”. Vuelve a sonar y le contesta después de dos tonos.

– Te has dejado el móvil aquí. Pero eso ya lo sabes claro. ¿Vuelves por el o que hacemos?

– Ahora no puedo, pero necesito que me hagas un favor urgente. Entra en mi email, hay un correo de esta mañana de una asesoría. Necesito que lo leas y me digas la dirección de la cita.

– Ok dame un segundo. ¿Mmmm cuál es la clave?

– 080431

– Ok

Rebeca lo encuentra sin problema y le pasa la dirección.

– ¿Todo bien? ¿Pasa algo? – Le pregunta por cortesía aunque no le importe.

– Si tranquila. Nada serio, pero no puedo faltar a la cita.

– No pasa nada. ¿Oye y que hacemos con el teléfono? Yo no me lo voy a llevar obviamente.

– Mira ahora te mando un mensaje con la dirección de un bar de un amigo. Vas allí y se lo das al camarero. Dile que es mío. Luego paso a recogerlo.

– Joder ¿en serio?

– No te ralles, no saben quien eres, no te preocupes ni un poquito.

– Ok. No me hace mucha gracia pero ok.

Cuelga el teléfono un poco cabreada, no le hace puta gracia ir al bar de su amiguito y que la vean la verdad. Piensa que quizá se lo dé a alguien en la calle para que lo entreguen chequeando que lo hacen. Bueno ya verá cuando esté por allí. Ojala no esté muy a desmano, piensa. Mientras espera que llegue el mensaje empieza a vestirse. Ya está casi lista cuando salte un mensaje en el teléfono de Bilal. Lo agarra y lo mira.

“¿Ha dejado Rebeca que la ates? ¿Le has restregado la polla por la carita como me dijiste?”

¡Pero qué coño! Este gilipollas le ha contado a quien sea lo que hacemos. Este imbécil le ha dicho mi nombre a cualquier capullo.

Rebeca esta histérica. Abre el teléfono de Bilal para leer toda la conversación. Maldito hijo de puta piensa.

“En cuanto deje a tu mujer bien follada te aviso”

Es el mensaje anterior en la conversación. Como de cuatro horas antes que el último. ¿Tú mujer? Rebeca no entiende. El nombre que sale en los mensajes es Cornudo. Qué coño. Sigue mirando la conversación. Cada vez más atrás. Habla como si fuera su marido. No entiende. No puede ser él claro. Es imposible. Pero empieza a ver detalles que le hacen temblar las piernas, detalles íntimos, secretos, cosas que nadie puede saber. Menos Roberto. Joder, joder, joder. No se le había ocurrido hasta ahora chequear el número del tal Cornudo. Lo mira. Es Roberto. Joder. Es su marido. No puede ser. No se lo acaba de creer. Lo sabe todo. Toma un respiro. Está acojonada, Roberto lo sabe, sabe todo, cada detalle de lo que hacen. Llegará a casa y la mandará a la mierda. Se divorciaran. Quizá hasta le quiten los niños por adultera. Le cuesta respirar. Pero… algo no cuadra.

No parece cabreado ni mucho menos. Un momento. Bilal le relata todo lo que hacen. Cada detalle. Cada palabra. Cada polvo. Cada mamada. Roberto le pide que le haga todo tipo de cosas a su mujer. Le pide que le folle la boca un día y al día siguiente Bilal le cuenta como lo hizo. Le pide que le dé por culo. Que se corra en su boca. Que la llame puta. Que la ate. Su acojone se empieza a transformar en cabreo. Estos dos hijos de puta están compinchados.

Roberto le pide fotos y videos. Súplica por eso. Bilal le dice que lo intenta pero es lo único que no le concede. Putos gilipollas. Como cojones iba Rebeca a dejarse hacer videos follando con su amante. A parte de hijos de puta estos dos son imbéciles. Ahora recuerda que en cada puta sesión de sexo su amante le ha insistido en hacerle fotos. En hacerle videos. Incluso Roberto le pide que la grabe a escondidas, sin que ella sepa. Al menos Bilal tiene un punto de decencia y le dice que nunca haría algo así.

