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Despertando sin ti
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Tiempo de lectura: 6 minutos

¿Ha sucedido realmente o acaso tan solo ha sido un sueño?

Eso es lo que ahora me pregunto aquí tumbado en mi cama, la luz de la mañana entra por la ventana desperezando las tinieblas de mi habitación, mientras, yo intento asimilarlo todo y cerciorarme de si ha sido una fantasía o algo real, y mi mente comienza a despertarse y a recordar como ha sucedido todo desde el principio.

Apareciste en mi vida una tarde a través de una ventana en mi ordenador, la lectura y escritura fue al principio nuestro nexo de unión. Desde ese primer contacto me di cuenta de que eras una mujer muy especial, tu forma de escribir, de hablar, de expresar tus sentimientos, todo en ti rebosaba sensibilidad a flor de piel.

Nuestras conversaciones eran cada vez más extensas y distendidas, nos contábamos nuestras inquietudes, problemas e ilusiones ante la vida, cada día nos conocíamos un poco más. Me encanta oírte hablar de tu familia. También intento apoyarte, quizás consolarte, en algunos momentos difíciles. Desde el principio ha habido sinceridad y complicidad en nosotros, y eso no es algo a lo que yo esté acostumbrado, lo cierto es que solía ser bastante distante, pero a tu lado todo es muy sencillo, todo fluye y surge como algo natural.

La primera vez que te vi me enamoré de tu sonrisa, una sonrisa sincera, franca, que otorga a tu rostro una hermosa dulzura, tu mirada es directa y profunda, tu melena morena imprime a tu cara la delicadeza de una muñeca de porcelana, tus curvas generosas muestran a una mujer experimentada, madura y segura de sí misma, sin embargo, hay momentos en los que te sientes una niña con importantes carencias de afecto y amor.

Procuro estar a tu lado, o quizás debería decir que procuro estar a tu altura, y aunque te parezca una tontería, así lo es en muchos momentos. Me duele cuando te sientes profundamente abatida ante los distintos proyectos que la vida te va proponiendo, me siento enfadado, dolido y, porque no decirlo, celoso cuando veo que él te hace daño y te hiere con su falta de comprensión, y cuando tú aún sigues sintiendo lo que sientes por él, aun así, siempre procuro estar contigo y apoyarte en lo que puedo.

Por eso ahora, aquí tumbado, intento discernir si estoy feliz porque haya sido un sueño o porque haya sucedido.

Un día propusimos vernos ya en la vida real, nada de pantallas. Los nervios según lo comentábamos se apoderaban de mí.

Todo resultó mucho más fácil de lo que esperaba, surgió de una forma natural, contigo siempre es así, y cuando me indicaste donde podíamos encontrarnos para conocernos mi pulso se aceleró desbocado.

El día y hora señalados llegaron, y allí estabas tú, impaciente, alegre, nerviosa como una quinceañera. Yo tarde unos minutos en llegar, también nervioso y no voy a negar que con cara de atontado. Según iba acercándome al lugar de encuentro comencé a elucubrar posibilidades, quizás te habías arrepentido a última hora, quizás algún imprevisto te impedía venir, quizás, quizás… demasiados quizás, hasta que a lo lejos te vi y todos los quizás se desvanecieron, cuando tu mano se posó en mi hombro.

Un simple hola, dos besos de presentación y tu sonrisa me bastaron para relajarme y serenarme, estabas preciosa con ese vestido negro, charlamos y reímos durante unos minutos.

Mi estómago suplicaba de hambre, era el momento de dar un paso más, mis manos sudaban cuando te invité a cenar y tus hermosos ojos chispearon cuando aceptaste la invitación.

Según empezábamos a andar y dar un paseo, creía ver en tu rostro miradas cómplices, cuando de repente me armé de valor para tomar tu mano entre las mías, noté una leve descarga eléctrica que recorría tu cuerpo, por un instante temí que retiraras tu mano, pero no fue así.

El tiempo había volado en tu compañía, me dijiste que era hora de tomar un aperitivo, una cerveza, te pedí, si querías, acompañarme a casa donde estaríamos más a gusto, no parecías al principio muy segura de aceptar, pero terminaste por hacerlo.

