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Crónicas vampíricas (II) Los duques hacen trío con un siervo
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Tiempo de lectura: 6 minutos

En el crudo invierno, los señoríos vampíricos asentados en la gran cordillera montañosa coronada por el Kazbek, ubicada en el Cáucaso, ocultos se hallaban bajo las gruesas capas de nieve que cubrían de blanco sus tejados. La chimenea humeante del palacio Ducal, propiedad de la Duquesa Roja Gabrielle, vaporizaban el ambiente frío que le rodeaba. Al interior, la bella dueña, hablaba a Aslam su esposo, poderoso Señor de los Vampiros de bandera roja.

– ¿Crees mi amado Aslam, permitan las fuertes nevadas a nuestros amantes, el poder visitarnos?

El poderoso, sanguinario y muy temido Vampiro, respondió apuntando con su dedo índice.

– ¡Mujer me distraes! Mi mente hoy está ocupada en cosas más importantes. Debo adivinar ¿Por qué los hombres han empezado a amurallarse? Necesito saber si temen la invasión de otras naciones o preparan la guerra contra nosotros.

– Amor. No debes preocuparte. Ellos saben que sería suicidio aventurarse a una contienda contra nuestra raza. Nada que temer. Mejor relájate. ¿Creo que también ansias tener aquí a nuestros amantes?

Aslam después de meditar un poco, sentado en el trono Ducal, acicalando su negra barba, dijo.

– Si son otras naciones debe preocuparme. No saben de nosotros y eso les puede animar a atacarnos. En cambio, de ser los de siempre tendré que lanzar ataques preventivos a modo de desanimarlos con rapidez. Mujer creo tienes razón. Debo tranquilizarme. Aun así enviaré espías a las tierras bajas para que me tengan bien informado. En cuanto a nuestros amigos, efectivamente les espero pero dudo puedan llegar. ¿Acaso ocupas mucho de ellos?

– No en absoluto. Meramente tengo ganas de contar en la cama con la compañía de esa pareja tan ardiente. No son de vida o muerte pero sería muy grato. Recuerda amado mío los orgasmos que nos han regalado.

La voz cavernosa del líder del clan, indicó

– Voy a complacerte pero de otra forma. Si los caminos montañosos han sido cerrados por la nieve impidiendo llegar a nuestros amigos en prevención ve con la plebe. Escoge a aquél que pueda cubrir nuestra expectativa. No olvides cuidar que sexualmente sea perfecto. De lo contrario por haberme quitado el tiempo, él morirá en mis manos.

La mujer, sonriendo, indicó.

– Amor, si ese sujeto falla, de todos modos tú y yo ganaremos. Verlo sufrir será un placer. De su sangre gozaremos. Siempre habrá ganancia para ambos ¿No crees?

Horas después, todos los sirvientes, acudieron al llamado de la Duquesa. En silencio escucharon la encomienda. Sus mentes configuraron que la tarea era por demás difícil. Temían que sus físicos no sirvieran para aguantar el potencial desmedido del exigente matrimonio, en un trío. Pavor les dio conocer la sanción de pena de muerte para en caso de error o fracaso. Por días, nadie respondió a la convocatoria. Era más importante conservar el pellejo. La Duquesa, inteligente como siempre, quiso ablandar los miedos al hacer el negocio interesante. Ofreció al que fuera valiente una talega de oro puro.

A la semana, entró por la puerta de las paredes amuralladas de la Ciudad, un osado y ambicioso mercader de nombre Jeremías. Traía consigo al siervo Guillermo. En las calles de la ciudad vampírica, el comerciante escuchó por doquier, el premio ofertado a aquél que pudiera con el paquete. Después de un día de calcular sus probabilidades de éxito y ganancias apostó a lo grande. Habló con su siervo.

– Por años te instruí en la prostitución. Eres el mejor amante. Se nos presenta una gran oportunidad. Es tiempo de demostrar el por qué hombres y mujeres te han apetecido en demasía. Hay mucho oro de promedio. Si pasas la prueba de satisfacer a los Duques de la región, te daré el 50% de la ganancia. Piensa siquiera que en el futuro no tendrás que vivir bajo mi yugo. Serás libre ¿Dime si te conviene?