Sigue bajando y bajando en la conversación. Llevan hablando meses, desde mucho antes de que ella conociera a Bilal. Se conocieron en un puto chat de internet, su marido le cuenta todo sobre Rebeca, cada puto detalle de su vida, cada puto detalle de lo que hacen en la cama. Le mandaba fotos de ella. En bikini, en la casa, en un restaurante, con amigos. Joder incluso fotos de ella en pelotas saliendo de la ducha. Su puto marido se las tomaría a escondidas sin decirle nada. Hay primeros planos con el culo al aire. Ella dormida, con el pantalón bajado por la mano de Roberto. Hay fotos de sus tetas en la piscina, un puto video masajeándose el culo mientras se echa crema. Como cojones le hizo todas esas fotos sin ella enterarse. Imbécil. Bilal no para de decirle las ganas que tiene de follársela. Roberto le responde cuanto le gustaría que lo hiciera. Imaginan juntos todos los detalles. Se pajean mientras lo hablan. Bilal le manda videos corriéndose en las fotos que le mandó su marido. Corriéndose en sus tetas, en su culo, en su cara. Todo mucho antes de que lo hiciera de verdad.

Luego planean todo juntos. Su marido le dice donde puede encontrarla. Le dice cuál es el gimnasio al que va, en el que un día aparece Bilal de la nada. Les parece el mejor sitio para abordarla. Se cuentan todo joder, todo. La primera vez que tomaron una copa juntos. La primera vez que se la chupó en los baños de una discoteca de mierda. La primera vez que reservaron el puto hotelucho donde follan cada miércoles. absolutamente todo lo han planeado y ejecutado juntos. Hijos de la gran puta. Se siente estafada, cabreada, jodida, insultada, engañada.

Agarra sus cosas y se larga de allí. Por primera vez desde que van a este hotel no rompe a llorar cuando sube al coche. Se dirige al Bar del amigo de Bilal y prácticamente le lanza el teléfono al camarero desde la puerta. Que le vean la puta cara ya le da exactamente igual. Sigue conduciendo hasta su casa. Llena de rabia. Durante todo el trayecto piensa en todas las mierdas que le dirá a su marido a la cara.

Por fin llega a su casa. Su marido está en la cocina cenando con los niños. No puede sacar este tema delante de ellos evidentemente, así que disimula como puede que no pasa nada. Por la razón que sea baja al sótano y vuelve a meter la ropa limpia del gimnasio en la lavadora. Se pregunta porque lo hace si ya no importa un carajo. Pero lo hace. Respira hondo. Intenta rebajar su ira. Poco a poco lo consigue.

No tiene hambre así que no cena. Su marido sale a pasear al perro. Los niños se van a sus habitaciones. Sigue dándole vueltas a como va a abordar todo este tema. Sabe que perderá el control. Gritará. No puede sacar toda la mierda en casa. Piensa en los críos. Necesita un plan. Llevarse a Roberto a otro sitio. Pensar muy bien en que va a decirle y como. Valiente hijo de puta.

Se mete en la cama y vuelve a respirar hondo. Tienen que tragarse la rabia. Esperar.

Su marido viene a darle un beso de buenas noches. Ella disimula que no pasa nada. Él se va como cada noche. A sus cosas. Sólo que ahora ella sabe que sus cosas es hablar con Bilal de todo lo que le ha hecho está tarde. Le contará lo puta que es su mujer. Como le ha gustado que la ate al cabecero de la cama y metérsela por el culo. Mientras su marido se pajeará imaginándolo todo. Preguntando por cada detalle. Volverá a suplicarle que le haga fotos, que le haga videos.

Rebeca esta exhausta física y emocionalmente. Su cabeza es un hervidero pero aún asi cae rendida. En apenas 20 minutos está dormida profunda. Duerme. Duerme cono hace semanas que no había dormido. Ya no hay remordimientos. Ni culpa. Ni nudo en el estómago. Por fin puede dormir toda la noche de seguido.

