Había llegado mi 24 cumpleaños y tenía planeado ir de ruta con un colega. Me puse mis mallas ajustadas y el top a juego, y a media mañana pasó a buscarme para irnos y le noté una mirada diferente. Comenzamos a caminar dirección a la ruta que queríamos hacer, y como hacía día de playa, apenas había gente por el camino.
Cuando íbamos a mitad de la ruta empezó a actuar de forma rara quedándose atrás solo para ver cómo se marcaban mis nalgas bajo las mallas azules ajustadas que me había puesto. Como no había gente, no tardó en apretar mis nalgas con sus manos para mi sorpresa. Eso solo fue el principio. Seguimos caminando pero una de sus manos no dejaba de masajear mis nalgas haciendo que me empezara a calentar hasta que, después de confirmar que no había nadie cerca, lo arrastré conmigo hacia el interior del bosque.
Lo empujé contra un árbol que estaba apartado del camino y lo empecé a besar mientras sus manos recorrían mi cuerpo. Bajé a su cuello dejando atrás sus labios y haciendo que mis manos se perdieran por debajo de su camiseta llegando a sus pantalones sin perder tiempo a la vez que mis rodillas bajaban al suelo. No podía esperar a que su miembro estuviera en mi boca siendo recorrida por mi lengua lentamente de principio a fin mientras mi compañero se estremecía. Su miembro no dejaba de entrar y salir suavemente de mi boca consiguiendo los gemidos de su boca, y que sus manos sujetaran mi coleta para que entrara bien profunda en mi garganta llegando a producirme arcadas.
No tardó en dejarme caer contra las mochilas para quitarme las mallas y meterse con sus dedos y su boca entre mis piernas para empezar a sacarme orgasmos y ligeros gemidos que poco a poco iban a más. No podía más y le pedí que me penetrara para sentirlo dentro de mí. Rápidamente accedió a mis deseos tumbándose sobre mí dejando que su miembro entrara en mi vagina lentamente y haciendo que mi cuerpo de estremeciera. Sendos gemidos se escapaban de nuestros labios mientras cambiábamos de posiciones estando cada vez más cachondos por el morbo de que alguien pasara por el camino que estaba un poco más arriba y escuchara nuestros gemidos.
Después de varios orgasmos, y estando mi compañero a punto de acabar, me volví a arrodillar en el suelo para volver a sentir su miembro en mi boca y que así terminara en ella regalándome su corrida por mi cumpleaños.