Me dirigía a ver a mis amigos ese día, por fin era verano y ya quería olvidarme de las clases de la universidad.
Pasé al supermercado a comprar algo de cerveza. Mientras esperaba en la fila para pagar, me llamó mi prima, hija de la hermana de mi madre. Hacía unos días su perra labrador había empezado el celo, por lo que me había pedido que mi perro de la misma raza fuera su pareja, los dos tenían apenas 2 y 3 años respectivamente, nunca los habíamos cruzado y como nos llevábamos tan bien, nos teníamos confianza.
El problema radicaba en que debía ar algunas cajas del almacén que fungía de hotel de paso para los perros, pero como es bien sabido por los dueños de perros, cuando ellos se encuentran en este estado los machos se pueden volver violentos, aun siendo los dueños, más si no lo son.
Muchos dirían que no hay problema siempre y cuando no te interpongas en el camino, pero los machos también se la pasan marcando los alrededores, por lo que si se dejaba algo en el piso iba a terminar marcado y posiblemente se echase a perder.
Una vez que pagué, fui a casa de mi prima, al parecer estaba ordenando algunas cosas y necesitaba encontrar las cajas que mencionó para terminar. Lo único que se debía hacer era encerrar a los perros en un cuarto mientras se hacían las maniobras. Salimos al jardín donde estaban los perros, el almacén se encontraba semi abierto para que entraran y salieran ellos. Mi prima Paula fue por la correa de su perrita Rizos, una labrador de pelo largo. En tanto que yo detuve como pude al hormonal de mi perro Apolo.
Por un momento creí que me llegaría a morder, pero al ver que los llevamos al mismo lugar, solo luchaba para que lo soltara y prenderse de la grupa de Rizos.
Los dejamos en el baño dentro de la casa, en tanto que mi prima regresó por sus cosas. Tenía que quedarme hasta que terminara. Pues debíamos liberar a los perros.
El día se aguó para mí, pero al menos podía ver la espectacular figura de mi linda prima.
Mide algo más del metro sesenta y ocho. Posee una figura increíble, si bien su pecho es mediano, sus glúteos son fabulosos, grandes y apetecibles, sus caderas anchas gritan aptitud para ser madre y rostro fino y aterciopelado no es más que una oda a la belleza.
Terminó un poco rápido, pensé que todavía podía llegar con mis amigos.
Le ayudé a llevar las cajas de nuevo con las cosas ya guardadas al almacén. Durante todo ese tiempo habíamos estado tomándonos las cervezas que llevaba y ella ya necesitaba ir al baño, por lo que nos apresuramos a sacar a los perros de nuevo al jardín, cuando ella se asustó al sentir que Apolo la tocaba con su nariz, me imagino que creyendo la mordería, aunque el pobre sólo quería seguir olfateando a su pareja.
El problema fue que se enredó con la correa de la tranquila Rizos e iba a trastabillar, queriendo evitarlo solté a Apolo y él se fue encima de la cánida, en tanto que apenas pude sujetar a Paula antes de que cayera. Para nuestra mala fortuna, cerramos la puerta del jardín, no teniendo llave con nosotros para abrirla y sin nadie cerca, nos quedamos atrapados con los perros y las plantas.
Para colmo de males, al atrapar a Paula, con mi brazo había presionado el bajo vientre de ella, por lo que sus ganas de orinar se volvieron de carácter urgente inmediato.
En el almacén no había baño, y nadie volvería en un buen rato. Traté de abrir la puerta como pude, pero no se podía. Ella ya no podía estar, trataba de retener el líquido, pero se notaba que no podía más.
-Paula, es mejor que ya no te aguantes, te va a hacer daño.
-¡Cómo eres, a poco crees que me voy a hacer encima!
-Claro que no, pero por un lado estamos rodeados de plantas y no se notará. Yo me voy al almacén y tú haz lo que necesites.
-No puedo, de seguro me vas a espiar.
-Por supuesto que no, pero no veo otra salida.
-Voltéate, si no te veo creeré que me espías y no podré hacer.
-De acuerdo.
Me giré y al parecer ella ya se preparaba.
-¡No voltees!
Le iba a contestar que "no", cuando la escuché quejarse. Voltee a ver si no se había caído o la había mordido Apolo, pero al verla de frente, me percaté que no había alcanzado a quitarse las bragas a tiempo, ella se lamentaba por la vergüenza de hacerse encima de la ropa interior y por el bochorno de verse descubierta por su primo.
Rompió en llanto, me acerqué y traté de calmarla, sin embargo era el momento de las culpas. Nadie se salvó, ni los de la basura que pasaron más temprano de lo usual.
El pasto, sus sandalias de tiras, sus pies, sus bragas y parte de su falda, así como la parte interior de sus muslos se encontraban salpicados de su orina.
No faltaron Rizos y Apolo en acercarse a oler, parecía que ella se encontraba ovulando o estaba por, ya que mi perro hizo amago de quererla montar, ya que se le colgó de la pierna.
Por mi parte los lleve con más trabajos al almacén y los encerré. Regresé por ella y la acerqué a la llave del agua, eché bajo el chorro las sandalias y limpie con mis manos sus pies. Me quité la playera y le pedí que se quitara la falda y las bragas, en tanto que la tapaba con mi prenda tura para abajo.
Vi caer las prendas y le di la mía para que se la pusiera como quisiera, en tanto yo llevaba todo bajo el agua para adecentarlos. Volví con ella y se había puesto mi playera como si fuera un camisón, le tapaba apenas lo suficiente para ocultar su cuquita de mi indiscreta mirada, más no así la totalidad de sus pelos, que me hacían divagar en obscenidades que nunca creí pensar de ella.
