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Despedida de soltero de Carlos
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Hace un tiempo, mi amigo de la universidad, Carlos, decidió casarse. Se casaba con mi amiga Sandra, también de la universidad. La despedida de soltero fue una semana antes de la boda, sus hermanos la organizarían, ya que eran muy puteros.

El día de la despedida, nos citaron a un hotel. El local estaba preparado para este tipo de eventos. En el sótano del hotel, bajando por una escalera, llegabas a un pasadizo, que tenía dos habitaciones, en cada habitación solo había una cama, con algunos juguetes sexuales y una caja de condones en la mesa de noche. Seguías por el pasadizo y llegabas a un ambiente, con muchos sillones alrededor de una pequeña plataforma con dos tubos. En una esquina había una barra, donde podríamos servirnos los tragos.

Cuando llegamos, nos fuimos sentando en los sillones, conversando y bebiendo, los invitados iban llegando de a pocos, cuando terminaron de llegar los invitados éramos unos 10 hombres. Estuvimos un buen rato conversando y bebiendo. Hasta que, en un momento, el hermano de Carlos, pidió silencio y comenzó a hablar.

-Bueno, estamos acá para celebrar a mi hermano Carlos, que se va a casar en unos días. Espero que la estén pasando muy bien. Pero ahora viene el plato fuerte de la fiesta. Sin demorar más, les presento a las chicas.

Se encendieron unas luces de discoteca, comenzó a sonar música y empezaron a desfilar las chicas. Una por una fueron entrando 11 chicas, una más hermosa que la otra, Todas las chicas vestían una lencería blanca similar, muy sexy, con un velo blanco, iban disfrazadas de novias putas. Todas tenían unos cuerpos espectaculares. Fueron paseándose enfrente de nosotros, coquetamente. Se colocaron en el centro del salón, donde estaban los tubos de striptease. El hermano de Carlos volvió a tomar la palabra.

-Muchachos, les voy a pasar una bolsa, con unas tarjetas con números. Cada uno irá sacando una tarjeta y pasará la bolsa al siguiente. Luego las chicas también elegirán su número para ir emparejándose. Carlos no sacará número, ya que hay dos chicas reservadas solo para él.

Cada uno cogió su número, luego las chicas tomaron los suyos. Hubo dos chicas que no cogieron número. Juntas, se acercaron a Carlos, lo llevaron al centro del salón, lo sentaron en una silla y comenzaron a bailarle. Las dos chicas eran muy guapas, definitivamente eran las más guapas del grupo. Las demás chicas, decían su número, al escuchar su número, cada uno de los invitados levantaba la mano y la chica se acercaba a él. Cuando una de ellas dijo mi número, levanté la mano y se acercó a mí. Era una chica morena, de cabello largo y ondulado. De cara no era muy bonita, pero si tenía muy bonito cuerpo.

Unas tetas muy grandes, al igual que el culo. Si bien no era la más guapa de las que quedaban, me había gustado la que me había tocado. Se acercó a mí, me dio un beso en los labios.

-Hola, soy Alondra –se presentó– vas a ver lo rico que lo vamos a pasar hoy. ¿Cómo te llamas?

-Gonzalo –respondí– de solo verte, ya sé que lo vamos a pasar delicioso.

-Uy mi amor, ni te imaginas –dijo mientras comenzaba a bailarme, subiéndose encima mío.

Se sentó encima mío, se frotaba contra mi pene y pegaba sus tetas a mi pecho. Se movía delicioso, mi pene comenzaba a endurecerse. Comenzó a besarme el cuello, mientras desabrochaba mi camisa. Se acercó a mi boca y me dio un beso muy caliente con la boca abierta, pero sin meter la lengua. Nos besamos unos segundos, mis manos comenzaban a sobar sus nalgas, acompañando sus movimientos.

