Hoy por fin podía hacer lo que tanto llevaba esperando después de la dura semana, simplemente quería un fin de semana tranquilo, dormir, estar en casa, no hacer nada.
La aguja del reloj de la grisácea pared acaba de marcar las 12 y aún estaba escondido entre las sábanas, se había despertado por costumbre a las ocho de la mañana un breve repaso a la noticias del día y cuatro mensajes sin leer le habían llevado hasta su página de videos habitual y tras masturbarse viendo un vídeo de un trio donde la falsedad y la silicona bailaba con posturas imposibles acabó de nuevo dormido hasta hace cinco minutos.
Al final decidió levantarse encendió la cafetera, justo en el momento que el café empezaba a caer dejando ese aroma tan casero impregnado en la cocina comenzó a sonar el teléfono. De una manera perezosa Sergio se dirigió a la habitación cogió el teléfono y vio el nombre de Pablo. Descolgó y la voz de su amigo resonó alegremente a través del altavoz.
“¡Venga vago deja de tocarte los huevos!”. Ese fue el alegre saludo con el que comenzó la conversación, como costumbre en Pablo fue directo, “Sergio estoy ayudando a mi hija con su piso nuevo, necesito que me eches una mano.”
La noticia sentó como un jarro de agua fría a sus pretensiones de tranquilidad, pero nunca sabía decir que no, simplemente se limitó a contestar “me preparo y me acerco por tu casa.”.
En menos de media hora Sergio estaba en el portal con su furgoneta.
Tras unos instantes se abrió el portal, Pablo salía junto a su hija, hacía tiempo que no la veía, llevaba tres años fuera estudiando la carrera ya no era la niña que él recordaba, lucía un lago pelo moreno, unos ojos grandes y profundos reinaban sobre un rostro redondo y moreno, y todo ello acompasado de una sonrisa bonita.
Se acercaron a la furgoneta y se montaron rápidamente, la mañana había comenzado gélida, el viento presagia el comienzo de un invierno que comenzaba a dar los primeros coletazos.
Una vez en el coche Sergio saludó a Ana y a su padre. Tras una breve conversación le comentaron la dirección, la furgoneta de una manera ruidosa comenzó a andar.
Una vez en la casa los peores presagios de Sergio y las pocas esperanzas de terminar pronto se desvanecieron.
Un mar de cajas, muebles rotos y demás enseres se esparcían por el pequeño salón.
La mañana avanzaba el sol comenzaba a calentar la casa atravesando las roñosas cortinas que hace ya unos cuantos años habían perdido el poco glamur que tenían.
El plan era sencillo, tenían que vaciar la casa, desmontar todos los viejos muebles y quitar todo para que durante la semana los pintores y demás gremios comenzarán la reforma. Sobre el papel fácil, pero largo y tedioso.
Comenzaron desmontando el armario de la habitación, mientras Pablo y Sergio desmontan, Ana metía en cajas restos de lo que un día fue un hogar.
A la media hora apareció Marta en casa, dio un beso a su hija y fue a la habitación donde estaban desmontando todo, saludo a la pareja, Sergio la devolvió el saludo con una sonrisa.
Marta y Pablo llevaban toda la vida juntos, era una mujer de las que no dejan indiferente a nadie, es un torbellino de fuerza y alegría siempre con una sonrisa y dispuesta a ayudar, con una inteligencia fuera de lo habitual. Todo ello siempre le había resultado muy atractivo a Sergio.
Hoy venís con unas mallas negras y una sudadera gris Adidas.
Una canción de Bisbal comenzó a sonar en el móvil de Ana, dejo lo que estaba haciendo fue a otra habitación y se puso a hablar, al cabo de cinco minutos regresó a la habitación llorando, todos pararon lo que estaban haciendo para preguntarla que sucedida y entre sollozos dijo que la madre de su mejor amiga había tenido un accidente y estaba muy grave en el hospital. La noticia le afectó mucho y Pablo le dijo si quería que le acompañase al hospital a lo que la joven contestó que sí. Sergio se ofreció a llevarles pero al final cogieron un taxi y así él y Ana podían terminar de desmontar el armario.
Y así fue que el silencio reinó un poco en casa mientras seguían trabajando.
Sergio quitaba unos tornillos de un armario y como vio que no podría sujetarlo le pidió a Ana que se subiera a una escalera y lo sujetara mientras él terminaba de quitarlos.
En un principio no se percató, pero tenía a Ana sujetando el armario y sus nalgas perfectamente marcadas gracias a su malla quedaban a escasos centímetros de su cara. Sergio intentaba no fijarse pero era inevitable, la visión del culo perfecto de la mujer de su mejor amigo ejercía en el la misma fuerza que un escaparate de golosinas en un niño.