La semana sigue avanzando y Rebeca no ve el momento de abordar el tema. La rabia se va rebajando. Sigue odiando a su marido y su amante por lo que han hecho. Pero sus niveles de ira van bajando con los días. Por fin se lleva a su marido a cenar el sábado en la noche, sin niños. Pero no sabe muy bien que va a decirle a Roberto. Que va a hacer. Que quiere hacer ella. ¿Divorciarse? Quizá al menos deberían separarse un tiempo y que ella pudiera aclarar la cabeza. De nuevo piensa en los críos. No quiere hacerles eso. Realmente no sabe qué hacer. Ni que decir. Es todo demasiado bizarro. Al final vuelven a casa y ella no le ha dicho nada. No ha sacado el tema. Todo sigue igual. Incluso hacen el amor esa noche. Raro que lo hagan dos fines de semana seguidos. Seguro Roberto esta cachondo después de todo lo que Bilal le haya contado. Pensaba que no podría tocarle o mirarle a la cara. Pero si puede. Le toca. Le besa. Hacen el amor lento. Rico. Es su marido. Le ama. Siempre lo ha hecho. A pesar de todo.

Llega el domingo. Y el lunes. Y Rebecca se da cuenta que lleva toda la semana durmiendo como nunca. No echa de menos su nudo en el estómago, su asco por sí misma, mirarse al espejo y que le entren ganas de vomitar.

Llega el miércoles. Rebeca se viste especialmente sexy. Provocativa. Se pone unas mallas ajustadas que marcan su culo. Un jersey de cuello de cisne negro sin mangas, también ajustado, que resalta aún más si cabe sus tetazas. Se maquilla mas de lo habitual, casi rozando el parecer una puta. Labios rojos. Pestañas largas. Pómulos marcados. Se pone unos tacones de media altura y se deja suelta su media melena, con el pelo cayendo recto a los lados de su bonita cara. Se mira en el espejo. Si. Nunca ha ido tan puta a la oficina.

– Wow, ¿que pasa hoy? ¿Celebramos algo? Madre mía. – Le dice Roberto al verla.

– No te emociones demasiado. Tengo una comida importante con un cliente, por eso voy así. – Miente descaradamente.

– Tu cliente va a estar contento.

– No seas guarro.

Rebeca sale de casa y se dirige al coche. Roberto le grita una última pregunta.

– ¿Oye irás luego al gimnasio?

Ella se da la vuelta. Se acerca lentamente a su marido. Moviendo las caderas gracias a los tacones. Se queda delante de él unos segundos. Mirándole a la cara fijamente. Le besa en los labios. Suave al principio. Pero poco a poco le va metiendo la lengua. Es un beso lascivo. Guarro. Como los que le da a Bilal y nunca a su marido. Aparta sus labios de él y le susurra a la oreja.

– Claro que voy a ir al gimnasio. Tú ya sabes como me gusta ir al gym los miércoles en la noche. ¿Verdad?

Mientras susurra esas palabras le agarra la polla de sopetón. Se le ha puesto dura como el mármol.

El día pasa despacio. Se le hace eterna la oficina. No tiene mucho que hacer y si le tuviera le daría igual. Cuando aún quedan tres horas para ver a Bilal decide irse al baño. Tiene que ir un par de pasillos más allá, pero prefiere ir a uno de los baños individuales del fondo. Quiere intimidad. Se encierra dentro y se mira al espejo. Se quita el sujetador sin quitarse el jersey de cuello de cisne. Se empieza a tocar los pezones con la punta de los dedos haciendo movimientos circulares. Poco a poco se le empitonan, es lo que busca. Se hace varias fotos mirando al espejo. Elige una en la que el móvil le tapa la cara y se ven sus tetazas bien marcadas debajo del top. Se le marcan los pezones como andaba buscando. Parece una auténtica puta. Se la manda a Bilal.

La primera foto que le manda en su vida.

– No puedo esperar a que me folles esta noche.

– Joder. Me la acabas de poner bien dura zorrita – No tarda ni diez segundos en contestar. – Me sorprende mucho que me mandes una foto la verdad. No sabes como me gusta. ¿Estás en la oficina? Menuda guarrilla.