Luego me ofreció sus tetas, las cuales besé sin sacarlas del sostén. Se desabrochó el sostén y un enorme par de tetas salieron saltando. Tenía los pezones grandes y oscuros. Me los puse en la cara y comencé a chupárselos. Se seguía moviendo encima de mi pene, frotándose rápidamente.

Volteé a ver a los demás y pude ver a varios de los invitados besándose con las chicas. Los hermanos de Carlos estaban sin camisa, las chicas se movían encima de ellos, también con las tetas al aire, ellos las besaban y manoseaban. Vi a mi amigo Guillermo, que ya estaba en calzoncillo, masajeando el culo de su chica, mientras ella se movía dándole la espalda. Carlos estaba en el medio de todo, chupándole las tetas a una de sus chicas, mientras la otra, arrodillada frente a él, le lamia el pene por encima del bóxer.

Alondra se levantó, me sacó la camisa y el pantalón, dejándome solo con el bóxer puesto. Se dio la vuelta, y, agachándose mostrándome el culo, se quitó el calzón. Retrocedió lentamente y me puso el culo en la cara. Se notaba bien aseada, olía muy rico. Comencé a lamerle la vagina, tenía un sabor medio raro, pero no sabía mal. Masajeaba sus nalgas, mientras las abría y metía mi lengua en su vagina. De repente se sentó encima mío y comenzó a moverse, frotando sus nalgas en mi pene que estaba durísimo, aprisionado por el bóxer. Estaba muy excitado.

Pude ver ahora a varias chicas, chupándoles los penes a los invitados, se estaba convirtiendo en una orgia gigante. Carlos ya estaba desnudo, sentado en el suelo, con una chica chupándole el pene y la otra sentada en su cara. Guillermo también recibía una gran mamada. Esa parte de la fiesta duró un buen rato.

Alondra, me sacó el bóxer, se metió mi pene a la boca y comenzó a darme una súper mamada. Sabía lo que hacía, la chupaba delicioso. Después de unos minutos, dejo de chupármela, para subirse encima mío, al moverse se frotaba la vagina directamente con mi pene, me besaba, esta vez con lengua, mientras le amasaba las enormes tetas. El hermano de Carlos, frotaba su pene en la vagina de su chica, la cual estaba sentada al borde de su asiento. Le chupaba las tetas. De repente, se levantó y volvió a tomar la palabra.

-Muchachos. Tenemos que pasar a la siguiente fase de la fiesta –decía riendo– todos saben su número, así que, el que tenga el número uno, puede ir pasando al cuarto, ahí encontrarán todo lo que necesitan. El otro cuarto lo usará Carlitos. Una vez que terminen, irán saliendo y luego entrará el siguiente número, todos en orden por favor. Recuerden es un polvo por persona, solo Carlos puede tomarse todo el tiempo que quiera. Vayan pasando.

Carlos se levantó y se llevó a las dos chicas a la habitación, luego paso un primo de Carlos a la otra. Yo seguía con Alondra, besándonos, se frotaba con mi pene, aprovechaba para masajearle las tetas y las nalgas. Mi número era el 6, así que tendría que esperar bastante. Levanté a Alondra y la senté en el asiento. Me arrodillé delante de ella y comencé a chuparle la vagina. Ella gemía delicioso, su vagina comenzaba a humedecerse. Metía dos dedos que entraban con mucha facilidad. Con la mano libre, masajeaba fuertemente sus tetas.

Todos seguían haciendo lo mismo, puros besos, manoseos, sexo oral por todos lados. De los cuartos se escuchaban gemidos y gritos de placer. El hermano de Carlos, el que había organizado todo, ya se estaba cogiendo con su chica. luego me enteré de que las había conocido a todas mientras organizaba la fiesta y uno de los tratos, era que él podía coger las veces que quiera y donde quiera. Al final el pagó toda la fiesta, así que se lo merecía.