Hizo todo lo posible por alargar aquel trabajo, sus ojos deseosos recorrían la a anatomía de Ana. La redondez de su objeto de deseo acaba en una bonita cintura, la sudadera ancha impedía notar como se definía el resto del cuerpo, pero Sergio se lo conocía bien, debajo de toda esa ropa sabía que se escondían unos pechos sugerentes, ella siempre había tratado de esconderlos, nunca llevaba escote pero aun así se intuía un generoso tamaño.
Sergio se iba excitando, sus pensamientos no le dejaban tranquilo.
Ana debió darse cuenta y se le notaba que estaba un poco ruborizada.
Al final terminaron de desmontar todo.
La idea era bajarlo todo a la furgoneta y llevarlo a un pabellón en un polígono industrial de la ciudad donde recogían muebles usados.
Durante el proceso de bajar y cargar Sergio aprovecho en varias ocasiones para rozar el cuerpo de Ana, esto no hacía más que excitarme casa vez más. Debía parar o al final ella se daría cuenta y la situación acabaría de morbosa a incómoda
Una vez en el coche pusieron rumbo al pabellón, él se sentía totalmente excitado notaba como su pene estaba totalmente duro, por suerte el pantalón era lo suficientemente ancho para que no se notará demasiado.
Sin saber muy bien porque en un semáforo depósito su mano sobre la pierna de Ana, sus dedos acariciaban sutilmente la parte alta de la rodilla, ella no decía nada, durante unos instantes el subió un poco más la mano hasta que el semáforo se puso en verde.
Ana no decía nada, un silencio sepulcral y eterno les acompaño hasta el siguiente semáforo, momento que en el que de nuevo volvió a posar su mano en su pierna, está vez sin perder tiempo comenzó a subirla ella no le paraba solo salió de su boca un entrecortado y nervioso "esto no está bien", estas palabras no solo no le detuvieron sino que le dieron valor a subir más la mano, al final los dedos de Sergio presionaban ya la entrepierna de Ana, sus dedos recorrían los labios de Ana, el pantalón era tan fino que podía notar todo el contorno, casi hasta su humedad.
El semáforo se volvió abrir pero esta vez la mano tras cada leve y rápido cambio de marcha volvía a acariciarla ,ella no hacía ni decía nada pero tampoco le paraba, el casa vez se concedía más licencias hasta que en otro semáforo deslizó la mano por dentro del pantalón y de su ropa interior esto hizo que Ana se estremeciera, su cabeza se ladeó en el reposacabezas y cerró los ojos y noto como la mano de Sergio en ese breve instante entre que el semáforo se abría deslizaba sus dedos en sus húmedos labios se adentraban en ella y subían hasta acariciar su clítoris.
Al final se reanudó el viaje, llegaron al pabellón ella no bajo del coche y el descargo rápidamente todo, habla comenzado a llover copiosamente era medio día y en el aparcamiento del polígono no había más que un par de coches desperdigados.
Una vez descargado todo Sergio volvió a arrancar la furgoneta al pico rato, freno bruscamente y se abalanzó sobre el asiento de Ana, ansioso busco si boca y su lengua se adentra bruscamente en la boca de Ana, las dos le gusta se movían pasionalmente en un pasional beso sus manos presionaban sus pechos por encima de la sudadera de Ana. Poco a poco fue reclinando el asiento, hasta dejarlo tumbado totalmente subió sin miramientos la sudadera sin llegar a quitársela lo justo para que ver su sujetador deportivo sus manos le bajaron el sujetador sacando sus pechos por fuera momento en el que el como un animal se deslizó sobre ellos, los comenzó a besar, su lengua los recorría ávidamente, junto los dos y su lengua iba de un pezón al otro, los mordía y metía en su boca, la dureza de esos pezones hacia que el los saboreara se deleitará con ellos.
Los cristales del furgoneta estaba totalmente empañados, al estar totalmente reclinado el asiento podían pasar a la parte trasera de la misma que estaba desmontada, Sergio la hizo pasar para atrás, la acomodó lo mejor que podía y la miro de una manera perversa y pícara si que a ella le diera tiempo a decir que no la apoyo sobre la parte trasera de su asiento y deslizó una cuerda por sus manos y la ato sutilmente al reposacabezas, esto a ella le sorprendió no lo esperaba, pero estaba tan excitada que se dejó hacer.
Él le comenzó a quitar los pantalones y la ropa interior, y allí estaba ella con su sudadera subida los pechos desnudos sobre su sujetador y el resto totalmente desnuda atada al asiento del coche del mejor amigo de su marido. Sergio estaba justo enfrente de ella comenzó a besarla, mordía sutilmente sus labios, se deslizaba por su rostro besaba su cuello, sus manos hábiles ya habían separado sus piernas y varios de sus dedos estaban en su interior, poco a poco siguió bajando, se tumbó en el suelo de la furgoneta y deslizó las manos por la parte exterior de sus muslos y fue acomodando su cabeza entre sus piernas.
