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Día 1 de humillación en el hotel
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Estaba trabajando cuando mi novia me llamó para contarme que se ganó un fin de semana en un hotel spa más un acompañante. Su empresa premió a su sucursal con boletos para todos. Me pidió que la acompañara, ya que creyó que sería una bonita experiencia para vivir en pareja. Aunque me interesó su propuesta, me llamó la atención debido a que el hotel era famoso y solo atendía mujeres. Ella me dijo que planeaban empezar a atender a hombres y mujeres. Además, ya había preguntado y le dijeron que no habría problemas, incluso le ofrecieron servicios especiales para hombres si ella lo deseaba para mi.

Esto me sorprendió, pero decidí no ahondar mucho. Las paredes tenían oídos. Una vez colgué, mi jefa se acercó ¿Ya terminaste de hablar, pilincito? Preguntó. Ese era el humillante apodo que me había puesto mi novia. Mi jefa una vez escucho el apodo en una conversación que tuve con mi novia al tratar un tema igual de humillante y que también repetía constantemente para avergonzarme. Estábamos en una farmacia preguntando si el viagra tenía efectos secundarios y si podía ayudar también a la eyaculación precoz. No nos dimos cuenta que mi jefa estaba en la misma farmacia, y solo la notamos cuando nos respondió que podía causar dolores de cabeza y que no ayudaba a la eyaculación precoz. Ahora no perdía oportunidad para avergonzarme frente a mis compañeras de oficina. Jamás dijo nada de lo ocurrido, pero sus indirectas eran claras para mí. Esto fue hace una larga semana y me motivaba mucho a relajarme un fin de semana en el spa.

Llegado el viernes, fuimos apenas salimos del trabajo. Ambos estábamos estresados y en lo personal, estaba feliz de no tener que ver a mi jefa en un largo tiempo. Con mi novia nos conocimos a los 19, ahora teníamos 25 y desde los 22 que no salíamos de la ciudad. Conducimos hasta el hotel que quedaba en las afueras de la ciudad, cerca del campo. cuando llegamos una jovencita me pidió las llaves de mi auto para estacionarlo y otra me ayudó con mis maletas. Llegamos al vestíbulo donde la recepcionista. Ella era una mujer de unos 35 años, cabello negro y largo, con unos lentes delgados y de contextura delgada. Pidió nuestros nombres y nos dio los detalles de nuestra estadía. Fue ahí donde me revelaron que no solo fue una atención por parte del hotel recibirme, sino que también sería una prueba. Estaban planeando ampliar su público a futuro y sería su conejillo de indias. Me dijeron que era el único hombre que se presentó y me di cuenta que no había ningún hombre a la vista en ningún lado. Dije que me sentía honrado. Podían contar conmigo en lo que necesitaran. La recepcionista sonrió y dijo que no habría problema si sabía comportarme.

Nos explicó que el hotel tenía una política bastante libre respecto al uso de ropa. Se le avisó a la clientela que iban a traer hombres esta semana para hacer unas pruebas respecto al funcionamiento del local. Por lo que era posible que, si yo lo deseara, anduviera desnudo por donde quisiera una vez me registrara. Esta noticia me sorprendió y al mismo tiempo me confundió ¿Tenía permiso para caminar desnudo por todo el hotel?¿Incluso frente a las clientas? No alcancé a preguntar nada, gracias al buen sentido del humor de mi novia. Después de soltar una pequeña risita aseguró que probablemente no querría que me vieran desnudo y que si quisieran verme, tendrían que andar cargando una lupa con mega aumento o un microscopio. La recepcionista se sorprendió al oír esto, acto seguido rio un poco e intento mantener la compostura. Dijo que ahora entendía muchas cosas. Yo no entendí, pero no quise preguntar. Ya era lo suficientemente humillante que mi novia se riera de mi pene pequeño junto a una desconocida. Mi novia me amaba mucho y siempre era muy considerada conmigo. Siempre podía contar con ella, tal como ella conmigo. Desde que nos conocemos, no creo que nadie la conozca mejor que yo a ella, ni ella a mi.

