Viajaron en silencio durante un rato. La noche comenzaba a tornarse fría y el vestido de Eleonor no la cubría lo suficiente.
-Vaya, este clima cambia drásticamente por las noches en esta época del año verdad. –dijo el chofer mientras se inclinaba buscando un suéter.
-Oh sí, siempre suele ser así en esta época.
-Tome, no creo que ese vestido sea tan cálido como aparenta –dijo mientras le daba su suéter a Eleonor
-De verdad se lo agradezco, señor…
-Derek, llámeme Derek. ¿Y usted es?
-Me llamo Eleonor, un placer.
-El placer es mío. Disculpe que me entrometa pero… una hermosa chica en un lugar como este, a mitad de la noche… no es algo que se vea frecuentemente por la carretera.
-Sí, supongo que no, bueno, alguien quedó de recogerme, pero no llegué a tiempo y mi celular no tiene pila, entonces… -respondió sin muchas ganas de dar mayor explicación.
-¡Ah! Entiendo…
Se acercaban a una pequeña cabaña a orillas de la carretera, era una pequeña cafetería.
-Pasaré un minuto a comprar algo antes de seguir, puede usar el baño de esta cafetería si lo necesita.
-No lo necesito, pero gracias. ¿Tienen teléfono público allí?
-Sí, tienen.
-Excelente, gracias.
Estacionaron y entraron a la cabaña. Derek fue a ordenar comida mientras que Eleonor fue directo a los teléfonos. Rebuscó unas monedas en su bolso y le marcó a Luka. Su teléfono sonaba fuera de servicio. Y tras cuatro intentos fallidos decidió volver al tráiler. Unos minutos más tarde llegó Derek, con un café y dos sándwiches para cada uno.
-Ya es muy tarde, supuse que tendría hambre, le compré esto, espero que no le moleste.
-Ah… en verdad se lo agradezco, me siento muy apenada, está siendo demasiado amable conmigo y no tengo como pagarle.
-Tranquila, supuse que no tenía dinero, sino hubiera tomado un taxi. No se preocupe, no es ninguna molestia para mí. Ahora coma, que su café se enfría.
Ambos comieron en silencio dentro del tráiler mientras veían las oscuras montañas en el horizonte y la luna iluminando el borde de aquellas empedradas colinas, disfrutando del paisaje, del frio de la noche y del sabor del café. El suéter y esa bebida eran lo más cálido y lo más humano que Eleonor había recibido de alguien aquella noche. Observó a Derek mientras él divagaba en sus pensamientos mirando las colinas.
Ella no se había dado el tiempo de contemplar al buen samaritano. Era un sujeto atractivo, una cabellera negra bien acomodada, unos labios bien dibujados, con una barba que le daba un aspecto rustico, pero su mirada, sus ojos grandes y sinceros lo hacían ver tan tierno y confiable. Su nariz respingada y sus brazos fuertes y vigorosos. Su aspecto era inusual y diferente al de los típicos camioneros de carreta y su cortesía y amabilidad eran dignas de un caballero.
Luego de comer, continuaron el recorrido. Demoraron un poco más de la cuenta por el mal estado de la carretera. Llegaron alrededor de las 12:15 hasta Alamount.
-¿Tiene donde pasar la noche señorita Eleonor?
-Ya veré que hago… realmente agradezco todo lo que hizo por mí.
-Bueno, el “ya veré que hago” no es un lugar muy cómodo que digamos. Que le parece pasar la noche en un motel cerca del centro. Me he quedado allí un par de veces y es un buen lugar.
-No no no… ya ha hecho demasiado por mí, no podría aceptarlo.
-De verdad, no es ninguna molestia para mí, no la voy a dejar sola a medio pueblo, ni siquiera la dejaré bajar del camión si no acepta quedarse en una habitación. –dijo en tono firme, exagerado, pero cómico.
Llegaron al motel, ambos caminaron hasta la recepción para pedir las habitaciones.
-Buenas noches.
-Buena noche, por favor, necesito dos habitaciones.
-por supuesto… -dijo el velador mientras buscaba las llaves de las habitaciones.
-Con una sola habitación es suficiente, no se preocupe. –interrumpió Eleonor, devolviendo una de las llaves al velador.
-Aquí no tienen habitaciones con dos camas… –dijo Derek sorprendido por la decisión de Eleonor
-Ya dije que no es necesario, ya has hecho bastante por mí, no dejaré que gastes demás por mi culpa… Muchas gracias señor, esto es suficiente – agregó dirigiéndose al velador, tomando las llaves en la ventanilla.
Derek no pudo hacer más que acceder a su petición. Caminaron juntos hasta la habitación 18 y entraron. Era una habitación pequeña. Una cama regular, un baño, ducha, una pequeña mesa y un pequeño televisor anclado a la parte superior de la pared.
