back to top
InicioSexo con maduros¿De verdad con nadie lo habías hecho así? (5)

¿De verdad con nadie lo habías hecho así? (5)
¿

el

|

visitas

y

comentarios

Apoya a los autores/as con likes y comentarios. No cuestan nada.
Tiempo de lectura: 4 minutos

–¿Y por qué dices que soy una pendeja? –Le pregunto a don Luis después de nuestro encuentro, no me quiere decir hasta que lo presiono a tal forma que termina diciéndome que mi marido me engaña con Reynalda, mi sirvienta y que él al descubrirlos la chantajeó para tener encuentros con ella los miércoles.

Con razón los boletos de hotel que encontraba en sus pantalones y aquellas salidas a la casa de mi suegra para que Reynalda le ayudara según él, o sea que mi suegra también estaba enterada o era cómplice de mi marido y yo sin saberlo.

Y eso no es todo, en la semana me entero que Rita, la hija de don Luis, anda con el vigilante del fraccionamiento, ella misma me lo confiesa, pero no ha llegado a más que besos y abrazos.

En fin, es el cumpleaños de la esposa de don Luis y mi esposo ofrece la casa para hacer la fiesta, todo transcurre con normalidad, como el negocio de don Luis es de organizar eventos él se encarga de todo, yo ando de allá para acá vigilando que todo esté bien, de repente observo a mi marido platicando con Reynalda, voltean a verme y platican, nerviosa continuó con mi labor hasta que Reynalda me interrumpe.

–Señora, allá afuera hay un señor que busca a Reynalda, ya le dije que yo soy Reynalda, pero insiste en que no soy yo.

–¿Le preguntaste su nombre?

–Si, dice que se llama Remigio

–Quien sabe quién será, le digo entre nerviosa y deseando que me trague la tierra.

La tensión sube ya que Remigio proporciona las características de la persona que busca y obviamente coinciden conmigo.

–No mames Arleth ¡como con un pinche albañil! –Vocifera mi marido, quien me lleva a la recámara de la casa para reclamarme.

–No mames Raúl ¡como con mi pinche sirvienta! Le revierto, y ¿con tu secretaria? Y ¿con la de la limpieza de tu oficina?

No sabe que contestar, sale de la recámara furioso y yo con más calma afronto la situación encaminándome hacia el portón de la casa, pensando en una y mil cosas que le podía decir a Remigio.

–¿Por qué no me presentas al señor? –Dice mi marido el cual me alcanza en el portón.

–Mi nombre es Remigio Zacarías, –dice, mostrando madurez y templanza.

–Soy albañil y…

–ha, ok, viene a ver la barda ¿verdad? –Dice mi marido

–Querida, porque no le muestras al maestro la barda que hay que reparar.

–Si, claro, sígame por favor

Caminamos por entre la gente que sigue en lo suyo, lo guío hasta la parte más alejada del jardín por detrás de la casa enfundada en mi vestido blanco muy corto y escotado con mis zapatillas de tacón alto, para esta ocasión me recorté el cabello de tal forma que me veo como una muñequita oriental con el cuello descubierto.

Por un momento quedamos mirándonos fijamente hasta que su mirada me hace enrojecer, se acerca y aplasta sus labios contra los míos, al principio me resisto vigilando que nadie nos mire, empiezo a sentir como va creciendo su bulto punteándome, me lo restriega mientras lame mi cuello.

–Espérate nos pueden ver, –le digo suplicante

No se detiene, puedo sentir como está loco por penetrarme ahí mismo, le correspondo abriendo la boca y entregándole mi lengua ansiosa, restregándome con fuerza en su pelvis a la contra de sus movimientos, para después bajar mi manita y apretarle el pene masturbándolo por encima del pantalón, Remigio se las arregla para subir mi vestidito y empezar a dedearme.

–hum, así, don Luis, así. –Él se detiene, mi mente alcanza a comprender el tremendo error.

–¿Don Luis? –Me dice serenamente alejándome lentamente de el

Intento remediar la situación haciendo como que no ha pasado nada, ninguna súplica es suficiente, él recoge su mochila y se encamina al portón lenta pero decididamente.

