Hace dos semanas en una cena con unos amigos discutíamos sobre hombres y mujeres, sobre si somos fáciles o difíciles, que si un hombre solo piensa con su pene y que si la mujer es más fría, de ahí salió una apuesta difícil de demostrar, ¿son los hombres unos depredadores sexuales? ¿Son las mujeres unas calienta pollas que a la hora de la verdad se cruzan de piernas? ¿Son cazadores o somos nosotras las que cazamos a los hombres? ¿Son tímidas o putas las mujeres? ¿Qué pasaría si una mujer intencionadamente va enseñando sus bragas en el tren, en un tren coche cama con toda la noche por delante? Y si esa mujer aparte de enseñar las bragas se le insinúa sutilmente con la mirada a un hombre, solo con la mirada ¿qué hubiera pasado?, ¿Podría una mujer follarse a unos desconocidos solo insinuándose? ¿A cuántos en una noche? ¿Y si fuera lo contrario, si fuera un hombre el que se dejara desear, el que se insinuara? ¿Depredadores o depredadoras? ¿Cazadores o cazadoras?
Muchos de mis amigos dijeron que no pasaría nada, otros que casi nada y otros que todo, bien pues hoy yo tengo la respuesta, porque a mí también me quedo la duda, a mí también me asaltaba la duda de que hubiera pasado y os confesaré que tengo la respuesta, ya que la semana pasada hice mi primer estudio de campo, un estudio muy satisfactorio e de confesar, escogiendo una ruta de tren, una de las más larga 12 horas de tren nocturno, 12 horas para demostrar a unos y ratificar a otros lo mucho que nos gusta el sexo, a todos, sin excepción de edades, razas, credos o sexos.
Blusa azul con dos botones desabrochados dejando ver parte de mi sujetador blanco de encaje, botas altas con algo de bacón por encima del pantalón vaquero blanco muy apretado, una goma ataba mi melena rubia acabando en una cola de caballo, poco maquillaje, lo justo para un viaje nocturno y con una bolsa de viaje pequeña me presentaba a las ocho de la tarde en la estación de Sans en Barcelona para coger el coche cama para La Coruña, mi presencia no pasaba desapercibida, notaba como los hombres se giraban a mi paso, me sentía observada por todos ellos incluso podía oír algunos de sus comentarías algo soeces.
Con paso firme hice mi presencia en mi camarote, un pequeño habitáculo eso si muy bien repartido, una buena cama e incluso un aseo propio, deje mi bolsa y me dirigí a la cafetería del tren, allí empecé mi pequeña investigación y no tarde mucho en tener a mis primeros pacientes por decirlo de una manera suave, dos hombres con cervezas en la mano no paraban de mirarme, fijándose en mis pechos a ver si por casualidad podían ver algo más que mi sujetador, había otro más joven que me miraba de reojo con un libro en la mano y la verdad que muy guapo, pero acompañado, su novia sentada a su lado le daba algún que otro mimo, también un señor mayor, ya entrado en años, posiblemente los 65 no los iba a cumplir más, pues bien este buen señor no quitaba el ojo de mis pantalones, la sensualidad de mi figura dentro de esos pantalones apretados, unos glúteos bien duros y redondos, le notaba muy excitado tanto que se podía ver un bulto por debajo de su pantalón.
La verdad que salí solo para tomar una coca cola y tomar contacto con los hombres que viajaban antes de cambiarme y ponerme el vestido corto y tan apretado que me había traído, tan siquiera hizo falta enseñarle las bragas, tan solo me acerque a él y podía sentir como sus ojos acariciaban mi cuerpo, debido al gentío en el vagón pude apretar mis glúteos contra él, darme la vuelta con cuidado y sentir su polla erecta contra mi vulva, solo tuve que hacerle un gesto, una mirada y al minuto salía detrás de mí sin haberme dicho nada todavía, sin apenas cruzar una palabra con él estábamos en su camarote comiéndonos a besos, no había tardado más que una hora y ya estaba con un hombre.