-Emmm… bueno, creo que… si no le importa, tomaré una ducha –dijo Eleonor, mientras Derek se sentaba en la cama colocando su pequeño maletín en el suelo.
-Sí, claro, yo iré a comprar algo de comer, ¿quiere que le traiga algo?
-No, gracias, estoy bien.
Derek salió a comprar algunos panecillos y unas sodas. Mientras tanto Eleonor se metió a la ducha, que por fortuna tenía agua caliente, se dio la ducha más profunda que en toda su vida se había dado.
Dejaba que el agua caliente recorriera su sensual figura relajándola por completa, la espuma del jabón se deslizaba lentamente por todas sus curvas y cavidades, a Eleonor siempre le había encantado esa sensación que acariciaba toda su piel al quitarse el jabón bajo la ducha.
Sus pechos voluminosos estaban adoloridos del maltrato y los labios de su vulva, recibían resentidos la limpieza que sus manos le daban. Su culo palpitante había recobrado su tamaño aunque aún le causaba un dolor intenso al hacer sus necesidades.
Luego de un largo rato, salió, envolvió una angosta toalla bajo sus brazos alrededor de sus pechos cubriendo su cuerpo. Su cabello mojado estilaba sobre su espalda mojando la toalla que apenas lograba cubrir su voluminoso trasero y su conchita. Salió del baño a la habitación, observando que su ropa estaba sucia, lo único que tenía era el recambio de ropa interior en su bolso.
Derek volvía de la tienda, justo antes de entrar en la habitación no pudo evitar ver la sensual figura de Eleonor a través de las cortinas en la ventana. Pudo verla mejor ahora, con la plena luz de la habitación. Era una mujer preciosa, de eso no cabía duda, pero él mantendría su postura siendo caballeroso.
Tocó la puerta antes de entrar.
-Pasa –dijo Eleonor. Derek entró y tratando no mirarla, colocó lo que traía en la mesa.
-Le compré algunos panecillos.
-Ya deje de comprarme cosas, no es necesario, en serio le agradezco, pero me apena mucho. ¿Dónde compró eso?
-En una tienda a un par de cuadras de aquí, es la única abierta a estas horas.
-¿No vio si vendían camisetas o algo por el estilo?
-No lo creo señorita, lo único que venden allí son comestibles y cerveza.
-¡mierda! –susurró Eleonor frustrada.
-¿Necesitaba ropa?
-Es que, este es el único vestido que tengo y está muy sucio, pero tendré que usarlo, no queda de otra.
Derek caminó hasta su maletín, sacó su ropa, escogió una de sus camisetas, de las más cómodas y limpias.
-Tome, probablemente le quede grande pero es mejor que nada, supongo.
Eleonor lo miró fijamente a los ojos, le costaba trabajo asimilar la enorme generosidad de aquel sujeto. No tuvo más remedio que aceptar. Derek se sentó en la cama dándole la espalda a Eleonor, viendo hacia la ventana mientras abría uno de sus panecillos. Era todo un caballero. Eleonor se sentía respetada y segura a su lado.
Se quitó la toalla a espaldas de Derek quedando completamente desnuda y mojada. La sensación le causaba morbo, y eso le gustaba. Secó su cuerpo lentamente y con suavidad mientras su caballero comía serenamente a la orilla de la cama. Tomó su tanga limpia y se la puso acomodando la parte trasera dentro de sus prominentes glúteos. Luego tomó su camiseta y se la puso. Le quedaba grande. No había nada más excitante que ver a esa sensual mujer usando la camiseta de su caballero.
Olía exquisita y era tan suave que hasta parecía acariciar la piel de Eleonor con amor. La camiseta le cubría hasta la mitad de los muslos y así se quedó. Una camiseta y una tanga era lo único que llevaba cuando decidió meterse a la cama acurrucándose entre las sabanas.
Derek se levantó al sentirla en la cama.
-Si no le molesta, me gustaría darme una ducha también –dijo Derek, mientras tomaba otra toalla y se quitaba los zapatos.
-Claro, no hay ningún problema –dijo Eleonor sin quitarle la mirada de encima a aquel atractivo caballero.– y por favor, no me trates de “usted”, me haces sentir como una mujer mayor.
-Jeje bueno, lo siento, puedes tomar los panecillos que quieras –dijo mientras entraba al baño.
La puerta del baño estaba defectuosa, tenían que ponerle pestillo por dentro para mantenerla cerrada, pero Eleonor olvidó decírselo a Derek. Frente a la cama había un espejo grande que reflejaba la puerta del baño. Con la humedad del agua caliente la madera de la puerta comenzó a correrse abriéndola levemente.