Guillermo, contestó de inmediato.

– Amo, sin duda, es conveniente pero fuera de los vampiros rojos, nadie de otra tribu puede acercársele, salvo que sea de buen título nobiliario y tú no lo eres. ¿Tienes algún plan?

– Si lo tengo, escuché decir a una compañía de guerreros que irían a espiar a los perecederos pues temen un levantamiento armado. Iré a la presencia del Duque a decirle que hace una semana comercialicé pieles con unos hombres que confesaron estar agrupándose las tribus bajo el mando de la familia Palavich con la intención de presentar en el futuro cara a nuestra raza. Las forjas según sus dichos no paran ni de noche ni de día en elaborar espadas, escudos, lanzas y variada armas. Que sus graneros están siendo repletados para aguantar años sin siembras. Con la suma de detalles me escuchará y de paso ofertaré tus servicios.

A la noche siguiente, al palacio, los dos sujetos se presentaron.

Aslam, escuchó con gran atención la explicación del mercader. Levantado del asiento señorial, ordenó a sus guerreros bajar a las planicies con la misión de quemar todo granero y forja. No debían dejar ganado ni herreros en pie. Luego se acercó a Guillermo. Lo notó moreno de buen físico. Dijo, al dueño.

– Jeremías, si tu siervo falla, los dos morirán.

Después dijo al joven.

– Estás consciente de la arriesgada tarea.

El raso, respondió.

– ¿En dónde está tu cama?

Aslam, sonrió y llamó a la Duquesa. Ésta, ordenó a sus siervos, dieran baño, perfume y prendas al valiente. Hecho lo anterior, el siervo, llevado fue a la habitación matrimonial. Con el permiso del cruel vampiro superior, el joven, dio un beso a la Duquesa. Fue buen comienzo. Aslam, cómodamente desde el lecho, observó cómo fue desabrochado el vestido de su esposa que cayó al piso dejándole los senos al descubierto. Las yemas de los dedos de Guillermo aprisionaron los duros pezones que a ella le hacían emitir pequeños gemidos. Al pene del nuevo amante le llevó la mano. Al tomarlo se hincó para chuparlo. Era tanto su afán que lo introducía hasta llegar a la garganta. El siervo, al meter y sacar en la cavidad bucal el miembro viril fue demostrando sus grandes habilidades. La esposa, supo que tenía al indicado para saciar sus deseos.

Aslam, el gigante guerrero, se incorporó al faje. La mujer ardiendo en deseos de sexo, se puso en medio de ambos. El invitado con delicadeza le quitó el calzado, en tanto, el marido la desposeyó del calzón. Ya completamente desnuda como osos hambrientos le chupaban sus senos. Sus labios besaban por turno a cada uno. La Duquesa tomó el erecto, largo, duro, venoso y grueso pene de su esposo para chaquetearlo con fuerza con el apriete de su mano. El siervo bajó a los pies de la vampira. Comenzó a lamerlos, luego elevó su lengua resbalándola en los muslos. Remató en la espalda.

Gabrielle gimió entrecortadamente cuando Aslam, le introdujo en su cueva húmeda, los dedos de la mano derecha y con la izquierda le agarró su ancho trasero. Dijo la esposa, al marido.

– Quiero a mi macho dentro.

El esposo, la inclinó. Su enorme falo creció tanto como la de un caballo. Al irla metiendo en la entre pierna parecía que desgarraría los labios vaginales. La esposa dio un fuerte grito cuando de un solo golpe entró en ella. Sintió que iba a ser partida en dos. El dolor inicial fue transformándose en poco tiempo en gran placer que se vio reflejado en su rostro. Al tiempo que ella abrió su boca, el siervo, comenzó a darle fuertes nalgada que dejaron al trasero muy colorado. Los dos la poseían. Frenética gozaba. No paraba de gemir. Su vagina palpitaba. Entrecruzaba las largas, torneadas y blancas piernas con la intención de estrangular el pene del guerrero.

