Camila y yo somos de esas parejas que en cuanto se conocieron a temprana edad se enamoraron perdidamente, el uno del otro y así ha sido hasta hoy, por más de 20 años de relación. Me sentía afortunado porque todas las mañanas nos despertábamos mirándonos con amor.
Con el tiempo el sexo si bien estuvo presente, dejó de ser lo primero en nuestra relación. Eso no me gustó y convencí a mi esposa de visitar a un experto en terapias de pareja. Aceptó de inmediato. Con el pasar de los meses, la terapia comenzó a rendir frutos.
Camila: si prometes no mal interpretar ni molestarte conmigo si te cuento algo que me tiene perturbada desde hace una semana…
Yo: sabes que no hay rollos entre nosotros… puedes hablarme con libertad…
Camila: no sé cómo empezar…
Yo: pues por el principio…
Camila: el martes pasado, en la cita con el ginecólogo… y te prometo que…
Yo: no necesitas prometerme nada, amor… te conozco desde que tenías 14 y yo 13… o sea, hace 21 años… habla con toda confianza…
Camila: te amo, Renato… -le lancé un beso- no recuerdo me haya pasado antes, pero ese día cuando el doctor Gálvez me tocó como siempre, me excité como nunca… qué me está pasando, Rena?
Yo: lo que nos dijo el terapeuta de acupuntura te pasaría en forma gradual, pero al cabo lo notarías… el problema está en que tu cuerpo se está desinhibiendo más rápido que tu mente… será que te gustó y por ello sentiste vergüenza???
Camila: mmmmm… ahora que lo dices… creo que es exactamente eso lo que me pasó… -hacía poco acabábamos de hacer el amor, pero la charla y su desnudo y expuesto cuerpo volvió a revivir mi verga.- mmmm… veo que alguien quiere más fiesta… -tomando con sus manos el erecto miembro- en qué pensabas, cochinón… -y se la metió casi entera en su ansiosa boca, iniciando una deliciosa mamada.-
Yo: -mirándola a los ojos. Ella no paraba de comerse mi verga.- me excitó mucho saber que te calentaste cuando otro hombre te tocó…
Camila: mmmmm… -dijo sin sacarse de la boca mi verga ni dejar de sostenerme la mirada.-
Yo: -chupando sensualmente mi verga. El culito parado se reflejaba en el espejo, el coño latiendo.- Cami… me calienta mucho el imaginar que tienes otra verga penetrando tu húmedo coño mientras continuas mamándome la verga… ¿te gusta la idea?
Camila: -sacándose la verga el tiempo justo para hablar, volviéndosela a meter, aumentando la velocidad y la intensidad de cada succión.- cuando estoy muy caliente como ahora… sí… creo que aceptaría otra verga… pero tendría que ser la de un desconocido… no tendría cara para mirar a los ojos al tipo después de eso… mmmm…
Camila es una bella y curvilínea mujer con la pinta típica de una modelo. Alta (1.74 m), delgada pero de voluptuosas formas, largas y contoneadas piernas. Estrechos los hombros, prominentes y proporcionados senos, breve la cintura, femeninamente anchas las caderas y un cincelado culo, conformado por dos redondas y firmes nalgas.
Piel suave, tersa y blanca como la leche. Cabello negro, liso y largo hasta medio culo, enmarcaba un atractivo rostro. Frente amplia, dibujadas cejas, almendrados ojos marrón, fina y recta nariz y sensuales y gruesos labrios en una generosa boca. En pocas palabras, una diosa.
Tomé nota mental de cada una de sus palabras antes de dejarme llevar por la fulminante mamada que mi esposa, la única mujer con la que he estado, me estaba dando. Las ricas y poderosas succiones me llevaron rápidamente a eyacular. En el momento que quise sacar mi verga para acabar en sus pechos, pues no le gustaba mucho ni mamar, ni menos tragarse el semen, sujetó con ambas manos mis glúteos, empujando lo más profundo que aguantó, tragándose la mayor parte de mi líquido seminal, cayendo sobre sus senos lo que por las comisuras de sus labios, se le escapó.