– Siempre me has pedido hacerme fotos y videos ¿no? ¿O es que ahora no quieres?

– Claro que quiero. Mándame una de tus tetazas.

Rebecca se sube el jersey por encima de las tetas. Se hace una foto agarrándose una de ellas. Lanza un beso a la cámara poniendo cara de puta. Se ve su cara perfectamente en la foto en esta ocasión.

– Uffff que pinta de zorra tienes madre mía.

– Hoy vamos a hacer lo que tanto me has pedido. Quiero que me grabes. Que grabes todo lo que hagamos. Cada puto detalle. Cada vez que me llames puta quiero que se oiga perfecto en el vídeo. Hoy quiero que hagamos una película porno.

Por supuesto a Bilal le encanta la idea. Ella le sigue mandando fotos desde el baño. Le manda todo lo que le pide. Se baja las mallas y le manda el culo en pompa, otra con los dedos metidos en el coño, luego chupándolos como si fuera una polla… y así hasta 20 o 30 fotos. A cada cual más guarra. Por supuesto ella sabe que esas fotos las verá esta misma noche su marido. No había pensado como le sentaría saber eso. Pero se da cuanta rápidamente que eso la pone extremadamente cachonda. Por fin su maridito va a poder ver lo puta que es su mujer. Lo que tantas veces ha pedido y suplicado.

Por fin se acaba el día y se dirige al hotelucho donde Bilal la espera. Aparca el coche y entra directa en la habitación. Según entra Bilal está allí de pie. En pelotas. Con la polla dura y vibrante como un mástil. Con el móvil en la mano. Grabando.

Primer video.

Ella entrando por la puerta del hotel. Como en la foto que hizo antes no lleva sujetador y sus pezones se marcan. Cierra la puerta tras ella. Se oye la voz de Bilal. Profunda y autoritaria.

– Ponte de rodillas y chúpame la polla zorra.

Ella se acerca lentamente. Se arrodilla. La cámara sigue su cara. Ahora el encuadre es desde arriba. Ella sumisa ahí abajo. En primer plano se ve la polla enorme y gorda de Bilal. Ella la agarra y se la mete en la boca. Sin pensarlo. Acompaña con las manos cada subida y bajada de cabeza. Le pajea y se la chupa. No mira a Bilal. Mira a cámara todo el rato. Tiene la cámara bien cerca de la cara, se oye cada chupada de polla perfectamente, la saliva de ella lubricando todo el tronco de su rabo. Se ven hilillos de saliva chorreando por sus labios. La cámara se mueve hacia la derecha. Ahora está enfocada en un espejo largo apoyado en la pared. Se ve la escena en todo su esplendor. Bilal de pie completamente en pelotas. Rebeca de rodillas completamente vestida. Comiendo polla desesperadamente. Ahora ella mira al espejo, se mira a si misma con el rabo en la boca y luego mira directamente a la cámara. Bilal le agarra del pelo y le echa la cabeza hacia atrás. Él también esta cachondo como nunca. También sabe donde acabarán esos videos. Curiosamente los dos piensan en Roberto en ese momento. Aunque ninguno de ellos tenga idea de esa coincidencia.

La cámara vuelve a la cara de Rebeca. Primer plano. Él tirándole del pelo hacia tras. Ella esperando con la boca abierta. La lengua fuera.

– ¿Quieres polla putita?

– Si, si, dame polla joder.

– ¿Es que tu marido no te da polla en casa?

– No como la tuya. Me gusta tu polla gorda.

– Tu maridito no te da polla como esta ¿verdad?

– Ni de lejos. Vamos, por favor, dame tu verga, dame pollazos.

Bilal le da un pollazo en la mejilla. Ella gime. Luego le da un pollazo en la lengua. Se la restriega por la cara. Por la nariz. Ella le dice que le encanta como huele su rabo. Cada vez le da mas pollazos.

– Agarra tú el móvil ahora zorra.

