Desperté con una cruda monumental, recordando con claridad la felación que le hice a Erik, con excitación y vergüenza. Él estaba junto a mí, y cuando me sintió despertar se pegó a mis nalgas otra vez. Pensé en rechazarlo porque había más gente en la cabaña y ya se oían voces, bromas, pero volví a excitarme y moví mis nalgas hacia él, hasta que de nuevo su verga estaba dura.
Extendí mi mano hacia atrás, toqué su pene por encima del pantalón y él comenzó a hacer lo mismo con mi culo. Me apretaba las nalgas y me las separaba para que su pene se pegara a mi culo. Estábamos en una cama grande, en la planta alta de la cabaña, pero no era una recámara cerrada, por lo que podíamos ver y oír a quienes estaban abajo, y ellos podían oírnos, pero no vernos. Empezamos a bromear, los de arriba y los de abajo, sobre la borrachera y la cruda, pero yo estaba que reventaba de calentura con las manos de Erik bajando mi pantalón y mi boxer para tocarme el culo desnudo.
Le bajé el pantalón, le saqué el pito, me aseguré de que nadie nos veía y me metí bajo las cobijas. Lo tomé otra vez con mi lengua, le di besitos en la base, en los lados, en el glande y me volví a meter en la boca. Su verga me tenía fascinado: me la quería comer, la quería besar, la quería adentro de mí. Salí de la cobija y Erik volvió a pegarse, pero ahora ya con mis nalgas desnudas y con su pito libre de la ropa. Buscaba mi ano, ¡quería cogerme mientras todos bromeábamos y hablábamos! Yo me derretía de calentura, lo dejé hurgar con sus dedos, separar mis nalgas y colocar su glande mojado por precum y saliva en mi ano, pero un mínimo de cordura persistía en mí y le dije, lo más bajito que pude: "No me la metas".
Se quedó quieto, con su pito apoyado directamente en mi ano, pero sin presionar. Volví a meterme bajo la cobija, llené mi mano de saliva, comencé a masturbarlo y me incliné para lamerle sus suaves y tibios huevos. Abrí mi boca y otra vez me lo metí a la boca, y él comenzó a apretarme los pezones, a retorcerlos… Me puse otra vez de ladito para que me manoseara las nalgas y me pusiera el pito, separé ligeramente mis piernas y acomodé su pene, bien mojado de mi saliva, entre mis muslos. Él entendió y comenzó a cogerme por los muslos: sentir cómo se deslizaba me tenía casi a reventar de calentura.
Se me antojaba voltearme, montarme en su pito, y también quería ponerme en cuatro y que me enculara hasta el fondo, pero por ahora me encantaba que se metiera entre mis muslos y que de cuando en cuando me rozara el ano… La gente comenzó a levantarse, eso me puso muy nervioso, así que me lo metí otra vez a la boca, todo, hasta el fondo, le di un besito en el glande y me subí la ropa.
El resto del día anduve como zombie, pensando en el pito de Erik, en mi culo deseoso de sentirlo otra vez. Tenía cruda física, tenía algo de cruda moral, pero todo el día traje la verga parada. No me atrevía a ver a los ojos a Erik, por la vergüenza, pero las ganas seguían estando presentes. Terminó la actividad laboral de la empresa en la cabaña, regresamos a nuestra ciudad, pues teníamos que terminar los pendientes que dejamos para poder ir a la cabaña.
En el trayecto de regreso comencé a pensar que tal vez nos quedaríamos en la oficina solos Erik y yo, pues los demás tenían que hacer otras cosas. Me ruboricé al fantasear con esa idea, me toqué las nalgas por encima del pantalón pensando en que eran sus manos. Era la primera vez que tenía actividad sexual con un hombre conocido, con una persona con la que convivía cotidianamente, eso me asustaba; y también era la primera vez que tenía una experiencia espontánea, pues todo lo que había hecho anteriormente era con desconocidos que había conocido por internet o en un cine porno (lugares donde lo esperable era que pasara algo), y esto me encantaba.
Llegamos en grupo a la empresa, pero, tal como yo lo estaba deseando, hubo un momento en el que todo mundo tuvo que salir a atender cosas de trabajo, por lo que nos quedaríamos solos Erik y yo. En cuanto estuvimos solos, y lo conduje escaleras arriba, afuera de la oficina en la que yo trabajaba (en la que había cámaras), pero estaba un poco indeciso, hasta que finalmente entramos a un baño. Me arrodillé otra vez, le saqué la verga del pantalón y furiosamente se la comencé a chupar. La necesitaba en mi boca, me moría de ganas de lamerla… Me levanté, me bajé el pantalón y los calzones y, de pie, me incliné como en la cabaña, pero ahora pegándome directamente con el culo desnudo en su pito durísimo y mojado.
Le dije otra vez que no me cogiera, aunque nada se me antojaba más. Me arrodillé de nuevo, me tomó de las mejillas para guiar la mamada. Me puse nervioso porque en cualquier momento alguien podría entrar y vernos: él de pie, recargado en la pared, y yo chupándole la verga con avidez, así que apresuré mis movimientos para que eyaculara pronto… Me paré, me puse otra vez de espaldas, tomé una de sus manos y la puse en mi nalga y le pedí que se la jalara así, mientras me estrujaba. "Avísame cuando te vayas a venir", le dije, y me incliné todo lo que pude para que su vista y la mano con la que me tocaba tuvieran acceso a mis nalgas. Yo también me masturbaba, hasta que gimió un poco más fuerte y me dijo: "Ya".
Me arrodillé, me masturbé y me comí su pito mientras él temblaba. Su semen cayó dentro de mi boca: era la primera vez que recibía semen, lo que me excitó tanto que eyaculé violentamente en mi mano.
(Continuará)