Valentina y su novio pasan la noche en casa de una amiga suya con su respectiva pareja. Lo que pasará allí, hará que el novio experimente una sensación perturbadora a la par que excitante.
Valentina y su novio tenían muchas ganas de ir a un parque de atracciones, el problema era que estaba muy alejado de su ciudad, por lo que tendrían que hacer un largo viaje y parar a descansar en algún motel o algo por el estilo. Por suerte, una de las mejores amigas de ella, Ximena, le había comentado que la casa de su novio Nacho quedaba a poca distancia de dicho parque. Le ofreció estadía allí, así podrían ir juntas con sus respectivas parejas, así que pues nada, se pusieron manos a la obra.
Ya en casa de Nacho, una estancia lujosa que contaba con varias habitaciones, se encontraban charlando en el living, haciendo tiempo para la hora de apertura del parque. Ambas parejas estaban en esa fase de la relación en la que las ganas de follar se apetecen continuamente, por lo que Ximena le transmitió entre líneas a su amiga:
—Nosotros nos vamos a acostar un rato, beba. —Acompañado de un guiño cómplice.
Marcharon a la habitación de la mano. Valentina y su novio, al estar solos, comenzaron a hacerse caricias y darse unos tiernos besos.
—Cariño —le dice ella—, te apetece que nos marchemos a un hotelito, o nos quedamos aquí en el cuarto de invitados (?).
—Yo estoy con muchas ganas de vos, hermosa, no sé si aguanto hasta un hotel.
—Vale, nos quedamos aquí.
La habitación era acogedora, corrieron las cortinas dejando entrar la luz del sol. Comienzan a desvestirse mutuamente. Valentina estaba por quitarse su sexy lencería pero su novio le detiene.
—No te la saques, se te ve súper bonita.
Ella le sonríe, luego se pone en cuatro sobre las blancas sábanas de la cama, ofreciéndole las firmes y voluminosas nalgas al afortunado de su novio. El novio se acomoda y comienza a acariciarla. Le encantaba el contraste que hacían el cabello negro y la lencería del mismo color sobre la pálida y tersa piel que, gracias al sol, tenía una tonalidad cálida.
El, muy apreciativo con la belleza de su novia, solía volverse muy babosón.
—Ay mi amor, pero qué hermosa que sos, mirá todo esto, por dioos —le dijo mientras pasaba las manos por la cintura.
En algunas ocasiones, ella solía responderle con un “has visto”, o un “lo sé”, aunque por lo general no decía nada, sólo se limitaba a disfrutar de sus caricias.
El novio ya estaba a tope, corrió a un lado la tela de la braga listo para entrar, pero de repente, se empezaron a oír los sonidos provenientes de la otra pareja. Se sintió un poco turbado por la rudeza, eran tan fuertes los choques de la piel con piel, y los gemidos de ella que, aún con la distancia entre una habitación y otra, se alcanzaban a oír perfectamente.
—¡Por dios! Valen, ¿no es un poco… salvaje él?
—Tranquilo cariño, ellos son así —le dijo sin parecer inmutarse.
El novio, algo nervioso, continuó besando el trasero de su novia. Mientras estaba en eso, notando la respiración agitada de ella, se escuchó una seguidilla de palmadas… Justo él estaba tocando sus pompas, por lo que no pudo evitar asociar esas palmadas hacia ella, lo que le hizo sentirse más perturbado aún. Él no se imaginaba haciéndole eso, a pesar de que sonaba tentador, prefería acariciarla y no enrojecer esa bella piel con unas fuertes nalgadas. Trató de hacer de cuenta que los sonidos no le afectaban y siguió con sus caricias.
—Mi amor, qué rico todo esto que tenés acá, ya no puedo esperar, te voy a entrar. —Se puso en posición y comenzó con un leve vaivén—. Qué hermosa cola que tenés.
No podía evitarlo, tenía que decirlo, pero para su sorpresa, su novia le respondió con algo no usual en ella.
—Hermosa es tu polla, bebé.