Tumbado en la cama le lamía una polla enorme para un hombre de su edad, mi braga empapa por la excitación y con los pantalones a medio quitar, metía y sacaba su polla de mi boca, la intención era hacerle una mamada y nada más, pero era demasiado impetuoso, demasiado caliente y a mí me estaba poniendo más y más caliente cuando se levantó y de rodillas detrás de mí me besaba el cuello y mi espalda a la vez que me quitaba el sujetador apretando mis pechos con fuerza y pellizcando mis pezones, su polla se clavaba continuamente contra mis pantalones, queriendo entrar entre mis muslos y penetrar por mi rajita.
Como decía no tenía previsto follar con él, pero sus manos se habían adelantado a las mías demasiado lentas para sujetarle, tumbándome boca abajo en la cama tiraba de mis pantalones bajándome con ellos también la braga, demasiado lentas mis manos o quizás no quisieron tan siquiera hacer el esfuerzo, el caso es que con mis pantalones y mis bragas en las rodillas ya me estaba metiendo su polla en mi vagina, sentía como me penetraba mientras yo buscaba un preservativo en mi bolso.
Sus manos no paraban de recorrer mis pechos hasta hacer que me subiera a cuatro patas y como a una perrita recibía su polla dentro de mí con sus manos acompañando mis caderas hacia delante y hacia atrás, empezaba a sentir la ferocidad de sus embestidas, empezaba a gemir y no por engañarle sino porque de verdad me estaba follando tremendamente bien, con el preservativo todavía en la mano sin haber tenido oportunidad para ponérselo, saco su polla a toda velocidad y empezó a eyacular en mi espalda.
Una hora más tarde salía de su camarote en silencio tras dejarle dormido como un niño en la cama, estoy segura de que nunca olvidara este viaje, pero sigamos mi historia, ya en mi camarote me aseaba y cambiaba de ropa, había sido un buen precalentamiento, pero ahora si iba de caza, a la caza del hombre, con un vestido negro tan corto que tenía que írmelo bajando a medida que andaba, unos zapatos de tacón altos y un pequeño tanga de color blanco casi y sin él casi, transparente.
Me acerqué nuevamente al coche cafetería y me pedí un gin-tonic, salvo el chico joven y guapo con la besucona de su novia, los dos hombres que ahora se les caía la baba al mirarme, y dos o tres grupos más de chicos y chicas no había nadie más allí, no hacía falta que dijera nada, tan solo me senté sin cruzarme de piernas y fue algo automático, todos los hombres que estaban allí, me hubieran visto o no al entrar se giraron al unísono mirándome por debajo de la falda, todos querían ver mi sexo rasurado por debajo de aquel tanga transparente, aquella rajita húmeda que les llamaba como una abeja reina, el néctar que emanaba les hizo entrar en una competición de ver quien se llevaba el premio.
Las chicas me miraban con desprecio, no las juzgo yo habría hecho lo mismo, pero ya había un nuevo ganador, el chico guapo de antes que no dejaba de mirarme a los ojos, su novia se había dado cuenta y me miraba con desprecio mientras que a él le montaba un pequeño espectáculo bien merecido por otra parte, de haber habría actuado igual, pero fue tonta, porque se levantó y se fue sola dejándole solo, era un experimento más o menos sociológico lo que tenía entre manos o quizás mejor decir entre mis piernas, por lo tanto no me sentí ni mucho menos mal por ella, empalizaba con ella si, pero ella se lo busco en cierto modo.
A partir de ese momento el chico guapo no paro de recorrerme con su mirada, se entretenía en mi sexo luego en mis ojos y nuevamente en mi sexo, así que pensando que ya estaba en mis redes me levante y me fui con el disgusto para todos ellos y la alegría para ellas, serían las dos de de la mañana cuando pasaba por el pasillo estrecho sabiendo que él me seguía y al darme la vuelta, nuevamente su novia aparecía en acción, pero a los que si observe como me seguían también era aquellos dos hombres que babeaban desde que llegue y fueron ellos los que definitivamente cayeron en mis redes y yo en las suyas.