-"¿estamos seguros que queremos solo una cerveza?”, me dijiste.

-"yo lo estoy, probablemente nunca he estado tan seguro de algo" te respondí, entonces me tomaste del brazo y no dijiste más, no hacía falta.

Ya llegado a casa, te enseñé más o menos mi casa, y te ofrecí la cerveza. Brindamos por nosotros, por el día juntos, por los relatos que nos habían unido… estabas bellísima, seductora, tentadora, en mi mente te asocié con una orquídea, no me preguntes porqué, pero fue así, tu perfume me embriagaba.

Te tomé de la cintura, notaba los latidos acelerados de tu corazón contra mi pecho, nos mirábamos a los ojos para retener por siempre ese instante, apoyaste tu cabeza en mi hombro y mis labios bajaron hasta besar tus hombros desnudos para luego continuar por tu cuello y por fin el tan ansiado beso, tus labios jugosos, tu boca sabrosa y tu juguetona lengua. Te sonrojaste levemente y en ese instante me pareciste el ser más hermoso y maravilloso de la tierra.

Te guie hasta la habitación y allí, estando el uno frente al otro, tomé tus manos para que fueran las que desabotonaran mi camisa, lo hacías lentamente, pero con seguridad hasta hacer que me desprendiera por completo de ella, tus manos recorrían mi torso y mi espalda.

Luego fueron mis manos las que se posaron en tus delicados hombros para tomar los tirantes de tu sujetador negro, tus ojos se cerraron a la vez que lo desabrochaba y caía lánguidamente al suelo dejando ante mí a la vista unos generosos y apetecibles pechos, unos pechos de piel extremadamente suaves con grandes aureolas algo más oscura que los peones duros y dejando ante mi a una hermosa mujer envuelta solo en un tanga negro. Me acerque más a ti, mis manos acariciaban tu espalda al igual que las tuyas la mía, bebía de tu boca y tú de la mía.

Mientras, tus manos desabrochaban la hebilla de mi cinturón y desabotonaban mis pantalones, haciendo que éstos cayeran al suelo.

Me senté sobre la cama he hice que te sentaras sobre mis rodillas, quizás mi subconsciente quería volver a la niñez, mis labios se apoderaron de tus pechos, mi lengua jugaba con tus pezones y me amamantaba de tu pasión, a la vez tu besabas, lamías y chupabas mi cuello y mis orejas. Suspirabas cuando mi boca mordisqueaba con deleite tus pezones tremendamente duros.

Te tumbé sobre la cama y me recosté a tu lado, te besaba mientras mi mano recorría tu cuerpo, bajando por tu vientre, mi mano completamente plana presionaba sobre tu sexo con la única barrera de una delicada tela en la que ya notaba una leve humedad. Mis dedos se movían haciendo que tu ropa interior te presionara más y más cada vez, consiguiendo que tus labios íntimos se notaran nítidamente abultados y logrando que tu humedad fuera en aumento.

Me puse en pie, y lentamente te fui desprendiendo de la única prenda que aún cubría tu cuerpo. Descubrí tu cuidado pubis, tu sexo sonrosado y húmedo. Coloqué mi mano sobre él, notaba su calor, mis dedos comenzaron a desplazarse por tu sexo, recorriendo cada centímetro, explorando cada pliegue, tú girabas la cabeza de un lado a otro y con los ojos entrecerrados te mordías el labio inferior. Tu sexo me cautivaba, absorbía mis dedos hacia tu interior cálido y jugoso. Y entonces descubrí tu perla escondida, apenas visible al principio, uno de mis dedos comenzó un delicado masaje que consiguió despertarla más y más cada vez, hasta hacerla alcanzar su estado más excitado y sensible.