Ella obedece, agarra el móvil e invierte la cámara. Alarga el brazo para hacer un buen encuadre. Que se vea bien. Él le agarra la cabeza con las dos manos y le mete la polla hasta la garganta del tirón. Ella traga sin problemas. Se oyen sonidos guturales saliendo de su boca. Bilal se la folla sin miramientos. Churretones de saliva caen en su precioso jersey de cuello alto. Él mueve el culo rítmicamente metiendo y sacando polla de la boquita de Rebeca. Ella no deja de mirarse a si misma en la cámara. El video es tremendamente guarro, es increíble la pinta de puta barata que tiene ahora mismo con esa polla taladrándole la boca. Verse así hace que su coño se empape entero. Saber que su marido lo verá después casi hace que se corra sin tocarse. Le sorprende como le excita saberlo. Aunque también se pregunta si esto será demasiado para él. Una cosa es saber y otra muy diferente verlo. Bueno. Pronto lo sabremos. Piensa para si. Al fin y al cabo ella sólo ha decidido darle lo que tanto ha estado deseando.

Bilal le saca la polla de la boca y se la empieza a restregar por las tetas. Pero no le quita el jersey. Restriega su polla por la prenda de ropa, pringándola aún más. Rebeca mueve la cámara para encuadrar bien la secuencia. Él le agarra las dos tetas con las manos y mete la polla entre ellas. Las mueve arriba y abajo. Se hace una fastuosa paja con sus melones. Ella gime. A él le pone cachondo el roce de la textura de su caro top. Pero al final se lo levanta hasta el cuello. Ahora con las tetas al aire ella nota como su polla palpita entre sus tetazas. Le pasa el teléfono a él. Graba bien esto, le dice. Ahora es ella la que empieza a menearse las tetas pajeando con ellas el pollón de Bilal. El jadea como un toro, está cachondisimo. No mira lo que le está haciendo. Mira el video y como queda. Con la cara de ella en primer plano. Una mano en cada teta. Ella sube y baja sus tetazas. Sube y baja. Cada vez más rápido. El capullo de su polla asoma entre ellas con cada movimiento. Ella saca la lengua y se lo chupa cada vez que asoma. Los jadeos se aceleran. Y ella menea sus tetas cada vez más rápido. Voy a correrme, le grita, no pares joder. Mueve esas tetas de puta. Empieza a mover el culo y a follarle los melones. Ella moviéndolos y el follándoselos. En un movimiento perfectamente acompasado. La polla de Bilal explota, empieza a soltar chorretones de semen por todas partes. Salen de su polla y empapan las tetas de Rebeca, empapan la parte de arriba de su precioso top, alcanza a salpicarle en su preciosa cara. Ella gime de placer. Se mira en cámara, se ve con las tetas al aire llenas de leche y sonríe.

Segundo video.

Han apoyado el móvil en algún sitio. Rebeca esta contra la pared. De pie. Aún con el top subido por encima de las tetas. Las mallas y las bragas las tiene por los tobillos. El culo en pompa. Cara de viciosa. Bilal le da un azote en las nalgas. Se las agarra con las dos manos. Ella gime. Le mete la mano entre las piernas. Estás empapada pedazo de puta, dice bien alto para que se oiga. Le mete un dedo, ella cierra los ojos y gime otra vez. Le mete otro dedo. Le masajea el coño. Primero despacio, pero va acelerando sus movimientos. Se oye el chapoteo de los dedos entrando y saliendo del coño húmedo de Rebeca. Ella jadea y gime como una loca, saca su prominente culo más hacia fuera. Cuanto más acelera más fuerte son sus gritos. Él no para de decirle lo puta que es, lo guarra que se ve en el video, lo increíblemente mojada que está. Cuanto mas guarradas le dice más fuertes son sus gritos. Sus jadeos. Bilal acelera y acelera el movimiento de sus dedos, le da azotes en el culo de vez en cuando. Se oye el chapoteo de los jugos de Rebeca por toda la habitación. Ella grita, se está corriendo, le pide que no pare ahora. Córrete pedazo de zorra, le grita Bilal. No pares ahora, no pares ahora joder, insiste ella. Se corre largo. Su rostro se retuerce, sus ojos cerrados. El rímel corrido. El pelo alborotado. Cae de rodillas. Exhausta. Bilal se acerca al teléfono y apaga la cámara.