Al rato salió el primo de Carlos, contento, se fue a la barra a tomarse un trago. La chica se cambió y se retiró. Pasó el número dos, Guillermo. Fue casi corriendo, se notaba que lo había excitado mucho. Así fueron pasando uno tras otro. Cuando llegó mi turno, yo me estaba besando con Alondra, mientras ella se movía encima mío. La levanté y la llevé rápido a la habitación. Apenas entramos la tiré en la cama, me puse el preservativo y me lancé encima de ella. La penetré de golpe, comencé a moverme rápidamente, estaba muy excitado, después de tanto juego previo. Le chupaba las tetas como loco.

Después de unos minutos, le pedí que me cabalgue. Se movía delicioso, sus tetas saltaban de forma increíble. Le apretaba las tetas, que eran una delicia. Le apretaba las nalgas, metía mi mano y le frotaba el clítoris. Estuvimos un buen rato así, hasta que se dio la vuelta. Esta, definitivamente era la mejor pose. Ver esas enormes nalgas rebotar mientras ella saltaba comiéndose mi pene, era increíble. Luego la puse en cuatro patas y la clavé con fuerza. me comencé a mover muy rápido, mientras la nalgueaba. Ya no aguanté más y me vine con mucha fuerza. Nos recostamos unos segundos, para recuperar fuerzas.

-Estuvo buenísimo –le dije– eres excelente.

-Gracias –respondió– a mí también me gustó. Pero ya vamos, que le toca a otro.

-Una consulta más. Ya me habían contado como sería la fiesta –dije– así que vine preparado. ¿Cuánto me cobrarías por un par de polvos más?

-Pero las reglas dicen que solo un polvo –respondió– no podemos hacer más.

-Ya sé, por eso reservé una habitación acá en el hotel –dije– por eso quiero saber cuánto me cobrarías y nos vamos para allá.

-Ah bueno, realmente viniste preparado –dijo, sonriendo– mira, ya que nos han pagado bien por la fiesta, te puedo cobrar 150 por dos polvos.

-Está bien –dije contento– entonces vamos y te doy la llave para que me esperes en la habitación. No te preocupes que seré discreto.

Nos levantamos y nos fuimos al salón principal. Saque de mi billetera la tarjeta de la habitación, había pedido dos llaves a propósito. Se la di sin que nadie lo notara. Me dio un beso en la boca y se fue. Me cambié y me senté a tomar un trago. Ya le había dicho que vaya a la habitación y en unos minutos subiría. Unos minutos después salió Carlos, con las dos chicas. Me hizo una seña de tres con la mano. Entendí que se había metido tres polvos. Un rato después, le dije a Carlos que me tenía que ir, que la había pasado genial.

Salí disparado al ascensor, subí al tercer piso, donde se encontraba la habitación. Prácticamente corría por el pasillo para ir a la habitación. Abrí la puerta y encontré a Alondra sentada en la cama, con un abrigo negro que le llegaba hasta las rodillas. Cerré la puerta detrás de mí.

-Pensé que ya no vendrías –dijo con cara triste– pensé que te habías arrepentido.

-No te imaginas lo desesperado que estaba por salir de ahí –respondí– con lo rica que estás.

-Ven entonces, que muero de ganas de sentir esa pinga de nuevo –dijo, abriéndose el abrigo, mostrando su hermoso cuerpo en la lencería blanca.

Me acerqué a ella, sacándome la camisa y el pantalón, mi bóxer estaba en mi bolsillo. Ella se sacó el abrigo y lo tiró al suelo. La comencé a besar en la boca, metía mi lengua lo más profundo que podía. Comencé a manosear sus nalgas, esas enormes nalgas. Ella metió su mano en mi bóxer y frotó mi pene suavemente. El cual ya estaba duro. Le saqué el sostén y comencé a besarle las tetas. Ella seguía masturbándome. La empujé a la cama y le bajé el calzón. Comencé a besarle la vagina, se la lamia, jugaba con mis dedos en sus labios. Comenzó a humedecerse ligeramente.