Me arrodillé ante ti y hundí mi cara entre tus piernas, aspiré tu perfume íntimo, mi lengua exploró tu sexo con devoción, recorrió cada recoveco de tu vulva. Posé mi boca sobre tu excitado clítoris, mis labios se cerraron sobre él y mi lengua comenzó a jugar y a atormentarlo dulcemente. Tu vientre sufría numerosas convulsiones, tu sexo comenzaba a estar empapado, mis dedos exploraban tu interior mientras mi boca te llevaba a distintas etapas del placer, tu interior es jugoso, cálido, suave, húmedo y muy viciosos, mis dedos entraban y salían con distintos ritmos, a veces solo uno, otras veces dos y en ocasiones incluso tres. Quería llevarte donde nunca antes imaginaste llegar, tus gemidos aumentaban de tono, tu cuerpo indicaba que tu orgasmo estaba próximo, aumenté el ritmo de mis caricias, mis labios y mi lengua succionaban y lamían con más ahínco y de pronto explotaste en mi cara mágicamente.

Te sentaste sobre la cama y nos besamos mientras yo aún permanecía arrodillado ante ti, me puse de pie y mientras nos mirábamos, tus delicadas manos comenzaron a bajar mi bóxer, tus dedos tomaron mí ya excitado miembro y comenzaron unas lentas caricias por todo su tronco, desde la base hasta su cima.

Aproximaste tu cara a él y note como tu lengua comenzaba a recorrer en círculos mi glande, una descarga eléctrica recorrió mi espina dorsal, tu lengua recorrió suavemente todo mi tridente, dejando a su paso un fino hilo húmedo. Tus labios se apropiaron más tarde de mi sexo, cerrándose sobre mi glande y succionando con auténtica maestría, lentamente mi pene iba entrando más y más en tu boca, controlabas completamente el ritmo y la profundidad de las embestidas. Tu boca, tus labios, tu lengua hacía estragos sobre mi pene. Lo hacías bien, muy bien, mi placer era tremendo. No recuerdo cuanto tiempo permanecimos así, pero fue maravilloso.

No quería esparcirme en tu boca, así que cuando intuí que el final estaba cerca separé tus labios de mí. Me miraste sorprendida, como una niña a la que le quitan su juguete, te sonreí y te besé.

Nos acostamos sobre la cama enlazados los dos, besándonos, lamiéndonos, acariciándonos como dos animales en celo. Me coloqué debajo de ti, mis dedos acariciaron tu sexo, gemiste del placer, tomaste mi tremendamente excitada polla y la dirigiste con maestría hacia el principio de tu vagina, la penetración fue lenta y muy placentera, tu jugosa vulva se cernía sobre mi pene magistralmente y tu lubricación era mágica. Eras tú quien controlabas el ritmo, la intensidad y la profundidad de mis penetraciones, mis manos se alternaban en acariciar tus hermosos pechos y en ocasiones acariciaban tu clítoris para masturbarte a la vez que te penetraba.

Tras algún tiempo en esta posición, rodamos sobre la cama y yo me situé sobre ti, ahora era yo quien llevaba el control, me gustaba hacerte rabiar y desear mayor ímpetu en la penetración, pero teníamos todo el tiempo del mundo para gozar. A veces sacaba casi por completo mi pene de tu interior y tardaba en volver a la calidez de tu vulva y tú entonces me tomabas de los muslos para atraerme a tu interior. Estabas preciosa, tu rostro empapado en gotas de sudor, tus ojos más abiertos de lo que nunca lo habían estado, tus labios gruesos y rojos, tus pechos suaves coronados por unos pezones duros y tiesos como rocas y tu sexo que me absorbía, me engullía maravillosamente.

Así permanecimos un buen rato, alternando las posiciones de jinete y montura, alcanzando placeres nunca antes conocidos, convirtiéndonos en muchos momentos en un solo ser. Ni siquiera recuerdo el momento en el que nuestros cuerpos dejaron de estar enlazados, el uno aún dentro del otro.

Ahora cada vez que amanezco en mi cama y no hay rastro de ti, ¿habrá sido una hermosa fantasía o ha sido todo real?, me giro sobre la cama y apoyo mi cara sobre la almohada y entonces un aroma a perfume aun llega hasta mi cerebro…

Espero que les haya gustado una vez más, dejen su comentario y su valoración… son gratis y animan mucho.

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