Por más que quisiera, no quería lavarse delante de mí, sin embargo el olor pronto se hizo muy pesado sobre todo por el intenso calor del verano. Hasta ese momento no reparé en que ella se encontraba un poco rara y es que olvidé que a las mujeres les afecta más el alcohol y más si ella no estaba acostumbrada a beber regularmente. Era hija de familia y pocas veces iba a fiestas, por lo que sabía de mi tía, toda una ratoncita de biblioteca.
-Paula, ya no te hagas, sé que estás incomoda y por más que quiera negarlo, ya te vi, lávate bien.
-¡Eres un tonto!
-¡Entonces haz lo que quieras!
Encaprichada, se quitó mi playera y la arrojó al pasto mojado, dejándome ver una hermosa matita de vellos púbicos finitos, los cuales apenas cubrían unos labios regordetes y cerrados. El paquete en mis pantalones creció sin poder esconderlo, el olor de su orín y la vista de sus genitales me estaban inflando.
-¡Los ves! ¡Esto es lo que quieres, verdad!
-Mírala bien, grábala en tu mente, porque es la primera y última vez que la vez.
Se acercó al chorro de agua y no dejó de soltar pequeños gritos por el agua fría y lo mojado del pasto circundante. Mientras seguía luchando con el agua, me metí al almacén a buscar algo con qué se secara, si no podría resfriarse.
Los perros salieron en desbandada, ella primero a checar a su ama y el lastre atrás pegado en su grupa.
No encontré más que algunos trapos con los que mi tío parecía limpiar sus coches. Al salir me encontré un cuadro divertido, Rizos trataba de consolar a su ama a lamidas, en tanto que el perro trataba de decidir a qué hembra montar.
Fui por ella y la cargué en brazos, en mi antebrazo podía sentir su concha y sus pelos mojados, pero el objetivo en ese momento era secarla.
Como pude utilicé los ya viejos trazos textiles, aún con el calor que hacía, ella ya se estaba enfriando, la abracé y trate de cubrirla con mi cuerpo. Su perfume natural era delicioso, su aroma corporal ya sin el olor del orín era otra cosa.
Me dejé llevar, la cogí por la cintura con mis manos, las bajé frotándolas en sus ancas y hasta los muslos, para regresar y quitarle su camiseta de tirantes delgados y su sostén.
Sus tetas medianas libres cabían en las palmas de mis manos, sus pezones erectos parecían botones. Su piel tersa olía deliciosa, su sabor llenaba mis sentidos y su voz evocaba sonidos que revolucionaba a mi corazón.
Me quité el pantalón y sin más llevé mis dedos ensalivados a su concha y los introduje con cuidado. Estaba algo húmeda, se lo atribuí al agua, por lo que tratando de adecuarla para el acto amatorio, los repasé por toda la zona. Mi fiel amigo, más que Apolo se pegaba a su piel, doblaba mis rodillas un poco a modo de que quedara a la altura correcta de entrada.
Despacio fui entrando, y por primera vez, sus brazos rodearon mi cuello y mientras entraba la iba levantado para una acometida más cómoda. Sus piernas rodearon mi cintura y ya no me soltaron.
-Tonto, si hasta parece que el primerizo eres tú.
Lo sentí. Esa barrera y algo caliente y espeso bajando por nosotros. La había desvirgado. No me dejó moverme, se sujetaba firme, dándome a entender que necesitaba tiempo para asimilar la situación.
-Por más que traté… no te diste cuenta.
-No te entiendo.
-Que vas a entender. Ya sabía yo que debía armar todo para lograr esto.
Sus caderas comenzaron un lento movimiento, sopesando la situación, explorando el terreno. Mi pija entraba y salía poco a poco, cada vez aumentando más la velocidad.
Sus labios besaban mis mejillas, sus uñas se aferraban a mi cuello, sus tetas pegadas a mi pecho se sentían deliciosas, sus pezones duros rozaban mi piel. Bailando por momentos en un reducido espacio por los violentos encontronazos de nuestros genitales.
La venida de ella fue primero, mi cintura se constriño por culpa de la tenaza formada por sus piernas, para luego aflojarse y pasar a dejar caer los pies únicamente apoyadas sobre mis brazos que sujetaban sus nalgas.
No me detuve, minutos más tarde me corrí copiosamente en su interior.
Esperamos un rato, rogando por que la ropa se secara antes de que llegaran mis tíos.
No estaba muy seca, pero dejaba disimular, por fortuna la primera en llegar fue mi tía y no sospechó nada, al fin y al cabo éramos familia.
Unas semanas más tarde llegaron mis tíos muy enojados, ella había hablado con ellos porque estaba esperando un bebé producto de esa cruza. Como somos primos no hubo tanto problema.
Yo terminé mis estudios universitarios y entré a trabajar la empresa de un sujeto de apenas unos años más que yo. Su nombre es Leonardo, es muy amable, pero apenas tolero que me presuma a sus hijos todo el tiempo.
En tanto que Paula tuvo que esperar a que el niño cumpliera los cuatro años para volver a estudiar, ahora mismo se encuentra haciendo prácticas con una doctora veterinaria de nombre Diana, se llevan muy bien y gana buen dinero.
Fin.
Gracias a todos.
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Muchas gracias a todos los que leyeron mis relatos anteriores, y sobre todo a quienes los valoraron con una puntuación tan alta.
Me animan a seguir escribiendo y publicando, adelanto que en los próximos días publicaré la continuación de Adictas al embarazo, Incrustaciones forzadas, y agregaré una tercera serie llamada Herencia por obligación, y otras historias más.