Después de unos minutos saboreando su vagina, me levanté, me recosté en la cama. Ahora ella me estaba chupando el pene. lo hacía delicioso, tenía una técnica muy buena. Luego acomodó mi pene entre sus tetas y comenzó a moverlas de arriba hacia abajo. Se sentía increíble mi pene entre tremendas tetas. Luego se levantó, me dio un preservativo que había sacado de la caja de la fiesta, se recostó en la cama de costado y levantó una pierna. Me arrodille frente a ella, encima de su pierna y con su otra pierna levantada en mi hombro. La penetré rápidamente, se la metía fuerte, hasta golpear contra su cuerpo.

-¡así! ¡duro! Me gusta duro –dijo gimiendo– ¡dame más! ¡que rico!

-¿te gusta duro? –pregunté– me encanta como se siente tu concha.

-¡si! Dame duro por favor –continuó ella.

Estuvimos unos minutos en esa pose, luego la llevé al sillón tántrico, la senté en la parte más alta, se recostó hacia abajo, puse sus piernas en mis hombros y la comencé a embestir rápidamente. La vista de sus tetas moverse a cada embestida era genial. Sus nalgas no dejaban de vibrar cuando las golpeaba con mis muslos en cada embestida. Comencé a frotar su clítoris rápidamente con un dedo.

Luego, me senté en el sillón, ella se sentó encima mío, con las piernas abiertas, una a cada lado del sillón. Sus tetas quedaron a la altura de mi cara, mientras ella se sentaba, se agarraba las tetas y me golpeaba en la cara con ellas. Comenzó a moverse encima mío deliciosamente. Debe haber usado ese sillón miles de veces, porque se notaba su experiencia.

Hice que se recueste un poco para atrás, apoyada en la parte baja del sillón, la tomé de la cintura y comencé unas embestidas muy rápidas. Las tetas saltaban para todos lados. Ella subió sus piernas a mis hombros y así era más rica la penetración. Estuve un rato dándole en esa pose, hasta que ya no aguanté más.

-Me voy a correr. ¿Te lo puedo tirar en la cara? –pregunté.

-Sí, mi amor, embárrame la cara de leche –dijo para mi sorpresa– pero no pares un ratito que me corro yo –seguí embistiéndola, tratando de contenerme lo más que pude, hasta que se corrió– ¡Ahhh! ¡si! Que rico. Me corro. ¡Ahhh!

-Ahí va, yo también –saqué mi pene de su mojada vagina, me quité el preservativo y comencé a masturbarme rápidamente, dirigiendo mi pene a su cara– ¡Ahhh!

-¡Ahhh! Toma leche perra –dije mientras lanzaba un gran chorro directo a su cara, cayendo algunas gotas en su boca.

-Que rico, cuanta leche –dijo, frotándose mi corrida por la cara y metiéndose un poco en la boca– y sabe riquísima –se acercó y se lo metió en la boca.

Me comenzó a chupar el pene hasta limpiarlo completamente. Nos recostamos para descansar un poco. Se recostó encima mío, pegando sus grandes tetas en mi pecho. Le comencé a acariciar las tetas. Ella comenzó a masturbarme suavemente. Mi pene aun no reaccionaba. Comencé a besarle las tetas, mientras ella seguía masturbando mi pene, aun a media erección.

-Hazme un masaje erótico –le pedí– quiero sentir tus tetas en todo mi cuerpo.

-Ok, mi amor, es una de mis especialidades –respondió.

Me recosté primero boca abajo, ella comenzó a frotar su cuerpo con el mío. Pasaba sus tetas por mi espalda, por mis nalgas y mis piernas. Se sentó en mis nalgas, pude sentir su vagina, húmeda, encima de mis nalgas. Comenzó a masajear mi espalda. La verdad que no le tenía mucha fe, solo quería que me caliente frotando su cuerpo contra el mío, pero el masaje lo hizo muy bien. Mientras me frotaba los hombros, cuello y espalda con sus manos, se movía frotando su vagina contra mis nalgas. Sentía como se mojaban mis nalgas.