Intento integrarme a la fiesta triste, resignada, obviamente no iba a salir corriendo detrás de el en medio de tantos conocidos, pero curiosamente no encuentro a mi marido ni a mi sirvienta, ni a Luis ni a su familia, en medio del bullicio me dirijo al cuarto de servicio con las llaves en la mano y descubro a don ¡Luis y a Reynalda!, subo a la recamara y ahí están Rita y el vigilante, tan concentrados que ni se dan cuenta, pero ¿Dónde está mi marido? No tardo mucho en encontrarlo, lo encuentro en la bodega con ¿doña Cuquita? ¡La esposa de don Luis! No les digo nada, solo cierro la puerta y regreso con los demás invitados.

Viéndolo bien doña Cuquita no esta tan mal, obvio que es menor que su marido, pero todavía aguanta la señora, me digo a mi misma.

Durante una semana mi mente batalla con la idea de ir o no a buscar a Remigio, y de nuevo Rita entra en mi ayuda ya que de mi parte lo busca en la plaza para decirle que lo espero en la casa, precisamente el día en que de nuevo mi marido lleva a Reynalda a “casa de su mamá”.

Nerviosa siento el tiempo pasar y nada, no llevo puesto nada fuera de lo normal, mi vestido corto y floreado con los hombros descubiertos, mis sandalias y un coordinado de brasier y cachetero color durazno, mi corazón salta al escuchar los toquidos de la puerta, no tardo en abrir sonriente y mirar a Remigio enojado, serio, retador.

Me toma de la cintura sin molestarse ni en cerrar la puerta y me aprieta contra él besuqueando mi cara y mi cuello, intento apartarme, no me está gustando la forma en como me está tratando, pero tiene muchas fuerzas.

–No, por favor, –le digo suplicante

–¿por qué no me dijiste que estas casada?

–Quien chingados es don Luis, –me pregunta bufando de coraje

–Tu eres mía, solo mía, ¿entiendes?

Trato de calmarlo, pero es inútil, me toma del pelo fuertemente dándome un tirón haciendo que levante la cabeza, me succiona el cuello haciéndome chupetones como marcándome para él, como puedo me zafo de sus brazos, pero me alcanza aferrándome de la cintura, arrancándome la ropa me tira en el sillón de la sala, me incorporo intentando calmarlo y huir del lugar.

–Espérate, ¿a dónde vas?

Me dice deteniéndome y tomándome con fuerza, volteándome de espaldas a él me coloca en cuatro mientras desabrocha su cinturón sacándose la verga, restregándomela en mi colita, en mi ano, siento sus dedos llenos de saliva untándolas alrededor de mi orificio anal.

–No por favor, –le digo suplicante

No sé qué hacer o decir, siento su cabezota empujando el hoyito de mi ano, estoy asustada, grito de dolor sintiendo avanzar su oruga de ardiente de carne en mis entrañas, abriéndose paso sin piedad, las descargas de dolor llegan una tras otra al sentir entrando algo por donde generalmente todo tiene que salir.

Por un momento se detiene al sentir como sus peludas bolas no pueden entrar sus gemidos que más bien parecen bufidos de toro herido se confunden con mis gritos de dolor, pero eso a el no le importa, al parecer mis gritos lo incentivan a iniciar con un mete y saca descomunal, siento mis nalgas muy separadas una de otra, un escalofrió descomunal recorre mi espalda, Remigio me aferra de la cintura violándome a su gusto.

Remigio continua con sus fuertes embestidas, saca su verga y me la vuelve a introducir, por momentos sus estocadas resuenan como latigazos uno tras otro, no puedo mas, ya no me quejo, solo espero a que termine pronto, y mis suplicas no tardan en ser escuchadas, sus fuertes palpitaciones dentro de mi ano hacen que se ensanche a su ritmo quemándome las entrañas con sus potentes espermatozoides.

Termina, no me dice nada, solo se abrocha los pantalones y sale de la casa dando un portazo, dejándome aquí, asustada, llorando.

¿Me lo merezco?

Compartir relato
Autor

Comparte y síguenos en redes

Populares

Novedades

Comentarios

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Los comentarios que contengan palabras que puedan ofender a otros, serán eliminados automáticamente.
También serán eliminados los comentarios con datos personales: enlaces a páginas o sitios web, correos electrónicos, números de teléfono, WhatsApp, direcciones, etc. Este tipo de datos puede ser utilizado para perjudicar a terceros.