Esa misma tarde fui a la tienda y llegué con un dildo de importantes dimensiones que comenzamos a utilizar esa misma noche. Si bien nuestro matrimonio era feliz y manteníamos una activa, pero común vida sexual, durante el último año el sexo en nuestra cama prácticamente había desaparecido, sin dejar de ser tiernos y atentos el uno con el otro, pero desde aquella conversación y posterior polvo, volvimos a tener relaciones todos los días.
Unos cuantos meses pasaron y una tarde fue Camila quien llegó con un vibrador. Durante la cena hablamos de nuestros días como siempre lo hacemos. Al terminar de lavar la vajilla y yo de secarla y guardarla, Cami, de la nada, espetó, -me tomaría un cortito… me acompañas?- contestándole con una sonrisa de oreja a oreja. Los vasos se encontraban vacíos cuando me mostró la nueva adquisición.
Yo: por qué quieres cambiar al capitán… ya no te gusta???
Camila: mira… te lo voy a contar… sé que una de tus fantasías es penetrarme por el culo y quiero cumplírtela… y el capitán es muy grande para eso… éste, además de ser más pequeño, vibra y se mueve en espiral, mira. –activándolo-.
Yo: mirándola con ojos de amor- pensaba que después de la última vez, nunca más lo intentaríamos… te amo… supe de un truco que puede ayudarnos…
Camila: -lamiendo el activo vibrador para luego dejarlo encima del clítoris sobre la ropa.- no puedo esperar más para que me muestres ese truco…
Yo: no tenemos que hacerlo, amor… -alzándola con mis brazos- vamos por el Capitán al dormitorio… y anda pensando en un nombre para tu nuevo amigo…
Camila: pensaba en petrolero.
Yo: jajaja… me gusta… pero no quiero saber la razón del nombre…
Camila: mejor así…
A partir de esa noche y todas las siguientes follamos cada vez más lujuriosamente, en todas las poses posibles, tapándole todos sus orificios, muchas veces dos a la vez. Incluso en no pocas ocasiones, follamos dentro del carro estacionados en alguna parte a la vista y paciencia de todo aquel que pasara. En ninguna accedió a que la tocaran otras manos.
Una mañana recibe una llamada con la noticia que una tía abuela muy querida había fallecido esa misma mañana y que los servicios se llevarían a cabo tres días después. Salimos de viaje al sur, a la casa de sus abuelos, ese mismo día.
Cerca de las 5 pm, entrando al camino de ripio, nos sorprendió una fuerte tormenta, que nos obligó a refugiarnos en una pequeña pero bien surtida ferretería. En el mesón se encontraba el dueño, un tipo alto de mediana edad (55) (1.95 m) obeso y de calva, pequeña en relación al resto de él, y redonda cabeza; el marido de su hijastra (1.70 m, robusto y musculoso cuerpo y cortos y gruesos brazos y piernas y un cliente (61) (un tanto más bajo que el dueño, pero delgado, de manos y pies grandes y cano pelo.
Por la radio nos enteramos que la crecida del río hacía peligroso el tránsito por el único puente en kilómetros a la redonda y según meteorología las precipitaciones continuarían por varias horas más. El posadero apagó la radio y al notar la inquisitiva mirada de mi esposa sobre él, señaló.