Eleonor, sentada desde la cama, pudo observar hacia dentro de la ducha sin dificultad. Pudo haberle dicho a Derek sobre la puerta, pero algo dentro de ella no se lo permitió. Quizá el deseo y el morbo de ver por completo a ese hombre que la cautivaba con su buen trato. Eleonor apagó la luz del cuarto para no reflejarse desde el baño. Se acomodó en la cama para observar mejor a aquel hombre.
Cuando volvió, Derek ya se había quitado la ropa, solamente tenía una toalla envuelta en su cintura. Se estaba delineando la barba con una navaja. Tenía una figura escultural, unos pectorales y abdominales bien marcados, unos brazos fuertes y una espalda ancha y bien trabajada. Luego de terminar se metió a la ducha quitándose la toalla.
El cuerpo de aquel hombre comenzaba a excitar a Eleonor, unos glúteos grandes y bien ejercitados destacaban sobre dos fornidas piernas, musculosas y esbeltas. Una fina capa de cabello bajaba desde su pecho por su abdomen hasta su pubis, pero su zona púbica estaba muy limpia y bien afeitada. Cuando se giró, Eleonor pudo observar un prominente pene. Era muy grande aun estando flácido, sus testículos colgaban bajo de él, resguardándose tras un glande enorme y prominente.
Eleonor disfrutó con placer aquel espectáculo, vio a su caballero asear cada rincón de su cuerpo con dedicación y paciencia. Aquel show se tornó más excitante para ella cuando llegó el momento de asear su pene. La abundante espuma recorría aquel tronco lentamente, su miembro se miraba enorme incluso entre sus grandes manos. Era increíble, vio a su caballero acariciar su verga con las manos enjabonadas. Notó como éste comenzaba a crecer poco a poco. Era un pene perfecto. Recto, muy limpio, un glande enorme, rosáceo casi rojizo, varias venas recorriendo el largo y grueso cuerpo de esa verga, la humedad en la vagina de Eleonor comenzó a brotar.
Derek finalizó su baño secándose lentamente mientras su pene volvía a su estado natural. Eleonor se acomodó en la almohada para disimular estar dormida. Derek salió del baño y encendió la luz. Al ver que Eleonor estaba dormida se despreocupó quitándose la toalla quedando completamente desnudo.
Eleonor con los ojos entrecerrados observaba con lujuria aquel escultural varón. Lo deseaba. No solo sexualmente, le encantaban su mirada, su caballerosidad y sus atenciones. Disfrutó ver aquel hombre colocarse su ropa interior y una camiseta cómoda. Luego tomó un par de sabanas, una almohada y las tendió en el suelo al lado de la cama dispuesto a dormir allí.
-¿Qué haces? –dijo Eleonor.
-Ah, pensé que estabas dormida… pues voy a dormir…
-¿En el suelo?
-Claro, no hay problema, ya lo he hecho antes.
-No, tú pagaste la habitación, no me hagas sentir culpable y acuéstate en la cama.
-¿No te molesta?
-Oye, somos adultos, podemos compartir la cama sin ningún problema.
-No me gustaría incomodarte, en serio no me molesta quedarme en el suelo…
-Bien, si no quieres compartir la cama me quedaré yo en el suelo.
-Oh vamos, no voy permitir eso… está bien, la compartiremos.
-Así está mejor
-¿Tú siempre consigues lo que quieres no? –dijo Derek bromeando.
-No siempre –respondió Eleonor dentro de sí en silencio.
Ambos se acomodaron en los extremos de la cama. A oscuras, boca arriba, viendo el techo, en silencio.
-¿Tú siempre eres así? –preguntó Eleonor casi susurrando.
-¿Así cómo? –respondió Derek, escuchando, sin abrir los ojos.
-¡Así! Tan amable y generoso.
-Supongo que sí. –respondió.
-¿Por qué?
-¿por qué, qué?
-¿Por qué eres así?
-No conozco otra manera de ser, así soy, no puedo fingir ser algo que no soy.
-Sabes, hace mucho que no conocía a un hombre como tú.
-¿Así?, ¿hace cuánto?
-Casi 15 años
-¿Tanto? ¿Quién era?
-Mi papá.
-¿Qué pasó con él?
-Murió cuando yo tenía 10.
-Lo lamento.
-Descuida. Supongo que después de tanto tiempo casi lo había olvidado.
-Vaya hombres los que tuviste que conocer para casi olvidarlo.
-Imagínate, creo que no seguí un buen camino después de todo.
-Si algo he aprendido al manejar en la ruta es que no importa lo mal que esté el camino, si sabes a dónde vas, llegarás a un buen destino.
-¿Tu camino te ha llevado a un buen destino? –preguntó Eleonor, recostándose boca abajo, apoyándose sobre sus codos y acercándose a él.
-Me llevó hasta ti. –dijo él, mientras continuaba con los ojos cerrados tratando de no quedarse dormido.
Aquellas palabras la cautivaron. Contempló su bello rostro con la tenue luz que entraba por la ventana.