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Del odio a la envidia (2)
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Cuando acabé de leer estaba confusa, si no fuera su propia letra no me lo hubiera creído nunca. Además, fue duro conocer la razón por la que se fue de casa aquel día sin dar explicaciones, descubrir que mi padre, al que adoraba y daba la razón, no era más que el típico hombre que sólo pensaba en satisfacer sus instintos más primarios con la primera mujer que se ponía delante.

A decir verdad, nuestra asistenta siempre había sido muy cariñosa con nosotros y aunque mi hermano me había dicho que era bastante guarra, pensé que eran las tonterías de un adolescente con exceso de hormonas. Por otra parte, mi madre siempre me había parecido una mujer muy seria, recatada hasta el punto de creer que era una frígida y amargada que no le interesaba en nada el sexo, pero en el diario era diferente, parecía insaciable, una viciosa que disfrutaba al máximo y que había alcanzado un placer que deseé yo misma. Sin perder tiempo pasé la página, ahora llena de curiosidad.

Querido diario:

Hacía tiempo no dormía tan bien, aún me encontraba algo agotada, pero me sentía estupendamente. Esta mañana había quedado con Sandra para ir de compras, me había convencido para renovar mi vestuario íntimo por otro más actual y atrevido, me había parecido cómico cuando me lo propuso, pero tenía razón, usaba el mismo estilo de siempre y me hacían parecer una abuela. Desayuné un par de tostadas y zumo con calma hasta el momento de ducharme, me desnudé en la habitación delante del espejo, me gustaba verme todos los días desnuda, me centré en mi sexo, recordé la apariencia de Sandra cuando me abrió la puerta y me gustó la idea, quizás mi ropa interior no era lo único podía cambiar.

Me fui al baño, cogí todo lo necesario y comencé a afeitarme como había leído en una revista de belleza. Al acabar me había rasurado completamente excepto un pequeño rectángulo, desde que era niña no me había visto sin pelo y a decir verdad, me encantaba mi nuevo aspecto, ya que me hacía mucho más sexy.

Abrí el agua caliente y me metí debajo del chorro dejando que cayera por mi cuerpo, mis pezones se endurecieron rápidamente con el cambio de temperatura; cerré los ojos y empecé a visualizar lo sucedido el día anterior, imaginando la estupenda forma y tamaño de aquel miembro, el gusto que daba al chuparlo por completo y el placer intenso cuando me penetraba. Noté como mi cuerpo ardía por dentro, aquel sitio había sido siempre el ideal para masturbarme, así que dejé rienda suelta al deseo.

Me apoyé en la pared arqueando mi cuerpo, el agua recorría mi espalda como un río que desembocaba entre mis piernas aumentando mi excitación, llevé las manos hasta mis pechos, los apreté fuertemente como el desconocido con sus labios, mi respiración se aceleró al retorcer y estirar mis pezones al máximo, me puse a cien al sentir sus descargas haciendo que mi vagina se humedeciera cada vez más, me dejé llevar hasta tal punto que empezaba a perder la sensibilidad de apretarlos durante tanto tiempo.

Bajé la mano por mi vientre, al llegar a mi sexo mis dedos no se entrelazaban con mi vello púbico como siempre sino que era como una suave lija provocando un cosquilleo en las yemas de los dedos, era diferente pero me gustaba. Abrí un poco las piernas para dejar a mi mano espacio, el chorro de agua se adentró más mezclándose con mis jugos, me acariciaba el clítoris pensando en aquel sofá, incrementé el ritmo para correrme de gusto, gemí sin reprimirme mientras mi cuerpo temblaba de placer. Al final iba a llegar justa a mi cita en el centro comercial.

Cuando llegué ya estaba esperándome con su sonrisa, después de saludarnos no dirigimos directamente a la tienda de ropa interior, dentro no me atrevía a elegir ninguna, así que me dejé aconsejar; creo que cogimos unos cinco o seis modelos diferentes entre tangas, bragas y demás complementos. Justo cuando nos marchábamos me sugirió llevar ya alguno puesto, la verdad es no vi razones para no hacerlo, así que me metí en el probador.

Me fijé que mi amiga no me sacaba el ojo de encima de forma disimulada, quizás aquella propuesta no fuera más que una excusa para verme desnuda, conociéndola estaba segura de ello, pero decidí darle el gusto, me desvestí completamente, me puse el sujetador y me senté en un taburete para ponerme las bragas abriendo las piernas hacia su ángulo de visión, sonreí al ver su cara de sorpresa al mirar mi sexo afeitado. Al salir del probador en su cara se reflejaban las ganas de haber entrado para comerme entera.