Ella no solía “devolverle” los halagos, pero por alguna razón ahora sí lo hizo.
—No bombón, la hermosa acá sos vos. Qué lindo es cogerte.
—Estoy de acuerdo, hermoso es follar.
Le encantaba oír ese tono cachondo suyo. Los sonidos del otro cuarto se calmaron, aunque por poco rato. Los rechinidos empezaron leves, pero luego se volvieron penetrantes, debido a que las patas de la cama se elevaban un poco y en consecuencia, golpeaban sórdidamente el suelo. La chica gritaba de placer, en contraposición a los gemidos de su novia, los cuales eran más bajitos y jadeantes.
La pareja cambió de posición, ahora estaban haciendo el misionero. Parecía ser que el orgasmo había llegado en la otra habitación, porque los gritos de ella cambiaron por unos gemidos que al novio le resultaban más placenteros de oír
—Mi amor, me gustaría hacerte gritar así —le dice pero ella no le responde, estaba ensimismada en sus fantasías.
Valentina llegó al orgasmo propiciado por un cunnilingus, y de seguido su novio, quien acostumbraba hacerla llegar primero a ella. Se acostaron juntos en cucharita a dormir unos quince minutitos antes de alistarse para ir al parque.
Ya preparados para marchar, esperaron en el living a Nat y Nacho. La amiga pensó que ellos habían salido y que recién llegaban, justo a tiempo.
Tras haber escuchado todo aquel escándalo, al novio le daba algo de aversión el tal Nacho, a pesar de que parecía un tío majo.
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Llegaron al Disney Park sin complicaciones en la entrada. Experimentaron las primeras atracciones con tranquilidad, gracias a que había pocas personas. Sin embargo, progresivamente se fue llenando de gente hasta quedar abarrotado.
El cuarteto iba de atracción en atracción, las amigas no paraban de conversar, como si estuvieran recuperando el tiempo sin verse. Con frecuencia se apartaban para cuchichear, llegando sólo a oírse sus risotadas. Era increíble ver a esas dos preciosas mujeres, yendo de un lado al otro. Juntas hacían una tentadora combinación, con la anfitriona rubia de cabello corto, con unos voluptuosos pechos y la amiga con esas anchas caderas. No cabía duda de que se habrían vuelto la fantasía de muchos de los presentes.
La fila para la montaña rusa estaba que rebalsaba. Los cuatro se mantenían de muy buen humor. Llegaban a estar muy apretados en esa fila. La retaguardia de Valentina se encontraba resguardada por su novio, Ximena al costado de ella y Nacho en la cabecera. Valentina conversaba con su amiga y, continuamente, giraba el cuerpo sobre su eje en un ángulo de 180°, como si estuviera haciendo algún tipo de ejercicio, probablemente por ansiedad.
Al novio le parecía gracioso esa inquietud de ella, en ocasiones giraba tanto que le restregaba sus nalgas y luego se volteaba hasta quedar de frente. Ambas chicas tenían una jocosa sonrisa que por momentos le pareció que intentaban encubrir algo. Nacho repetidas veces se daba la vuelta para conversar. En una oportunidad, se le ocurrió que, tal vez, Valentina estuviese restregando también la cola en el paquete del novio de su amiga. En eso estaba él hasta que por fin les tocaba pasar.
Salieron tarde del recinto. Valentina y su novio no estaban muy contentos con la idea de viajar tantas horas de noche. Su amiga, quien pareció leer la preocupación en sus rostros, les ofreció que durmieran en casa de su novio, así a la mañana siguiente podrían volver para terminar las pocas atracciones que les faltaron; no les llevaría muchas horas por lo que alcanzarían a hacer el viaje de vuelta aún de día. Era la oportunidad de aprovechar al 100% su visita que tan poco habitual resultaba ser, por lo que les pareció genial la propuesta.
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Llegaron bastante agotados, a la medianoche ambas parejas fueron a descansar. Valentina y su novio estaban abrazados, él le acariciaba la espalda deleitándose el tacto con la suave seda de su babydoll. Estaba a punto de quedarse dormido cuando siente unos tiernos besos de su amada, seguido de unas sugerentes caricias. De un momento a otro, la novia sale de la cama.
