Estabas profundamente dormida, tan dormida que no me oíste llegar. Sólo te despertaste cuando sentiste que te besaba en el hombro. Abriste un poco los ojos y viste una imagen borrosa de mí; estaba sentado al borde de la cama, a tu lado y te miraba. Tú estabas tumbada, casi boca abajo, abrazada a la almohada. Intentaste decir algo: hola… pero el sonido no salió de tu boca, solo sonreíste con los ojos de nuevo cerrados y una sensación de felicidad y seguridad al saber que estaba a tu lado.
Al instante te quedaste de nuevo dormida pues lo siguiente que sentiste fue mi mano acariciándote la espalda y no había rastro de la sábana que hasta entonces te cubría. Estabas completamente desnuda y de alguna manera sabías que yo también lo estaba, aunque no pudieras verme. Querías abrir los ojos, abrazarme y besarme, pero no podías. Lo imaginabas y lo hacías en tu mente como en un sueño, pero tu cuerpo no respondía.
Sentiste mi mano bajando por mi espalda, por tu cadera, por el muslo… te acariciaba lentamente como reconociendo un territorio grabado en el recuerdo, disfrutando de esta oportunidad de observarte y acariciarte de una manera casi furtiva. Tú seguías sin moverme, pero sentías como tu cuerpo se estremecía con mis caricias.
Ahora ya no querías despertar, la sensación era maravillosa, en un lugar más cercano a los sueños que a la realidad, sintiendo un placer abstracto muy agradable. Mi mano subía ahora por la parte interior de tus muslos… cuando llegó al final, una vibración recorrió todo tu cuerpo haciéndote soltar un leve gemido. Te abrazaste más fuerte a la almohada y flexionaste un poco más la pierna que tenías doblada ofreciéndote más a mí. Tu sexo completamente depilado como a mi me gusta y estabas muy mojada. Mis dedos se deslizaban suavemente entre tus labios verticales, sin profundizar, acariciando levemente, incitándote, como despertando muy despacio tu sexo al igual que había hecho con el resto de tu cuerpo.
Esas caricias tan suaves y lentas te provocaron una excitación muy rápida y muy intensa. Ya no sabías si estaba despierta o dormida, sólo sabías que me deseabas tanto que dolía. Sentías tu clítoris latir fuertemente como si tu corazón se hubiera instalado allí y ya no querías que las caricias fuesen tan suaves, sino que respondiese a ese latido con igual intensidad, lo necesitabas, lo pedías a gritos y sentías que si lo hacía te correrías inmediatamente, sin remedio y sólo pensarlo te excitó aún más. Y lo hice, y sentiste un orgasmo no tan intenso como habías anticipado, pero sí provocó en ti una oleada de inmenso placer que hizo que me deseara aún más. Deseabas mi cuerpo -mi peso sobre ti-, deseabas mi miembro –sentirme dentro de ti-. En ese instante te hubieses girado y gritado ¡fóllame! pero querías que lo hiciese yo sin pedírtelo, así que seguiste pidiéndomelo a tu sueño. Pensar que podía escuchar tus pensamientos te parecía una idea terriblemente romántica.
Cuando me incliné sobre ti y sentiste el calor de mi cuerpo en tu espalda fue como una victoria y a la vez te sentías derrotada, vencida por mí, totalmente dominada por mis caricias, suplicando que terminara contigo, que te hiciera vivir… ese placer. Y comencé a hacértelo, clavándote mi miembro hasta el fondo y seguí haciéndolo una y otra vez a golpes contra tu culo, primero no tan rápido, saboreando cada envestida, besando tu cuello… Luego, de rodillas, te tomé de la cintura y te levanté hacia mí, aumentando el ritmo de mis movimientos y mi respiración. Una de mis manos fue directa a tu clítoris y te lo movía a un ritmo frenético, con rabia, con urgencia, sabiendo que esa combinación acabaría contigo.
Tus gemidos se unieron a los míos, tú ya estabas en lo más alto y deseaba tu orgasmo ahora mucho más que el mío. … no pares!!! Sentiste un par de envestidas más fuertes y cómo me derrumbo sobre ti y mi aliento fuerte en tu nuca… mi aliento… uuum te provocó un intenso escalofrío, te retorciste bajo mi cuerpo y en ese instante, mientras sentías tu orgasmo, sentiste también el mío. Pasó de mi cuerpo al tuyo. Las sensaciones, los sentimientos fluían de uno a otro por nuestros cuerpos como si fuesen uno, como bombardeados por un solo corazón.
Y nos quedamos abrazados, sin despegarnos hasta quedarnos dormidos. Y así seguimos hasta que horas más tarde te despertaste, y decidiste despertarme poco a poco… suavemente. (….).
Espero que te guste este pequeño relato, corto, pero intenso. Se agradece como siempre una valoración y un comentario, es gratis y a mí me ayuda.