Después fue bajando, se frotaba con una de mis piernas mientras masajeaba mis nalgas. De repente, metió una mano entre mis piernas y comenzó a masajear mis huevos y mi pene. me daba besos en las nalgas. Siguió bajando, esta vez, se frotaba la vagina con mi talón, sentía como se mi talón abría su vagina. Hizo que levante un poco el culo, metió su cara entre mis piernas y comenzó a chuparme los huevos, mientras me masturbaba. Todo lo hacía sin dejar de frotarse con mi talón.

-Que rica verga tienes –dijo– ahora quiero que te des la vuelta.

Me di la vuelta, mi pene ya estaba un poco más duro, sin llegar a estar completamente erecto. Se subió encima nuevamente. su vagina se frotaba con mis piernas, mientras, sus tetas se paseaban por mi abdomen y mi pene, me lamía los pezones. Fue subiendo de a pocos, hasta que quedamos cara a cara. Nos dimos un beso muy ardiente, con mucha lengua, sobaba sus tetas y ella frotaba su vagina, que chorreaba, encima de mi pene.

Se dio la vuelta, nos acomodamos en un 69. Se metió mi pene hasta el fondo de su boca, me hacia una garganta profunda, mientras le lamia toda la vagina. Su vagina chorreaba sus fluidos dentro de mi boca, me los tomaba. Amasaba sus grandes nalgas y ella me sobaba los huevos. Se alejó un poco de mi cara, para poner mi pene entre sus tetas. Me comenzó a masturbar con ellas, mientras chupaba la cabeza de mi pene. comencé a meter dos dedos en su vagina, mientras le sobaba el ano, con el dedo gordo.

-¿puedo darte por el culo? –pregunté– me encanta tu culazo, quiero reventártelo ¿puedo?

-Sí, mi amor, pero por 50 soles más –dijo– con tremenda verga me vas a partir.

-Está bien –respondí –eso quiero, partirte en dos– dije, mientras, sin sacar los dos dedos de su vagina, metí otro en su ano, previamente ensalivado.

Mientras ella continuaba con la rusa, yo metía dos dedos de una mano en su vagina que ya chorreaba muchos fluidos y dos dedos de la otra mano en su ano, el cual ya estaba bien dilatado. Agarró un preservativo, me lo puso con la boca. Siguió mamándome el pene un rato más. Luego se levantó, se puso en cuatro y se abrió las nalgas.

-Primero métemela en la concha –dijo– que lubrique bien y después me partes el culo.

Metí los dedos que habían estado en su vagina en su ano, estos ya estaban bien lubricados y comencé a meterle el pene en la vagina. Entraba fácilmente por lo mojada que estaba. Después de un par de minutos así, se lo saqué de la concha y se lo metí de golpe en el culo, entró fácilmente, aunque dio un pequeño salto al sentirlo todo adentro. Me comencé a mover rápidamente, mientras Alondra se metía dos dedos en la vagina. Gemía y gritaba mientras la embestía, por el espejo que había frente a la cama, podía ver como sus tetas se movían en todas las direcciones. También se le veía la cara, con la boca abierta y los ojos cerrados.

-Que rica se siente tu verga en mi culo –dijo casi gritando– tiempo que no me cogían así, me estás haciendo venir como nunca.

-Me encantas, ya entiendo porque te contrataron –dije, sin dejar de moverme– eres una tremenda puta. Que rico culo tienes.

-Soy la mejor puta que vas a cogerte en tu vida –dijo– y eso que aún no me has visto eyacular. Antes de irme, te bañaré con mi corrida.

-Que rico –atiné a responder.

-¡Ahhh! ¡así! ¡sigue! No pares de romperme el culo, puto –dijo gimiendo fuertemente.