Hernán: es por si la luz se corta… debemos estar informados… oye Julio –dirigiéndose al cliente- llama a tu esposa por si te atrasas o te matará…
Julio: chistosito… acá todos saben que el único macabeo con título eres tú… solo dejaste el trono porque la santa de tu esposa nos dejó el año pasado, que en paz descanse –dijo mientras se persignaba-
Hernán: sabes qué, viejito!!! Tienes razón…
Todos: jajaja…
Camila: lamento lo de su esposa don Nano…
Hernán: gracias, pequeña… Nuno!!! –Dirigiéndose a su yerno- baja solo las rejas… aprovechemos la luz natural… -mirándonos a todos- les puedo ofrecer café, té, chicha de manzana y Borbón. Para comer tengo carne asada de cabrito de ayer y arroz… ok… olvida lo que dije, Nuno… cierra todo… y ustedes… síganme…
Camila caminó el trayecto charlando en la vanguardia de la fila junto a Hernán. Detrás de ellos íbamos en la misma con Nuno. Cerraba la procesión Julio con el celular en la mano, moviéndolo, buscando señal. –es inútil, le dije y continué.-
Subimos una escalera que nos condujo a un amplia sala de estar. A la derecha un comedor con 12 sillas a su alrededor. Hernán sentó a Camila en la cabecera con su supervisión, sentándose él a su derecha solo para continuar con la charla.
Hernán: -una vez estuvimos todos a la mesa.- Emiii! –casi de inmediato apareció una mujer ni bonita ni fea, baja (1.49 m) delgada, escasa cintura, chato el culo, cortas las piernas, pero con un par de gruesos y sensuales labios en una generosa boca y un par de senos de antología. Fácil copa C, perfectamente formados y naturales. Llevaba el negro, liso y largo cabello tomado en una cola de caballo.
En la calle el agua caía a cántaros del cielo haciendo imposible ver más allá de dos metros de distancia. Hacía frío, pero en el interior la temperatura fácilmente rondaba los 25 grados. Rápidamente todos quedamos en manga corta y descalzos a sugerencia del anfitrión.
La que pensé era la criada iba sin zapatos y ataviada solo con un delantal de cocina de esos que se pasan por sobre la cabeza y se ajustan con una cuerda atada detrás de la espalda. La pechera era blanca y corta, pues solo llegaba hasta poco más arriba de medio muslo. Carecía de ropa interior, por lo que la mitad de sus sorprendentes senos quedaban expuestos.
Emi era una menuda mujer con todo pequeño menos sus sorprendentes senos coronados por breves aureolas y dos definidos y marrones pezones. Los toscos rasgos de su rostro eran suavizados por una sensual y generosa boca.
Emi: diga señor…
Hernán: Calienta y sirve comida para los que ves… trae de todo en fuentes para que cada quien elija lo que quiere comer…
Emi: al tiro, señor…
Al dar la vuela notamos con mi esposa que Emi no llevaba ni siquiera calzón. Los minutos pasaros y la conversación continuó a pesar que Camila intervino cada vez con menos frecuencia hasta que en un momento dado, cayó.
Hernán: -luego de notar que hacía unos minutos su invitada presentaba un hostil silencio- que es lo que le incomoda, señora Camila?
Camila: quién es esa mujer? Por qué la humillan de ese modo?
Hernán: le responderé en el mismo orden en el que preguntó… Emi, diminutivo de Emilia, es mi hijastra… y nadie humilla a nadie… Ella hace lo que quiere y como su marido acá presente le consciente en todos sus caprichos, si le place andar como la vieron, lo hará… a mí no me molesta, al contrario… refresca mi cansada vista…
Julio: y la mía…
Todos: jajaja…
En medio de las carcajadas, Emi comenzó a servir la mesa. En cada movimiento un pezón se asomaba travieso y erecto. En cuanto se ubicó entre Hernán y su yerno, ambos la manosearon con abierto descaro.
Hernán: sonriéndonos con picardía- es igual a su difunta madre en todo sentido… Físicamente y en el gusto por la verga… Al principio –señalaba mientras con la mano sacó un seno completo y lo besó- Les decía que… en fin… les baste saber que a Nuno o a mí nos gusta compartirla con otros… Acá Julio es uno de los afortunados…
Julio: y vaya que sí…
Terminó de servir entre chupadas y manoseos y comenzamos a comer. Durante casi 20 minutos solo se escuchó el sonido de dientes triturando, gargantas engullendo y cubiertos chocando con templada y alba loza. Dos salud fueron los únicos instantes de bullicio sobre la mesa.
