Por cuestiones de trabajo me tocó ir a Tijuana unos días y te pedí que me acompañaras para pasar a San Diego, aprovechando que tus responsabilidades laborales te permitían tomar unos días y atender algunas cosas en forma remota.
Llegamos un jueves temprano, en el vuelo que aterriza en Tijuana a las 7:15 h y rápidamente nos instalamos en el hotel acostumbrado que, por su ubicación, nos permite cubrir múltiples compromisos, y cercanía a nuestros lugares de interés. El plan era dormir allí una noche y de viernes a domingo pernoctar en San Diego.
Luego de terminar nuestras actividades y de visitar a un par de amigas, a una pareja conocida de allá y a un antiguo cliente de nuestras consultorías, más una deliciosa cena del jueves en un restaurante italiano en la zona del Río, el viernes nos trasladamos a San Diego donde pasaríamos el fin de semana.
Allá tenemos algunos amigos también, con quienes organizamos vernos para cenar viernes y sábado y almorzar el domingo.
La cena del viernes fue con un amigo, a quien llamaremos Arturo, que yo conocía desde hace tiempo, y que incluso habíamos colaborado en algunos proyectos, pero que nunca habías tenido tú la oportunidad de convivir con él en persona. Excelente profesional en su ramo, hombre responsable, pragmático, muy culto, de grandes ideas y soluciones, además de ser un gran conversador, dinámico, sensible, de extraordinario trato, amante del arte y del buen comer. También ha sido cuidadoso de su salud y consecuentemente, tiene una buena condición física lo que lo hace atractivo para las mujeres.
Su casa en la zona norte de San Diego, en específico Sunset Cliffs, sobre la calle Cordova, tiene una vista privilegiada hacia el dorado pacífico. La ladera le obligó a una arquitectura en terrazas con escenas extraordinarias desde varios cuartos de la casa. Aun cuando esta fue construida en los setentas, él la adquirió en los 90's y posteriormente la remodeló hace unos años atrás, imponiendo ahora un toque actual, con materiales modernos y de gran gusto.
En la terraza de la estancia principal tiene un piso cubierto de madera que soporta unos mullidos sillones y una base para fogatas que usa con frecuencia. El espacio es rematado con un barandal de vidrio templado y a los lados unas mamparas que dan la privacidad necesaria, considerando las casas vecinas, que tienen similar conformación, y a la vez hacen un marco extraordinario para las fotografías de los atardeceres.
La casa la compró muchos años atrás y fue habitada por su familia hasta que los hijos fueron emigrando a sus estudios universitarios y la dinámica con quien fuera su esposa les llevó a un divorcio que le dejó a él la propiedad de la casa.
En un par de ocasiones me había tocado visitarle y la invitación a seguir a su casa después de la cena había sido ya habitual.
Mi amigo gusta de cocinar y es un excelente anfitrión, por lo que al saber él que tú me acompañarías, me dijo que cenáramos ese viernes en su lugar, no dudé en confirmarle y organizar todas las actividades para estar con él alrededor de las 18 h y aprovechar para pasar el atardecer en su casa.
Cruzar una de las fronteras más transitadas de México con EUA es siempre complicado y lleva tiempo, pero logramos hacerlo a buena hora y eso nos permitió estar viendo la bahía de San Diego y sus imponentes barcos de la base de Coronado aún con la luz de día. Hicimos unas compras para llevar vino, unas botanas, quesos y un postre. Luego nos hospedamos en uno de los hoteles que están próximos a la Bahía, bajando las maletas del auto, y cambiarnos para dejar nuestros atuendos más formales que traíamos para estar más acordes para la cena.
