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Despedida de soltero en casa del vecino
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Había sido una despedida de soltero muy divertida.  En apenas un par de meses, pondría fin a mi soltería y mis amigos me habían querido despedir por todo lo alto. No faltó la buena comida, el mejor vino y alguna que otra mujer. Una fiesta inolvidable en la cual, mis amigos, como era tradición habían decidido disfrazarme para risa de propios y extraños. Podría haber ido de torero, de Borat o de cualquier otro tema, pero mis amigos habían querido disfrazarme de animadora americana. O al menos lo había intentado porque mi imagen con minifalda de cuadras, camiseta blanca de tirantes, unos calcetines largos y unos pompones debía de distar bastante de la idea de una animadora.

Ya era tarde y esperaba no encontrarme a nadie. Había decidido ir andando hasta casa para evitar dar explicaciones al taxista. Entré en el portal y para mi sorpresa encontré al vecino que debía también venir de salir con sus amigos. Según me vio se rio e intuyó la razón de mi apariencia. Quise dejarle subir solo en el ascensor pero insistió en subir los dos. Llegamos a la planta de nuestras casas y cuando iba a separarme para irme hacia mi puerta, me preguntó si quería entrar a tomar una última copa. Lleva ya bastantes años casado y quería convidarme antes del fatídico día, según sus palabras. Le pregunté por su esposa a la cual respondió que no debía de preocuparme porque ese fin de semana estaba fuera de casa. Era también la razón de haber podido escaparse a tomar unas cervezas con sus amigos.

Fuimos al sofá, me sirvió la copa y comenzamos a charlar de cualquier cosa. Acabamos hablando de mi novia y de su mujer. Me contó cómo la conoció y de cómo había sido la vida de casado. Después pasamos a mi novia y aprovechó para soltar más de un piropo sobre ella. Se quedó callado durante un tiempo y al final dijo:

– Tienes una novia con cara de guarra. No te ofendas pero es verdad. Lo he comentado con algún vecino más. Eres un hombre afortunado. Seguro que folláis mucho.

No supe muy bien cómo reaccionar pero me acabé riendo. Me miró y volvió a decir:

– Aunque tú también con esa minifalda… Te pillo por detrás y te hago un apaño.

Esa vez tan solo sonreí. Dijo algo más, tal vez referente a su mujer o al tiempo que llevaba sin follar, pero no llegué a entenderle. Se rio y vi cómo se bajaba los pantalones y el bóxer.

– No te asustes. Solo es una polla. Quiero aprovechar que no está mi mujer. Anda. Levántate y mueve un poco ese culo. No es como el de la guarra de tu novia, pero no está mal.

Me quedé sentado. No sabía qué hacer. La situación me incomodaba. No quería mirar el paquete y me preguntaba qué hacía allí. Pero, en el fondo, me gustaba. Llevaba algo de razón sobre mi novia y lo que había dicho me había excitado. ¿Lo suficiente para bailar para mi vecino?

– ¡Levántate y baila! Y te arrastraré hasta el centro del salón – gritó

Puso algo de música, me agarró por el brazo, me empujó hasta el centro del salón y volvió a ordenarme que bailase. Esta vez le obedecí. Moví tímidamente las caderas, los brazos hacia arriba, acompasando mis movimientos a la música. Se reía mientras se masturbaba y me seguía gritando que me moviera, que me diera la vuelta y moviese mi culo.

Noté como se levantó, se puso detrás. Su mano subió por mis piernas, se metió bajo la minifalda y tocó mi culo. Primero por encima del bóxer, después por debajo. Se acercó a mi oído y me susurró:

– Tienes buen culo, guarrilla. Nos habíamos fijado en tu novia pero la zorrita de la pareja eres tú.

Se acercó lo máximo que pudo. Cogió mi mano y la puso en su paquete. No tuvo ni que pedírmelo para que empezara a masturbarle. Soltó algún gemido. La situación me ponía cada vez mejor. Noté como su miembro poco a poco se iba agrandando en mi mano. Me dio la vuelta, y con solo una indicación entendí que quería que me arrodillara. Lo hice. Me quedé delante de su miembro ya erecto. Metido un dedo dentro de mi boca. Jugué con él dentro de mi boca, lo sacó y lo volvió a meter. Vuelvo a chuparlo con ansia para acabar sacándolo. Lo miro desde abajo y él sonríe.

– ¿sabes qué viene ahora no, zorrita?

Me abre la boca con la mano. Me dice que no me preocupe que solo aguante, nada más. Me da un par de veces con su polla en la mejilla. Luego la comienza a meter lentamente. La saca y repite pero sin meterla del todo. Roza en mi lengua y en los bordes de mi boca. Poco a poco vuelve a crecer dentro de mi boca. Cada vez llega un poco más profundo. Me empieza a agarrar del cuello y de la parte de atrás de la cabeza. Entra más profundo. Noto cómo llegó hasta mi garganta, como empiezo a salivar en exceso. Ahora, ha aumentado el ritmo. Sus huevos golpean en mi barbilla, su vientre en mi frente. El sonido se acompasa con sus gemidos. Escucho como alterna: zorra, guarra, traga, cabrona… No me puedo mover. Solo puedo aceptar que me folle la boca brutalmente. La deja unos segundos dentro, me mira, y la saca. Señala el sofá y entiendo que viene ahora.

Me pongo a cuatro sobre el sofá. Se vuelve a reír con su polla en la mana completamente cubierta de mi saliva. Me quita el bóxer y me levanta la minifalda. No me la deja quitar, me dice que lo prefiera así. Azoté mi culo un par de veces antes de empezar a introducir uno de sus dedos. De la misma forma que cuando estaba de rodillas, primero empieza de forma lenta para ir subiendo el ritmo. Dejó escapar algún gemido. Sigue aumentando el ritmo y sumando uno, dos y tres dedos. Para. Se abalanza sobre mi. Noto la punta de su polla reposar en mi culo. Me susurra:

– Zorrita, vas a gemir. No te preocupes que voy a ir con dulzura

Noto como entra mientras me dice estas palabras. Solo había entrado un poco, y creyendo que la iba a sacar, me la mete de golpe. El grito de dolor se convierte rápidamente en un gemido. Empieza a mover sus caderas. Me embiste mientras me agarra por el cuello para no dejarme mover. Gemimos los dos. Entra y sale con fuerza. Dejó caer la cabeza sobre el sofá. Mientras me azota el culo y entre gemidos grita:

– Menudo culo, zorrón. Te lo voy a reventar para que aprendas como hacerlo a tu novia.

Me da la vuelta, me abre de piernas y vuelve a introducir su miembro. Los movimientos son rudos. Me dejo llevar por completo mientras vuelve a meter sus dedos en mi boca. Gimo como nunca antes lo había hecho. Continúa castigando mi culo que hasta esa fecha había permanecido completamente virgen. Me vuelve a mirar

– Zorrita, te toca acabar.

Me empuja para que me agache. Vuelvo a ponerme de rodillas, y antes de haber llegado a tocar el suelo. Noto como un líquido caliente y viscoso inunda mi cara. Abro la boca, y saco la lengua para notar cómo cae sobre ella. Me da hasta la última gota. Me quita la camiseta y me limpia con ella, me dice que se la guardará. Tardamos en recomponerse. No me creo lo que ha sucedido. No sé qué decir. Me levanto para irme y antes de salir me mira y dice:

– Zorrita, espero que seas muy feliz de casado. Cuando quieras repetir estoy aquí, pero no tardes no siendo que tenga que ir a por tu novia.

Salgo, llego a casa y me quedo pensando sobre lo sucedido. ¿Repetirían?

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