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Cuando una puerta se cierra, como llegué a ser infiel
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Mi nombre es Carlos, tengo 38 años, mido 1.85 m, me mantengo en buena forma gracias a cuidarme en las comidas y al gimnasio. Soy gerente en una empresa, tengo muy buenos ingresos, una linda casa y un buen auto importado. Soy casado, con Mónica, 42 años, médica, buena figura, no tenemos hijos, y hasta hace un par de años todo iba muy bien.

Dos años atrás, por su trabajo viajó a un congreso y se enganchó con un grupo para realizar un estudio a nivel global. Desde allí, su interés se centró en su trabajo. Sus conversaciones, su tiempo “libre”, se relacionaba con el estudio. También el sexo dejó de ser de su interés, primero era en forma cada vez más esporádica hasta que hace unos meses directamente no tenemos relaciones.

Se lo planteé un par de veces, “no me doy cuenta”, “perdóname, tengo la cabeza en otra cosa”, “llego cansada”. En un punto pensé que habría otra persona. Pero una tarde mientras compraba ropa en una tienda, me encontré con su mejor amiga. Mayra era amiga mía antes de conocerla a ella, por eso la invité a tomar un café y charlar. Después de hablar de banalidades fui al punto.

Yo: Mayra, te pido, por tantos años de amistad que me seas totalmente honesta. Mayra sale con alguien, hay otra persona?

Mayra: No me sorprende tu pregunta. Por algunas charlas que tuvimos por teléfono me di cuenta, por lo que me contaba, que casi no te nombraba, casi de lo único que hablaba era de trabajo. Ni por mis hijos me preguntaba.

Yo: bueno, así es en casa, incluso los fines de semana. Por eso te pregunto

Mayra: Creo que no, que está obsesionada con el trabajo. Pero dame un par de días que trato de sacarle algo. Vos sos mi amigo y ella también, pero no la voy a defender. Está tirando su matrimonio a la alcantarilla.

Una semana después, me llamó.

Mayra: No hay nadie, ni lo piensa. Es todo trabajo, trabajo y trabajo.

Yo: y yo, que lugar ocupo.

Mayra: Ella está muy segura de vos, que entendés, y…

Yo: Entiendo. Gracias. Te mando un beso.

Mayra: Escúchame, vos sos mi amigo antes que ella, lo que quieras charlar, me llamas, te venís a casa a charlar con Pablo (su esposo), lo que quieras.

Las semanas pasaron y todo seguía igual en mi pareja. Para distraerme y cumpliendo un sueño, me compré una moto americana Harley, hice un curso de manejo, luego otro de especialización. Me hacía bien, me limpiaba la cabeza. Éramos todos más o menos de la misma edad. Cuando terminó el segundo curso, organizaron una salida a la ruta un sábado, hasta un lugar cercano, almorzar y regresar a última hora.

Cuando le comenté no le molestó para nada y que aprovechaba para trabajar desde casa.

Ese sábado nos reunimos en un bar, éramos 10 motos del grupo del curso, y se sumaron otras 5 de chicas que habían hecho un curso especial para mujeres. Como algunos y algunas habían llevado acompañantes sumamos 25 personas.

En el almuerzo frente a mí se sentó una muchacha hermosa, de esas que uno piensa que nunca va a poder seducir.

“Hola: Soy Pato, me trajo ella, Connie, me encantan las motos.”

Yo la había visto, pero no había prestado atención. Medía casi lo mismo que yo, ahora, sin las camperas, podía ver que tenía unos pechos hermosos, redondos, firmes.

Yo: Hola, soy Carlos, vinieron bien?

Pato: si, por suerte, te dejaron venir solo?

Yo: si, mi esposa se quedó trabajando en casa por un proyecto.

Pato: que tonta

Yo: perdón?

Pato: que es una tonta, dejar salir a una juntada a un bombón como vos. A mí ni se me ocurriría

Yo: Gracias por el piropo. Y vos, no tenés nadie a quien celar?

Pato: no, solita.

No paraba de hablar, me contó que estudiaba abogacía, que tenía 21 años, que vivía con dos amigas, y no sé qué cantidad de cosas más. Terminamos de almorzar y fuimos a dar una vuelta por el pueblo en todo momento Pato estaba cerca mío y si se alejaba, me buscaba con la mirada.