Tercer video.

Rebeca está atada a una silla. Es una especie de silla butacón. Parece robusto. Tiene el respaldo delante de ella. Las manos atadas por las muñecas pasan por delante del respaldo y, a su vez, están amarradas a uno de los palos laterales. Cada una de las piernas está atada a una pata, bien abiertas y con el culo y el coño en pompa. Tiene un pañuelo de seda que le tapa los ojos. Bilan graba la escena y se recrea en el cuerpo de ella. Completamente inmovilizada. Es un juego, pero la ha atado perfectamente. Aunque quisiera no podría soltarse. Está a su merced. Gira la cámara alrededor de ella. En círculos. Empieza por la cara y acaba en su culo sacado hacia afuera de la silla. Las piernas completamente abiertas y el coño asomando. Le da un azote en las nalgas. Ella suelta un gritito. Le mete un dedo en el coño.

– Ya estás otra vez empapada putilla.

Vuelve a girar alrededor de ella y enfoca la cámara en su cara. Ella no ve nada claro. Le mete un dedo en la boca. Ella lo chupa. Lujuriosa. En primer plano.

– Si, estás cachonda como una perra. Te pone caliente estar así. Puedo hacerte lo que me dé la gana. ¿Eso te excita?

– Aha. – Asiente mientras sigue chupando sus dedos como si fueran una polla.

– Puedo ir a la calle e invitar a cualquier tipo que me encuentre a que venga a romperte el culo. Y no podrías hacer nada para evitarlo.

– Tampoco te pases. – Dice ella sonriendo.

– ¿Qué no me pase? Creo que no lo has entendido. No hay nada que puedas hacer para evitar que haga lo que quiera. ¿Te acuerdas el otro día cuando llevaste mi teléfono al bar? Me dijo Marcus que prácticamente se lo tiraste a la cara. Marcus es amigo mío ¿sabes?

– No me fije en él la verdad.

– Pues él si se fijó en ti. Me pregunto quién era esa zorra que estaba tan buena. Yo le dije que era una zorrita casada que me estaba follando.

Rebeca no dice nada. Sigue chupando. La cámara sigue en primer plano.

– Se puso como una moto. No hay nada que le guste más a Marcus que romperle el culo a una mujer casada. Ahora voy a coger tu teléfono. Voy a hacer una foto de tu culazo al aire. Así atada como una zorrita sumisa. Y se la voy a mandar a Marcus a ver qué opina. Se va poner a mil.

– No jodas.

– Cállate. No hay nada que puedas hacer. Deja de quejarte.

Bilal apoya su teléfono en la mesita de noche. Quiere seguir grabando. Agarra el móvil de Rebeca y vuelve a girar en torno a ella. En cámara se ve su rostro, intenta mirar hacia atrás. Intenta desatarse. Pero es imposible. Él le empieza a hacer fotos del culo. Se oyen los clicks clicks de la cámara.

– ¿Qué coño haces?

Él se acerca a su oído y le susurra.

– No voy a repetirlo. He dicho que te calles.

Suenan tonos de llamada. Uno. Dos. Al tercero contesta Marcus.

– ¿Si?

– Que pasa Marcus. ¿Cómo estás?

– Joder debí imaginar que eras tú. ¿Me acabas de enviar ese culazo?

– Claro, adivina de quien.

– Uf que cabrón. ¿Es esa zorrita casada que te estás follando?

– Esa misma.

– Joooder. Que hijo de puta. Lo que daría por meterla en ese culo.

La cámara de Bilal sigue grabando todo. Ella esta visiblemente nerviosa. Mueve la cabeza intentando quitarse la venda de los ojos. Forcejea con sus ataduras. Es inútil. Marcus se levanta y se dirige hacia la puerta mientras sigue hablando.

– Claro que te gustaría metérsela por el culo. Mira te propongo una cosa…

Abre la puerta y sale de la habitación. Su voz se va alejando y cada vez se hace menos audible. Cuando cierra la puerta ya no se oye nada. Justo antes de eso se escuchan unas últimas palabras.