—¿A dónde vas, amor?
—Ya vuelvo bebé.
Pensó que iba a ir al baño, seguramente, por lo que se recostó y cerró los ojos, debatiéndose si se quedaría dormido antes de que llegara. Unos minutos después, siente el peso en la cama, enseguida extiende sus manos para acariciar los glúteos de su chica, pero se sentían algo distintos; no le dio importancia, de seguro era por la posición pensó. Desplazó sus manos hacia los pechos y ahí fue cuando abrió los ojos como platos.
—Shhh… Tranquilo, está todo bien —le dijo Ximena.
—Xime, ¿qué pasó?
—Nada, quedate tranquilo, lo estuvimos organizando con Valen por la tarde. Esta aventurilla no sale de esta casa, ¿ok? —Le hace un guiño.
—Ay no, pero si vos estás acá, ella está con tu… novio (?)
—Y sí… Qué te parece.
—Ay dios…
—¿Por qué estás tan preocupado? ¿No tenés ganas o qué?
—No, no es eso, vos y Vale deben de ser las mujeres más hermosas que tuve la oportunidad de conocer, es que… Es que, esta mañana los escuchamos y tu novio parece ser algo… salvaje.
—¿Cómo que nos escucharon? Uy, yo pensé que se habían ido a vagar por ahí. Por eso yo también… Bueno no importa, qué más da, estamos en confianza.
El enamorado estaba muy excitado por la idea de degustar a esa otra bella dama, pero temía lo que pudiera hacerle ese “salvaje” a su novia.
—Xime, llegamos a escuchar unos fuertes azotes, me preocupa Valentina, no sé si le guste esa forma de…
—Vos tranquilo, si mi novio me coge así es porque yo también soy una salvaje. Si ella es más tranqui él se amolda a su ritmo.
A todo esto, él no paró ni un segundo de acariciar suavemente el cuerpo de aquella mujer, quien llevaba el mismo tipo de prenda que su amiga. Se empezaron a desvestir. Ya abrazados comenzaron a besarse. Desde la otra alcoba llegaban los amortiguados sonidos. El novio se detuvo a escuchar. Cada vez se intensificaban más, al punto de reconocer la pelvis chocando contra las nalgas que, a diferencia de Ximena, se escuchaban más graves, más pesados… Normal.
El ritmo iba aumentando…
—¡Ay sí, así! —se llegó a oír en boca de Valentina.
El novio estaba algo turbado, parecía ser que a su novia se le había desbloqueado la “conversación” en la cama, con ese tono cachondo.
—¿No te da cosa escuchar a tu novio cogiendo con ella? —Le pregunta a la amiga.
—No, para nada, estoy acostumbrada.
Él miraba hacia la pared.
—¿Y qué pasa si se enamoran y se van juntos?
Ximena suelta una carcajada…
—Te recuerdo que estoy acá con vos, ahora, aprovechá vos también.
El enamorado miró a la chica y comenzó a besarle el cuello, el aroma que tenía era exquisito, no cabía duda que ella era igual de hermosa que su novia. Hablando de “aprovechar”, le lamió los pezones, luego baja lentamente, dejando besos por el camino, hasta llegar a la entrepierna. De seguro no se volverían a ver frecuentemente, debía de saborearla a conciencia. El claro sonido de una nalgada lo alertó. Levantó alterado la cabeza, y se vuelve a escuchar otra nalgada, pero esta vez acompañada de un grito placentero de Valentina.
—Ay no, ¡le está pegando, Xime!
En esta oportunidad la amiga no tomó como una broma el comentario, de hecho le molestó un poco.
—¿Vos qué te pensás, que soy tan estúpida como para estar con un tipo que golpea?
—Nono, disculpame. Disculpá que sea tan intenso, es que estoy muy excitado por la situación.
Ximena notó verdadero arrepentimiento en su mirada.
