Esa era yo. En un cuarto oscuro vagamente iluminado por luces rojas y moradas, recostada sobre almohadas y con una mano atada al extremo izquierdo de una cama deshecha mientras mantengo mi vagina cubierta de semen al descubierto. Alrededor de ella y en mis piernas se visualizan palabras en tinta negra adulteradas con leche viscosa y saliva de hombres que follaron mi culo y mi vagina, nombrándome «La vaquita de semen, hueco gratis, puta de fiesta, trozo de carne». Cabizbaja miraba con lascivia mi propio cuerpo sucio semejante al de una ramera de bajo costo, una que tenía toda la pinta de haber sido humillada y avergonzada luego de ser arrastrada, cogida y abandonada como una zorra inservible.
Podía sentir cómo una amalgama de fluidos escurría sobre mi rostro como lágrimas al llorar, bajando como un río desde lo alto de mi cuello hasta pasar entre mis tetas, que se desbordaban sobre mi barriga dejándome ver expuesta a la realidad por la que estaba pasando. Y sí, eso me excitaba como no tienes idea.
—¿A dónde vas? —dije con una sonrisa pícara mientras me acariciaba el hueco del coño—. ¿Me dejarás sola aquí?
—Que asquerosa te ves —dijo él sonriendo, mientras me miraba terminando de abrocharse sus pantalones Jeans—. no puedo creer que te dejaste hacer esto.
El disfrutaba de haber sido uno de los que dominó mi cuerpo de puta desnuda, débil, atada de manos y bañada en semen. Su ojos café oscuro me miraban con gran dominio y saciadez, me hacía sentir tranquila pero a la vez humillada porque él sabía que lo que me habían hecho era lo que yo quería. Era lo que siempre necesité para saciar mis excesivas ganas de ser usada entregando todos los orificios de mi cuerpo.
Mientras yo me encontraba aún inmóvil él se acercó en silencio nuevamente hacia mi. Extendió uno de sus brazos y acarició los alrededores de mi vagina casi irreconocible por la cantidad de leche que había recibido en aquella fiesta. Con uno de sus dedos abrió un poco mis labios para dejar ver cómo mi coño se asemejaba a un oscuro poso sucio, pero tan atractivo para él como lo es un pastel relleno con crema caliente para un niño glotón. Pude ver en su rostro una pequeña sonrisa, su postura denotaba dominio a medida que escudriñaba todo el área entre mis piernas.
De repente me miró a los ojos, asintió inexpresivo dejándome entender que había acabado conmigo. Luego se dio la vuelta en dirección hacia la puerta del cuarto con intenciones de irse y dejarme sola a merced de que otro chico más hiciera conmigo lo que quisiera —Supongo que está vez si se irá —. Pensé. Con pasos serenos se alejaba de mi como si nada hubiera pasado. Eso me calentó tanto que mi vagina empezó a contraerse.
Encontrándome ya sola empecé a cuestionar mis acciones ¿Como podía haber sido tan zorra? ¿Cómo pude entregar mi cuerpo a 10 chicos en medio de una fiesta? ¿Cómo iba a salir de aquí? ¿Vendría alguien más? Estas preguntas me hacían comprender que todo lo que yo quería se había cumplido. La incertidumbre de lo que sucedería después me excitaba, me llenaba de ansias de ser follada nuevamente y denotaba que mi mayor anhelo era poder volver a repetirlo con el doble de chicos la próxima vez.
—Soy una vaquita de semen —. Susurré, en medio de un gran silencio.