Después de pasar cuatro años en la cárcel por robo, Eduardo finalmente salió y por supuesto allí estaba su madre para recibirlo. Ella había sufrido mucho con esta situación porque tuvo que hacerse cargo no solo de su casa, sino de hacerle llegar dinero a su hijo para los gastos (cigarrillos, ropa, comidas) siendo ella solo una empleada. Tal es así que no pudo seguir pagando el alquiler de la casita donde vivían, y tuvo que mudarse a un pequeño apartamento de treinta metros cuadrados, una cama, una mesa, un ropero, un baño y una cocina.
Abrazo a su hijo y le hizo prometer que esta situación no se iba a repetir. Que iba a buscar un trabajo honorable y no volvería a juntarse con los que lo habían llevado por mal camino. El aceptó muy emocionado. La había pasado muy mal y no quería volver allí.
Era tarde y llovía, tuvieron un viaje bastante largo. Llegaron empapados. Eduardo se sorprendió al ver el apartamento. Era muy pequeño para dos, ni siquiera la cama era doble, era de una plaza y media. Sería muy incómodo para ambos. Ella le respondió que cuando el consiguiera trabajo, buscarían algo mejor y más grande. Por ahora, solo podía pagar eso.
Le dijo a Eduardo que se duchara con agua caliente por la mojadura, el se quitó la ropa dándole la espalda y se metió en el pequeño baño. Al finalizar se dio cuenta que no tenía toallón, así que llamó a su madre quien le trajo uno y le ayudó a secarse. Ella ya se había cambiado y estaba con una especie de enagua o camisón, sin corpiño. Mientras lo secaba, Eduardo no dejaba de mirarle los pechos desde arriba. Hacía mas de cuatro años que no veía ni tocaba a una mujer.
Inconscientemente se excitó y se le endureció el pene. La madre enseguida se dio cuenta, así que le dejó el toallón sobre los hombros y salió del baño.
Había preparado una cena especial de bienvenida con un rico vino. Estuvieron charlando hasta tarde, cuando decidieron ir a dormir. Eduardo solo tenía puestos unos calzoncillos, el resto de su ropa había sido puesta en el lavarropas. Cuando se acostaron, se animó y le dijo a su madre:
-Hace cuatro años que no toco a una mujer, tengo necesidad de alguna, ¿tendrás dinero para eso?
-apenas tenemos para comer… -contestó la madre.
-¿Como voy a hacer mamá?
Ella pensó un minuto, recordó lo del baño y le dijo:
-¡¡Ven al baño!!
Lo paró frente a la pileta de lavarse, mirando al espejo, y desde detrás, le puso la mano en el pene que enseguida se endureció. Comenzó a masturbarlo, firme y suavemente a la vez. Él no la veía, ella estaba detrás suyo, pero sentía su cabeza en la espalda y su delicada mano en el pene.
En poco tiempo terminó eyaculando dentro de la pileta. Ella lo abrazó y le dio un beso en la espalda. Le dijo:
-No puedes quejarte de tu madre. Espero haberte ayudado.