Normalmente cada vez que tenía una relación extramatrimonial, pasaban semanas enteras antes de que mi fulgor sexual volviera a aflorar. Pero después del desliz que tuve con Pablo, no se me dio el caso. Pocos días después ya estaba nuevamente enganchada a los chats y mis juegos en solitario. Llegaba a masturbarme casi diariamente. No sé qué pasaba en mi cuerpo pero cada vez estaba más caliente.
En una de aquellas mañanas en el chat, se puso en contacto conmigo un nick que era Saandra7, me extrañó al ser una mujer, con un escueto hola espero a que yo le respondiera, yo no me atrevía a contestar ya que creía que ella seria lesbiana y claro está yo no. O algún hombre haciéndose pasar por mujer. Mi curiosidad pudo y más y contesté. Iniciamos la conversación y tras un buen rato hablando descubrí que era casada y que como yo era infiel. Resultó también que éramos de la misma provincia y que solo me había escrito porque le gustaba hablar con otras mujeres que como ella y yo engañábamos a nuestros maridos. Aun así no me fiaba ya que algo dentro de mi me decía que podía ser un hombre intentando ponerse cachondo con mis experiencias. Estuvimos hablando casi 2 horas, pero nunca indagando en detalles. Aquello hizo que me diera confianza. Nos despedimos hasta otro día.
Tres días más tarde, volvimos a contactar y así varias veces. Al final nos dimos la dirección de Skype y empecemos a hablar por ahí. Ya descubrí que realmente se trataba de una mujer. Sandra tenía 37 años, casada desde los 24, con un hijo de 10. Rubia, muy bajita, sobre 1,50, muy delgada también, pero con los pechos operados, tenía una 120 algo que llamaba la atención ya que pesaría en torno a los 45 kg más o menos. Tan pequeñita y delgada aquellos pechos desentonaban por todos lados, aunque me daba envidia ya que a mí me gustaría tenerlos igual, pero me aterra la idea de entrar en un quirófano.
Su marido camionero de profesión, se tiraba incluso meses sin asomar por casa. Ella se consideraba como yo una mujer muy caliente, me confesó que a pesar de ello nunca había pensado en engañar a su marido y que se aliviaba como todas las mujeres, masturbándose. Pero un día encontró una tarjeta de un prostíbulo en la cartera de su marido, en ella había varias casillas para poner sellos y cuando se llenaban todos, según decía la tarjeta, tendría un servicio gratis. Sobre ella había impresos 3, por lo cual no hay que saber sumar dos más dos, para adivinar que su marido la engañaba. Ella en vez de enojarse, volcó su frustración en desahogarse como su esposo, en carne y hueso. Según me conto había engañado a su marido ya más de 10 veces, claro está ella estaba más buena que yo desde mi punto de vista y eso resultaba más fácil.
Fuimos cogiendo confianza y un día decidimos conocernos en persona, vino a mi pueblo una mañana y nos fuimos a desayunar juntas. Era estupendo tener una amiga que le pudieras contar todo, además ella era una de esas personas que te encuentras muy cómoda con ella. Transmitía felicidad por todo su cuerpo y eso hacía que te encontraras muy a gusto con ella.
Días después, hablando por Skype, contándonos nuestras aventuras, cosa que debo decir me ponía muchísimo. Le conté mi aventura que había tenido con un matrimonio joven. Ella me dijo que nunca había hecho eso, pero que le daba morbo, me preguntó que si repetiría, siendo ella la otra chica, me descoloqué y le pregunté que si sería con ella y su marido, me contestó que no, que seríamos nosotras dos y un chico que llevaba tiempo tonteando por el chat.
Como sabéis cuando estoy cachonda no suelo pensar las cosas, le dije que sí, pero primero me gustaría saber cómo era el chico. Me mandó varias fotos entre ellas alguna que estaba desnudo. Era un chico de 21, cuerpo de gym, totalmente depilado y con un buen pene. Le dije a Sandra que lo tanteara a ver qué tal.
Aquella misma tarde Sandra me llamó por teléfono, me dijo que había hablado con el chico que le parecía una buenísima idea. Sandra me animó a que fuera a su casa al día siguiente que había quedado allí con él y podríamos estar toda la mañana juntos.
No pude dormir, a las 7 de la mañana, tras marcharse mi marido a trabajar, me duché y depilé. Me maquillé lo mejor posible ocultando las ojeras y me puse unos vaqueros ajustados y una camisa. Tras dejar a mis hijos en el colegio, me dirigí a casa de Sandra. Media hora más tarde estaba en su puerta, con un nudo en el estómago que me pedía a gritos que no entrara, pero el calor que sentía en mi entrepierna me decía lo contrario.
Llamé a la puerta, Sandra me abrió, con un camisón blanco que dejaba casi todas sus tetas fuera, al verla así adiviné que el chico ya había llegado. Me invitó a entrar y nos fuimos a su salón, él estaba ya desnudo de cintura hacia arriba, se ve que ambos ya habían calentado. Sandra se dirigió a él y le bajó el pantalón, su polla estaba tremendamente grande ya, nos sentemos ambas a cada lado y Sandra empezó a pajearlo, mientras yo sin presentarme siquiera, comencé a besarlo.
Besaba a ambas a la vez, cada vez que dejaba de besarme a mí, aprovechaba para quitarme una prenda, al poco tiempo estaba desnuda junto a él. Sandra no tardó en quitarse el camisón tampoco. Estaba besándolo cuando él se apartó y acercó la cara de Sandra hacia la mía, quería que nos besáramos nosotras, ella estaba muy excitada y aunque yo me estaba resistiendo un poquito ella acercó mis labios a los suyos y comencemos a besarnos.