De camino a casa me pidió entrar en una boutique que ella conocía, me pareció una locura puesto que cualquier prenda estaba muy por encima de mis posibilidades económicas. Cuando entramos estaba vacía, pocas personas podían permitirse esos lujos y las que podían iban siempre a la zona privada que se encontraba detrás. Sandra se puso a hablar con la dependienta, una chica joven de muy buen tipo que destacaba por sus pechos grandes y vestida elegantemente acorde con la tienda, yo me dirigí a una estantería del final donde se encontraban los vestidos de noche.

Estaba distraída cuando una sombra se acercó por detrás, me di la vuelta asustada rápidamente, era un hombre de unos 50 años, de muy buen ver y todo trajeado, en el lado derecho llevaba una etiqueta que ponía encargado. Más tranquila puede escucharle claramente decirme mientras me sonreía:

-Buenos días, ¿quiere que le eche una mano?

Con los precios de aquellos vestidos no tenía ninguna intención de comprarme alguno, pero por un momento me sedujo la idea de hacerme pasar por una mujer rica, por lo que respondí.

-Estaría encantada, caballero..

Me giré para señalarle un vestido precioso de seda color azul, de repente su mano se posó en mi trasero, me quedé estupefacta, no era precisamente de ese tipo la que yo esperaba, pero en ese momento estaba en blanco y no se me ocurrió ninguna respuesta para semejante osadía. Aquel hombre debió interpretarlo como una respuesta positiva y bajó la mano a mi muslo para subirla inmediatamente por debajo del vestido hasta llegar a mi sexo. No me lo podía creer, mi amiga y la dependienta estaban allí y cualquiera que mirase por el escaparate nos podía ver.

Lejos de detenerse, comenzó a mover sus dedos a lo largo de mi coño, el tacto de la tela me puso a cien, así que abrí más las piernas para facilitarle los movimientos, el nerviosismo de que alguien nos pudiera pillar me estaba excitando más de lo habitual, de todas formas cogí un vestido para disimular. Mis bragas empezaron a mojarse con mis fluidos, con dificultad reprimía mis gemidos para que no me escucharan, aquellos dedos presionaban con fuerza de forma maravillosa, seguramente había perfeccionado su técnica con los años.

-Ese vestido viene muy bien para el calor. -Me dijo.

En ese momento comprendí el juego sutil de palabras que no había sabido capaz de reconocer al principio y que explicaba su reacción ante mi inocente respuesta, ahora que conocía el juego, ya no sería tan ingenua.

-Cuando hace calor lo mejor es quitar ropa, ¿no cree? Le contesté.

Me bajó las bragas hasta los muslos, aprovechó que ya no tenía obstáculo para introducirme los dedos en mi mojada vagina, aquello encendió mi deseo de más. llevé mi mano a sus pantalones, podía notar su miembro erecto, con el mayor disimulo del que fui capaz lo saqué fuera, estaba vigorosa y dura, así que empecé a hacerle una paja lentamente intentando que los movimientos de mi brazo no fueran vistos. Cada vez era más difícil disimular, pero al encargado parecía no importarle y seguía con sus palabras.

-Maneja usted muy bien el palo, debería venir conmigo a jugar al golf.

Estaba tan caliente que dejó de importarme si nos veían o no, lo único que deseaba en ese instante era sentir aquella polla dentro de mí, así que le respondí directamente.

-Me encantaría, espero que me enseñe como se mete en el hoyo.

Parecía desearlo igual que yo, así que se colocó detrás de mi agarrándome fuertemente por las caderas. Levantó el vestido y me penetró sin encontrar resistencia, los movimientos eran profundos y lentos para disimular, era una buena verga sin duda. Al poco la puerta me alertó, una señora había entrado, intenté apartarme con nerviosismo, pero me tenía bien agarrada y no solo se limitó a seguir con sus movimientos lentos, sino que estimuló mi clítoris.

No me quedó mas remedio que sonreír torpemente cuando nos miró, por su cara imaginé que se había dado cuenta, pero se limitó a devolverme la sonrisa antes de irse. Aquello me avergonzó, pero en ese momento me vino un delicioso orgasmo, mordí el vestido fuertemente para evitar que mis jadeos se escucharan en la tienda y aguanté la respiración como pude. Cuando mis espasmos disminuían sentí como su glande se hinchaba y su semen llenaba mi coño, fue silencioso y siguió bombeando hasta que acabó de llenarme.

Se arregló para estar impecable de nuevo y se fue en dirección a Sandra, me subí las bragas mojadas por nuestros fluidos y me coloqué el vestido, estaba aún algo acalorada así que tomé un poco de aire antes de irme.

Al salir de la tienda mi amiga me enseñó un fajo de dinero, la muy guarra me había hecho pasar por una puta y por el color de los billetes de lujo, aunque la verdad era una experiencia que no me importaría repetir.

-Gracias por invitarme a comer, querida. -me dijo

Las dos nos echamos a reír y con el dinero nos dimos una buena comida en uno de los mejores restaurantes de la ciudad.

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