Pero desde el inicio de la relación me hizo saber que me amaba tal como era, incluyendo mi pequeñísimo pene. Nunca me lo recriminó, pero nunca perdió una oportunidad para avergonzarme con mi, como lo llama ella, “pilincito”. Una vez recuperó el aire la recepcionista, nos explicó que ambos teníamos esa opción si la deseábamos, pero que eso no implicaba que pudiéramos molestar a nadie. Contaban con reglas estrictas respecto a las insinuaciones sexuales en publico a las otras clientas del lugar. En caso de desobedecer estas reglas, el hotel contaba con todas las medidas legales y físicas para castigar severamente a las, y en este caso los, culpables. No tomó más que terminara de hablar la recepcionista para que mi novia volviera a tomar la palabra. Con un tono mesurado, pero firme, aseguró que no tenía de qué preocuparse por ella y especialmente podía confiar en que yo no me atrevería a hacer tal barbarie. Dicho esto, giró su cabeza y me dio una mirada peor que la de medusa para petrificar a la mas fiera de las bestias ¿Cierto? Pregunto con la misma voz y la misma mirada. No estoy seguro de sí tenía poderes psíquicos, pero sentí una mano invisible agarrarme firmemente ambos testículos y con misericordia no reventarlos… todavía. Cierto, respondí y sentí como volvía mi alma a mi cuerpo. El aura de mi novia era imponente. Tanto que creo que la misma recepcionista debió sentir una mano invisible liberarla y cederle el turno de hablar. Continuó con unas explicaciones más y finalmente nos pidió nuestros nombres para registrar nuestro ingreso. Después de esto, la recepcionista llamó a una guía para que nos mostrara el camino. La guía debía tener unos 28 años, su cabello era rubio y estaba tomado en una cola de caballo. Pese a usar el mismo uniforme, se veía más casual que la recepcionista, pese a que ambas eran amables.

La guía nos pidió que la siguiéramos. A los lados del vestíbulo había distintos corredores. Nos llevó a uno que tenía dos cuartos separados. Nos explicaron que debíamos dejar nuestras ropas hasta terminar nuestra estancia y usar las que nos entregarían ellas. Al finalizar el día, o de ser necesario, podíamos dejar la actual en la ropa sucia y ellas nos entregarían más en nuestra habitación. La guía nos dijo que usáramos el cuarto del lado derecho para desnudarnos y que la ropa que nos correspondía ya estaba ahí. Acto seguido nos dejo solos. Mi novia no tardó en quitarse todo y quedar tan desnuda como cuando llegó al mundo. Su cuerpo me encantaba, pero su despreocupación al andar con su bello y paliducho culito al aire me causaba admiración. Sutilmente, esperó a que también desnudara antes de ponerse las ropas-una camisa, pantalón y boxers de tela holgados- que nos habían dejado. Siguiendo su ejemplo me quite todo rápidamente y camine un poco por el cuarto antes de vestirme.

Sin embargo yo lo hice porque estaba nervioso por sí la guía volvía y me encontraba con mi pitulín al aire. Al comentárselo a mi novia ella se río. Se acerco sutil, pero no lentamente a mí y me agarró del pene con mucha ternura. De forma muy dulce me dijo las palabras más vergonzosas que pudo encontrar. Ni aunque tuviera vista de halcón podría ver esta pirulita de bebé que tienes entre las piernas. Me dio un beso y una nalgada y fue a vestirse finalmente. Con todo eso debo admitir que, pese a lo humillado y avergonzado que me sentía al escuchar eso estando desnudo, mi pene reacciono frente a todo lo ocurrido. Quisiera culpar al frío o a los nervios, pero la verdad mi pene seguía igual de pequeño, porque era pequeño pese a estar erecto. Una vez espabilé, fui a buscar mi ropa, pero me sorprendió ver que habían varios montones de ropa. Tomé el mío y le comenté mi duda a mi novia. Ella estaba diciendo que no entendía tampoco cuando se vio interrumpida por el grito agudo de una mujer. Nosotros estábamos dándole la espalda a la pared cuando ocurrió esto. Ambos nerviosos giramos hacia la entrada del cuarto cuando notamos a un grupo de 5 mujeres sorprendidas de ver a un hombre desnudo.

