Esta es la historia de dos chavales jóvenes que gracias a internet pasaron días y noches juntos.
Cae la noche y como otra más, en mi casa la familia estaba durmiendo y yo estaba ya harto de ver la televisión.
Internet me salvó la vida. Es extraño, cuando desde fuera yo mismo consideraba un vicio permanecer tantas horas postrado frente a una pantalla de un ordenador. Pero en ese periodo de mi vida, las redes sociales se convirtieron en mi mejor refugio, en mi mejor oasis. Miraba todas las redes sociales que había y que conocía. Desde las que me ofrecían imágenes de jóvenes princesas, hasta las secuencias expertas de estrellas de películas para adultos. Y todo ello sin olvidar los relatos escritos por personas que, por ser como yo, me sumían en la intimidad de sus vidas como si fuese la mía propia.
Es extraño, y sólo las personas que hayan vivido una situación como yo lograran entenderme: Yo nací dos veces; La primera del vientre de mi madre y la segunda, de las entrañas de internet.
En mi nueva vida era uno más de esa comunidad. Diariamente conversaba con mujeres tan diversas y con tan diferentes opiniones como arboles hay en un bosque. Al principio, únicamente buscaba sustituir el cariño con las frases de otra mujer. Finalmente, mi instinto inconformista me llevó a mostrarme mediante la cámara del ordenador.
Evité desvelar mi rostro. Pero eso no evitó que compartiera mi cuerpo con otras mujeres. Entré en un juego de deseo y seducción, cuyo máximo exponente del placer consistía en masturbarme admirando los pechos y lo que me dejaran ver desconocidas. Recuerdo la primera vez que, a petición mía, una mujer se despojó de su tanga y me mostró su clítoris mientras se introducía un dedo en la vagina. La imagen me hipnotizó. Me masturbé con furia mostrando el mejor plano posible de mi miembro. Y junto a mí, a cientos de kilómetros de distancia una mujer se corría admirando mi eyaculación.
Muchas mujeres pasaron por mi pantalla. Me derretían mostrando sus cuerpos de distintas posturas. A todas ellas las poseía durante unos minutos, pero sólo una consiguió enamorarme.
Entró de improviso en mi vida, su Nick: “Legolas”, y aunque fuera nombre como un famosos elfo del señor de los anillos, parecía ser un anticipo de lo que pasaría entre nosotros. Me sorprendió que me atrajera tanto a pesar de que se negaba a mostrarme su cuerpo desnudo. Alegaba que se encontraba en sus padres y que no podía desnudarse. Al igual que yo ocultaba su cara, insistí en varias ocasiones para que me la mostrara, pero ella ponía la condición de que yo también tendría que mostrársela. Y ahí fue cuando descubrí que me estaba enamorando. Deseaba con locura ver su rostro, pero me invadía un miedo atroz a que el mío no fuera de su agrado y en consecuencia la pudiese perder.
Pasamos meses conectando cada día. Era una mujer inteligente y de carácter muy sensual. Pronto nuestras conversaciones se tornaron monotemáticas, anhelaba masturbarme con la imagen de sus pechos en mi pantalla ya que hasta entonces solo veía su cuello y parte de su pecho y armado de valentía una mañana se lo propuse. De nuevo vivir en familia se interpuso en mi fantasía, aunque me propuso que yo me masturbase para ella. Así lo hice. Mi mano bailaba sobre mi miembro al ritmo de las frases que ella escribía. Sabía cómo excitarme, como sacar todo el partido a mi imaginación. Cuando intuyó que yo estaba a punto de correrme, disimuladamente, se tocó los pechos por encima de la ropa, gesto más que suficiente para provocar que mi falo explotara ante su pantalla. Nunca olvidare esta frase que dijo: “tienes una polla muy bonita”.
Al concluir aquella semana, nos despedimos con frases de auténticos enamorados. Era viernes, ella me pidió que no la fallara, y que me conectase el lunes a primera hora. Para mí ya era difícil pasar el fin de semana sin ella. Mis palabras debieron conmoverla, y en un ataque de valentía deslizó la cámara, bajo mostrando como metía una mano por debajo de su camiseta acariciando sus enormes pechos.
La imagen de sus pechos no había sido muy nítida, incluso carente de luz, pero bastó para pasar todo el fin de semana obsesionado con ella. Incluso por las noches, yo me masturbaba en la cama soñando con acariciar esos pechos. Con sentir su sabor, con inundarla de mi semen.
Fue el fin de semana más largo de mi vida, pero al fin llegó el lunes. Nos saludamos como dos quinceañeros y disfrutamos comentando el pánico que había pasado durante su arrebato de pasión del viernes en el cual me mostró sus pechos tapados con la camiseta. Era divertido pensar en la cara de si algún familiar que vivía con ella la descubrían con la cámara encendida y acariciándose.
Ese lunes no podía más e incluso me conecte minutos antes de la hora prevista, “Legolas” se conectó también y directamente cuando pincho en mi nick enseñe la cara, me arrige pasara lo que pasara, pero ya tenía que ir con un paso por delante. Ella no dijo nada, y su cámara se movió lo justo para ver su cara, aquellos ojos, esa mirada, unos labios gorditos… era fascinante y empezamos a hablar, me comentó que había insistido en conectarnos el lunes por la mañana por que estaba sola en casa y así podría disfrutar más de nuestras conversaciones.
Prácticamente fuimos al lio sin miramientos, a preguntas concretas, diciendo nuestras posturas favoritas, sitios donde lo habíamos hecho, en fin, calentando motores en la distancia. La verdad es que el morbo nos iba atrapando más y más hasta el punto que yo ya escribía con una mano, cosa de la que se percató y me dio que si ya estaba jugando con mis manos. Esa cara preguntándome eso, mordiéndose los labios y acariciando su pelo me puso aún más caliente y le confesé que sí.
Ella, desabrochado su sujetador, me dijo que si no estaban mejor mis manos en sus pechos. -Claro que sí, respondí, pero no los veo bien. Así que ella con un ligero movimiento de cámara la bajo para enfocarlos bien y levantando un poco su camiseta aparecieron aquellos pechos, con unos pezones que se notaban duros, y empezó a jugar con sus dedos pellizcándolos, llevándose el dedo a la boca y llenándolos de saliva.
Ya no aguanté más y tuve que quitarme los pantalones poniéndome de pie para dejar mi miembro en libertad y masturbarme delante de ella. Note como bajaba una de sus manos para ella también masturbarse, no me quedo otra que preguntar que donde iba esa mano a lo que contesto que si no lo imaginaba no había entendido nada. Yo seguía con acariciando mi miembro mientras ella hacia lo mismo con sus hermosos y voluptuosos pechos. Yo no paraba de decirle que bajara un poco más la cámara para ver donde estaba la otra mano, pero no era una opción, así que seguí deleitándome con sus pechos y su cara que cada vez era más roja de excitación.
No aguante mucho y me corrí manchando todo el teclado y salpicando la pantalla a lo que ella arrimo la cámara a su boca como si quisiera que la salpicara a ella en la cara. Lo que hizo que mi masturbación fuera ya a un ritmo más lento para que observara bien toda mi leche resbalando aun por la mano.
Me volví a sentar y más relajado ya la conversación volvió a ser más fluida porque escribíamos con las dos manos, lo que me llevo a preguntarla que si ella también había llego al clímax a lo que mientras se metía los dedos en la boca, saboreándose, me contesto que sí.
Ese fue nuestro primero y no último contacto a través de la red.