Empezamos a conversar en el pasillo y la cosa fue a más, había conseguido un dos por uno, dos hermanos, los dos empezaron a besarme, uno el cuello por detrás y el otro los pechos, robándomelos y apretándomelos, la verdad que eso tampoco estaba en el guion, parecía que todo me estaba saliendo mal aquella noche, los dos se hacían ilusiones con follarme y hacer un trío conmigo, pero eso sí que no, no estaba dispuesta a llegar tan lejos y por otra parte pensaba que yo solita me había buscado aquella situación.
En ese momento oímos llegar a más gente por el pasillo, por fin me los quité de en medio, era un grupo de chicos y aquel chico jovencito y guapo que venía solo otra vez, al pasar justo al lado nuestro me miró fijamente y pude entender como me decía con los labios que le buscara, ese sí, ese si era el premio que yo buscaba después de que en menos de cinco horas hubiese demostrado la fragilidad de los hombres cuando una mujer les enseña las bragas, ahora solo faltaba quitarme de encima a estos dos y buscarle.
No sé cómo paso, quizás porque yo aquella noche estaba demasiado sensible no sé, pero el caso es que en menos de diez minutos estaba en el aseo de uno de los vagones con el tanga en el suelo y con la polla de uno de los hermanos dentro de mi ano y con la otra dentro de mi vagina y con sus manos sobre mi boca para que no se oyeran los gemidos y los gritos de placer que me estaban proporcionando los dos hermanos.
Todo ocurrió muy deprisa, nada más desaparecer de nuestra vista los chicos, uno de los hermanos había metido sus dedos en mi vagina y los metía y sacaba de mi interior, el otro me apretaba los pechos y me acariciaba el clítoris y a dos pasos de nosotros el servicio del vagón, bajándome el vestido hasta la cintura y quitándome el tanga, uno de los hermanos se apoyó en la pared flexionando un poco sus piernas y cociéndome de las nalgas me subió en vilo, el otro hermano me abría las piernas, se metía entre medio de ellas y subiéndomelas a la altura de la cintura yo hacía tope mis pies en la puerta, este jugaba con su glande metiéndolo entre mis labios menores hasta mi clítoris, mientras que el otro lo hacía con mi ano.
Sentí primero la penetración por detrás, abriéndose paso por mi ano que poco a poco iba entrando todo el glande y un poco más, el otro hermano empezó hacer lo propio, pero por delante, metiéndome la polla en mi coño, en una vagina tremendamente lubricada por la excitación que me estaban provocando los dos, enseguida cogieron un ritmo y metían sus pollas una y otra vez haciéndome gritar y teniendo que ahogar mis gritos tapándome con sus manos la boca, las sentía entrar y salir, me estaban destrozando las dos pollas, haciéndome gritar con tanta fuerza que ni con las manos me callaban cuando empecé a temblar, cuando mi interior se inundaba de tal manera que su polla se deslizaba ahora con tanta facilidad que parecía patinar sobre hielo al no tener tanta fricción.
Acababa de tener un tremendo orgasmo con los dos hermanos y los dos seguían follándome ahora con más fuerza, subiendo y bajando mi cuerpo, hasta que me soltaron y poniéndome de rodillas me hicieron menearles sus penes lamiéndolos hasta que empezaron expulsar chorros de su semen caliente, sus pollas en mi boca lamiendo su leche y tragándomela hasta que no quedara ni una gota.
En mi camarote me aseaba y nuevamente sabía que de este viaje los dos hermanos tampoco se iban a olvidar, eran las cuatro de la mañana y a pesar de haberme cambiado de vestido, del vestido putón a uno más normal buscaba aquel joven que realmente me había cautivado él a mí, buscaba desesperadamente por todo el tren, pero no lo encontraba, quizás la novia, quizás harto de esperar no lo sé, pero los vagones parecían vacíos, algunos ronquidos, algunas risas que salían de unos y de otros, hacía calor y abrí una de las ventanas del pasillo con tan solo un pensamiento aquel muchacho sin darme cuenta de que la cazadora se había convertido en presa, quizás fui yo quien me insinué al principio, pero la que le buscaba desesperadamente y se disgustaba por no encontrarlo era yo.
