Estuve casado por 25 años. Después de lo cual tuve un divorcio algo difícil a pedido de mi mujer que se enamoró de otro hombre. Caí en depresión por varios meses.
Estaba ya viviendo solo y una tarde en medio del aburrimiento entré a una página de internet para contactos gay y puse un aviso como si fuera pasivo.
En los próximos días me llegaron varios mensajes, pero no contesté ninguno. Sin embargo uno me llamó la atención por su sinceridad, era de un chico de 24 años, estudiante y yo ya tengo 54.
Así intercambiamos mensajes hasta que un día me dijo para conocernos y yo lo cité a mi departamento. Me daba curiosidad, porque antes cuando era soltero solo tuve dos contactos gay, uno hice de activo y otro de pasivo y de allí me olvidé del asunto y mi vida fue de heterosexual siempre.
El chico estuvo puntual y yo lo veía desde la calle porque salí y lo espiaba desde la esquina. Estuvo como 30 minutos esperando hasta que me compadecí y me acerqué a él. Lo hice pasar porque me pareció educado.
Estuvimos conversando un rato sobre sus estudios y me confesó que era heterosexual pero que su enamorada no quería hacer sexo anal y que él quería saber cómo se siente hacerlo. Me agradó e intenté acariciarlo pero no se dejaba, así que decidí quitarme la ropa, con lo cual él se excitó y se desnudó también, así que comencé a chupársela.
Después de tantos años sentía lo que era tener una verga en la boca. Cuando estuvo ya excitado me pidió permiso para penetrarme a lo que accedí más que todo por la curiosidad de recordar que se siente. Primero me dilató el ano con lubricante y sus dedos. Era una sensación tan placentera que me olvide de mis penas. Yo echado boca abajo y él masajeando mi ano con sus dedos. Cuando estuve preparado me pidió que me coloque al borde de la cama en posición de 4 y sentía que su verga pugnaba por penetrar mi ano.
Lo hacía con suavidad hasta que sentí que su verga entró hasta el fondo, ya que mi esfínter se había llegado a dilatar. Que sensación más rica, creo que me gustaba mucho más que la primera vez. Sentía como golpeaban sus caderas contras mis nalgas y cada entrada y salida de su pinga en mi ano me daba oleadas de placer.
Después se echó y me pidió cabalgar sobre él, lo cual hice con gran gusto, montando como si fuera un caballo de rodeo. Él estaba muy excitado y me decía algunas frases excitantes como: que rico eres, me gusta tu culo etc.
Cuando vi que estaba cerca de venirse le dije, “mejor párate y sácate el condón” y comencé a chupárselo hasta que eyaculó en mi boca.
Tantos años que no sentía el sabor de la leche de otro hombre. Luego nos bañamos y se fue.
Antes de irse le hice prometer que guardaría el secreto y que si lo veía en la calle no lo conocía. Después de todo pensé no era tan malo estar divorciado porque tendría la posibilidad de probar otros placeres, disfrutando el sexo con otros hombres.