Eran bastante jóvenes. La mas vieja debía tener unos 27 y la más joven unos 21. Ellas me estaban mirando el culo cuando giré y quedé viéndolas de frente. Yo y mi novia nos quedamos en shock, sin poder movernos. La mujer que gritó y sus amigas me miraron a la cara. Yo aún no terminaba de procesar que estaba desnudo frente a 5 desconocidas, pero ellas me ayudaron a entender la situación cuando bajaron sus miradas hasta mi entrepierna. Hubo un segundo de silencio que pareció durar una hora. Los ojos de las 5 mujeres primero se fijaron en su objetivo y rápidamente se abrieron junto a sus bocas y junto a sus cejas alzadas al unísono.

El silencio y la tensión se vieron cortados por 5 gritos aún más agudos que el anterior, pero ligeramente más cortos. Después de la sorpresa vino la risa y las miradas cómplices entre ellas. Eran 5 chicas que reían a carcajadas después de ver mi ya pequeño pene, que poco a poco se encogía con cada carcajada y cada mirada que intercambiaban. Por si fuera poco, el alboroto atrajo a la guía y a una de las guardias. La guardia era bastante alta y fornida. Su piel era morena y su cabello negro tomado en unas trenzas. Debía tener unos 32 años. Cuando entraron a la habitación ya había podido cubrir mi encogido y avergonzado pene, pese a que esto no restaba lo vergonzoso y humillante de estar desnudo frente a todas estás mujeres. Sorprendidas, pero no tanto, ya que sabían que yo estaba aquí, preguntaron si todo estaba bien. Una de las chicas respondió que sí, que solo se pillaron con una pequeñita sorpresa. A lo que la guía respondió que estaba bien, pero que no era para tanto.

Dicho eso sentí un familiar par de manos sujetarme de las muñecas y quitarlas hacia los lados. Una vez mi pene volvió a quedar expuesto frente a todas, mi novia pregunto si ella no hubiera reaccionado igual después de ver algo tan inusual. En menos de un segundo la guía y la guardia acercaron un poco su cara y entrecerraron los ojos para ver mejor. Al lograr divisar mejor mi minúsculo pene ambas pusieron una cara de gran sorpresa, seguida de unas carcajadas que estallaron al unísono junto a las 5 chicas que ahí estaban. Todas riendo y mirándose entre sí. Un par de ellas se susurraba algo al oído y estallaban nuevamente en carcajadas. Entre todo ese jolgorio mi novia me abraza por la espalda con un brazo y sujeta mi pene con el otro usando solo 2 dedos. Con una voz alegre, pero no jocosa ni burlesca dice alto- Y este pitulín es todo mio- pese a que su mensaje se perdió entre todas las risas y el ruido. Acto seguido me beso y me dio una ultima nalgada.

El jolgorio se apago lentamente hasta convertirse en susurros bajos y pequeñas risitas. Yo ya me había vestido, mientras mi novia me consolaba. Yo estaba más tranquilo y la situación, aunque vergonzosa, había pasado a segundo plano después de lo ultimo que oí. “Y este pitulín es todo mio”. Estaba a punto de ir hasta nuestra habitación cuando noté que mi pantalón y mis boxers me quedaban enormes. Mi novia me dijo que fuera a la recepción a preguntar que había pasado y si me podían dar un par más ajustado. Cuando estaba cruzando el umbral mis pantalones casi se caen, pero alcancé a sujetarlos y solo se logró ver un poco de mi trasero. El grupo aún no se vestía. Estaban esperando a que me fuera seguramente, pero debían querer ver como me vestía. No te preocupes, ya todas te vimos, dijo una de ellas. Al fondo mi novia gritó. Se le caen los pantalones, porque no tiene con qué rellenarlos.