Al cabo de un rato, sin darme cuenta alguien me agarro por la cintura y me beso en los hombros, fuera quien fuera no me dejo girarme, aunque yo sabía que era él por el reflejo del cristal, el viento que entraba por la ventana hacía volar mi pelo y sus manos sobre mis pechos me dibujaban, la cazadora cazada, había llegado para demostrar algo y él me demostraba que nosotras éramos iguales, solo hace falta un poco de química entre ambos amantes, simplemente el mero hecho de besar mis hombros me derretía, de acariciar mis pezones me excitaba y de meter su mano por debajo de mi braga me mojaba de tal manera que él ya notaba que podía beber de mí y sin pensarlo dos veces se agachó y de cuclillas me fue quitando las bragas con cuidado y con delicadeza a la vez que lamía el interior de mis muslos.
Mis manos apoyadas a la altura de mis pechos sobre el cristal y mis ojos cerrados iban dando la bienvenida a los besos, mordiscos de sus labios y su lengua sobre mi vulva, pequeños mordiscos en mis glúteos y su lengua recorriéndome de arriba abajo el interior de mis labios, metiéndoselos en su boca y exprimiendo el néctar que de ellos emanaba, mi aliento dibujaba en el cristal de la ventana momentos de placer al sentir como su lengua se metía en mi vagina, sus manos apretaban mis glúteos como si estuviese amasando pan y de mi vagina salían pequeñas gotas blanquecinas de mi placer que enseguida eran recogidas por el como si se tratase de un elixir para poder seguir viviendo.
Las cinco de la mañana y mis gemidos volvían a ser los protagonistas de un tren nocturno, las cinco y un minuto mi amante se había levantado y me había girado para besarme, sus besos con sabor a mí, con sabor a mi flujo me había dejado huérfana de deseo, sus manos y su lengua se habían ido y necesitaba que alguien ocupara su lugar, mis manos buscaban y encontraban al sustituto perfecto, un pene grande y duro se erguía como campeón para hacerme callar o quizás todo lo contrario, para que mis gritos despertaran a medio tren, pero en tal caso era mío y lo quería dentro de mí.
No sabía su nombre ni el mío, no conocíamos el sonido de nuestra voz, tan solo nos habíamos besado, acariciado y dentro de poco intuía que follado, me había quitado los cordones que sujetaban mi vestido sobre los hombros, cayendo mi vestido a mi cintura y dejándole mis pechos para que disfrutara de ellos, lamiendo de forma circular mis areolas y volviendo mis pezones duros y muy sensibles a sus roces, su pantalón junto con su calzoncillo cayó al suelo y dándome la vuelta me apoyo sobre la puerta de mi camarote, sentía su pene rozar mi vulva, notaba golpear mi clítoris y sentía como se agachaba y la metía en mi vagina tan solo unos pocos centímetros tan siquiera su glande se hundía dentro de mí.
Estábamos los dos hiperexcitados con las mismas necesidades, perseguíamos los dos lo mismo, el follarme y yo que me follara, un fin conjunto así que para ayudarle a que me la metiera alce mi pie derecho que subió y apoye sobre la pared justo donde empieza la ventana, ahora si, ahora su glande sin hacer ningún gesto, ni un simple empujón resbalaba dentro de mi vagina hasta la mitad de su polla, ahora empezaba a bailar hacia delante y hacia atrás, mis brazos le abrazaron al sentirme follada por él con gritos sordos mirando al techo del tren disfrutando de su pene entrando y saliendo con mi pelo volando por el viento que entraba por la ventana abierta, ya me estaba penetrando, pero no era suficiente, al levantar mi pie me había cogido con sus manos por mis glúteos levantándome un poco, levante mi otra pierna poniéndola de la misma forma, flexionando mis rodillas y apoyando mi espalda contra la otra pared del pasillo, junto a la puerta de mi camarote.
