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Cuando la calentura aprieta (12)
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Pasaron algunas semanas desde mi última aventura. Una mañana mientras me tomaba mi café mañanero y me fumaba un cigarro, ese momento para mí era especial todos los días, mi cerebro empezó a rememorar todas mis aventuras fuera de casa, además de todo lo que yo hacía en la intimidad. Me di cuenta que me había vuelto adicta al sexo, pensé que no era tan grave como si fuera una adicta a la droga, pero me di cuenta que más o menos se tenían los mismos síntomas. Cuando pasaba un tiempo sin hacer nada, mi cuerpo se volvía loco, yo no podía ni pensar y buscaba una aventura fuera como fuera.

Los últimos meses incluso ya no me apetecía hacer el amor con mi marido, aunque seguía queriéndolo con locura. No es que él fuera muy fogoso, pero es que era muy aburrido en la cama, misionero, luego yo encima y se acabó. Hasta entonces yo siempre tenía mi orgasmo, pero al haber experimentado ya otras cosas, el hacerlo tan simple no me llenaba, incluso había tenido que fingir en varias ocasiones tener el orgasmo. Algo que yo nunca había hecho. Pero como estoy contando al no ser que estuviera con muchas ganas, no me excitaba hacerlo como mi marido quería. Aquellos pensamientos se quedaron en mi cabeza y durante unos días me hicieron sentir culpable, tanto que me cambio hasta el humor. Me encontraba desganada, triste, por cualquier cosa me enfadaba con la gente o conmigo misma. Pasaron incluso semanas, no me apetecía hacer el amor con mi marido e incluso ya veía el sexo como algo sucio y repugnante.

Un día me llamó mi amiga Sandra, tras estar un rato hablando con ella, me preguntó si me pasaba algo, ya que había notado que hablaba con ella como un poco apagada. Aunque hacia que nos conocíamos apenas más de medio año, habíamos entablado una gran amistad, éramos intimas, sabiendo una de la otra todos nuestros deslices y además de ayudarnos en todo lo cotidiano. Yo la intente convencer de que no me pasaba nada, algo que ella no creyó, pero como buena amiga, no quiso insistir.

Varios días más tarde, al regresar de llevar a mis hijos al colegio, me encontré a Sandra esperándome en la puerta de mi casa. Le pregunte que si le había pasado algo, me contestó que estaba preocupada por mi y había venido a verme. La invite a pasar a mi casa y a tomarnos un café. Ya estando ella allí, no pude resistirme y le conté todo lo que me estaba pasando. Ella cayo mientras le contaba todo lo que me rondaba la cabeza, tras desahogarme, ella hablo.

"Rosa, lo que te pasaba es que has tenido muchas emociones en poco tiempo, por lo poco que se de ti, tu siempre has sido una chica decente, solo habías tenido relaciones con tu marido, pero con el tiempo tú has sentido que necesitabas experimentar cosas nueva, no has hecho nada malo, desde mi punto de vista. Yo empecé engañando a mi marido por venganza, ahora es porque necesito ese punto de chispa que nos dan esas experiencias. Desde la primera vez que le puse los cuernos, me he dado cuento que mi matrimonio va incluso mejor que antes. Nos queremos hasta más. Tú no has dejado de querer a tu marido, ni has dejado desatendidos a tus hijos. Sigues siendo un ama de casa ejemplar, pero con tus aventuras aisladas. No le des más vueltas y mientras no hagas sufrir a tu familia, disfruta lo que puedas, porque estamos aquí de paso"

Mientras decía eso yo no paraba de llorar, pero a la vez me habían aliviado algo sus palabras. Mi mente me decía que ella tenía razón que había sido un bajón por tantas cosas que me habían pasado, cosas que yo nunca hubiera ni imaginado, pero que debido a mis calentones me había atrevido. Es como si hubiera dos mujeres dentro de mí, una ama de casa decente y un poco mojigata por un lado y por el otro una mujer ardiente con ganas de que le dieran caña.

Sandra sacó un pañuelo y me secó las lágrimas que caían por mi cara. Luego empezó a acariciarme, animándome a que no me preocupara. No paraba de alentarme y eso me animaba. Ella seguía acariciándome y no sé cómo ocurrió de pronto nuestros labios estaban juntos.