No perdió el tiempo y comenzó a besar su clítoris, ella movía su cadera sobre su rostro ayudándole en su tarea, el no solo se detenía en la zona alta de su sexo sino que también sus labios lengua recorrían ansioso su humedecida entrepierna introducía su lengua en ella saboreando y besando cada pliegue de su piel, su lengua no se detuvo ahí y siguió bajando y comenzó a lamer su culito, el noto que esto la gustaba ya que había levantado las caderas facilitando el acceso a su boca a ese rincón de su cuerpo, sus dedos empezaron a presionar su clítoris y dibujar círculos sobre el mientras su lengua seguía recorriendo su culito y adentrándose un poco en él.
Los movimientos de su mano cada vez eran más rápidos y concisos, ella sobreviva a duras penas a aquel vendaval de sensaciones y placer, su labios se abrían y cerraban compulsivamente, era el comienzo de su fin, aquella lengua sobre su virgen culito le estaba volviendo loca los dedos sobre su clítoris seguían incansables su trabajo, ella solo cerro sus ojos y dejó sumergirse en aquel océano de sensaciones, sus suspiros y gemidos impregnaban la furgoneta hasta que un explosivo final acabo por derretirse sobre la boca de su generoso amante.
Hacía tiempo que ella no sentía algo tan intenso, su corazón parecía un tambor de guerra marcando el ritmo de un ejército, su respiración agitaba la impedía respirar con normalidad y su entrepierna era incapaz de dejar de temblar, se notaba el aroma que desprendía su cuerpo su inglés estaban totalmente húmedas.
Pero Sergio no tenía intención de dejarla descanses por mucho tiempo se desabrocho y bajo el pantalón y antes de que ella pudiera decir nada levantó sus caderas y las puso sobre su cintura de un ágil empujón se introdujo en ella, la golpeaba contra el asiento en cada embestida, le miraba fijamente a los ojos de una manera tan intensa que ella sentía que no solo la estaba follando el cuerpo sino también su esencia su interior profundo.
El cada vez iba más rápido hasta que salió de repente, el notaba que no aguantaría ese ritmo sin correrse y aún no quería.
Ana estaba de nuevo totalmente entregada a él, se había recuperado del primer golpe y quería más.
Sergio comenzó a recorrer con su húmedo miento los labios de ella sin llegar a entra solo rozar hasta que la punta de su glande recorría su clítoris, de ahí bajaba de nuevo deslizándose sobre ella, haciéndola temblar la cabeza de su pene parecía que irremediablemente entraría en ella, pero no el ejercía la presión justa para que su pene estaría entre sus labios pero sin llegar a entra y bajaba hasta situarse sobre anteriormente excitado culito, ahí también ejercía la presión necesaria pero sin llegar a entrar y así comenzó el juego del roce sin penetrarla.
Ella estaba volviéndose loca quería que la follara le daba lo mismo donde pero le quería sentir dentro de su cuerpo pero a la vez ese juego esos roces la estaban volviendo loca y él lo sabía, el notaba como ella intentaba presionar con su cadera cada vez que pasaba su húmedo sexo por las puertas del su paraíso, pero el hábilmente no habría dicha puerta solo la rozaba una y otra vez, el veía como la respiración de Ana ya eran suspiros, veía como de nuevo sus labios volvían a temblar en cada pasada, sabía que estaba cerca que no iba aguantar más y así fue los suspiros de ella se fueron trasformando en gemidos, sus caderas se movían sobre él, notaba como temblaba el sexo de Ana, hasta que justo cuando ella se estaba empezando a correrse se la volvió a meter de golpe y un grito de ella justo con la presión de su palpitante sexo sobre su pene le hizo ver que ella de nuevo llegó a su final.
Durante un largo tiempo las contracciones de su entrepierna apretaron y acariciaron le aprisionaron dentro de ella, el seguía entrando y saliendo rápidamente y de nuevo se volvió a separar, se levantó y se puso enfrente de su rostro, una boca generosa le recibió, y paso de follarla para comenzar a follar su boca él se agarraba al asiento para hacer más fuerza y poder empujar mejor sobre aquellos deliciosos labios, sus movimientos casa vez eran más bruscos y rápidos, él subió un poco más quería notar esa lengua caliente sobre sus testículos y ella no le defraudó, mientras él se masturbaba ella deslizaba su boca por sus testículos los lamía, los besaba, se los metía en la boca, el notaba que no aguantaba más se hecho un poco para tras y justo en ese momento su semen caliente empezó a salir a borbotes de él cayendo sobre los pechos de Ana cuando el temblaba y antes de que su miembro dejará de gotear el cálido líquido y comenzará a hacerse pequeño ella se lo metió en su boca y termino de saborearle ante los temblores y espasmos de él.