Si veía que se acercaba otra chica a charlar, enseguida se ponía a mi lado. Cuando era hora de volver, se me acercó al oído y susurrando me dijo:

Pato: puedo volver con vos?

Yo: vas a dejar sola a tu amiga?

Pato: es grandecita, se sabe cuidar sola

Yo: pero no tengo casco para vos

Pato: no te preocupes, me llevo esta, y haciéndose la gata me miró y me dijo- Vamos?

Subió a la moto, me rodeo con los brazos y empezamos volver.

Faltaban unos kilómetros para llegar a la ciudad y me hace una seña que me detenga. Paré al costado, y sin sacarnos los cascos me dijo:

Pato: me dijeron que en ese hotel preparan unos desayunos barbaros, vemos si es cierto?

Era imposible no entender lo que pretendía. En un segundo pensé lo que me esperaba en casa y fuimos al hotel.

Mientras ella se duchaba le mandé un mensaje a mi esposa: “nos quedamos a dormir en el pueblito” mañana a la mañana vuelvo. Toda su respuesta fue “OK”.

Me sume a Pato en la ducha, nos fuimos enjabonando, tocando, acariciando. Casi sin secarnos fimos a la cama. Evidentemente tenía mucha experiencia.

Pato: qué lindo tamaño tiene eso que tenés ahí. Me parece que va a ir justita en un lado, el otro… Va a costar.

Dicho esto se la metió en la boca, chupaba como un hombre siempre desea que se la chupen. Mientras lo hacía me mostraba como se metía dedos en la concha. Se masturbaba con todo. Por un momento dejó de chuparme para morderme los pezones, pero pasando su mano por mi pija.

Pato: me vas a hacer mierda con eso, y justamente eso me calienta mucho más.

La puse boca arriba, levanté sus piernas, y la enterré hasta el fondo. Dio un pequeño grito y comenzó a gemir, y a hablar:

Pato: Por eso me gustan los maduros, sí que saben gozar a una mujer, cógeme bien, poneme como te guste, y cógeme bien.

Estuve un rato entrando y saliendo despacio, le apretaba los pechos, nunca paró de gemir y de hablarme.

Me puse boca arriba y la hice subir. Le di un chirlo en el culo y le dije:

Yo: Cállate, y movete, pendeja.

Pato: sí, soy una pendeja calentona, me llega hasta el estómago, que dura que la tenés, por favor.

Le di otro chirlo y mientras le pellizcaba un pezón, le volví a decir que se calle y se mueva. Así la tuve un rato hasta que sentí que estaba por acabar, la puse en cuatro, la tomé de la cintura y la envestía con fuerza hasta que acabé. Descansamos un rato y volvimos a la acción. Igual de hablado y vertiginoso.

Estuvimos un rato en silencia, increíblemente, yo boca arriba y ella con la cabeza en mi pecho. Habrá pasado una hora que se puso de rodillas a mi lado y empezó a besarme el pecho, en la boca mientras se tocaba.

Pato: huy, con solo besarte ya me empiezo a calentar, que lindo, toca.

Y llevó una de mis manos a su vagina y estaba empezando a mojarse, hizo que metiera dos dedos y ella metió otros dos. Sin tocar mi pija, me besaba el pecho, el cuello, me apretaba los brazos. Los orgasmos eran seguidos, uno tras otro.

Pato: mira como me puse, estoy recaliente, y lo peor que es que me estoy haciendo la cabeza con algo…

Dicho esto, se puso en posición de 69, pero me dijo.

Pato: Vos no hagas nada, solo mira y déjame a mí.

Dicho esto se metió mi pija en su boca y empezó a chupar. Llevó una de sus manos a su concha y se metió dos dedos, jugó un rato, se los humedeció bien y se los llevó al culo.

Pato: mira, mira como me abro para vos, voy a meter el tercero Aggg, cuesta, pero más va costar esta hermosura.

Yo no podía creer como esa chica abría su ano con todo. Mi pija nunca estuvo así. Me corrí, me baje de la cama y la puse en el borde, en cuatro y con el culo bien en pompa.

Yo: dale pendeja, si no te metes el cuarto, no te la meto.

Pato: cuatro, pero… Aggg, duele

Le saqué la mano y metí la cabeza. La entraba y sacaba pero no totalmente.

Pato: es muy grandeee

Yo: pero va a entrar…

Pato: va a doler…. Pero dale, no me tengas piedad, aunque llore y pida por favor.