– Ella está aquí ahora mismo. Atada y con el culo en pompa. Vente tío. Ven a romperle el culo a esta zorra.

La cámara se queda grabando. Se ve a Rebeca respirando fuerte, nerviosa, entrecortado.

– Bilal, joder Bilal donde coño has ido. ¿Qué cojones crees que haces?

Sigue intentando liberarse. Sigue sin poder conseguirlo. Grita desesperada. Llama a Bilal. El tiempo pasa, un minuto. Otro. 5 minutos. Ella se va rindiendo. Llega un momento que deja de luchar y simplemente espera. Su respiración sigue siendo fuerte, nerviosa. 10 minutos. 15. A los 20 minutos se abre la puerta.

– ¿Bilal?

Es Bilal el que entra. Sólo. Pero no dice nada. Se le acerca por detrás.

– ¿Eres tú?

Bilal le abre los cachetes del culo. Escupe en su agujero. Ella gira la cabeza de un lado a otro. Forcejea de nuevo. Grita. Es obvio que no está segura de que sea él el que acaba de entrar. El que le está separando las nalgas para metérsela por detrás. Empieza a metérsela. Despacio pero sin pausa. Le azota. Se la clava hasta el fondo. Ahora la saca despacio. Y le vuelve a meter la polla entera hasta el fondo. En primer plano ella grita. Jadea. Le gusta. Bilal la saca. Y la mete. La saca. Y la mete. Cada vez más rápido. Cada vez más duro. Otra vez y otra vez y otra vez. Hasta el fondo. Tan duro que casi la tira de la silla. Se oyen sus pelotas golpeando sus nalgas con cada embestida. Plop, plop, plop. Mete, saca, mete, saca. Ella ya grita de placer.

– Ahh, ahh joder, joder, voy a correrme, jodeeerrr…

Se corre largo. Escandaloso. Él se acerca a su oído.

– Te hubiese gustado que fuera Marcus ¿verdad zorrita?

Ella sonríe entre jadeos. Aliviada de escuchar a Bilal. Exhausta. El vuelve a ponerse por detrás. Sigue con la polla tiesa. Se la clava otra vez en el culo. Le da duro desde el principio. Incluso más duro que antes. Le agarra el pelo y le tira la cabeza para atrás. Le rompe el culo de nuevo. Con todas sus fueras.

– Te hubiese gustado que fuera Marcus ¿verdad zorrita? – Ya no susurra. Le grita.

– Ahh joder ahhh joder.

– Te hubiese gustado que fuera Marcus ¿verdad zorrita?

– Ahh joder si, joder siii.

– Dilo.

– Me hubiese gustado que fuera Marcus.

– Dilo todo. ¿Qué es lo que te habría gustado?

– ¡¡¡Me hubiese gustado que Marcus me rompiera el culo!!!

Cuarto video.

Rebeca se está duchando mientras Bilal la graba. Está en pelotas claro. Enjabonándose las tetas, el coño, el culo abierto. Quitándose de encima el olor de Bilal, el olor a polla, a semen, a macho. Él le hace preguntas. Le pregunta porque se ducha. Ella le dice que no puede llegar a casa oliendo así. Oliendo a puta. Los dos se ríen.

Quinto video.

La cámara sigue a Rebeca por toda la habitación. Ya duchada y limpia y preparándose para irse. Bilal está sentado en el butacón donde antes le dio por culo. En pelotas. Con la polla tiesa otra vez. Se la menea un poco mientras la mira. Es lo que se ve en primer plano. Rebeca al fondo se dirige a la puerta.

– Espera no te vayas aún. Ven aquí.

– No jodas, ya estoy duchada.

– Tranquila. Sólo quiero que me la chupes antes de irte.

– Joder ya no.

– Te he dicho que vengas.

– Joder – Rebeca obedece.

Se pone de rodillas y se la mete en la boca. Quiere hacerlo rápido. Así que chupa con fuerza, moviendo rápido su cabeza arriba y abajo.

– Muy bien así. Sácame la leche con esa boquita.