Aslam, le decía.

– ¡Eso, así Gabrielle! ¡Aprieta más! ¿Así querías? ¿Extrañas a tus otros amantes que no pudieron llegar? ¿Dime de quién eres? No pienso parar en horas.

Gabrielle, respondía.

– Si, así dame. Destroza mi vagina a empujones fuertes. No, no extraño a ellos. Soy de ti mi macho. Soy tuya Aslam. Solo tuya.

El poderoso guerrero, dijo.

– Bésame.

Y al raso, ordenó.

– Sin que yo saque mi pene, chupa su gran y rosa clítoris. Estíraselo con tus labios.

Guillermo, se hincó, elevó su boca y se dio rico agasajo. La Duquesa enloquecida sentía los testículos de su esposo chocar en la parte baja de sus nalgas. El bombeo la hizo tener un intenso orgasmo. Quedó abierta de piernas y con sus manos agarrando sus senos hermosos. Su vagina hinchada se tornó en un rojo intenso pero excitante. Como pudo se repuso la vampira. Ambos penes metió a su boca. Parecía que comía dos paletas para bajarse desesperadamente el calor.

Luego, Aslam de pie, elevó a la Duquesa. La colocó sobre sus hombros. Lamió la vulva entera. Así la hizo explotar. La hembra de tan enorme placer eyaculó en el rostro de su esposo. Chorros de lubricación bañaron la cara del poderoso vampiro. La bajó y llevó a la cama. El Vampiro raso, recibió de él, la orden de meter los dedos a la vagina, así como chuparle las grandes, duras y redondas tetas. Gabrielle, se contorsionó de placer mientras chupaba el duro falo de su marido. Aslam, se colocó debajo de su esposa. Ella, boca arriba casi desfalleció cuando sintió ser penetrada analmente. Escuchó a su marido decir a Guillermo.

– Entra en su vagina. Que sienta los dos penes al mismo tiempo. Rápido.

El siervo obedeció. La Duquesa, sintió los dos viborones empujarse. Ella jadeando, después de diez minutos, dijo.

– Ahora los dos dentro de mi vagina al mismo tiempo.

Las embestidas de los dos falos la hacían enmudecer de placer. Sentía como se abría al doble su hoyo vaginal cuando ambos mástiles rozándose luchaban por entrar más profundo. Eso la hizo elevarse hasta llegar al clímax. No podía más. Aslam, el Guardián del Reino Vampírico, al joven indicó hincarse junto a su mujer. El pene del gigantón vertió chorros calientes, espumantes y espesos de semen cuando explotó en la boca de ambos. Ni la Duquesa ni el Siervo dejaron se desperdiciara gota alguna de esa miel.

La Duquesa Roja, satisfecha, besó a los dos. Los labios de Guillermo, tenían el sabor de la leche de Aslam. Terminada la sesión de sexo. Aslam, tomó el oro y se lo dio al siervo. En ese momento tocó a la puerta de la recámara el capitán de guerreros. Aslam al permitirle el paso, supo que los guerreros a los que mandó a castigar a los hombres habían sufrido una terrible emboscada que costó la vida a varios. El Duque, se vistió con su armadura. Salió al sitio en donde la compañía había sido diezmada.

Ya en el lugar de los hechos, vio a sus vampiros masacrados. Mil veces se preguntó.

– ¿Cómo pudieron llegar hasta acá los hombres? Los pasos montañosos son secretos ¿Los habrán descubierto?

Al regresar a su Palacio, ordenó salir a la tropa para peinar los montes en búsqueda de enemigos. Tardó un mes en regresar. En su ausencia tocó a Guillermo, saciar las ansias de la Duquesa. En esa ocasión de pasión desenfrenada todos tuvieron ganancia. El mercader obtuvo gran dote. Guillermo fue libre. Elevó su status al vivir en noviazgo con los amos de la región y los Duques tuvieron al tercer miembro en la cama.

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