Son días estresantes de pasar más tiempo frente a una computadora y trabajar más de la cuenta, ¿soy la única que trabaja más de lo debido?
Cada vez se hace más insostenible y lo único que pienso es en la falta de contacto físico. Sí, me refiero a sentir un cuerpo pegado contra el mío.
Me despojo de los pensamientos, de todo lo malo que cargué en la semana.
Voy al baño, abro la ducha y dejo caer el agua sobre mi cuerpo. Siento como me limpia y me purifica, comienzo a acariciarme como intentando limpiar sobre la piel ya limpia.
Sin darme cuenta comienzo a tocarme. Y me gusta tanto que no puedo dejar de hacerlo, es como si un éxtasis recorriera todo mi ser. Masajeo lentamente mi clítoris y siento un calor que sube por mis piernas y llega hasta mi cabeza.
Salgo de la ducha, me dirijo a la habitación y me tumbo en mi cama. Desnuda, mojada y el pelo húmedo.
Recuerdo que en mi cajón tengo un consolador… uff hace cuanto no lo uso. Lo saco y me quedó mirándolo como si apreciara un divino tesoro. El tesoro que va a hacer venirme justo cuando yo quiera.
Estoy lo suficientemente excitada para entregarme al placer.
Abro las piernas, respiro profundamente mientras siento la vibración recorrer toda mi vagina húmeda, creo que esto es lo más parecido al paraíso dentro de mi habitación. Me siento volar.
Me toco los pechos, me acaricio toda mientras introduzco el juguete dentro mío, como simulando ser el pene de la persona que tanto extraño. Las ganas que tengo de que estuviese acá para devorarme por completo, pero, mientras tanto disfruto de este pecado placentero.
Cada vez lo siento más intenso, un calor se apodera de mí y me deja con una sensación de liviandad. Introduzco mis dedos, me siento tan mojada que me caliento aún más. Ahora la vibración es cada vez más intensa.
Se me acelera la respiración, creo que está por llegar lo mejor…
Exploto.
Un orgasmo me revive otra vez.