Ella chupa y lame toda su polla. Le agarra las pelotas y se las masajea. Arriba y abajo con la palma de la mano. Él jadea. Ella chupa. El empieza a berrear. Ella chupa y pajea más rápido aún, nota que se va a correr, quiere sacarle la leche rápido.

– Quiero que te dejes toda la leche en la boca

Bilal empieza a convulsionar, mueve la pelvis rítmicamente. Su polla explota. Rebeca lo recibe todo entero. Nota su lechazo en la garganta. No se saca la polla. No quiere mancharse. Él enfoca la cámara en su cara. Primer plano.

– Abre la boca. Enséñame tu boquita llena de leche.

Ella hace lo que le pide. En cámara se ve la boca abierta de Rebeca. Llena de semen de Bilal. Cierra la boca y se traga todo.

– No quiero que te laves la boca. Quiere que llegues con aliento a polla a tu casa. Con el sabor de mis pelotas en tu garganta. Y quiero que beses a tu marido. Que saboree mi leche en tu boca. ¿Has entendido?

Rebeca asiente con la cabeza.

Corte.

De vuelta a casa Rebeca piensa en todo lo que acaban de grabar. Recuerda cada detalle. Imagina a su marido mirando esos vídeos. A pesar de que Roberto sabe todo lo que hace no deja de preguntarse cómo reaccionará. Si soportará ver a su mujer así. Como una vulgar puta. Quizá mañana se divorcien. Quién sabe. Una cosa es segura. Rebeca no llora esta vez en el coche. No siente dolor. Ni culpa. Ni nudos en el estómago. Está tranquila. En paz. Lo que tenga que ser, será.

Llega a su casa y mete las cosas en la lavadora. Roberto está en el despacho. Acabando unos informes que tiene que mandar mañana a primera hora. Ella cumple con lo prometido y le besa, largo, con lengua, le pasa su aliento. Ella aún nota el sabor a polla en su garganta. No sabe si Roberto nota algo. Desde luego no dice nada.

Tiene la cena lista en la cocina. Tapada con papel de aluminio. Devora cada bocado. Hambrienta. Agotada. Se va pronto a la cama. Lee un poco pero se le cierran los ojos. Su marido entra a darle las buenas noches. Le da un beso cariñoso y le pide que apague la luz cuando salga.

Él se va.

A sus cosas.

Ella duerme plácidamente.

Al día siguiente la levanta el olor a café. Roberto le ha preparado el desayuno. Está de buen humor. Feliz. Desayunan juntos y se despiden. Hoy ella lleva a los chicos al colegio. La semana avanza normal. Ella se acuesta pronto cada día. Él desparece y no vuelve a la habitación hasta muy tarde. Alguna noche ella se despierta cuando él se mete en la cama. Imagina que se está matando a pajas con los videos que hizo con Bilal.

El fin de semana salen con unos amigos. Lo pasan bien. Vuelven a follar. Y no son 20 minutos. Por lo menos se tiran 2 horas follando. Roberto está algo mas guarro de lo normal. Visiblemente excitado. Es rico.

Llega el miércoles. Ella se vuelve a vestir bastante puta. Incluso más que la semana anterior. Apenas lo ha pensado en la semana pero hoy se pregunta se Bilal tendrá los cojones de traer a Marcus. Mira a su marido desde la puerta de la cocina y piensa que él si lo sabe. Lo habrán hablado. Si Marcus aparece en el hotel a romperle el culo será porque Roberto ha dicho que sí. Tendrán todo planeado. De repente se da cuenta que se le puesto el coño húmedo.

Se va y su marido sale a despedirla a la puerta. Camina hacia su coche mientras él la observa. Ella se para a medio camino y vuelve hacia él. Se queda parada mirándole a la cara unos segundos.

– Dime que me quieres

Él se queda mirándola y la besa. Apasionadamente. Es un beso largo, caliente, intenso. Ella le baja la mano por su abdomen, llega hasta su polla y se la toca por encima del pantalón. Está dura como una roca. Él contesta.

– Ya sabes que te quiero.

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