Comencemos a besarnos tímidamente, pero al poco nuestras lenguas se juntaron. Mi mente se despejo y lo que estaba sucediendo no me causo reparo ninguno. Nuestras manos, empezaron a acariciar mutuamente nuestros cuerpos y nuestras respiraciones fueron aumentando. Yo semi tumbada y Sandra sobre mí, notaba como frotaba su entrepierna por mi muslo a la vez que no paraba de tocar sus enormes pechos, apretar su culo y acariciar su cuello. No parábamos de besarnos ni un segundo. De mi boca salió la propuesta de irnos a mi habitación, no creía que esas palabras hubieran salido de mi boca.

Sandra ni contesto, nos dirigimos al dormitorio y aun vestidas nos tumbemos en la cama. Sandra me tumbo y seguimos otro buen rato besándonos, mientras ella no paraba de repetirme lo especial que era. Comenzó a acariciar mi coño por encima del pantalón, mientras me magreaba los pechos. Se levantó se quitó su jersey y el sujetador, pude volver a ver esos pechos que seguían chocándome por los enormes que los tenia, comparado a su cuerpecito de adolescente. No sé dónde salía mi iniciativa, pero la atraje hasta mi y comencé a comérselos.

Apretándolos, chupándole los pezones, era la primera vez que tenía unos pechos en mi boca y me encantaba a pesar de lo que podría haber pensado en otra ocasión. Ella se dejaba hacer, estuve jugando con ellos bastante rato, mientras Sandra solo me acariciaba por encima de mi ropa. Se acomodó entre mis piernas y mientras yo seguía jugando con sus tetas, no paraba de restregarse contra mi entrepierna. Me puso de rodillas sobre la cama para quitarme la camisa que llevaba. Mientras su mano seguía masturbándome aun por encima del pantalón, estaba haciéndome sufrir, ya que lo que yo quería era notar sus dedos en mi humedad.

Me desabrocho el sujetador, ahora fue ella la que empezó a disfrutar de mis pechos. Luego siguió besándome, una mano no paraba de apretar uno de mis pechos y otra se deslizaba por el interior de mi pantalón y por fin note sus dedos jugando con mi clítoris.

Se tumbó, le ayude a quitarse el pantalón y el tanga, me quede mirando su coño depilado, se veía chiquitito y estrecho, no pude resistir la tentación de tocarlo. Ella guiaba mi mano, mientras daba un gemiditos de placer. Me aparto la mano, se levantó y me ayudo a quitarme le pantalón. Me recostó y comenzó a masturbarme. Aceleraba su mano y cuando veía que me aumentaba el placer, frenaba y seguía lentamente, su lengua jugaba con un pezón y yo notaba su dedo entrando y saliendo de mi coño, mientras alternaba a jugar con mi clítoris.

Cuando vio que llegaba al orgasmo, me beso apasionadamente y me corrí mientras mis gemidos se perdían en su boca. Aun con mis últimos aspamos por el orgasmo, se bajó y sentí como su lengua recogía los caldos que emanaban de dentro de mí. El sentir su lengua recorriendo mi coño hacia que una electricidad de placer recorriera todo mi cuerpo. Aunque le insistía que parara, ella seguía lamiéndomelo, minutos más tarde volví a explotar de placer y me corrí en su boca. Tras tranquilizar un poco mi cuerpo, me levante y volvimos a besarnos. Ahora fui yo la que llevo la iniciativa, me metí sus grandes pechos en mi boca y empecé a chupar sus pezones, ella de rodillas delante de mí, se masturbaba, mientras me pedía que se los mordiera, aumento el ritmo de su mano y no tardo en correrse.

Me dio la vuelta y me dijo que quería probar una cosa. Me puso a cuatro patas, con mi cabeza apoyada contra la almohada, yo no veía nada. De pronto sentí sus pechos contra mi raja, estaba masturbándome con sus tetas. El sentir esa nueva sensación, me puso de nuevo a cien. Estuvo un buen rato y cuando estaba a punto paro. Me di la vuelta y ella se colocó entre mis piernas de forma que nuestros clítoris se rozaban, empecemos a movernos al unisonó. Sentía el calor de su coño contra el mío, era algo nuevo para mí, no sé si para ella también. Minutos más tarde las dos juntas nos corrimos y nos quedemos tumbadas exhaustas, mientras no podíamos de parar de besarnos.

Tras esa ración de placer inmenso, nos dirigimos a la ducha y nos duchemos juntas besándonos como dos amantes. Pero tras vestirnos, volvimos a ser amigas. Amigas íntimas e inseparables.

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