La temporada veraniega hace que el clima en la zona sea caluroso, fresco y sabiendo que estaríamos en su casa optamos por ropa más ligera, informal y cómoda. Yo me puse un pantalón de tela delgada, y camisa de lino de manga corta y tú llevabas un vestido liso, con botones al frente, que te llegaba ligeramente arriba de la rodilla, sin mangas, ceñido apenas a la cintura, que permite apreciar tu trasero firme y con escote en V que hace lucir tus atractivos y bien proporcionados senos. Un collar elegante y de buen gusto que es de tus favoritos y que luces extraordinariamente, una chalina de seda semitransparente en contraste con el color de la tela de tu vestido que cubre tus hombros y cae espléndidamente en tu cuerpo, bolso de mano pequeño acorde al atuendo y unos zapatos de tacón que acentúan tu figura, completaron tu arreglo dando un toque alegre, pero a la vez interesante que no permite que pases desapercibida a tu paso entre la gente, situación a la que estoy acostumbrado.
Al llegar, nos abrió la puerta y se dieron los saludos de rigor y las presentaciones que permitieron a Arturo admirar tu persona y expresar su alegría de al fin conocerte y tenernos en su casa. Por nuestros trabajos, ya se habían dado sesiones remotas previas de revisión de algunos temas, talleres y cursos, donde habías participado tú, pero no se había dado el que se conocieran ustedes dos en persona. Excelente química desde el primer momento. Ese particular brillo en tus ojos fue el mejor testigo de ello, ya que Arturo no te fue para nada indiferente y las expresiones y lenguaje corporal de él se dieron en el mismo sentido.
Nos hizo pasar a la cocina, para terminar de preparar la cena. Allí aproveché para abrir la primer botella de vino tinto de la región del Valle de Guadalupe (que sabemos disfruta nuestro anfitrión), que llevamos y brindamos por la ocasión, la servimos en las copas que nos proporcionó Arturo y vino el primer brindis. En un par de platones dispusimos los quesos, el jamón serrano, galletas y panecitos que acompañaron las bebidas, mientras los platillos terminaban su cocción.
Entonces, nos trasladamos a los amplios sillones de la terraza, donde Arturo encendió la fogata y el ligero ruido al consumirse la leña y el calor del fuego fue un extraordinario complemento para la charla. Unas mesitas adecuadamente colocadas permitieron tener las copas a la mano, así como las botanas preparadas. Rápidamente pasamos a la segunda botella. Tú apresurabas el contenido de tu copa y Arturo te hacía segunda, brindando por el gusto de compartir, del momento, y también del esperado encuentro. Había buena química y los comentarios y expresiones que se daban lo respaldaban. Sabiendo que yo manejaría más tarde, opté por ir a un menor ritmo sin dejar de disfrutar del momento, las bromas y anécdotas que compartíamos.
El sistema de altavoces que tiene en la terraza estaba a un volumen muy adecuado, permitiendo disfrutar de la música, la charla y el entorno.
Tú no dejaste de aprovechar en varias ocasiones el decirme que era un lugar maravilloso y disfrutable, mientras me regalabas besos momentáneos y abrazos donde yo podía sentir tus senos ya turgentes y tus pezones ligeramente duros producto de esa excitación por todo lo que íbamos disfrutando. El horizonte nos obsequió una puesta de sol maravillosa y la noche le fue dando un toque más romántico y sensual.
Llegó el momento de cenar y los platillos los pusimos al centro, en las mesas de la terraza, lo que nos ayudó a disfrutar de los mismos, en forma cómoda y en porciones adecuadas. Prácticamente fue seguir disfrutando de la noche y la tercer botella de vino acompañó perfectamente los alimentos. Lo disfrutamos mucho.
El ambiente era relajado y la atmosfera y la interacción eran diferentes, abiertas, permitiendo que las sensaciones afloraran más. Juntos llevamos el servicio de regreso a la cocina y regresamos a seguir botaneando y brindando por la agradable noche, sintiendo que podría ser más grata y placentera. Nuestro anfitrión ya no podía disimular su admiración por ti, y no te quitaba la vista en momentos que te incorporabas por más botana o para traer algo de la barra de la cocina.
En alguna ocasión, cuando estuviste alejada por momentos, me llegó a comentar que yo era un afortunado por estar contigo y le dije que sí, porque eras una mujer inteligente, brillante, plena, segura de ti misma y maravillosa. Mi comentario fue rematado por un así se aprecia de su parte y chocamos nuestras copas para brindar por ello.