Hernán: -Emi recogía lo último sobre la mesa. Dirigiéndose a los comensales, preguntó,- postre???
Camila: cualquier helado…
Emi: hay de chocolate y bocado…
Camila: chocolate
Yo: lo mismo
Julio: bocado…
Nuno: ya sabes cuál y cómo…
Hernán: igual pascual… –al retirarse Emi, se dirigió a mi esposa- espero no le molesten nuestras costumbres…
Al volver, Emi traía consigo dos baldes de lata de un galón cada uno, con helado hasta poco más de la mitad. Dentro del chocolate venían dos cucharas, pero ni envases ni barquillos… Entonces, tras dejar en el suelo al lado de Hernán los dos baldes, se subió a la mesa y sobre ella, de rodillas, erguida la espalda, perdida la mirada, se desnudó y estiró mirando al techo.
De inmediato, el padrastro y el esposo dividieron el cuerpo en dos mitades a lo largo y cada uno en su lado, la cubrió con una gruesa capa de helado. En cuanto terminaron, Hernán espetó, -el postre está servido- y comenzó a lamer el hombro derecho de Emi.
Yo: -mirando a Camila que no podía dejar de mirar a tres hombres pasar sus lenguas por el cuerpo de aquella caliente mujer.- parece que le gusta…
Camila: mmm…
Yo: por qué no te sirves?
Camila: puedo?
Yo: quieres?
Camila: no lo sé…
Yo: preferirías estar en su lugar… ser tú el plato?
Camila: mmmm… supongo que sí…
Yo: debes estar segura…
Camila: sí… quiero estar en su lugar…
Yo: -al oído de ella- entonces sácate la ropa. Obedeció. Su voluntad ya se encontraba supeditada a la búsqueda del placer. Una vez desnuda, le dije a Hernán.- te cambio el plato…
Hernán: santa virgen qué mujer… estírate acá preciosa… Nuno, más helado…
Un minuto más tarde, los mismos comensales, se afanaban en sacar de la piel de mi esposa una delgada capa de helado. Hernán de pronto, la giró hasta quedar entre sus piernas y comenzó a lamer y chupar su coño, ano y clítoris con maestría. Al mismo tiempo Julio y Nuno se afanaban cada uno con un seno. Camila aullaba de placer. Se retorcía en convulsiones espontáneas, totalmente poseída por la lujuria.
El orgasmo no tardó en llegar. Al notarlo, los tres se retiraron dándole espacio a mi mujer, la que extrañada los miró, exclamando –eso no más-, recibiendo como respuesta tres erectas y ansiosas vergas que atendió una por una.
Emi y yo mientras tanto, observábamos con evidente placer la escena. Cada uno tocándose sentado uno al lado del otro. En el momento en que Hernán se encargaba del coño de Camila, con Emi nos miramos por un par de segundos y sin dudarlo más nos fundimos en un apasionado beso. Los besos continuaron hasta que con mis dedos anular y corazón derechos, penetré de una sola estocada hasta el tope su empapada vagina. Abrió un poco más sus piernas y comencé un furibundo y veloz sube y baja.
Poco más de medio minuto más tarde Emi en medio de un prolongado grito, eyaculaba abundantemente, mojando todo a su alrededor, incluidos los demás, los que por cierto, ni se inmutaron de lo afanados que estaban con mi esposa. Sin misericordia continué casi de inmediato con la misma dosis. Esta vez no me detuve, permitiendo que la esposa de Nuno, eyaculara, como posesa, 5 veces más seguidas.
Se sentó sobre mi verga estando sentado en mi silla, a un metro de mi esposa. Primero de espalda y luego de frente, le follé el coño con rudeza contenida y chupe y mordí sus descomunales y firmes senos. Los gemidos de Emi se confundían con los de Camila.
Al mismos tiempo que le reventaba el coño a Emi, los tres extraños estaban decididos a no desaprovechar su oportunidad. Después de dos primeros rápidos, pero efectivos polvos, llegó el turno de Julio. La follada de éste duró casi 15 minutos. Sin embargo, a diferencia de los anteriores, en medio, y tras dejarla en cuatro patas y seguir follándola, Hernán le ofreció su verga, la que con avidez, mi esposa aceptó.