Estuve un buen rato dándole a ese culo, hasta que me pidió que pare, que la quería en la vagina. Se la saqué del ano, se acostó boca arriba, le puse las piernas en mis hombros y se la metí de golpe. Me movía rápidamente. Ella sobaba su clítoris rápidamente. La jalé hasta el borde de la cama, me paré al lado y se la seguí metiendo lo más fuerte que pude. Ella gemía fuertemente y movía sus caderas. Después de unos minutos, sentí que me correría.

-Me voy a correr –dije.

-Quiero tomarme tu leche –dijo– sácate el condón.

Saqué mi pene de su vagina, me saqué el preservativo y ella rápidamente se agachó para metérselo en la boca. Lo comenzó a chupar rápidamente, mientras me apretaba los huevos y sobaba la zona entre mis huevos y mi ano. Comenzó a masturbarme mientras succionaba la cabeza, hasta que ya no pude más.

-¡Ahhh! Me corro. Tomate toda la leche, zorra. Déjame seco –dije, mientras lanzaba una gran cantidad de semen dentro de su boca.

Se metió todo mi pene a la boca y comenzó a succionarlo, para sacar toda la leche. Se lo seguía metiendo y sacando de la boca. Yo seguía sintiendo los espasmos de la eyaculación, pero ya poco semen salía de mi pene. Mientras lo hacía, seguía frotando su vagina. Se levantó, trajo una silla y la puso frente a la cama.

-Siéntate y prepárate para el show mi amor –dijo, recostándose en el borde de la cama– esto siempre se lo hago a mis mejores clientes.

Se comenzó a meter dos dedos en la vagina y se los metía y sacaba rápidamente, mientras con la otra mano se frotaba el clítoris. Gemía fuertemente, casi gritando. Me moría de ganas de ir y tirarme de cara en su vagina y masajearle las tetas, pero me había dicho que me quede sentado. Siguió así unos cuantos minutos, hasta que comenzó a temblar, a mover las caderas sin dejar de mover sus dedos dentro de su vagina.

-¡Ahhh! ¡me voy a correr! Prepárate mi amor –dijo, casi gritando– ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡si! –gritó fuertemente.

Sacó los dos dedos de su vagina y salieron varios chorros muy grandes de corrida. Se seguía frotando el clítoris con la mano, rápidamente. No paraba de correrse. Su corrida saltaba y caía encima mío, me embarraba el pene, el abdomen, el pecho, hasta la cara. Nunca había visto a una chica correrse de esa manera. Fue increíble.

-Me encantó –dije– nunca había visto que se corran así, tanto.

-Me encanta correrme así –dijo, jadeando– mira cómo te he dejado embarrado. Vamos a bañarnos para que te quites todo eso del cuerpo.

Nos metimos a la ducha, comenzamos a enjabonarnos mutuamente. Mi pene se volvió a endurecer. Se agachó, me dio una mamada espectacular hasta que me volví a venir en su boca. Nos terminamos de asear y salimos de la ducha. Nos cambiamos, ella solo traía la lencería y el abrigo largo.

-¿vas a irte solo con eso? –dije– ¿o te vas a otro servicio?

-Así vinimos todas. Era parte del trato –dijo– de acá me voy a mi casa, me has agotado bebé –dijo, aunque no le creí.

-Y tú a mí, mi amor –dije –no podré coger en varios días, con lo seco que me dejaste.

-Jajaja. Bueno amor, cuando recargues me llamas y te vuelvo a secar –dijo riendo y dándome una tarjeta con su número.

-Toma –le dije, entregándole los 200 soles– bien merecidos. Eres una experta putita –dije y se rio.

Salimos juntos del hotel, la embarqué en un taxi y me fui en otro. Buen tiempo después, encontré su tarjeta, tenía una foto de ella, desnuda, abierta de piernas y eyaculando. Con su número y su nombre. La llamé, pero el numero estaba desconectado. Nunca más la volví a ver.

Fin

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