—Mmm, okey… —Le acaricia el cabello—. Qué te parece si seguís con tu trabajito ahí abajo.
—Mmm, con gusto. —Le devora con intensidad—. Pero que sepas que yo no te voy a dar nalgadas, te voy a dar muchos mimos antes de cogerte. Espero que no te moleste.
—No te preocupes, también me gusta así —le responde ya excitada.
El novio se hundió en su interior, acariciando esas suaves piernas en el proceso. Se volvieron a escuchar azotes acompañados de gritos de placer. «Ella es una salvaje también» pensó el novio pero, en comparación, Valentina no era tan escandalosa.
Él y Ximena llegaron al orgasmo. Quedaron acostados unos instantes recobrando el aliento. En la otra habitación se escuchaban los sonidos de, presumiblemente, el misionero. El ritmo se volvía tan intenso que, nuevamente, se oían los penetrantes golpes de las patas de la cama. Se miraron unos instantes y ella, sin más, bajó hasta su miembro. Gracias al fellatio que le estaba practicando Ximena, acompañado del tacto de esas bellas tetas en su muslo, volvió a ponerse a tope para un segundo round.
Cogieron todo lo que pudieron hasta caer rendidos. Por suerte, los de la otra alcoba se calmaron. Abrazados, él le acariciaba la espalda y le rascaba suavemente el cabello a su sexy acompañante quien, completamente relajada, entró en un profundo sueño. El novio estaba a punto de dormirse también pero nota que los sonidos en la otra habitación vuelven a aparecer…
No lo podía creer, seguían teniendo sexo, ¿cómo iba a conciliar el sueño ahora? Miró a su acompañante; estaba roncando, no iba a despertarla. Se apartó un poco de ella y la observó. La luz de la luna teñía de azul esas suaves piernas y, por la posición en la que había quedado, se le alcanzaban a ver los senos. El ritmo que llevaban era leve, sin embargo, la dualidad de emociones que estaba sintiendo el novio en ese momento eran increíbles: por un lado le perturbaba lo que ocurría en la otra alcoba, pero también sentía excitación por su sexy acompañante.
Se incorporó y comenzó a masturbarse viendo a la dama, imaginándola en diversas e impúdicas situaciones sexuales. Pensaba que si acababa de nuevo, estaría lo suficientemente “derrotado” como para volver a dormirse… La cadencia aumentaba, se intensificaban, penetraban en él. Su mente luchaba por mantener la excitación a tope. El placer en ella alcanzó un punto en el que ya no podía disimular su exteriorización: «oh sí, mí amor, sigue»; y Ximena aparecía en orgías «¿sigo?», en bukkakes «splash», bañadas sus enormes tetas en leche «ay sí, pégame». Los bufidos de aquel salvaje aparecieron, le daban miedo, la cama retumbaba «¡splash!», ojalá ella no despierte… «uhm, uhm, ¡ssí!».
Los otros dos estaban llegando a un intenso orgasmo, con sus gemidos mezclándose como un canto tribal. Eyaculó, y parte de la lefa cayó en el muslo de ella.
Se apaciguaron todos los sonidos en la casa. Pudo al fin acostarse a dormir. Durante las distintas fases del sueño, era invadido por cacofonías sexuales «uhm, sí, así, ¡pégame!», tal vez producto de su mente o, tal vez no…
A la mañana siguiente, le despertaron los movimientos de Ximena, quien se había levantado y retirado de la alcoba. Él también se levantó. Fue a buscar a su amada. Yacían abrazados como dos leones con, solamente, el sol cubriéndolos. Se despertaron al escucharlo entrar. Ella lo miró adormilada, tapó con su muslo el miembro de Nacho y sonrió a su novio.
—Hola mi amor —le dice irguiéndose un poco.
A su pareja se le iba a quedar implantada en la mente esa imagen. Ella se despereza y anuncia que se irá a bañar. Antes de levantarse, mira con complicidad al novio de su amiga, y luego se marcha.
FIN
Por Dany Campbell
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