Sus penetraciones ahora eran más profundas, más directas y rápidas, veía reflejado en el cristal como movía sus glúteos desnudos hacia mí, una y otra vez metiendo su pene que entraba como en una autopista vacía, un camino de rosas, húmedo y mojado, pero seguro, apretando con mis músculos su entrada y su salida friccionando más nuestros sexos y que el roce de su polla dentro de mi vagina potenciara tanto nuestro placer que ya no había posibilidad de gritos sordos, sino de gemidos de escándalo, no hacía falta que él flexionase sus piernas para entrar simplemente tenía que empujar al estar yo prácticamente volando sobre él recibiendo continuamente su polla.
Empezamos las voces, puertas que se abren y cierran en nuestra dirección, los dos follábamos como si no hubiera un mañana, pero antes de que llegaran a nosotros con mi mano abrí la puerta de mi camarote, rodeando con mis piernas su cintura me metió dentro cerrando la puerta y tumbándome en la cama, los pasos se pararon justo delante de mi puerta mientras que él seguía sacándome pequeños gemidos con mi mano en mi boca, las risas del pasillo junto con los comentarios nos sacaron a los dos una sonrisa, habían encontrado mi braga en el suelo y se la habían llevado.
Fue el momento de parar un momento, el momento de que me quitara el vestido por completo y él su ropa, el momento en que le tumbe en la cama poniéndome encima como una amazona con su polla dentro de mi vagina, con cuidado y sintiendo su deseo iba humedeciendo su pene con mi vagina, penetrando, robándome cada centímetro de mi interior a la vez que liberaba de su boca un gemido profundo con sus manos rodeándome los pechos y apretándomelos el uno contra el otro, una vez que la tuve tan dentro de mí como me fue posible me agache para besarle, para hundir mi lengua dentro de su boca, saboreando el elixir que antes se había atrevido a quitar de mis labios y de mi vagina.
Su pene dentro de mí bailaba con los movimientos circulares de mi pelvis, casi sin salir, casi sin sacarla de su pecera, ese tiburón que nadaba alegremente por un mar cada vez más lleno de mis fluidos, mordiéndome trozos de placer, sus manos en mis caderas y elevando un poco su pelvis empezó a retirarse de mí, a meterla y sacarla aumentando la velocidad para luego descansar, para dejar que por un instante dejara de gritar, una vez más elevaba su pelvis y una vez más el tren sabía de mí, de mis gritos que podían despertar a los más dormidos, atravesando puertas y paredes.
Estábamos los dos a punto de coronar aquella cima, en el camarote solo se escuchaba el traqueteo del tren, los chapoteos de nuestros sexos al chocar, al penetrarme y nuestros gritos ocasionales cuando empezaba a metérmela a gran velocidad, sentí como paraba, como elevaba más su pelvis levantándome y empujándola tan dentro de mí que llegaba a tocar el fin de mi vagina, sintiendo como una explosión como la de un volcán me llenaba de su semen ardiendo toda la vagina, como pintaba mi interior con ella precipitándose a gran velocidad contra mí, poco a poco empezaba a moverse y yo empezaba a tener un pequeño orgasmo, un orgasmo que se fue agrandando cuando de un empujón me giro y sin sacármela con su pene bien duro todavía se puso encima de mí, moviéndose una vez más a gran velocidad para que terminara de explotar, para que mi vientre ardiera de pasión extendiéndomelo a todo mi cuerpo paralizándome, sintiendo espasmos en mis piernas y en mi voz, que no dejaba de gritar, de decirle que me follara, gritos altos, pero poco audibles, solo al final, solo cuando mi flujo había barrido el semen de mi vagina se pusieron oír los gritos de desesperación del placer que ya se iba.
Me sentía agotada por una noche tan intensa, tanto que no me di cuenta cuando dejo de abrazarme dejando una flor de papel en mi almohada, supongo que para despertar con su novia, mi viaje llegaba a su fin con el resultado que yo ya sabía, los hombres en el momento que se les enseña un poco las bragas correrán a por ti como una manada de lobos, pero también me llevaba otra lección.
Que las mujeres no somos tan diferente a ellos.