Mientras Emi rebotaba con saña sobre mi verga. Camila era follada de igual modo por Julio en el coño y Hernán por la boca. Nuno, en tanto, se afanaba con sus senos y el excitado y duro clítoris. En cuanto acabó sobre sus redondas nalgas, con Hernán se intercambiaron de posición de modo que el primero continuó con la follada al tiempo que el segundo limpiaba su verga en la boca de mi esposita.
Por otros 20 minutos más se follaron a Camila entre Hernán y Nuno. Un par de minutos antes, con Emi en medio de una cadena de orgasmos, eyaculaba dentro de ella. Luego, los comensales quedaron fuera de combate tras un arduo polvo. Me levanté y acaricié la frente de Camila, despejándola de mechones pegados por el sudor.
Camila: te amo, Rena… eres el mejor… -bajando aún más la voz- pero quedé con ganas…
Yo: bandida… eso lo podemos solucionar… quieres que lo haga al tiro o…
Camila: al tiro… quiero que ellos me vean…
Ipso facto introduje mis dedos en su dilatado coño. El erecto clítoris le palpitaba cuando iniciaba un veloz y aparentemente brusco sube y baja. Apoyando su peso en pies y codos, arqueó la espalda instantes antes de comenzar a eyacular con abundantes fluidos. Segundos después, apoyada en su codo derecho comenzó a chupar y succionar con énfasis mi verga, reaccionando la misma prontamente, mientras le frotaba su clítoris a veces lento a veces rápidamente.
El orgasmo fue la señal para dar vuelta a Camila y al borde de la mesa, mirándola a la cara y enfrente de 3 hombres y una mujer desconocidos, penetrarle el coño, iniciando una feroz follada. Tras unos minutos así, de súbito la di vuelta y con los pies apoyados en el suelo y el peso del cuerpo sobre la mesa, taladré lenta e insistentemente su culo. Una vez la tuvo toda dentro, la follé por casi 10 minutos hasta acabar, llenándole los intestinos con mi semen.
Media hora más tarde con ducha de por medio, sentados a la mesa, cada uno con un trago en la mano, escuchábamos en la radio que el temporal no amainaría sino hasta el siguiente medio día por lo que las autoridades recomendaban a las personas a que si estaban seguras no se movieran de donde estaban.
Apagamos la radio y Nuno se levantó de la mesa, señalando sin detenerse, -voy y vuelvo- desapareciendo detrás de la puerta de entrada, cerrándola tras de sí. Seguimos charlando y bebiendo por casi 15 minutos cuando Nuno, empapado, volvió.
Puso sobre la mesa una bolsa transparentes con varias tabletas en su interior. Hernán tomó la bolsa y luego de abrirla le pasó a Julio dos pastillas azules y él mismo ingirió una para pasarle el resto a Nuno, quien se echó una a la boca y sin agua se la tragó. Cuando me ofrecieron a mí, tomé una y tras partirla, me tiré la mitad, guardando el resto. Ni Emi ni Camila se dieron por enteradas de lo que acababa de pasar.
Al poco mi verga reaccionó en una dolorosa erección. Puse la mano de Camila sobre ella y con ojos de súplica, le dije, -te harías cargo… me duele…- y de inmediato la llevó a su boca para iniciar una frenética mamada. Al levantar la vista Emy hacía lo propio con la verga de Julio. Hernán y Nuno, observaban sentados, meneándose la verga con decisión.
Yo: voy a ayudar a Julio… te mando a los anfitriones…
Por detrás, en medio de ellos, al oído les señalé que mi esposa necesitaba atención. Ambos fueron en su auxilio sin más arengas de por medio. Dejé a Camila, gozando como loca al ser follada, a todo vapor, por el coño y la boca, por dos desconocidas vergas. Entonces me fui en pos de mi presa.