Te acompañé al baño y, justo antes de entrar, me abrazaste y me diste un beso muy pasional, diciendo que la noche podía prolongarse y que tú estabas dispuesta a que así fuera. Nuestra relación es muy abierta y esas señales son comunes entre nosotros. Te pregunté que si estabas a gusto, y tu respuesta fue positiva. Incluso, me pegaste tus senos al cuerpo y me dijiste que sintiera lo excitada que estabas. La presencia de Arturo y todo lo que iba pasando había disparado las cosas.
Te dejé en el servicio y regresé a la terraza, donde nuestro amigo Arturo se recargó en el balcón y me enseñaba las luces de la costera. Momentos después, llegaste a nuestro lado y te colocaste en medio de los dos. Me abrazaste, me plantaste un beso rápido en la boca y mientras te explicaba que Arturo me mostraba la vista, volteaste hacia él y le diste un medio abrazo, que el aceptó y en correspondencia rodeó tu espalda con su brazo, mientras te describía las zonas y luces de la bahía, señalando con su mano opuesta. Tú aprovechaste para ponerte de lado, completamente hacia él, dejándolo sentir tu cuerpo, lo que no le pasó desapercibido, y llevaste tu otro brazo a su cuerpo.
Debo decir que le fue complicado -y ciertamente cómico- verlo tratar de continuar su explicación de la vista, con la sensación de tu cuerpo abrazándolo. El mensaje estaba dado, volteó su cara hacia tí, se dió el encuentro de sus ojos, la cercanía de los rostros, tus labios hermosos en actitud de deseo antecedieron el primer beso de la noche entre ustedes, que se prolongó pasionalmente con las caricias de sus cuerpos. Le pusiste los brazos en el cuello y le dejaste sentir tu cuerpo en todo su esplendor. Lo siguiente fue regresar con cuidado, sin soltar el abrazo al sillón más amplio y acomodarnos los tres en él.
Arturo te hizo un comentario al oído y le respondiste que no se preocupara. Las caricias y los besos se intensificaron, no había más ruido que la leña consumiéndose, la acertada música de fondo a un nivel adecuado y las caricias y besos que se prodigaban. Te separaste brevemente, volteaste hacía mi, dándome un beso pasional y delicioso, mientras él te acariciaba la espalda, tus hombros y tu cuello.
Te incorporaste, levantaste un poco tu vestido, abriste tu compás para sentarte arriba de sus piernas y sabiendo que tenías toda su atención, comenzaste a desabrochar los botones superiores de tu vestido, bajando ágilmente el corpiño que traías, dejando a su vista y alcance tus ricos senos. No tardó en poner sus manos en ellos, acariciarlos, sentirlos, cubrirlos con las palmas de sus manos, constatar lo duro de tus pezones y llevarlos a tu boca, mientras que tú frotabas su ya muy evidente erección que se mostraba en el pantalón. Alcanzaste a decir con jovial asombro: ¡mmmm, qué tenemos aquí!… y todos reímos brevemente, rompiendo por momentos el hielo y la tensión que reinaba.
Él regresó a chupar tus senos, alternando uno y otro en su boca y tu giraste un poco hacía mi para besarme y acariciarme también. Sin levantarte, liberaste su pene, que ya se observaba completamente erecto y de buen tamaño y lo acariciabas con cuidado, atendiendo la punta. Yo me aflojé la ropa y dejé a tu alcance mi pene, que también estaba completamente duro.
Te escuchaba gemir y disfrutar de lo que pasaba. Se lo mucho que te gusta tener en tu boca un buen pene y que no dejarías de hacerlo en esta ocasión. Así que te separaste de él por momentos, lo besaste intensamente, te incorporaste para jalar sus pantalones hacia abajo, te colocaste entre sus piernas, nos empezaste a masturbar con cada mano y en un momento, comenzaste a pasar tu lengua a lo largo de su tronco hasta llegar a la punta, para luego meter el glande dentro de tu boca, saborearlo, jugar con tu lengua en él y succionarlo varias veces.
