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Cornelio me pide hacer un trío con Stella
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Ya les conté cómo fue que mi amigo Cornelio me sugirió que me cogiera a su exesposa, a quien él y muchos otros tienen como su mujer ocasional, y después de contarme cómo hizo un trío con ella y uno de sus machos (ver relato “Trío inesperado”), me invitó a que lo hiciéramos con ella. Yo le pedí tiempo para dejarme reestablecer los lazos de amistad con ella, a quien ya no veía desde que se habían separado, y así lo hice (Ver los relatos "Leyendo a Bataille y pensando en batir atole" y "Y lo que siguió en la noche que Stella y yo reanudamos nuestra comunicación").

Dos semanas después que tuve mi reunión con Stella, quedé de verme con Cornelio, a petición de éste. Aquí cuento la parte importante de nuestra conversación, mientras duró una botella que él trajo.

–¡Qué gusto de volverte a ver, amigo! –exclamó Cornelio cuando abrí la puerta y lo invité a pasar– ¡Me dio gusto que estuvieras con Stella! La puta me contó lo que pasó entre ustedes –concluyó después de haberse instalado.

–Pues no sé qué te haya contado, ella estuvo estupenda, pero la mayor parte del tiempo creía que ella estaba haciendo el amor contigo, o al menos recordándote –contesté, acercando los vasos y colocando un recipiente donde vacié la botana para iniciar la charla en forma.

–Sí, me lo dijo. Particularmente lo detonó el hecho de que le chupaste la vagina tan rico como lo hago yo, aunque Stella no traía ya rastros de amor en ella. Te confieso que a mí me gusta chuparla y me pierdo en sus labios y clítoris después de que se la cogieron –precisó.

–Sí, me lo habías dicho, pero esa misma conducta parece el común denominador en sus machos, todos han probado y gustado de cómo la dejas tú –le aclaré.

–No lo dudo, aunque el sabor delicioso es el de sus venidas, la leche de otro sólo es un aderezo –me corrigió.

–Eso no me ha tocado experimentarlo –señalé.

–¡Eso crees, las mujeres son muy putas! Seguro que te han dado leche de ordeñas previas y ni te diste cuenta –me dijo burlonamente y acepté la posibilidad.

Me contó que ella apagó la luz para sentir cómo te la cogías e imaginar que ella hacía el amor conmigo y hubo muchos momentos en los que así lo creyó. “Es que tu amigo Ber es todo un caballero”, dijo cerrando los ojos como sintiéndote dentro… ¡Eres un conquistador! A lo mejor hasta se enamoró de ti, mano –explicó con cara de asombro, sin mohín de disgusto.

–No te confundas, amigo, al parecer Stella sólo te ama a ti, con los demás sólo coge porque… porque es muy puta y le gusta coger –concluí, pero no me sentí bien al decir esa verdad, a pesar de que Cornelio mismo la había adjetivado como tal.

–Pues sí, lo mismo pasa con Tere –dijo con un tono de tristeza–, pero ella saca beneficio de su condición, y Stella no –concluyó.

–Pero Stella coge con quien ella quiere –expliqué.

–Tere también –expuso–. A lo único que está obligada en el bar es a “fichar”, pero por lo general escoge con quien hacerlo, sobre todo a quien ve favorable para llevárselo a la cama y que pague por divertirla en ella.

–No, ¡pues sí! –admití, recordando lo que me contó de Tere –Oye, y ¿si les propones hacer un trío contigo? –pregunté queriendo hacerle ver que podía disfrutar a las dos.

–¡Ja, ja, ja, ja! No amigo, no creo que acepte ninguna de ellas –contestó negando con la cabeza– recuerda lo que Stella le dijo a Ociel cuando éste le propuso hacer el trío con otra mujer: “Ya veremos”, pero con su mirada le decía “Chinga a tu madre” y Tere… –detuvo su explicación antes de continuar hablando del por qué–, ella tiene otra forma de ser y de pensar…

–Bueno yo creía que así podrías disfrutar de ambas a la vez.

–No, no, no. En caso de que ambas se juntaran no tengo idea de lo que ocurriría, pero no sería nada agradable para mí.

–Si tú lo dices… –acepté para dar concluida es vía en la plática.

–Pero lo que sí quiere Stella es tenernos “para amarla juntos”, ¡textual! ¡Ella lo pidió y como me gusta darle gusto, te hago la invitación formal!: ¿Aceptas que Stella, tú y yo hagamos un trío? –exclamó Cornelio exultantemente.

–¡Por mí, encantado! –expresé gustoso, pero preocupado por el significado que Stella le hubiese dado a las palabras “amarla juntos”.

–No se diga más, amigo –dijo–. Le diré a Stella que el próximo fin de semana arregle con sus padres para que les lleve los hijos en la mañana, y los recogeremos el domingo.

La noche se fue platicando amigablemente sobre cómo le gustaba a Stella que se la cogieran y lo que ella quería hacer con nosotros. También, Cornelio me pidió precisiones de lo que hicimos Stella y yo, sobre todo en las partes que ella se ponía más arrecha cuando se lo contaba. Dijo que a él le gustaba escuchar, en sus pláticas intercoitales, cómo se la cogían los otros, pero nunca la había sentido tan sincera y caliente como cuando ella le platicó de mí. “¡Fue una de las mejores cogidas que ella y yo hayamos tenido!”, insistía cuando me platicaba los detalles de la última noche que habían pasado juntos, “Dormimos muy poco y yo llegué bien exprimido al trabajo”, afirmó como si no nos hubiésemos dado cuenta sus compañeros. Al despedirnos, quedamos en confirmar posteriormente el lugar y la hora.

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