Yo: -agachándome para quedar a la altura del oído de Emi.- vi la lujuria en tus ojos cuando le follaba el culo a mi mujer… sé que quieres lo mismo… si es así… pídemelo…
Emi: -sacándose la ya dura verga de Julio de la boca- sí…
Yo: quiero que digas, fuerte y claro, que quieres que te reviente las nalgas a vergasos…
Emi: reviéntame las nalgas a vergasos, por favor…
Yo: entonces, pequeña fiera, frota tu clítoris y sigue devorándote el miembro de Julio… por favor…
Con mi mano empujé su espalda baja de modo de dejar su culito respingado y expuesto. Casi con ternura, penetré con mi verga su mojado coño y con mi dedo índice su oscuro y depilado culo. A un cansino ritmo, taladraba su coño y ano al mismo tiempo, logrando al poco introducirle y alcanzar un respetable mete y saca por sus dos agujeros que mantuvimos por un par de minutos. Luego, comencé con dos dedos y tras lograr lo mismo, intempestivamente extraje todo para de una iniciar una suave, pero constante invasión del ano con mi ávida verga.
El orgasmo la sacudía al mismo tiempo que llegaba al final del túnel e iniciaba una tiernamente brusca follada que de manera progresiva aumentó la velocidad e intensidad en cada embestida. Al mirar para el lado, Camila experimentaba en la misma pose que Emi las mismas sensaciones que ella.
Luego de un rato, el culo de Emi recibía mi verga con facilidad y gozo. De pronto detuve el polvo para dejar a Julio sentado con el coño de Emi cabalgando sobre su verga y los senos a la altura de su boca. En seguida, con mi mano en su espalda, cargó todo su peso sobre el torso del viejo, respingando el culo en el proceso para de una penetrar por su dilatado culo. Una vez estuvimos acomodados los tres, iniciamos una tremenda follada a dos pistones que sacó roncos aullidos de la garganta de la pequeña Emi.
Poco después, la menuda y caliente Emi entraba en una serie de orgasmos que la mantuvieron por largos minutos y hasta que acabamos con Julio casi al unísono, en un intenso y lascivo estado de placer. En los instantes finales su cabeza se movía como si fuera la de una muñeca de trapo. De su boca podía escucharse un continuo ahhhh… el que una vez recuperado el aliento, volvía a emitir.
Tras acabar dentro de Emi, nuestras vergas siguieron como si nada por lo que sin dudarlo, continuamos tal cual por un buen rato. Con Julio nos follamos por horas a la menuda Emi, manteniéndole tapados siempre dos orificios a la vez. Misma dosis recibió Camila
En un momento dado, comenzamos a rotar entre los cuatro por las dos hembras de modo que pude follarme todos los agujeros de las dos más de una vez acabando una vez más en Emi y otra en Camila.
Dos horas después del amanecer y sin pegar una pestaña en toda la noche, nos despedimos de todos para continuar con el viaje. Ni el desastre natural que presenciábamos le borraba la sonrisa y mirada ensoñadora que exhibía mi hermosa esposa. Luego de media hora de un cómodo y silencioso viaje, durante el cual, Camila chupó mi verga hasta extraerle todo, llegamos a nuestro destino.
Camila: -justo antes de abrir la puerta del carro, de pronto y apropósito de nada, espetó, – sí… no veo nada de malo…
Yo: de qué hablas, amor…
Camila: que me gustaría irnos una noche antes para pasarla con ellos… tal vez la próxima que vez que los vea sea en 7 o 10 años más…
Tal y como Camila lo pidió partimos con el crepúsculo del día señalado. Todo ese día estuvo el cielo encapotado, anunciando lluvia. Llegamos minutos después que el diluvio se volvía a desatar. Le ferretería estaba abierta y se veían más siluetas que la vez anterior. Camila sonrió antes de bajar.
Si les gustó este relato, en otro les cuento qué pasó durante esa larga y lujuriosa noche y todo el siguiente día.