Él estaba disfrutando del momento y sólo alcanzaba a acariciar tu cabello con cuidado. Te moviste un poco entre los dos, le diste un sorbo a la copa de él que estaba más a tu alcance y a continuación, sin soltar su muy hinchado pene con tu mano, te acercaste a mamar deliciosamente el mío, dejándole ver a él lo mucho que disfrutas hacerlo, frotando tu pelvis en su pierna y dejándole sentir la humedad producto de tu excitación. Alternando tus caricias orales entre ambos miembros, fuiste retirando tu ropa, hasta casi quedar desnuda frente a nosotros.
En un momento, levantaste tu cara, y con la punta de su pene asomando por tus labios me dijiste: Amor, hay que agradecer al anfitrión sus atenciones. Asentí ligeramente, y acto seguido te montaste en él, para primero jugar con su pene, frotando su punta en tu clítoris y los labios de tu vagina y, posteriormente, abrirle paso hacia tu interior, sujetándote con una mano en sus hombros y la otra guiando su ya muy mojado pene hacia tu vagina. Ese movimiento lo observamos Arturo y yo. Fue muy excitante.
Luego, pude ver la expresión de tu rostro conforme ibas sintiendo el acceso en tu cuerpo de ese pene de buen tamaño y grosor, mientras tu vagina se acoplaba a este ocasional visitante. Tus senos quedaron nuevamente a la altura de su boca y él no tardó en lamerlos y chuparlos intensamente de nueva cuenta. Eso te excitó mucho más y comenzaste a subir y bajar tu cadera para sentirlo recorrer tu interior. Arturo sólo se despegaba de tus senos para decir que cogías riquísimo, que estabas buenísima y que le encantaba tu respuesta tan pasional y la forma tan especial de coger.
Tu excitación iba en aumento y el ruido de su penetración por la humedad de tu sexo lo hacía más evidente.
Yo observaba todo, sabiendo que si seguías esos movimientos, nuestro amigo podría venirse muy pronto. El sudor en ustedes dos era mayor y perlaba tu frente, a la vez que las gotas se desplazaban por tu cuello y senos. Arturo disfrutaba de tenerte encima y no dejaba de acariciar tu espalda, cadera y apretar tus nalgas con ambas manos conforme te movías.
En momentos bajabas la intensidad y desplazamiento de tu cadera, seguramente para prolongar tus sensaciones y la cogida con nuestro anfitrión. Mi pene estaba duro, mojado ya. Te diste cuenta de ello, me pediste que me pusiera de pie y me acercara para llevarlo a tu boca. Esa sensación de ser cogida y poder chupar un pene es algo que te agrada y lo disfrutas mucho. Me acomodé para que lo pudieras tomar, e inclinando un poco tu cuerpo, empezaste a lamer mi pene, tomando con tu lengua mis primeras gotas de líquidos preseminales. Te separaste brevemente de mí y le diste a Arturo un beso intenso, dándole a probar tu boca y lengua, para sin perder el ritmo de tu cogida, regresar a lamer mi pene con esa dedicación y deseo que te caracteriza.
Ahora recorrías tu cadera hacia adelanta y atrás para frotar tu clítoris con el cuerpo de él. Las sensaciones y oleadas de deseo estaban al tope y no tardaste en abrazar fuertemente a nuestro amigo para sentir tu primer orgasmo intenso, mojando su pene, piernas y testículos profusamente. Te quedaste así por momentos para recuperar tu aliento, y te saliste de él para abrazarte conmigo, besarnos y decirme que había sido muy intenso y rico. Al separarte, viste que el seguía muy erecto y sólo le pediste unos minutos para recuperarte y poder seguir con esto. Me besabas y abrazabas con ese placer y complicidad de siempre, llevando mi mano a tu muy mojado sexo, diciendo que sintiera lo excitada que estabas y lo mucho que estabas disfrutando de ese momento, mientras acariciabas mi pene.
Sabíamos que la noche daría para más.