En la penumbra de la noche se despiertan los deseos,
cuando tus manos se deslizan, acariciando mi piel.
El fuego arde, la pasión crece, nos sumergimos en placer,
un tango sincopado, bailando al ritmo del vaivén.
Tus labios húmedos se unen a los míos,
en un beso ardiente que enciende los sentidos.
Mi cuerpo se estremece, se entrega sin reservas,
mientras nuestras almas se entrelazan, viven sus quimeras.
Bajo las estrellas, desnudos y abrazados,
buscamos el éxtasis en cada rincón del lecho sagrado.
Susurros dulces, gemidos en la noche,
cada roce, cada caricia, un deleite derrochado.
Las olas del placer nos llevan en un vaivén,
nos sumergimos en un océano de desenfreno y frenesí.
El éxtasis se aproxima, no hay más que deseo,
enredados en una danza pasional, cuerpo con cuerpo.
Y cuando el clímax llega, explosivo y desenfrenado,
nos fundimos en un abrazo, tranquilos y extasiados.
El éxtasis se desvanece, dejando su marca eterna,
en nuestros cuerpos unidos, en la pasión que nos gobierna.