No esperé y fui caminando rápidamente a la recepción. Al fondo se volvían a cuchar las risas y tenía claro que ninguna de las 6 se guardaría ninguna opinión. Una vez me encontré con la recepcionista le expliqué mi problema. Ella me aseguró que se debía a que no estaban muy seguras de mi talla al ser hombre y que al llegar a mi habitación encontraría un par más ajustado. En eso llegó la guía y cuando me vio, sonrió levemente. Cómo si quisiera reír, pero no quisiera avergonzarme. Preguntó si todo estaba bien y la recepcionista le explicó. La guía me vio y se disculpó por los inconvenientes. Yo le dije que no se preocupara. La recepcionista agradeció que mi actitud y aprovecho de entregarme una botella de champan y una caja de chocolates caros. Me dijo que era por el mal rato y que ojala el resto de nuestra estancia fuera más placentera. Yo creía que así iba a ser hasta que recibí el regalo con ambas manos. Como ya no me estaba sujetando mis pantalones y mis boxers cayeron al suelo. La guía ya me había visto e hizo lo que pudo para no mirar de nuevo y no reírse. Pero la recepcionista quedó impactada. Con la boca y los ojos abiertos, además de su mirada fijada, se quedó en silencio.

Finalmente espabiló e intento contener su risa mientras no dejaba de verme. Al principio era mi entrepierna, pero después me vio a la cara e hizo un gesto involuntario de lastima. La guía ofreció subirme los pantalones, a lo que la recepcionista hizo un comentario. Yo era libre de andar con mis pantalones abajo e incluso de ir desnudo si así lo deseaba. La recepcionista tomó el vino y los chocolates y me dijo que los enviarían a mi habitación. Ambas se disculparon una ultima vez y yo volví donde mi mujer para irnos finalmente. Mientras caminaba escuche como la recepcionista hablaba con la guía. No exagerabas, parecía una tortuga bebe. Debe ponerse los condones con unas pinzas. Sus condones deben ser hechos por hormigas. Decían. Recogí a mi novia y noté que se estaba haciendo bastante amiga del grupo. Se escuchaba que conversaban y reían, me alegraba por ella. Pero cuando entré me sorprendí al ver que todas estaban desnudas. Mi novia se había quitado la ropa y el grupo aún no se vestía. Al llegar el más impactado fui yo. Ella me dijo que no era problema, al fin y al cabo era parte de lo permitido por las reglas del hotel. Yo asentí, pero la verdad estaba nervioso y veía como susurraban entre ellas y se reían mientras me veían. Finalmente mi novia se vistió y nos fuimos.

Seguimos caminando por el corredor hasta llegar a un jardín enorme. Al fondo habían unos ascensores y por el resto del jardín se veían letreros que indicaban las distintas prestaciones del hotel. Finalmente nos podíamos relajar e ir a nuestra habitación. Íbamos rumbo a los ascensores cuando ella me detuvo. Le pregunté que pasaba a lo que ella solamente respondió quitándose todo salvo las pantuflas que la habían pasado. Yo me puse nervioso y le pregunte si estaba loca. Demos una vuelta por el jardín, dijo. Yo no la entendía, pero, claro, lo que hacía estaba dentro de las reglas. Me tomo de la mano y me llevó a caminar. Yo me reí y le pregunté sí se sentía libre. Ella me respondió que se sentía viva, pero que podría sentirse aún más viva. Dicho esto, me quitó la camisa rápidamente y al llegar a los pantalones la detuve. Me da mucha vergüenza, dije. Me miró con una sonrisa dulce y cálida. Si sacas tu tortuguita a tomar aire y la dejas expuesta, te daré un premio al llegar a la habitación. Dicho esto, me quito los pantalones y quede con mi pequeñísimo manicito al aire. Ella me vio y pese a ya haberme visto un millón de veces, se río un poco, me agarró del pene y me jaló hacia ella y me dio un beso. Siguió jalando hasta que flecté mis rodillas un poco y mi cara quedo a su altura. Se acerco a mi oído y susurro. “Vamos pilincito, demos una vuelta”.

Durante la vuelta no faltaron las miradas, las risas, ni las bromas de mi novia. La humillación y la vergüenza, fue mucha. Sin embargo, el premio que me dio en la habitación compenso todo y puede que se viera potenciado por toda la vergüenza del día. Fue un inicio bastante acorde a lo que me esperaba para el resto del fin de semana en el hotel.

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