Según me había contado ella nunca había tenido relación con ninguna chica, por lo cual era la primera vez. No me desagradó, me gustaba, mientras notaba como me humedecía más. Tras ese beso apasionado, bajé hacia su miembro y empecé a mamarlo, Sandra y yo nos íbamos turnando, oíamos sus gemidos de placer, seguramente también sería su primera vez con dos maduritas experimentadas.
Así estuvimos bastantes minutos, nos dimos cuenta que él estaba a punto de correrse, por lo cual paramos para que durara más. Mientras él descansaba, sin preverlo Sandra me acorraló contra el sofá y comenzó a besarme, mientras su mano empezó a acariciar mi coño. Aquello me estaba volviendo loca, nunca me había tocado una mujer y debo de confesar que sabía dónde había que tocar.
De repente ella me desatendió, el chico se había puesto un preservativo y estaba penetrándola a cuatro patas, ella dirigió una mano hacia su coño y rítmicamente con las sacudidas que él le daba ella frotaba su clítoris. Viendo aquella escena empecé a tocar mi coño casi sin darme cuenta. Sandra me describía entre gemidos lo bien que la estaba follando y guarradas de ese estilo, escuchar sus gemidos y palabras y el sentir su aliento a pocos centímetros de mi coño, hizo que tuviera un orgasmo bestial, Sandra no tardó mucho en tener otro, no tuve duda ya que lo gritaba inmensamente.
El chico no paró y estando ella a cuatro patas, seguía su ritmo sin cansarse. Yo los miraba mientras retomaba el aliento, Sandra me pidió que la dejara que me comiera el coño. No pude resistirme debido a lo cachonda que estaba, tímidamente empezó a jugar con lengua en el, al rato se desinhibió y sentí el mejor cunnilingus que me habían hecho jamás. Notaba su lengua subir y bajar por mi raja al ritmo que la estaban follando. No tardé en tener un segundo orgasmo gracias a la boca de Sandra, me estaba retorciendo de placer, cuando ella le dijo al chico que parara.
Él sacó su polla, Sandra se apartó me ayudó a ponerme a cuatro patas y haciendo de mamporrera introdujo el pene de él dentro de mi coño. Empezó a embestirme fuertemente, cosa que le resulto fácil ya que estaba chorreando por los dos orgasmos casi continuos que había tenido. Me di cuenta que Sandra era incluso más guarra que yo en la cama, mientras él me estaba follando ella puso su cara junto mis nalgas y el chico iba intercambiando embestidas en mi coño y en la boca de ella. De repente el empezó a decir que se corría, Sandra agarró la polla y rápidamente le quitó el condón, se la introdujo en la boca y vi cómo se tragaba toda la corrida. Un pequeño hilo de leche salía por un lateral de sus labios, mientras el gemía de placer.
Me volví a sentar en el sofá, él hizo lo mismo, mientras Sandra se sentaba en el suelo. Comenzamos a intercambiar opiniones entre risas tontas. El chico no paraba de repetir lo estupendas e increíbles que éramos y que estábamos cumpliendo su sueño. Pasados unos minutos y creyendo que había terminado todo, Sandra se acomodó entre las piernas del chico y comenzó a comer su polla aun flácida, se esmeró y entre su boca y acomodándola entre sus enormes tetas, consiguió ponerla otra vez dura. Se veía que no era la primera polla que pajeaba entre sus senos.
No pude resistirme y me subí encima de ella dándole la espalda, la introduje en mi coño y comencé a cabalgarla, mientras yo disfrutaba nuevamente de estar llena de polla, Sandra me comía las tetas, esa sensación y que mientras yo cabalgaba él estimulaba mi clítoris con su mano hizo que no tardara en correrme de nuevo. Al decir que me estaba corriendo Sandra metió su lengua dentro mi boca y comenzó a besarme apasionadamente, aquello hizo que tuviera una corrida bestial.
Me tumbé nuevamente en el sofá exhausta y Sandra tomo el relevo, se subió encima mirando hacia él y comenzó a cabalgar, mientras él intentaba sin éxito comerse sus enormes pechos, parecía que ella intentaba asfixiarlo. Sandra volvió a correrse nuevamente, pero aun así seguía pidiendo más, se puso de nuevo a cuatro patas contra el sofá y él volvió a penetrarla, esta vez fui yo la que se puso junto a ella y él empezó a turnar su coño con mi boca, eso si yo no tenía la misma maestría que mi amiga para encajar los pollazos en mi boca, tras estar así un rato, me introduje un poco entre ella y esta vez fui yo la que comenzó a besarla mientras acariciaba sus tetas, ella empezó a aumentar el ritmo de su respiración y yo no paraba de besarla. Noté que le faltaba poco para correrse, decidí ayudarla con mi mano, sin sacar mi lengua de su boca. Noté como se estaba corriendo bestialmente. Él al notar el orgasmo que Sandra estaba teniendo no pudo aguantar y también se corrió sin sacar su polla de dentro.
Nos quedamos los tres en esa postura un buen rato. Tras el descanso el chico se vistió y se fue.
Sandra me invitó a ducharme, me duché y seguidamente ella, mientras hablábamos de la experiencia que acabábamos de vivir. Nos dio tiempo a tomar una cerveza, me sorprendió que pese a habernos enrollado mientras follábamos, ella seguía con la misma naturalidad que dos amigas puedan tener.
Nos despedimos hasta otro día. Y me volví sin ningún remordimiento como los que solían darme, en el coche durante el trayecto, me di cuenta que ya no había vuelta atrás, era una buena puta.