Fui metiéndola de a poco, ella apretaba y mordía las sabanas, hasta que de un empujón la metí toda y caí sobre ella en la cama.

Pato: por favor, para, en serio, me duele mucho. Me lo estas desgarrando.

Yo: vos pediste que no te de bolilla. Ahora te quiero romper bien el culo y gozarte bien.

Pato: si mi macho, goza esta putita.

La volví a poner en cuatro y estuve un rato bombeando.

Yo: metete la mano en la concha.

Pato: no me entra, meto dos dedos.

Saque mi pija de su culo, y le metí tres dedos en la concha.

Yo: van tres dedos, ahora entra el cuarto, o te metes mano o meto mi puño directamente.

Pato: meto mano, meto mano.

Nuevamente ensarté su culo y sentía como sus dedos y casi la mano entraba en la concha

Pato: me estoy muriendo de placer, tengo orgasmos por los dos lados.

Los orgasmos hacían que el esfínter apretara y soltara mi pija. La enterré hasta el fondo y acabé con todo. Ella sacó la mano de su concha y se quedó quieta.

Me puse a su lado, e hice que me la chupara. Ahora, solo chupaba un poco. Estaba agotada.

Pato: fue increíble, nunca me gozaron así.

Yo: estuvo bueno.

Pato: bueno, genial. Pero no se te baja.

Yo: pues vas a tener que hacer algo,

Dicho esto, me puse boca arriba, y la hice sentar con mi pija en su culo nuevamente. Como se estaba cerrando, le costó un poco.

Yo: Ahora, el que va a hablar soy yo, y vos vas a cogerme y hacer lo que te diga.

Pato: si, pero por favor no doy más

Yo: dale, movete, putita, pellízcate los pezones, que te duelan

Pato: si, me duelen mucho, basta, me excito más.

Le di varios chirlos en el culo y era una maquina subiendo y bajando, no gemía, no gritaba, solo respiraba muy acelerada.

Yo: fíjate si tenés mojadita la concha.

Metió dos dedos y los sacó empapados.

Yo: bueno, ahora metete mi pija en la concha y mantiene el culo abierto por si quiero otra vez.

Pato: no dos más

Yo: bueno.

Me puse de rodillas nuevamente junto a su cara, metí tres dedos en su concha y me comencé a masturbar. Ella gozaba y me miraba extasiada.

Yo: para que veas que soy bueno, te doy a elegir, donde querés que te acabe: culo, concha o te cojo la boca.

Pato: En la boca, por favor

La puse de rodillas, la tomé con las dos manos la cabeza y empecé a cogerle la boca. Se ahogaba, tenía arcadas, la saqué, y acabe en su rostro. Ella trataba de juntar mi semen con sus dedos y chuparlos.

Creo que antes de terminar de acostarse, estaba dormida. Me dormí al lado de ella.

Cuando desperté vi las sabanas manchadas de jugos, semen y sangre. Ver eso me excitó, me puso a mil nuevamente. Como estaba boca abajo, se la metí en la concha de un solo golpe. Dio un grito ahogado porque estaba seca y le dolió. Le tapé la boca con mi mano y le dije:

Yo: quédate quietita y no jodas.

Fui sintiendo como se humedecía.

Cuando estaba por terminar, la hice levantar, la puse frente a un espejo y le seguí dando desde atrás.

Yo: mira cómo estás, que cara de viciosa tenés.

Pato: si, me envicié con vos.

Yo: bueno, ahora pendeja, vas a conocer otra cara tuya. Abrite el culo

Pato: otra vez no, por favor.

Yo: abrilo.

Pato: déjame humedecerlo.

Cuando lo hizo, tome su cabellos e hice que se mire al espejo. Enterré mi pija y se desfiguró el rostro. Pero seguí bombeando y fue cambiando a placer infinito.

Yo: mira como te cambió la carita, como estás gozando pendeja.

Nuevamente acabe en su intestino.

Al rato pedimos el desayuno. Cuando lo trajeron lo miró y me dijo

Pato: estos polvos infernales valieron la pena.

Nos pasamos los teléfonos, me pedía por favor volver a vernos. Quedamos que por lo menos una vez al mes nos íbamos a encerrar todo un día.

Cuando volví a casa, por el estado de mi ropa, mi mujer algo sospechó. Pero no dijo nada, quizás por comodidad.

Ella cerró una puerta, a mí se me abrió otra.

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